NOVENA EN HONOR A SANTA DOROTEA, VIRGEN Y MARTIR.
A INTENCION DE LA OPERA PIA DE SANTA DOROTEA.
MÉTODO CON EL QUE LOS DEVOTOS DE LA OPERA PIA REALIZARÁN LA NOVENA DE SANTA DOROTEA
La Santísima Virgen y Mártir Dorotea, precisamente por ser Protectora de la Pía Obra puesta bajo los auspicios de su Nombre, lo es también Protectora de las Niñas inscritas en la Pía Obra misma. Sin embargo, deben profesar una devoción más especial a la Santa y prepararse con ejercicios religiosos para celebrar más dignamente su Fiesta. Y para que puedan solemnizarlo con mayor facilidad, y sin tener que interrumpir sus ocupaciones ordinarias, lo dedicarán al domingo inmediato siguiente al Día Santo. En los nueve días anteriores al domingo indicado practicaréis los siguientes ejercicios:
En cada uno de ellos, a vuestras habituales oraciones matutinas y vespertinas, añadiréis tres Gloria Patri en honor de Santa Dorotea. La cual devoción fácil y corta te convendría practicar todos los días del año.
Oíréis también la Santa Misa, si podéis, y la oiréis con devoción; considerando que en ella Jesucristo renueva el sacrificio que hizo de sí mismo en la cruz por nuestra salvación.
Durante la Misa, o en otro momento intermedio, pediréis a Dios la gracia de poder imitar esa virtud de Santa Dorotea que más necesitáis, y de enmendar ese vicio al que más os inclinais. Para luego saber qué significa para ti en particular este vicio y esta virtud, pregúntale humildemente a tu Asistente o a tu Supervisor; rezándoles desde el fondo de mi corazón para haceros conscientes de vuestros defectos y para sugeriros cómo superar vuestras inclinaciones incorrectas y llegar a ser perfectos.
También leerás atentamente cada día la Consideración asignada a cada uno, como más adelante; o incluso hacer que su asistente o supervisor se lo lea y le explique. En él te das cuenta de que Dios mismo te habla por su propia boca: por tanto, comprende bien sus enseñanzas y ponlas en práctica.
ORACIÓN A SANTA DOROTEA PARA RECITAR CADA DÍA DE LA NOVENA
Virgen purísima y mártir generosísima, Santa Dorotea, que con tanto celo y tan feliz éxito trabajaste por la conversión de Crista y Calista, y convertiste a dos renegados en dos mártires de Jesucristo: vuelve también a mí una mirada compasiva, sumamente necesitada de tu protección. Mira las flaquezas de mi alma, los peligros en que vivo de perder mi salvación eterna con la gracia del Señor. ¿Podrías permanecer indiferente ante esta visión? ¿Debo creer que has cambiado tu carácter en el cielo, y que allí estás menos preocupado por la conversión de los pecadores y la salvación de las almas que aquí en la tierra? ¡Ah! no: al ascender a la gloria, no os habéis vuelto menos lamentables, sino más bien más poderosos. ¡Oh! Por tanto: mostraos ante mí ese Protector que tengo motivos para esperar de mí, como adscrito a la Pía Sociedad puesta bajo los auspicios de vuestro nombre. Impónme la gracia de enmendar mis defectos; mantenme alejado del pecado; mantenme puro, devoto y ferviente; para que, imitando tus virtudes en este mundo, pueda hacerme partícipe de tu bienaventuranza en el cielo.
Tres Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
V. Ora pro nobis, sancta Dorothea
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi.
OREMUS. Deus qui infirmitati nostræ , ad terendam salutis viam , in sanctis tuis exemplum et præsidium collocasti: da, quæsumus, ancillis tuis, sub speciali beatæ Dorothea virginis et martyris patrocinio constitutis; ut, ipsa interveniente, ejusdem in moribus puritatem, ejusdem in ærumnis pro te perferendis constantiam, imitentur. Per Christum Dominum nostrum. Amen.
