𝕹𝚘𝚟𝚎𝚗𝚊 𝚎𝚗 𝕳𝚘𝚗𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝕾𝚊𝚗𝚝𝚊 𝕸𝚊𝚛𝚒𝚊𝚗𝚊 𝚍𝚎 𝕵𝚎sú𝚜́𝚜
Por el Presbitero
𝕯. 𝕰𝚕𝚒𝚘𝚍𝚘𝚛𝚘 𝖁𝚒𝚕𝚕𝚊𝚏𝚞𝚎𝚛𝚝.
ESTABLECIMIENTOS Co. S. A
BENZIGER &
Tipógrafos de la Santa Sede Apostól𝚒𝚌𝚊
EINSIEDELN, S𝚄𝙸ZA
1900.
Hecha la señal de la cruz y dicho el Señor mio Jesucristo etc. se reza la siguiente
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
¡𝔒h, bienaventurada Mariana de Jesús! desde esta mansión de lágrimas os contemplo en el cielo radiante de luz y de gloria, y os felicito por vuestra dicha inefable. ¡Oh, admirable Azucena de Quito! que, conservando inmaculado el tesoro de la inocencia en vuestro corazón, triunfasteis del imperio del mundo y del pecado y en vuestra breve peregrinación en la tierra, dejasteis una huella luminosa de heróicas virtudes y, en especial de asombrosa penitencia; os ruego, me alcancéis la gracia de imitar vuestros ejemplos, de hacer verdadera penitencia, y de perseverar hasta el fin en el servicio de Dios, para que merezca un día participar de vuestra felicidad eterna.
DÍA PRIMERO
CONSIDERACIÓN.
Sobre la sólida piedad de Santa Mariana de Jesús en su tierna infancia.
𝔏a gran sentencia del Espíritu Santo que dice: El camino de los justos es como la luna resplandeciente que nace y crece hasta la plenitud del medio dia, la vemos cumplida en la admirable vida de la bienaventurada Mariana de Jesús, desde los primeros días de su infancia. Semejante á la luminosa estrella que anunció el nacimiento de Jesús en Belén, fué la brillantísima luz que, á modo de estrella, a apareció sobre el techo de la casa, en donde nació Mariana anunciando su futura santidad. Desde el mismo día de su nacimiento, Mariana comenzó su vida de inmolación; pues no tomaba alimento sino dos veces al día, cada doce horas; y los lunes, miércoles y viernes sólo una vez, al medio día. ¡Admirable indicio de la estupenda mortificación, de que más tarde iba á dar ejemplo! Apenas principia á dar los primeros pasos, ya manifiesta inclinación á los ejercicios de piedad y á las cosas divinas. Una noche despierta Mariana y viendo su virtuosa madre que estaba postrada en oración, salta inmediatamente de la cama y arrodillándose le ruega con instancias la deje permanecer junto á ella en oración. En los primeros albores de su razón, que fueron muy precoces, se observó tal moderación y juicio, que parecían ajenos su edad. Al estudio de las humanidades, de la música, del canto y otros ramos de adorno propios de la cultura de su sexo, supo asociar admirablemente la oración, las prácticas piadosas y la mortificación. Tenía por perdido el momento que no era empleado en obras buenas y en el ejercicio de la oración; y como su corta edad no le permitía largas horas de meditación ú oración, adoptaba otras devociones apropiadas, á las que se consagraba con ardor en el tiempo que le dejaban libre sus deberes escolares. Cierta ocasión, llevole su hermana mayor á la Iglesia de la Compañía de Jesús á los oficios de la Semana Santa. Hicieron tanta impresión en el ánimo de Mariana, entre otras ceremonias, la de laadoración de la Cruz y la de la disciplina en las noches de tinieblas, que su alma quedó profundamente conmovida inflamada en la devoción á la pasión de Jesucristo y en vivos deseos de reproducir en sí misma los dolores y tormentos del Redentor. Desde entonces su entretenimiento frecuente con las niñas de su edad era la adoración de la Cruz y disciplinarse rigorosamente. Los viernes dormía sobre una especie de potro formado de piedras en forma de cruz, y, como si esto fuese poco, cubría su cuerpo con un cilicio formado de ramas espinosas que le causaban atroz martirio. Tanta mortificación en una tierna niña, que apenas había llegado al uso de la razón, era la prueba más evidente de que el Espíritu Santo había tomado posesión de aquel corazón é infundido en él los dones de la verdadera piedad. Mariana de Jesús desde su niñez, por su inclinación á los ejercicios de piedad, por su modestia, docilidad de carácter, aplicación á sus deberes escolares, y en especial por el espíritu de oración y mortificación, es un dechado de sólida virtud.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma, el admirable espíritu de santidad de Mariana de Jesús desde su tierna infancia. Los niños comunmente viven de afecciones sensibles y satisfacciones humanas; Mariana, al contrario, encuentra sus satisfacciones y goces en la cruz de Jesucristo, en la penitencia y en la oración. Es una verdad fundamental de la vida espiritual que, cuanto más se ha disfrutado de goces, satifacciones de los sentidos y otras vanidades mundanas, tanto más es necesaria la purificación de la penitencia. Por lo cual los que han vivido con el espíritu del mundo y se han consagrado después al servicio de Dios, encuentran penoso y difícil el ejercicio de la virtud; siendo así que, como dice la verdad divina, el yugo de Jesucristo es dulce y suave. Al contrario, los que conservado el tesoro de la inocencia, libres de toda pasión de afectos mundanos, comienzan el ejercicio de la perfección cristiana; sin grandes dificultades de espíritu, ni extraordinaria purificación, en poco tiempo llegan á la unión divina. Tal fué lo que sucedió á la angelical Mariana de Jesús.
-Meditando un momento, pida cada uno la gracia que necesita.
