jueves, 14 de marzo de 2024

VISITA A LOS SANTOS ÁNGELES CUSTODIOS


 

DEVOTO EJERCICIO QUE EN HONOR DEL SANTO ANGEL DE LA GUARDA DEBE PRACTICARSE EL DIA DOS DE CADA MES.

 

Dispuesto por el Doctor y Ministro D. Manuel Gómez Marín, Presbítero del Oratorio de San Felipe Neri de esta capital.

 

México. 1838. Impreso por Luis Abadiano y Valdés, calle de las Escalerillas número 13.

 

 

Están concedidos 200 días de Indulgencia por cada palabra de las contenidas en este Día dos consagrado al Santo Ángel de la Guarda, por el Ilustrísimo y Reverendísimo Señor Don Fr. José María de Jesús Belaunzarán, dignísimo Obispo de Monterrey.

 

 

ACTO DE CONTRICION.

 

Señor mío Jesucristo, Criador, Padre y Redentor mío: A vuestros pies viene un pecador, quizá el más grande y más ingrato que sustenta la tierra; pero no viene a insultaros con nuevas ofensas, sino a llorar y detestarlas con la mayor amargura de su corazón. ¡Cómo no espiro de dolor, Padre amantísimo mío, al recorrer las épocas de mi vida, y no hallar en ellas más que crímenes, vicios y enormes maldades! Y cuando por ellas debiera estar ya en los infiernos, solamente veo vuestros brazos abiertos, que me esperan y me convidad con el perdón. ¡Qué bien se conoce, que yo no soy más que una criatura pobre, tanto más miserable, cuanto más ingrata; y vos un Dios tanto más grande, cuanto más misericordioso. Pero ¿qué es lo que quiere decirme esa preciosa Sangre que estáis derramando por vuestras llagas? ¿Qué, esa postura lastimosa en que estáis clavado en ese afrentoso leño? ¿Y qué, por último, esos ojos que compasivo fijáis sobre mí? ¿Qué, deseáis mi salvación, y que me aparte de mi pésima conducta? Pues Redentor mío, todo está hecho. Ahora mismo mueran a vuestros pies mis vicios y pecados, y ese torrente de Sangre y Agua que sale de vuestro Costado, lave enteramente mis manchas. Si hasta hoy solamente has visto en mí culpas, ingratitud y horrendos delitos; desde este feliz instante no veréis más que un corazón contrito y humillado, y con la firme resolución de morir mil veces antes que volver a ofenderte. ¡Oh Señor!, echad una ojeada sobre esta pobre criatura, y conoceréis claramente cuanto me pesa haberos injuriado. Tened lástima de mí, y no me condenéis. Haced que en mí se logre el fruto de vuestra pasión, y que no me levante de vuestras plantas, sin sentir sobre mi corazón la paz, la verdadera alegría, y los deseados efectos de vuestra misericordia.

 

 

ORACION AL SANTO ANGEL DE LA GUARDA.

 

Habiendo ya procurado reconciliarme con mi amabilísimo Jesús, a vos dirijo la palabra para saludaros, Oh Santo Ángel de mi Guarda, vigilante custodio mío, y rendidamente os tributo todo mi respeto, todo mi amor y confianza. Mi respeto, por ser justamente debido a vuestra grandeza y a las nobles cualidades de naturaleza y gracia con que os enriqueció el Altísimo. Mi amor, por el esmero y puntualidad con que desempeñáis en mi favor el cuidado de mi salvación, de mi vida y de todas mis cosas, que el Señor con amorosa providencia os encomendó. Y, finalmente, os consagro mi confianza, porque estoy bien persuadido del poder y fortaleza de vuestro brazo: y por lo mismo nada podrá contra mí el ataque de mis enemigos, ni tengo que temer, como estéis vos a mi lado. Vos sois para mí la columna misteriosa que guiaba al pueblo de Dios por el desierto, pues como ella me franqueáis luz en la obscuridad que me ocasionan mis culpas, y me prestáis auxilio contra los ardores de la rebelde concupiscencia. ¡Qué ingrato sería yo, oh mi respetable Ángel custodio, si me olvidara de vuestros favores; o si teniéndolos presentes, no los correspondiera al menos con ofreceros mi corazón! Yo os lo ofrezco, y desde este momento no quiero caminar en este desierto, sino siendo vos mi defensor y mi guía. Esforzad por tanto, os suplico, vuestro poder, pues conocéis bien mi fragilidad y miseria. Sed, oh grande amigo mío, quien me consuele en mis trabajos, quien me dirija en mis negocios, y quien me saque victorioso en los terribles y continuos combates que me presenta el mundo. El Señor que os envió me ordena que no me aparte de vuestros avisos y consejos; no dudéis que deseo vivamente seguirlos; porque de este modo cuento con el acierto, y cuento también con acabar mi vida en paz, y darte las gracias después en la eterna bienaventuranza.