V. Ruega por nosotros, Santa Dorotea.
R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
OREMOS. Oh Dios, que para nuestra flaqueza, para allanar el camino de la salvación, has puesto ejemplo y guarda en tus santos: concede, te suplicamos, a tus siervas, designadas bajo el patrocinio especial de la bienaventurada virgen y mártir Dorotea; para que, con su intervención, puedan imitar la misma pureza de conducta, la misma constancia en el cumplimiento de sus deberes. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
PRIMER DÍA
Considera que tu gloriosa protectora Dorotea ya era una gran santa, aunque aún era una niña: pues, desde su temprana juventud, sus virtudes le habían valido un hermoso sobrenombre; el de la Esposa de Jesucristo. Ahora cuéntame un poco aquí. Ahora tienes ocho, diez, doce años o tal vez más. Bueno: ¿eres tan santa como lo era Dorotea a los ocho, diez, doce años? ¡Ay! No. ¿Pero por qué no? ¿Podrías dar la razón? ¿Será porque no pudiste santificarte como ella? ¡Oh! No digas eso: porque te pregunto, ¿fue acaso de diferente temple al tuyo? ¿O no era más bien, como tú, hija de Adán? Y, si a pesar de todo esto ella pudo llegar a ser santa, ¿qué duda cabe de que tú también podrás hacerlo? ¡Ah! la verdadera razón por la que Dorotea fue santa desde niña, y tú todavía no lo eres; es porque Dorotea quiso serlo, y tú todavía no quisiste. ¿Qué dijiste, no querías? Ni siquiera pensaste en la santidad. Te convenciste de que tu juventud te eximía de hacerte santo: y no te diste cuenta de tu engaño: ¡Cómo! Dios manda a todos, sin importar la edad: Sed santos, porque yo soy santo; y sigues repitiendo: ¿soy todavía demasiado joven para pensar en santificarme? Peor sería que tuvieras como máxima, como muchos otros, que al final te basta con salvar tu alma, sin que tengas que preocuparte de convertirte en santo de ningún otro modo. ¡Ah, pobre de ti! Sepan que esta ilusión es la que más llena el infierno de cristianos. ¿Y tú qué piensas? ¿Que los que allí cayeron protestaron diciendo que querían ser condenados? No tiene sentido: al contrario, dijeron que querían salvar sus almas; pero que les bastaba tener algún lugar en el paraíso, sin aspirar a la gloria de los santos. Sin embargo, no quisieron trabajar para alcanzar la santidad: y por eso al final no fueron ni santos ni salvos. Vamos entonces: ¿te importa tu alma? No vivas como la mayoría de las personas, en la tibieza y el pecado, con la esperanza de salvarte; porque esto es lo que hacen los réprobos: pero esfuérzate a vivir, como los elegidos, como un santo, para asegurarte de que serás salvo al menos en la muerte. Y por eso guarda grabada en tu mente esta frase infalible: El camino al cielo es angosto y pocos caminan por él; la del infierno es amplia, y son muchos los que la atraviesan; tienes que vivir con unos pocos, si quieres ser salvo con unos pocos.
SEGUNDO DÍA
Considera en qué consistió la santidad de tu protectora Dorotea. ¿Quizás haciendo milagros? Los escritores de su vida no cuentan nada de ellos: más bien dicen de ella, que estaba diariamente ocupada en la oración y en el cumplimiento de sus deberes, dedicada a las obras de mortificación cristiana, humilde, obediente y mansa. De esto debéis entender que la santidad no se encuentra en las maravillas, ni en las profecías, ni en el éxtasis; y tampoco se coloca en hacer buenas obras extraordinarias: sino más bien en cumplir fielmente los deberes del propio estado y en el ejercicio de aquellas otras virtudes principales que practicaba Santa Dorotea. Por eso la santidad no sólo os resulta posible, sino también fácil: con tal de que no debáis hacer peregrinaciones, ir a enterraros en los desiertos, o correr en busca del martirio; siempre y cuando cumplas con tus obligaciones; y cumplirlas está en ti.