ORACIÓN
¡𝔒h piadosísima Mariana de Jesús cuya alma, desde los primeros días de vuestra existencia, cual hermosa azucena que se abre en los primeros albores de la mañana, exhaló el aroma celestial de verdadera virtud! Os ruego, por el encendido amor á los dolores de Jesús, en que se abrasó vuestro tierno corazón, me alcancéis ese espíritu de oración y penitencia, de que disteis ejemplo desde vuestra infancia, á fin de que os imite en el ejercicio de la verdadera piedad, que me ha de conducir á la posesión de Dios en el cielo. Amén.
GOZOS.
Repitamos fieles todos
Redimidos por la cruz:
Blanca Azucena de Quito
Condúcenos á Jesús.
I.
En tu edad aun infantil
Entregada á la virtud,
Has buscado eterna vida
Y hallado eterna luz.
II.
Despreciabas lo terreno.
En tu tierna juventud;
Y tu puro amor, sublime,
Halló en Dios total quietud.
III.
Alejada del vil mundo
Contemplaste al ataud;
Y tu ejemplo nos es rumbo
A la inmortal salud.
IV.
Circundado de dolor,
Como el lirio del capud,
Fué tu cuerpo virginal
Hostia pura de la cruz
V.
De las ráfagas del mundo
Nos defienda tu virtud,
Y en la senda de los cielos
Nuestra guía serás tu.
VI.
Como flor cuya fragancia
Se eleva hasta el cielo azul.
Perfumaron tus virtudes
A la América del Sud.
VII.
En el reino de los cielos
Do vestida estás de luz,
Presta oído á la plegaria,
Oh Mariana de Jesús.
VIII.
Repitamos fieles todos
Redimidos por la cruz:
Blanca Azucena de Quito
Condúcenos á Jesús.
Antifona. Ven, oh esposa de Jesucristo, recibe la corona que el Señor te preparó desde la eternidad.
V. Ruega por nosotros, bienaventurada Mariana de Jesús.
R. Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo.
ORACIÓN
𝔒h, Dios, que en medio de las seducciones del mundo, quisisteis que la bienaventurada Mariana floreciera, por su virginal castidad y continua penitencia, como lirio entre las espinas; os rogamos, por sus méritos y su intercesión, nos concedáis la gracia de que vivamos alejados de todo mal, esforzándonos por conseguir la perfección de la santidad. Por Nuestro Señor Jesucristo. Amén.
DÍA SEGUNDO
CONSIDERACIÓN
Santa Mariana de Jesús, en su adolescencia, rehusa vestir conforme á las exigencias del mundo; deja el apellido de familia por el de Jesús, y se consagra á Dios con los votos perpetuos de pobreza, obediencia y castidad.
𝔏a edad de la juventud es la edad de las ilusiones, de las aspiraciones de la vida, de las ansias de libertad y de placeres, como también de las grandes caidas, desengaños y aventuras. La juventud inexperta no cree temible al mundo, ni que sean tan grandes los peligros como se dice; al contrario, cree que debe aprovechar su lozano vigor para conquistarse un brillante venir. De esta ilusión funesta nace la sed de vanidades: el lujo, las galas, los pectáculos, bailes, paseos, y mil locos devaneos que comunmente arrastran á la iniquidad, acarrean la pérdida no solo de Dios, bien infinito, sino de su alma, y con ella la del honor y de la paz de la conciencia. Mariana de Jesús conoció con luz divina los peligros del mundo en toda su magnitud, sin haberlos experimentado; y dócil á la voz del Espíritu Santo huyó de todo incentivo, de todo lo que hubiera podido ser un lazo para la inocencia de su corazón. Pidió con insistencia á su familia y consiguió que no la obligara vestir con lujo, ni conforme á las exigencias de su clase social, sino con la sencillez que el espíritu de Dios la inspiraba. Además, tanto para no dar lugar á que nadie se fijara en ella, por razón de la nobleza de su apellido, como para consagrarse con más perfección al amor y servicio de Jesucristo, dejó de llamarse Mariana Paredes y Flores y se llamó Mariana de Jesús. La familia y en especial doña Jerónima Paredes de Caso hermana mayor de Mariana, que hacía las veces de madre y la amaba con ternura, viendo que cuanto hacia su santa hermanita era por inspiración divina, no llevó á mal su proceder; antes bien acató la voluntad de Dios y se conformó con ella. Empero el corazón de la joven Mariana no estaba satisfecho, ni se creía al abrigo de los lazos del mundo con la renuncia que había hecho de los atractivos del corazón de la mujer, esto es, del lujo, de las galas y demás incentivos que cautivan el amor de las criaturas. El Espíritu Santo descubrióle un inmenso manantial de merecimientos, donde poder saciar la sed de inmolación que abrasaba su alma, y un reducto seguro contra los peligros del mundo, en los votos de pobreza, obediencia y castidad. La divina providencia había concedido toda clase de beneficios á su familia: nobleza, riqueza, educación, piedad, etc. y Mariana además de la belleza, poseía un fondo de dulzura, que la hacía dueña de los corazones; todo sonreía en torno suyo nada le faltaba de lo que podía lisongear su juventud: era feliz á los ojos de las criaturas. Sin embargo, ella sentía en su corazón un vacío insondable, que ninguna criatura podía llenar. Un día, mientras en la oración pedía el divino amor, que podía satisfacer á su alma, oyó en el fondo de su espíritu la voz de Jesús, que la requería por su esposa, atada á El por los lazos indisolubles de la perfección evangélica. Mariana, en el momento que oyó la voz del divino Amante, se inflamó en su amor y postrada á sus pies, prometióle eterna fidelidad, pronunció los votos de perpetua pobreza, obediencia y castidad, y quedó inundada de consuelo, de amor y paz. De esta manera Mariana se consa gró á Jesús en la flor de su juventud.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma, la generosidad de Mariana y la fidelidad á las inspiraciones de Dios. Conoce con evidencia los peligros del mundo y los espantosos estragos que hace en el corazón de la mujer, y contemplando con horror tan grande abismo de males, en que perecen tantas almas y en especial la juventud víctima de sus ilusiones; despavorida, no sólo resuelve vivir alejada de todo peligro, sino que rompiendo todo lazo, todo cuanto pudiera ser un incentivo ó una ocasión á su virtud, se consagra para siempre á Jesucristo con la oblación perpetua de su alma, de su corazón, de todo su ser.