 

Se rezan tres Padre nuestros y tres Ave Marías con Gloria Patri, y después la siguiente

 

 

ORACION

 

Cuando contemplo, clementísimo Redentor mío, los inmensos bienes que hemos conseguido, por solo haber destinado vuestra sabia providencia a cada uno de nosotros uno de vuestros Ángeles para nuestra protección y custodia, no puedo menos que daros infinitas gracias por este beneficio, mayor a la verdad de lo que puede concebirse. Porque ¿quién es capaz de ponderar dignamente la seguridad que logramos por el auxilio de este soberano espíritu, que desde el principio de nuestra vida nos acompaña? El, cumpliendo con lo que vos, Señor le habéis encomendado, no se descuida un momento, sino que con el más grande empeño y amor siempre nos atiende. ¿Qué habría sido de mí, si en los difíciles y arduos negocios que me han cercado, no hubiera intervenido la mano poderosa de este fiel compañero? ¡Ah Señor, ahora que me habéis abierto los ojos, conozco cuanto le debo! Él es, sin duda, quien de un modo invisible me avisa de los riesgos que me amenazan; quien evita peligros que me serían fatales; y de una vez, quien da a todos mis pasos la dirección que conviene para mi eterna salud. No tengo lengua, Dios mío, con qué expresar todos los socorros que este Santo Ángel me ha proporcionado en todo y en cada uno de los instantes de mi vida. Permitidme al menos que de algún modo se desahogue mi corazón, consagrándole desde esta vida las alabanzas que espero continuar en la eternidad.

 

 

HIMNO.

 

¡Oh compañero amable

Y mi mejor amigo,

Que venís desde el cielo

A ser custodio mío!

Extended vuestro brazo

En mi favor y auxilio,

Regid, regid mis pasos,

Mis deseos y apetitos,

Y vendrán luego a tierra

Mis crueles enemigos;

Y nada se ejecute,

Sin ser de vos bendito.

Enfrenad de mi carne

El rebelde incentivo,

Coartando la licencia

A todos mis sentidos.

Si el demonio me ataca,

Facilitadme asilo,

Haciendo que tu escudo

Me libre de sus tiros.

Dadme luz en mis dudas,

Cautela en mis peligros,

Y no habrá quien me arredre,

Estando voz conmigo.

Gloria sea dada al Padre,

Honor eterno al Hijo,

Y al Espíritu Santo

Por sempiternos siglos.

Amén.

 

 

OREMUS.

 

Angele Dei, qui custos mei, me tibi commisum pietate superna ilumina, custodi, rege, et guberna. Amen.

 

OREMOS

 

Ángel de Dios, que eres mi guarda: ya que la piedad divina me ha puesto bajo tu protección, alúmbrame, dirígeme, defiéndeme y gobiérname. Así sea.

 

 

INDULGENCIAS

 

Nuestro Santísimo Padre Pío VI, motu proprio, con Breve perpetuo de 2 de Octubre de 1795, concede Indulgencia de cien días a todos los fieles, por cada vez que en cualquier idioma rezaren en honor del Santo Ángel Custodio la antecedente oración, implorando su continua asistencia. Y al que la rezare por la mañana y tarde en todo el año, concede Indulgencia Plenaria en la fiesta de los Santos Ángeles Custodios (2 de Octubre) si confesando y comulgando en ese día, hiciera oración por la Santa Madre Iglesia, etc., en cualquier Iglesia que visite. Esta indulgencia se puede aplicar por los fieles difuntos.

 

En otro Breve de 20 de Septiembre del 1796, Motu proprio, confirmó todo lo expresado en el anterior, y concede además Indulgencia plenaria en el artículo de la muerte a todo aquel que hubiera rezado frecuentemente en la vida esta oración.

 

Nuestro Santísimo Padre Pío VII, con Decreto Urbis et Orbis, de la Sagrada Congregación de Indulgencias dado el 15 de Mayo de 1821, después de confirmar de nuevo todo lo expresado en dos Breves anteriores, concede perpetuamente a cualquiera fiel que rezare diariamente la dicha oración, Indulgencia plenaria cada mes en un día que se escoja al arbitrio, en el que verdaderamente arrepentido, confesando y comulgando, visitare cualquier Iglesia, haciendo oración según la intención de su Santidad: y además declara, que así esta Indulgencia como las otras contenidas en los Breves anteriores, son aplicables por las Benditas Ánimas del Purgatorio.

 

 

NOTA.

 

Olvidarse del Santo Ángel que Dios a cada uno de nosotros nos destina desde el principio de nuestra vida para nuestra guarda, es una falta en que muchísimos incurren; mas no por ser tan frecuente, deja de ser una ingratitud muy reprehensible. No hay palabra, no hay pensamiento ni obra, que este fiel compañero no procure santificar y dirigir a nuestra salvación. En todo lugar y a todas horas nos está presente y con sus avisos oportunos y saludables consejos interiormente nos ilustra, nos guía y nos defiende de los continuos peligros que suceden a cada paso de la vida. ¿Y será tanta nuestra insensibilidad, que no correspondamos siquiera con nuestra memoria a tan verdadero amigo? Si alguna vez has cometido este defecto, desde hoy procura enmendarlo, no permitiendo que pase día alguno sin saludar a tan Santo Ángel Custodio, encomendándole todos tus negocios con la mayor confianza, y pidiéndole que te aleje del pecado, y de virtud en virtud te encamine a la vida eterna. Por último, acuérdate de que Dios en el Éxodo te manda: que obedezcas y escuches a tu Ángel, y te promete: que si así lo hicieres, el Señor estará de tu parte y afligirá a los que quieran perseguirte.

 

 

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