No es que, por lo tanto, no necesites la gracia de Dios para ayudarte, sino porque él está listo para darte esta gracia, si la buscas de Él de la manera correcta con la oración. Pero te aburres de la oración; y por eso lo dejas o lo haces mal; y esta es la única causa de toda la imperfección de tu vida. Por eso estáis inmortalizados e impacientes, dispuestos a indignaros y llegar tarde. a la obediencia; por eso eres tan codicioso y tan vanidoso, tan hablador y tan devoto; por eso empezaste a hacer el bien, y luego te cansaste; Entraste con tanto fervor en la Pía Obra y luego descuidas sus prácticas, no asistes frecuentemente a los catecismos, te alejas de los sacramentos, no prestas atención a tu Asistente, no observas tu método de vida que de otro modo es tan fácil de practicar. Y, si sigues a este ritmo, ¿adónde crees que podrás llegar? Ciertamente a cualquier cosa menos a la santidad. Mal terminaréis: porque, como dijo Jesucristo, quien, emprendiendo una empresa, se deja vencer por el cansancio y el aburrimiento, no está hecho para el reino de Dios. Entonces, ¿qué piensas? ¿Quieres realmente imitar a tu santa patrona y adquirir sus virtudes? Entrégate a la oración; pero que vuestra oración sea asidua, que sea oración ferviente. Orad a Dios para que reavive el fervor en vuestro corazón: orando obtendréis perfección, perseverancia, salvación. Y mientras tanto, si alguna vez flaqueasteis en el servicio de Dios o en el cumplimiento de las obligaciones del Estado; Retoma inmediatamente las prácticas que has interrumpido, ten cuidado de no descuidar ninguno de tus deberes porque sabes que no se salvarán los que han comenzado a hacer el bien, sino los que perseveran en hacerlo hasta el fin.
TERCER DÍA
Considera que entre las muchas virtudes de Santa Dorotea, ninguna le era más querida que la pureza. Amaba tanto esta virtud que optó por vivir virgen hasta su muerte, y rechazó con desdén la propuesta de matrimonio que le hizo el tirano. Observemos aquí, pues, que, si bien es cierto que no todos son igualmente llamados por Dios al estado virginal; Sin embargo, siempre es cierto que todos están igualmente llamados a vivir castos y puros según su condición; Es cierto que ningún ejemplo, tú, niña, puedes proponerte imitar más hermoso que la pureza inmaculada de esta Santa, tu protectora. Por tanto: ¿realmente valoras esta virtud según su mérito? ¿Sabes que existe una virtud que nos hace iguales y de alguna manera superiores a los propios ángeles del paraíso? ¿Sabes cuál es la virtud que más honra a la iglesia, que siempre ha considerado a las vírgenes como la porción más escogida de sus hijos? ¿Sabes que era la virtud favorita de los más grandes santos, favorita de María, favorita de Jesús? Si sabéis esto, os queda intentar con toda diligencia permanecer castos en cuerpo y espíritu. Porque ¡ay! ¡Si supieras qué virtud celosa es ésta! Basta un gesto, una mirada, una palabra, un pensamiento para perder el control. Y, sin embargo, sin esta virtud es imposible agradar a Dios. Se dice como el alma de todos los demás: porque, aunque sólo sea la castidad sola, sin otras buenas obras, no es gran cosa; por otra parte, todas las buenas obras sin castidad quedan en nada.
Y sólo los inocentes y los limpios de corazón entrarán en el paraíso (nótese bien): los contaminados y los inmundos serán excluidos de él para siempre. Si, pues, queréis entrar algún día en el paraíso, tened gran amor por esta necesaria virtud. Poned vuestra pureza bajo la protección de la Reina de las Vírgenes, María Santísima; haz la Consagración de ti a Ella todos los días con la fórmula que tienes en tu Método de vida; no os parece grave mortificar vuestra carne; guarda tus sentidos, especialmente tus ojos y oídos; está vigilante para desterrar inmediatamente las tentaciones. Esto es lo que hicieron los santos para vivir puros; y así, viviendo puros, finalmente entraron al cielo. Querer llegar al paraíso por otro camino que no sea el de la pureza, que era el camino de los santos, es presunción, es locura.