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
Oh fidelísima Mariana de Jesús, que en tan temprana edad, antes que el mundo y sus ilusiones pudieran marchitar con su hálito mortal la inocencia de vuestro corazón; renunciando con heroica generosidad á las vanidades del mundo, os consagrasteis á Jesús por esposa. Alcanzadnos la gracia de que á imitación vuestra, vivamos alejados del mundo y sus peligros, consagrados á la práctica de la perfección cristiana, para tener la dicha de asociarnos un día á vuestra compañía en el cielo. Amén.
DÍA TERCERO
CONSIDERACIÓN
Dios revela á Santa Mariana de Jesús que quiere se santifique en su casa y no en el estado religioso, para que sea modelo de piedad á las jóvenes que viven en el siglo.
ℭomunmente se cree en la sociedad que, para conseguir la perfección cristiana, es necesario abrazar el estado religioso, lo que es un error de funestas consecuencias para las almas piadosas. Verdad es y divinamente revelada, que Dios quiere que todos seamos santos y perfectos, como enseña el Apostol, pero quiere que lo seamos en el estado á que hemos sido llamados. Que sea necesario abrazar el estado religioso al que se siente con tan sublime vocación, es indudable; pero que fuera de ese estado sea imposible la santidad, es un error. En todos los estados puede la criatura humana conseguir la corona de la perfección cristiana: el religioso, el sacerdote, el casado, la viuda, la soltera, todos en cualquier estado, edad y condición, pueden ser santos. No pocas almas espirituales sienten el divino llamamiento á la santidad, esto es, un ardiente deseo de alejarse del mundo, para consagrarse totalmente al servicio de Dios, con una vida de soledad, retiro y oración, junto con la práctica de las virtudes cristianas, en medio de la sociedad, en el seno de sus familias; y quiere que sean santas para que con sus ejemplos edifiquen al prójimo y sean el honor de la religión y el consuelo de la humanidad. Mariana de Jesús fué una de esas grandes almas escogidas de Dios, que brilló en el siglo con el esplendor de su santidad, y dejó una huella luminosa de heróicas virtudes practicadas en el hogar doméstico, para que sirviese de modelo á las jóvenes piadosas de la sociedad, llamadas á santificarse en el seno de sus familias. Empero, para santificarse en el mundo, es preciso combatir el espíritu y las máximas del mundo; es necesario vivir en completo alejamiento de sus fiestas y vanidades, en conformidad con las enseñanzas del Evangelio, que enseña que no se puede servir á Dios y al mundo al mismo tiempo, esto es, practicar la piedad y seguir la vanidad. Así Mariana de Jesús, desde el momento que sintió el llamamiento divino á la santidad, renunció generosamente á todo lo que pudiera sér un atractivo del mundo, y en el retiro más perfecto, se entregó á la vida de oración y penitencia, á la frecuencia de sacramentos y á la práctica de buenas obras. Todos creían ver en ella la vocación más clara á la vida religiosa; deseábala también ella vivamente. Su piadosa familia que quería verla consagrada á Dios en el claustro religioso, cooperó eficazmente, sin ahorrar gastos, para que Mariana realizara sus designios; mas Dios tenía otros pensamientos acerca de ella. Cuando todo estaba preparado, convidados los parientes y amigos, y fijado el día y la hora de la entrada al monasterio, siente Mariana que se alejaban de su corazón la tranquilidad y la alegría que acompañan en tales casos á la vocación verdadera. Inquieta acude á la oración, y en ella oye que Nuestro Señor le dice: Quiero que vivas en tu propia casa recogida, con la misma estreche y abstracción que entre los muros de la comunidad más austera. Esta manifestación de la voluntad de Dios, que aprobada por su confesor, devolvió la paz y el consuelo á su alma. Desde aquel día ya no pensó en otra cosa sino en realizar las aspiraciones de su corazón, en vivir en la más completa abstracción del mundo en departamento independiente de casa, sin más muebles que los indispensables, ni otros adornos que imágenes sagradas, instrumentos de penitencia y objetos de piedad, para dar rienda suelta á sus fervores, y á los impulsos del espíritu de Dios, como en efecto lo cumplió.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, alma cristiana, la fidelidad de la bienaventurada Mariana á la voz de Dios; pronta está tanto para abrazar el estado religioso, como para encerrarse en su propia casa en completo alejamiento del mundo. A muchas almas, como á ella, también llama Nuestro Señor á la santidad en el hogar doméstico; pero no corresponden á tan grande gracia; no abandonan las vanidades del mundo, ni se resuelven á llevar una vida retirada consagrada á la oración. Frecuentan, es verdad, los sacramentos y se ejercitan en las prácticas piadosas; pero conservan cierta afición á los vanos pasatiempos, descuidando el combate de las pasiones del corazón, y se hacen incapaces del ejercicio de la vida interior. ¡Ah! confundida delante de Dios, en vista de los ejemplos de Mariana de Jesús, pídele perdón de tu tibieza y haz prácticos propósitos.
ORACIÓN
¡𝔒h admirable Mariana! que por la grandeza de vuestro amor á Jesús, supisteis corresponder á la gracia de la vocación á la santidad en el mundo, en donde siendo tantos los peligros y mayores los combates que sostuvisteis, con el auxilio divino, perseverasteis en la fidelidad á la gracia. Alcanzadnos la fortaleza necesaria para vencer nuestras malas inclinaciones, y llevar una vida de recogimiento y oración, lejos del bullicio del mundo, á fin de conseguir la santificación de nuestras almas, en el estado en que la Providencia nos ha colocado, y bendecir á la bondad infinita en la bienaventuranza eterna. Amén.
DÍA CUARTO
CONSIDERACIÓN.
Sobre la vida de oración de Santa Mariana de Jesús.
𝔇icen los maestros de espíritu que la medida de la santidad en las almas es el grado de oración que poseen, esto es, que tanto más elevada es la santidad en ellas, cuanto es mayor el espíritu de oración que las anima. Veamos cual fué la vida y el espíritu de oración de Mariana. Desde su tierna infancia, dicen sus historiadores, la vida de esta privilegiada criatura fué una contínua oración y comunicación con Dios. Apenas contaba siete años de edad, ya empleaba dos horas diarias en la oración, de rodillas. Cuando cumplió diez años, aumentó el tiempo que consagraba á la oración, y hacía con la aprobación de su confesor hasta cinco horas y media, fuera del tiempo que empleaba en otras devociones y preces vocales. Más tarde, aun ésto le parecía poco, y, como testifica uno de sus confesores, gastaba lo más del día y de la noche en la oración mental vocal, en la lectura espiritual y en la contemplación. Dormía apenas una sola hora. Por el hábito de la oración y comunicación contínua con Dios, permanecía establemente unida á la divinidad, como fuera de sí, y transformada en criatura que parecía más celestial que terrena. Con facilidad asombrosa se elevaba en espíritu á Dios, y absorta en la Trinidad Beatífica y en los demás misterios, permanecía en recogimiento y quietud interior tan profundos, que no pocas veces quedaba arrebatada en dulcísimos éxtasis. ¿Quién podría decir los goces inefables que inundarían su corazón, las ilustraciones divinas y aquellos toques íntimos de la divinidad, en el fondo de su alma, cuando se sentía arrobada en Dios? Sus ojos humedecidos de lágrimas, sus párpados constantemente enrojecidos y la expresión de su semblante de profundo anonadamiento, con que se la veía después que había hecho oración, manifestaban con evidencia las delicias del cielo, que habían inundado su corazón en la comunicación con Dios, como Moisés en la cima del Sinaí. Pero en donde aparece más admirable el espíritu de oración de Mariana, no es cuando Dios la regalaba con tan dulces consuelos; es cuando su alma se hundía en el abismo de la desolación más penosa. Era gratísima á los ojos de Dios el alma de Mariana. y debía en los consejos divinos, pasar como el oro por el crisol de la prueba. En efecto, á las dulzuras y consuelos interiores se sucedieron las sequedades, las angustias y la desolación más profunda; a los irresistibles impulsos a la oración y a todo lo bueno; los tedios, las arideces y la repugnancia tan grande por todo acto de piedad, que se sentía como a punto de dejarlo todo. No veía sino oscuridad en las cosas de espíritu y las dudas, perplejidades y temores angustiaban en tal manera su alma, que no sabía a donde volver los ojos para encontrar apoyo; todos los consuelos é ilustraciones pasadas la parecían ilusiones. Con todo, en medio de tanta tormenta, no flaqueó su espíritu en el ejercicio de oración. En medio de tanta oscuridad y abandono, oraba y en su oración de agonía, como la de Jesús en Getsemani, con la humilde compunción, lanzaba este clamor a Dios: Bien merezco, Dios mío, por mis culpas y tibieza estas penas, aflicciones y desamparos; repetid, si os place, los golpes de la tribulación contra quien, como yo, se hizo insensible a vuestros toques amorosos; sólo quiero, sólo deseo que se cumpla en mi vuestra adorable voluntad. No decayó pues, un momento el espíritu de oración en Mariana, ni en el tiempo de consuelo, ni en el de la tribulación. Por el camino de la oración enseñado por Jesucristo, fué por el que ella se elevó á la cumbre de la santidad; y su admirable espíritu de oración manifiesta la eminente perfección á la que llegó su alma venturosa.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma mía, el prodigioso espíritu de oración de Santa Mariana de Jesús. En la oración conoció desde su tierna infancia, la vanidad de las cosas del mundo. En la oración encontró la fortaleza invencible con que abatió el poder del infierno. En la oración el secreto de la humildad, el de la vida interior y de las heróicas virtudes que practicó. La oración fue la hoguera divina en que se inflamó su alma y se inundó de celestiales carismas. La oración, en fin, fué la palanca poderosa por la que se encumbró á la más sublime santidad. Compara su espíritu de oración con el tuyo ¡qué diferencia ¿no es una de tus omisiones reiteradas la falta de oración? ¿De dónde nace ese estado de tibieza, de inmortificación y de inconstancia en la piedad, que es la causa de tus infidelidades, disipación y apego a las vanidades? ¡Ah! confiésalo con humildad, es de la falta de oración, es del poco fervor con que oras. Es esta la fuente de los males de tu alma, y del peligro de tu salvación.
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
¡𝔒h fervorosa Mariana de Jesús! que por el admirable espíritu de oración que absorbió toda vuestra vida, os elevasteis a la más perfecta santidad, y merecisteis ser enriquecida de inefables favores divinos; os pido me alcancéis el perdón de mi tibieza en la oración y la gracia de seguir vuestro ejemplo en tan soberano ejercicio, á fin de reparar el tiempo perdido de mi vida pasada, librarme de mis imperfecciones y miserias y merecer la dicha de morir en amistad con Dios, habiendo conseguido la santificación de mi alma. Amén.
DÍA QUINTO
CONSIDERACIÓN
Sobre el espíritu de penitencia y mortificación de Santa Mariana de Jesús.