CUARTO DÍA
Considera que Santa Dorotea era virgen, como meditaste ayer, tan pura, porque supo guardar celosamente su pureza. Humilde, mortificada, modesta, amante del ayuno; Rara vez aparecía entre la gente, y sólo por necesidad, y luego incluso la gravedad de su comportamiento, la decencia de su ropa, la reserva de sus rasgos eran un espectáculo que infundía admiración y reverencia por ella entre los propios paganos. ¡Oh, si éste fuera el ejemplo que imitaran las jóvenes cristianas de nuestros tiempos! No verías a un número tan grande andando con tanto desorden y demorándose en las calles con tanta indecencia; no se verían tan deseosos de adornarse en vano, de mostrarse en público, de aparecer entre sus compañeros; mucho menos se los vería manteniendo amistades peligrosas, enredándose en amores profanos, participando en las locas diversiones del mundo: todas oportunidades para perder su pureza, en las que muchos entran inocentes, muy pocos, y milagrosamente, todavía salen inocentes.
¡Ea! que la pureza es un tesoro, del cual sucede lo mismo que de cualquier otro; es decir, quien lo porta abiertamente invita a los ladrones a secuestrarlo. ¿Quieres salvarlo? ocultarlo. Es decir, ama el retiro y la soledad; vestirse modestamente; evita la familiaridad, las amistades, los juegos, principalmente con hombres y niños; de hecho, evita en lo posible el trato con ellos; y, si a veces te ves obligado por la necesidad, sé prudente, sé prudente: y sé siempre sereno, serio y severo en tus modales para con todos. ¡No importa si la gente del mundo te llama libertina, rústica, grosera, sin espíritu y sin gracia! Os basta con poder salvar vuestro tesoro de esta manera, para agradar a los ojos del Dios de la pureza. Agradar a Dios y a los hombres al mismo tiempo no es posible. ¿Quieres no temer los rumores de estas personas? Adaptaos a vosotros las palabras de san Pablo, que os convienen demasiado: Si yo quisiera a los hombres, no sería esclava, ni mucho menos esposa, de Cristo.
QUINTO DÍA
Considera otra virtud de tu Protectora Santa Dorotea, que es especialmente señalada por los escritores de su vida; y fue su amor por el estudio de las materias religiosas y la gran preocupación que tenía por aprovechar las enseñanzas de quienes le enseñaban en las verdades de la fe y en la práctica de la perfección cristiana. ¿Podría ser dada también a ti esta hermosa alabanza que se le da a Santa Dorotea? ¿Realmente te encanta ser instruido en la Doctrina Cristiana? ¿O serías de los que a veces entran con muchas ganas en la Pía Obra: pero luego, cuando se dan cuenta de que todo en ella se reduce a enseñarles en el catecismo, a exhortarlos a practicar la virtud, a ayudarlos cuando se acercan a los sacramentos, lo toman casi a broma, y se van diciendo que ya saben bastante de estas cosas? Si este fuera tu idioma, ¡oh qué error sería el tuyo! ¿Sabes lo suficiente? No hay arte, por fácil que sea, que se pueda aprender sin un largo y asiduo estudio y sólo el arte más difícil de todos, que es el de salvar el alma, ¿creéis haberlo aprendido ya perfectamente, vosotros que le habéis dado poco tiempo y muy poca aplicación? ¿Sabes lo suficiente sobre esto? Quién sabe lo que realmente sabes; ¿Y que, presumiendo de saberlo todo, no ignoráis los misterios más fundamentales de la fe, los preceptos de Dios y de la Iglesia, el modo de orar al Señor con méritos y de recibir los sacramentos con frutos? ¿Quién sabe cuáles son las confesiones tuyas, quizás hechas sin dolor y sin propósito, porque no sabes en qué consisten? ¿Quién sabe cuáles son las comuniones tuyas, quizás hechas sin devoción y sin provecho, porque ignoras lo que vas a recibir en ellas? ¿Sabes lo suficiente sobre esto? No, eso no es cierto. Conoces como mucho materialmente las cosas de la doctrina; pero nunca dejáis de comprenderlos y mucho menos sabéis practicarlos para vuestra santificación. Así que déjate enseñar, y no intentes que tu Asistente te enseñe cosas nuevas o curiosas: basta con que te enseñe cosas útiles. Si no os dejáis instruir, recordad que en el tribunal de Cristo tendréis que dar estricta cuenta de este fácil medio que él ahora os proporciona para ser diligentemente instruidos en las cosas del alma: ¡y pobre de vosotros, si no lo habéis aprovechado! No podréis alegar ignorancia como excusa de vuestros pecados, porque la vuestra es ignorancia voluntaria. Al contrario, ¡serás feliz si te muestras con ganas de aprender y dócil a las lecciones que recibirás! Aprenderás el camino al cielo y tendrás una señal temprana de tu predestinación. Porque quien es de Dios escucha la palabra de Dios: quien no la escucha demuestra por esto mismo que no es de Dios.