𝔇esde el momento que Mariana tuvo conocimiento del misterio de la cruz, y de que la santidad está escondida, cual perla preciosa, en la imitación de Jesucristo; resolvió reproducir en sí misma al divino modelo, y seguir sus huellas ensangrentadas hasta el Calvario. En efecto, contemplando día y noche a Jesús crucificado, viendo que desde la planta de los pies hasta la cabeza no había en El parte sana; se inflamó en ardientes deseos, de inmolarse á sí misma, por la penitencia. Convirtió una de sus habitaciones en un verdadero Calvario, en donde, después de cubrir su cuerpo con cilicios y otros instrumentos de penitencia, se crucificaba, y por largas horas permanecía pendiente de la cruz, abismada en terribles dolores. Habitualmente llevaba varios cilicios, y tanto se internaron en su cuerpo, que uno de ellos, no fué posible extraerlo ni aun después de su muerte. En los Viernes y en las vísperas de los santos de su devoción, como también en los tiempos de adviento y cuaresma, redoblaba sus penitencias: á más de la corona de agudas puntas de hierro y de los cilicios que cubrían su cuerpo, llevaba una especie de corsé de punzantes cerdas a raíz de la carne, que le causaba un atroz martirio; poníase también á manera de estola una larga cadena de hierro de agudas puntas, que la envolvía cuatro veces al rededor de su cuerpo. A todos estos tormentos añadía las disciplinas más terribles, con frecuencia hasta cinco veces al día con efusión de tanta sangre, que quedaban impregnados de ella las paredes y el pavimento de su aposento. De casi todo su cuerpo brotaba sangre por los instrumentos de martirio que llevaba, y estaba todo él convertido en una viva llaga. ¡Cosa admirable! empapados de sangre, como los tenía comunmente, sus vestidos y habitación exhalaban sin embargo una fragancia tan exquisita, que superaba á los perfumes más primorosos de la India. Tantos dolores, tan atroces suplicios, no eran bastantes para atenuar el incendio de inmolación que consumía su corazón; y ved ahora el nuevo género de tormento con que mortificó su delicado cuerpo: el ayuno. Desde su tierna infancia se privó del uso de la carne y fué tan asombrosa su abstinencia, que ni sus muchas enfermedades la obligaron á quebrantarla. Su alimento ordinario consistía en una rebanada de pan y alguna fruta, ó en un plato de verduras, a veces sin sal, tan escaso, que no llegaba a cuatro onzas y de esto redujo después à una sola onza cada veinticuatro horas; y, lo que es un milagro, en los últimos siete años de su vida no tomó otro alimento que la Sagrada Eucaristía. Pero lo que causa mayor asombro en la vida de la admirable joven ecuatoriana, es su gran penitencia en una complexión delicadísima unida á mil achaques. ¿Cómo pudo soportar tantos tormentos un cuerpo tan débil, extenuado y marchito por los rigores de las maceraciones, en especial en los últimos años de su vida, en que no la dejó la fiebre, acompañada de dolores tan intensos, que como ella decía, si se hubiesen prolongado un cuarto de hora, indudablemente le hubieran quitado la vida? ¡Portento es de la omnipotencia divina! ¡Admirable prodigio de Dios en su sierva!
REFLEXIÓN
ℭonsidera, alma cristiana, la heróica penitencia de Mariana de Jesús, con que reprodujo en sí los dolores de la pasión de Jesucristo. Tantos suplicios llevados al exceso á impulsos del divino amor, son más para admirar que para imitar. Con todo, Dios quiere, como dice el Apostol, que el cristiano convierta su cuerpo en hostia viva de mortificación y penitencia, para que, por ese medio, le sean aplicados los méritos de Jesucristo. ¿Cuál es la penitencia que has hecho para aplacar á la justicia de Dios? ¿ignoras que no hay otro camino para el cielo que el de la penitencia, para quien ha perdido la inocencia bautismal ¿Vives siquiera de la penitencia interior que es la compunción habitual del corazón?
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
𝔒h Mariana de Jesús, que por vuestra portentosa penitencia os hicisteis amable á Dios y, convertida en víctima propiciatoria por vuestro pueblo, aplacasteis la justicia divina; alcanzadme el espíritu de mortificación y el contínuo dolor de mis pecados, para que por el llanto y la sincera penitencia, expíe las culpas de mi vida pasada, y obtenga la salvación de mi alma. Amén.
DÍA SEXTO
CONSIDERACIÓN
Sobre la devoción al Santísimo Sacramento que tenía Santa Mariana de Jesús.
𝔏as grandes virtudes de Mariana, que hasta hoy hemos considerado, no son sino los destellos del inmenso foco de luz y de amor que irradiaba sobre todo su ser, sobre su vida entera, a saber: el amor al Santísimo Sacramento.El espíritu de Mariana estuvo siempre absorto en la contemplación de los grandes misterios de la religión; pero el misterio de los misterios, el misterio inefable, que encierra en sí todos los tesoros del amor, de la riqueza y de la omnipotencia infinita de Dios para con el hombre; la Eucaristía, que es el último límite hasta donde pudieron llegar las manifestaciones de la ternura de Jesús, y de sus anonadamientos, para unirse á la criatura humana y divinizarla. ¡Ah! arrebataba el alma de Mariana y la hacía vivir de una vida enteramente divina. A la verdad, su vida no era sino una incesante oración, y su oración un acto continuado de amor por el Dios de la Eucaristía. Mi alma tiene sed de la fuente viva, exclamaba con el profeta, y yo moriré sino apago mi sed en ella. Cuando postrada al pie del Tabernáculo, contemplaba con intuición amorosa las maravillas del amor de Jesús y las dulzuras de la Eucaristía, se desbordaban en su alma: las horas se le volvían instantes, arrebatada en sublime éxtasis. En los días de exposición de la Majestad, desde romper el alba hasta al ocaso, que era el tiempo que estaba manifiesto el Sacramento, permanecía hincada de rodillas, inmoble, émula de los ángeles, absorta en la divinidad y saciando su alma en aquel torrente de delicias, que comunica la vida de la inmortalidad. No pocas veces, en las publicas velaciones del Jueves Santo, permaneció en tal abstracción y recogimiento delante del Santísimo Sacramento hasta veinticuatro horas consecutivas, sin moverse ni advertir el movimiento de los demás fieles, que entraban ó salian del templo, ni tomar alimento alguno. Sus amigas le dirigían alguna breve palabra o la tocaban para despedirse y volver á sus casas; mas no daba ella señal de sentir nada. ¡Tan grande era el arrobamiento de su alma en el abismo insondable de la luz, del amor y de la belleza infinita del Dios de la Eucaristía! La inmensidad del amor que la abrasaba, unida á la angélica pureza de que estaba adornada, la hicieron acreedora a la comunión diaria cuando apenas contaba doce años de edad. Y ¿quién podría decir las emociones de su alına, las ardientes lágrimas que revelaban los incendios de su corazón en el momento de recibir a su Divino Salvador en la Eucaristía? Se preparaba para la comunión como se prepararía un ángel, no sólo porque llevaba una conciencia pura, exenta de todo pecado, pues consta que jamás cometió pecado venial deliberado, sino porque la intensa contrición con que se acercaba y los encendidos actos de amor, que la purificaban más y más, eran una dulce violencia con que atraía á su corazón al Amado de su alma. Cuando acababa de comulgar, quedaba en profundo recogimiento y adoración; empero de sus comunicaciones y de la acogida interior que hacía á Dios en su corazón, sólo podrían hablarnos los ángeles. Con todo, se pueden colegir por los favores divinos que entonces recibía, y por las manifestaciones sensibles de la presencia de Dios en su alma. Pues, no pocas veces apareció el rostro de Mariana como el de un ángel, radiante de luz y circundado de vivos resplandores. La Sagrada Eucaristía era para Mariana un océano infinito de luz y de santidad, en el que cuanto más se abismaba y contemplaba sus bellezas y riquezas inefables, más y más descubría nuevos horizontes insondables de amor, de dulzura y de perfección. La Eucaristía fué quien apagó en su corazón el amor al mundo y la hizo vivir escondida en Dios. La Eucaristía fué quien la sostuvo en su vida de estupenda penitencia é inmolación inimitables. La Eucaristía en fin, fué quien, en los pocos años de su existencia, la elevó a una santidad prodigiosa y á la más sublime unión con Dios.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma piadosa, la ardiente devoción de Mariana de Jesús al Santísimo Sacramento; fué ella el premio de la fidelidad á la gracia de su primera comunión. Pues desde aquel gran día de su vida, que por vez primera recibió á Jesús en su pecho, quedó tan penetrada de la grandeza del don de la Eucaristía é inflamada en tan vivos deseos de recibirla todos los días que, cuando no la recibía, desfallecía y perdía la salud corporal. Ella le inspiró el alejamiento total del mundo, la penitencia y la oración contínua, prácticas con las que se preparaba para recibir cada día con más perfección al amado de su corazón. ¿Tienen alguna semejanza los sentimientos interiores de esta joven angélica con tu devoción al Santísimo Sacramento? ¿Cual es el fruto de las comuniones de tu vida? ¡Ah! ¡cuánto motivo de dolor y de una saludable confusión!
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
¡𝔒h amante Mariana, transformada en angel de pureza y en serafín de amor por medio de la Eucaristía! Vos, que absorta al pie del Tabernáculo, encontrasteis las delicias del cielo y en el Augusto Sacramento, un océano infinito de amor y de dulzura; os ruego me alcancéis la gracia de romper los lazos de la tibieza, que encadenan mi alma y de que se inflame mi corazón en un encendido amor a Jesús en la santa Eucaristía, para bendecir a la Bondad infinita por los siglos de los siglos. Amén.
DÍA SÉPTIMO
CONSIDERACIÓN
Sobre las virtudes heróicas de Santa Mariana de Jesús.
ℭomo cuando se contempla la superficie de los mares o del firmamento, así apenas hemos visto los hechos externos de la portentosa vida de Mariana. Veamos ahora las maravillas inexploradas de su alma, las riquezas inapreciables de su espíritu, a saber: la heroicidad de su fé, de su esperanza, de su amor, y de las demás virtudes cristianas de su vida interior. Toda la hermosura del alma, dice el Espíritu Santo, está en su interior, así lo grande y lo sublime que la hizo vivir de una vida divina y merecer el honor de los altares á la sierva de Dios, fué la heroicidad de de sus virtudes internas. Para que la virtud cristiana sea heróica es preciso que esté dotada de una actividad y constancia, que a primera vista sobrepase el orden común y ordinario, acompañada de cierta alegría espiritual, pronta abnegación, sin razonamientos humanos, y por un motivo enteramente sobrenatural. Tales fueron las virtudes que practicó Mariana de Jesús. Con fé vigorosa é inquebrantable abrazó con toda su alma las verdades divinamente reveladas, y á impulsos de esa fé, se encendía en vivos deseos de rendir la vida por amor á Jesucristo. En su oración, en sus penas y sufrimientos, en los combates que sostuvo contra el infierno, jamás vaciló ni dudó un punto de las promesas divinas. Su confianza invencible en la bondad infinita de Dios, hizo que su oración fuese poderosa y saliese siempre vencedora en las pruebas de la vida. La heroicidad de su caridad testifican los arrobamientos, éxtasis y raptos del divino amor, en que con frecuencia quedaba su alma. Sus mismas penitencias, su tenor de vida inimitable, son la mejor prueba de su encendida caridad, dice el proceso de su beatificación; y por un raro prodigio, sin perder de vista un momento a Dios, le amaba sin interrupción. El celo de la gloria de Dios y de que fuese de todo el mundo amado y conocido la consumía. El amor á sus semejantes que la hacía orar continuamente, hacer terribles penitencias y de tantos modos sacrificarse, la hubiera llevado a dar mil veces su vida por ellos. Ni fué menos admirable en la práctica de la pobreza, obediencia y castidad, virtudes de las que hizo votos en su tierna infancia. Vivió en completo desprendimiento de los bienes de la tierra en la más austera pobreza: pues, habiendo renunciado su herencia, rogó a su cuñado la tuviera de caridad en su casa. El mobiliario de su habitación y los objetos de su uso eran pobrísimos; y nunca dió ni recibió cosa alguna sin licencia de su confesor. En la obediencia fué aun más sorprendente. Se había ofrecido a Dios como hostia viva y holocausto agradable por manos de sus ministros, y en consecuencia, sometió toda la economía de su vida espiritual á la obediencia: sus prácticas piadosas, penitencias, humillaciones, mandatos, pruebas y contradicciones; todo llevó en su vida, el sello de la aprobación del cielo: la obediencia, y no pocas veces Dios premió esa obediencia con verdaderos milagros. Mas en lo que brilló de una manera portentosa la santidad de Mariana fué en la angelical pureza de que estuvo adornada. Nuestro Señor en premio de la generosidad con que renunció al mundo y a la vanidad en el vestir, y llevó una vida de soledad, penitencia y recogimiento, no sólo la preservó de toda tentación y estímulo así en el alma como en el cuerpo, de manera que jamás en toda su vida sintiera pensamiento alguno contra la angelical virtud; sino que además le comunicó otros dones mayores que la hicieron un ángel en carne humana. En fin, en todas las virtudes, en la humildad, en la dulzura, en la paciencia, en la conformidad con la voluntad de Dios, etc. Mariana fué un perfecto modelo de santidad.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma cristiana, las grandes virtudes de esta alma generosa. Desde su infancia buscó á Dios con sinceridad de espíritu, y hollando los obstáculos que encontró en el camino de de la perfección, subió valerosamente a la cima de la montaña sagrada de la santidad. La fidelidad á la gracia y á las inspiraciones divinas fueron las alas con que a tal altura pudo volar. ¿Qué aprecio haces tú de las gracias é inspiraciones que Dios te envía todos los días? ¿Has correspondido á Dios que te pide rompas ciertos lazos de tu corazón? ¿Has escuchado su llamamiento a la vida de recogimiento y oración? ¡Ah! hé ahí la causa del vacío de virtudes en tu alma. Gime humildemente contrita y propón seguir las huellas de Mariana.