SEXTO DÍA
Consideremos la razón por la cual la generosa mártir Dorotea, presentada al tirano Sapricio, rechazó tan consecuentemente el matrimonio que éste le ofrecía, y despreció tan valientemente los tormentos y la muerte con que éste la amenazaba. La razón es porque el santo tenía un deseo supremo de unirse a Cristo en el cielo. Sabía que allí arriba las vírgenes tienen un lugar más distinguido, una corona más preciosa, una gloria más sublime; y por eso nunca quiso otro marido en la tierra que el mismo que había de ser su marido también en el cielo, sabía que allí arriba sería tanto más feliz con la misma felicidad de Dios cuanto más sufriera aquí por amor a él; y por tanto el martirio, en lugar del terror, era para ella objeto de deseo. ¡Esta era la verdadera fe! ¡Era un anhelo muy vivo por el paraíso! ¡Oh Dios! El cielo también está hecho para ti: y mientras tanto, ¿quién sabe si lo deseas o si alguna vez levantas un pensamiento al cielo? Digo esto porque no es raro encontrar cristianos que, si pudieran vivir eternamente en el mundo, renunciarían voluntariamente a esa bienaventuranza eterna. ¿Pero sabes por qué se darían por vencidos? porque no saben lo que significa el paraíso. Pero no lo buscan, pero no les importa, sino que ponen su corazón en los bienes de este mundo. ¡Miserables! vendrá la muerte, y ni la tierra ni el cielo les quedarán.
¿Pero qué piensas mientras tanto? Para saber si realmente lo quieres, mira lo que haces para ganártelo. Santa Dorotea renunció al mundo, al matrimonio, a la vida por ello: y quizás no sepas renunciar a una profesión útil pero peligrosa; a una compañía agradable pero mala; a un punto, a un capricho, a una moda, a una diversión. Si este es el caso, no digas que deseas el paraíso: no lo deseas y no lo tendrás, porque sólo se da a quienes lo merecen. Date prisa: revive tu fe, piensa a menudo en el paraíso que te espera; que tal pensamiento os animará, como inspiró a vuestro Protector, a hacer todos los esfuerzos posibles para obtenerlo. Esta compra también le costará esfuerzo. No importa. Todos los trabajos del mundo no son nada para esa gloria que nos hará bienaventurados por toda la eternidad.
SÉPTIMO DÍA
Consideremos cómo Sapricio, viendo la perseverancia de Dorotea en confesar su fe, antes de comenzar a sufrir los tormentos, quiso someterla a una prueba que tal vez os parezca menos dura, pero tal vez más peligrosa: porque entregó a la Santa bajo la custodia de dos hermanas jóvenes, llamadas Crista y Calista, que poco antes habían sido vencidas por la dureza de los tormentos y seducidas por el masa de premios, renunció a la religión cristiana. El tirano esperaba que estos dos renegados pudieran fácilmente, con el alarde de las riquezas que habían adquirido y con sus perversas insinuaciones, inducir a Dorotea a hacer lo mismo: no lo esperaba sin razón; porque no hay nada que tenga tanta fuerza para subvertir hasta a los más santos como las malas oportunidades, sobre todo si son oportunidades de ganancias ilícitas, de ejemplos escandalosos, de malas compañías. Que si Dorotea, en lugar de dejarse llevar por las dos hermanas, las convirtió a la penitencia; fue porque ella no había entrado voluntariamente en esa situación tan peligrosa, ni era libre de salir de ella; fue para. porque Dios quiso a través de sus méritos obrar un milagro de su bondad. Y, lamentablemente, el mundo está lleno de oportunidades similares por todos lados: de modo que gran parte de la ciencia de la salvación reside en saber reconocerlas y evitarlas. Ante esto, tómate un momento para pensar seriamente en tus casos. ¿Tendrías alguna vez a alguien en casa o fuera, entre tus compañeros o sirvientes, que tratara de conducirte al mal con palabras o hechos? El oficio que aprendes, la escuela a la que asistes, la profesión que practicas, nunca te darían la oportunidad de pecar; ¿O impidiéndote realizar los deberes indispensables de un cristiano, u obligándote a realizar trabajos prohibidos en días festivos, u obligándote a ir a casas donde ningún daño espiritual podría alcanzarte?