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
¡𝔒h angelical Mariana de Jesús, modelo de virtudes cristianas! por vuestro amor á Jesús y vuestra fidelidad a la gracia, que os elevaron en breve espacio a la santidad; os ruego me alcancéis el don de imitar vuestras virtudes, y llevar una vida fecunda en buenas obras, vida de oración y recogimiento, para que sea útil a la gloria de Dios y á la salvación de las almas, y tenga la dicha de asociarme un día a vos y a los santos, para cantar las misericordias del Señor por eternidad de eternidades. Amén.
DÍA OCTAVO
CONSIDERACIÓN
Sobre la profunda humildad de Santa Mariana de Jesús, en medio de los dones sobrenaturales, con que Dios la enriqueció.
𝔓ropio es del espíritu de ilusión el deseo de cosas sobrenaturales, como visiones, revelaciones, éxtasis, etc. ó tener por tales á las imaginaciones de un cerebro enfermo. Además, la inclinación sola a disfrutar de esas sublimes comunicaciones, nace de la soberbia secreta del corazón; por lo cual la sombra sólo del más pequeño acto de amor propio, orgullo ó vanidad en un alma, de quien se dice que tiene comunicaciones extraordinarias, es indicio inequívoco de que tales cosas son ilusiones manifiestas, ó de que está al borde del abismo, si fueren verdaderas; y nunca está el demonio más pronto para forjar visiones y revelaciones, como cuando ve que un alma alimenta tales deseos. El espíritu de Dios por el contrario, inspira sentimientos enteramente opuestos; pues la verdadera santidad, apta para recibir carismas divinos, sólo se encuentra, cual planta celestial, en el campo solitario y bien purificado de la más profunda humildad; y Nuestro Señor no comunica tan excelsos dones generalmente, sino a quienes han sido probados como el oro en el crisol y ejercitados en las sólidas virtudes de la humildad, paciencia, castidad, pobreza, obediencia, etc. Una de esas almas grandemente purificadas, ya por la penitencia, ya por la tormenta de las penas interiores, que llegaron a la más perfecta humildad, fué Santa Mariana de Jesús. Dios la colmó de gracias maravillosas y de dones sobrenaturales, de visiones, revelaciones, éxtasis, espíritu de profecía, penetración de los corazones, etc. No pocas veces fué regalada con la presencia de Jesús niño, y colmada de consuelos inefables. Anunciaba los sucesos futuros y conocía los que pasaban a grandes distancias; daba la salud a los enfermos y aún la vida á los muertos. Por lo sublime de sus éxtasis divinos, su vida fué más celestial que terrena, más de serafín que de viadora; empero ocultaba cuanto podía todos estos portentos, para evitar las alabanzas humanas, que acongojaban en extremo su corazón; y como muchas veces no estaba en su mano conseguirlo, pedía con instancias á Jesús la privase de todos aquellos favores. Como el apostol san Pedro, decía con humildad á su Esposo divino: Apártate, Señor, de mi, porque soy una vil y miserable pecadora, indigna de tus regalos. Solo quiero penas y trabajos, que me lleven en pos de ti hasta el Calvario y no glorias, que me conduzcan al Tabor. Estos sentimientos nacidos de su espíritu anonadado ante la idea de su nada y de la majestad infinita de Dios, eran un nuevo incentivo, que la atraía más a Dios, quien la colmaba de nuevas gracias y bendiciones. Con todo, el Señor escuchó sus lágrimas y sus gemidos; pues cuando todos los dones con que había sido enriquecida y todas las maravillas de su vida interior iban á ser el objeto de la admiración de los siglos venideros, los ocultó de un modo portentoso. Aunque la vida de Mariana tuvo algunas manifestaciones de la del Tabor, se puede asegurar, en general, que fué escondida con Jesucristo en Dios; que ascendió á la cumbre de la santidad, por el camino seguro de las virtudes cristianas; y que por la fe, la penitencia y la oración, medios comunes á todas las almas, correspondiendo con fidelidad a la gracia de la vocación á la santidad, se elevó á la más perfecta unión con Dios.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma, la humildad de la Beata Mariana de Jesús en medio de tantos favores que recibió del cielo. No fueron las revelaciones y mercedes divinas las que la elevaron a la santidad; fueron las grandes virtudes que practicó y en especial, la humildad, que la colmaron de merecimientos en vida, y de gloria en la eternidad. ¿Qué aprecio haces tú de la humildad? ¿La practicas? Amas ser desconocida y reputada por nada, o eres de aquellas almas que manifiestan más amor por las novedades y sueños de cosas sobrenaturales, que por la humildad y demás virtudes cristianas que conducen á la verdadera santidad? Examina tu conciencia sobre el particular.