¡Ah! si así fuera, por compasión de tu alma que estás a punto de perder, acude inmediatamente a un buen confesor, explícale el peligro en el que te encuentras, deja que te enseñe cómo salir de él; pero rápidamente, date prisa, porque cualquier demora en estos casos es fatal. No me digas que no tienes miedo, que estás muy decidido a no pecar; y que por tanto no pecarás, aunque conserves la amistad de ese compañero malhablado, de ese joven atrevido. Estás equivocado, estás equivocado. El que ama el peligro (es el Espíritu Santo quien os lo asegura) perecerá en él: vosotros le amáis; perecerás. Ni siquiera me dices que con ese arte se gana dinero, que en esa casa te dan de qué vivir; y sin embargo no puedes abandonarlos: ¿por qué el alma no vale más que el alimento? dice Jesucristo: ¿y de qué te sirve todo lo demás si pierdes esta alma tuya? ¿Y entonces acaso temes que, si por amor de Dios lo abandonas, él no pueda ayudarte? le haces mal. Él le ayudará, tenga la seguridad, y tal vez le proporcione aún más. Esperanza en ella que nunca ha dejado a nadie decepcionado; y ya verás. Por el contrario, si por un pequeño interés mundano se interesa el ofendido, ¿quién podrá salvaros de su indignación? ¿Quién vendrá por ti para responder a su tribunal? ¿Quién os librará de las manos de su justicia? Coraje, hija, coraje: aquí se necesita resolución. Todo vale, pero salva tu alma.
OCTAVO DÍA
Consideremos cómo Santa Dorotea, puesta en los tormentos, sintió su corazón inundado de tanto consuelo que no podía ocultar la exuberancia de su alegría. Sin embargo, el tirano, creyendo que ella fingía y se mostraba artísticamente, se alegraba; Antes de matarla, quería que la torturaran cruelmente de muchas maneras diferentes. Pero sin beneficio: su alegría aumentó al igual que la tortura. Quien, sin embargo, había visto a Dorotea ahora tendida durante mucho tiempo encima del montón, ahora duramente golpeada por los matones, ahora lentamente quemada en los costados con antorchas encendidas; ¿No habría pensado que ella era la chica más infeliz del mundo en ese momento? Y sin embargo no fue así: porque el gozo que el Espíritu Santo infundía en su alma era tan grande que no le permitía sentir lo que padecía: y no habría cambiado esos sufrimientos por los más dulces deleites del mundo. Es necesario que lo comprendáis bien vosotros, que tal vez pensáis que la vida de un cristiano debe estar llena de amarguras, de aburrimientos, de preocupaciones, y por tanto no podéis decidiros a entregaros completamente a Dios de una vez por todas.
¡Pero qué engañados vivís! ¿Así de tal manera? ¿Pensáis que el Señor es un amo duro que aún no recompensa a los que le sirven en esta vida? Los recompensa, sí; los recompensa con consuelos internos, los recompensa con dulzura espiritual, de tal manera que no les deja ningún otro deseo de las cosas terrenales; o si a veces les quita todo esto por un tiempo, nunca deja de sostener a sus servidores con la fuerza de su gracia, de tal manera que siempre prefieren su propio estado a lo que los mundanos más aprecian. ¿Pero sabes por qué los juzgas tan mal? ¿Por qué te detienes en la superficie? Ves la regularidad con la que viven los buenos, el alejamiento de los locos placeres del mundo, la asiduidad en las prácticas religiosas; y te imaginas que todo esto debe ser una carga insoportable. Los juzgas, como Sapricio de Dorotea. Pero profundizad un poco más y sabréis cuánto y qué consuelo Dios derrama en el corazón de quienes viven bien, y que les compensa sobradamente de tales penurias. Aunque sólo se puede saber por experiencia. Entonces, si quieres saberlo, intenta vivir como un santo y entonces lo sabrás. De lo contrario, no esperes descubrirlo; ya que la dulzura de la vida espiritual es como el sabor de la comida, que sólo puede ser comprendida por quien la prueba.