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
¡𝔒h felicísima Mariana! que por la profunda humildad de vuestro corazón, merecisteis los dones más preciosos del cielo y atravesasteis con seguro rumbo los escollos peligrosos de la vida espiritual, hasta llegar al puerto de la bienaventuranza; os ruego, por la gloria infinita que poseeis en la mansión de los santos, me alcancéis la humildad de corazón, y la preservación de las ilusiones y lazos del demonio, á fin de que consiga la verdadera santidad y la posesión de Dios en la eternidad. Amén.
DÍA NOVENO
CONSIDERACIÓN.
Sobre la muerte preciosa de Santa Mariana de Jesús, y su felicidad en la gloria.
𝔈n todos los siglos se ha cumplido la sentencia del Espíritu Santo, que dice: Como es la vida es la muerte. Si la vida de Mariana de Jesús, como hemos visto, puede decirse que fué un himno de loor y de gloria al Altísimo, un ejemplo digno de admiración á los ángeles y á los santos, y un objeto de alegría y consuelo para la Iglesia militante y purgante; bien se puede presumir la suprema dicha de sus postreros momentos. Pues almas como la de nuestra heroína, que son el punto de contacto entre el mundo angélico y humano, y dejan una huella luminosa en el tiempo en su rumbo hacia la eternidad, sirven de norte á los que con las mismas aspiraciones que ellas continúan peregrinando en la tierra y nunca se sienten éstos con más fe, más desprendimiento del mundo, y más ardoroso deseo de santidad, que cuando contemplan a estos seres peregrinos, como Mariana, que en la plenitud de su juventud, en medio de este mundo pervertido que nos rodea y con los mismos medios que están a nuestro alcance, se elevaron, como astros luminosos, a la más sublime santidad. Acerquémonos á Mariana en espíritu, y contemplemos su preciosa muerte. En toda su vida había seguido de cerca á Jesús hasta el Calvario; y como El rindió su vida, sumido en un abismo de dolores, por sus hermanos, Mariana también rinde su vida por su pueblo. En efecto un día, oyendo á un fervoroso predicador que, para aplacar el enojo de Dios por los pecados de Quito, ofrecía su vida; levanta su voz, inspirada del Espíritu Santo, en medio de numeroso auditorio, y se ofrece también víctima por su pueblo, para calmar la Justicia divina que castigaba á la ciudad. Aplacó al Señor aquella preciosa oblación; cesó el azote, y calmaron los temblores que amenazaban, como á Ninive, la total destrucción de Quito. Conoció Mariana que Dios había aceptado su sacrificio; pues, no bien salió del templo, cayó gravemente enferma: los dolores más intensos de pies á cabeza y un conjunto de males se apoderaron de ella. Su alma, empero, serena permanecía absorta en Dios; su corazón ansioso de desatarse de las envolturas que lo aprisionaban, se abrasaba más y más en el amor a Jesús; y sus ojos, que no cesaban de derramar copiosas lágrimas, estaban clavados en el Crucifijo que ella estrechaba entre sus manos. En medio de tales sentimientos recibió los últimos sacramentos, con la ternura propia de los santos; cuando de repente levanta sus ojos al cielo; en su rostro reverbera un rayo de júbilo santo, y con supremo esfuerzo hace conocer que un coro de ángeles acompañando a Jesús y su Santísima Madre, que le traían una palma y una corona, venían á llevarla en triunfo á la Jerusalén celeste. Los circunstantes cayeron en adoración; y pocos momentos después, mientras estrechaba contra sus labios la imagen de Jesús, sin agonía, con dulce serenidad y transportes de amor, exhaló su alma virginal, que como un lampo de luz, voló al seno de Dios á la edad de veintiseis años, seis meses, veintiseis días. Muerte tan preciosa no fué sino el eco de su vida inmaculada y santa. Terminó su peregrinación en la tierra, y con ella los dolores, penas y demás pruebas de la vida; ahora radiante de luz y de gloria, en compañía de los coros virgíneos, canta y cantará el cántico nuevo en loor del Cordero divino, por los siglos sin fin.
REFLEXIÓN
ℭonsidera, oh alma piadosa, la preciosidad del tránsito de Mariana a la eternidad. En su corta vida ningún goce, ningún amor mundanal, ninguna vanidad mancilló su puro corazón; la abnegación, el dolor, la pobreza fueron sus galas y sus delicias; en cambio la paz, el consuelo y la alegría fueron los compañeros de su alma, en la hora solemne en que abordó los umbrales de la eternidad; y ahora en la posesión de Dios, es por siempre feliz. ¡Oh alma mía! ¿no te animarás á seguir tan hermoso ejemplo ¿Continuarás en las cadenas que aprisionan tu corazón? ¡Resuelve, una vez para siempre, seguir las huellas de la generosa Azucena de Quito, para que como ella, tengas la dicha inefable de morir en el Señor, y tu suerte en la eternidad sea de los santos!
-Meditando un momento, pida cada uno, etc.
ORACIÓN
¡𝔒h dichosísima Mariana de Jesús! por cuya virginal pureza y demás virtudes heróicas, hizo el cielo que brotara hermosa azucena de vuestra sangre para testimonio perenne de vuestra santidad y angelical virtud; os ruego, me alcancéis el don de una santa muerte y que os intereséis ante Dios, por la felicidad temporal y espiritual de mi familia y de mi patria; obtenedme la gracia de que os tenga una gran devoción, que imite vuestras virtudes, os invoque en todas mis necesidades y vos siempre me escuchéis; en fin, que persevere en la fidelidad á Dios hasta el último aliento de mi vida, y por vuestra intercesión merezca ser admitido en la eterna bienaventuranza. Amén.
-Colaboración de Giancarlos Chang