NOVENO DÍA
Consideremos el insulto que sufrió Santa Dorotea mientras iba camino de la muerte. Porque se le acercó un joven pagano llamado Teófilo; y para burlarse de ella, sonrió y le rogó que le enviara desde el paraíso unas flores y algunos frutos del jardín celestial. ¡Ves la amarga burla que fue esto! ¿Pero qué siguió? Se siguió que, en el mismo momento en que la Virgen era decapitada, un ángel se apareció a Teófilo y, en nombre de Dorotea, le presentó los frutos y flores solicitados: después de lo cual conoció la verdad de nuestra religión, abrazó la fe y murió mártir de Jesucristo. ¡Mira con qué gloria fue ésta, con la que Dios incluso antes que los hombres compensó a su Esposa por aquel insulto que sufrió por amor a él! ¡Enviar un ángel para que la cuide, con el regalo milagroso, y además convertir a su burlador por sus propios méritos! Pero mientras tanto, hay dos cosas que puedes aprender de este hecho. La primera, que la piedad, la virtud y la religión siempre han sido objeto de burla para los libertinos: así, si eres verdaderamente religioso, virtuoso, piadoso, también serás ridiculizado por los libertinos; y quizás ya lo hayas probado por experiencia. ¿Pero qué estás haciendo? ¿Qué haces cuando se ríen de ti y te sientes escrupulosamente gravado, porque vives retraído, sereno, lejos de los peligros de perder tu inocencia? No sé qué vas a hacer, sé que si te dejas llevar por estas burlas y disminuyes el ritmo en el cuidado de ti mismo y en el ejercicio de la piedad, estás acabado.
Si Santa Dorotea se hubiera dejado vencer por aquel chiste de Teófilo, habría perdido su corona de mártir. Lo segundo que debes aprender es esto: que Dios te restaurará con honor inconmensurable por esa pequeña vergüenza que ahora tienes que soportar por los insultos de los malvados. Pero, ¿qué hará Dios para restaurarte y cuándo? ¿Hará tal vez maravillas y enviará a sus ángeles, como hizo con Dorotea? No tienes que esperar, porque él no te lo ha prometido. Lo que os ha prometido, y que debéis esperar con fe firme, es que en el día del juicio universal os compensará de los agravios sufridos por su amor alabándoos públicamente, no sólo ante todos los hombres que jamás existirán, sino ante los ángeles del cielo y aun ante los demonios del infierno. ¡Y entonces cuál será la confusión de vuestros burladores! cuál es tu gloria! Esta es la doctrina de San Pablo, quien enseña que cuando el Señor venga a juzgarnos, entonces cada uno recibirá de Él la alabanza que merece.
FIESTA DE SANTA DOROTEA
Considerad cómo, siendo Dorotea virgen de tal santidad, favorecida de Dios con muchos dones espirituales y muy aceptable a él por muchas excelentes virtudes; tal vez hubieras esperado que él llenara su vida de bienes, de glorias, de contentamientos mundanos; y en cambio hubo que verla abandonada por él mismo al perseguidor, quien la torturó y finalmente la mató con un método bárbaro de muerte. Tal vez os sorprendáis de esto, ni podáis comprender cómo es posible que Dorotea amara tanto al Señor, y que el Señor permitiera que Dorotea sufriera tanto. ¿Quizás no podría haberla liberado de Sapricio, salvada de los verdugos, salvada de la muerte? Bien podría haberlo hecho, ¿quién lo duda? pero si os sorprende que no lo haya hecho, es porque no conocéis el estilo ordinario con el que Dios suele tratar a sus elegidos. Así que apréndelo hoy, porque aprenderlo te será de gran utilidad. Dios quiere que todos seamos salvos: pero con la condición de que primero nos conformemos con su divino Hijo; es decir, quiere que imitemos a Cristo en la vida, para que luego seamos semejantes a él incluso después de la muerte, para que él pueda estar en el cielo entre nosotros, casi como el primogénito entre muchos hermanos. Ahora bien, ¿qué fue, les pregunto, la vida de Cristo en la tierra? Ya sabes cuál. Nació de una madre muy pobre, en pleno invierno, en un establo, entre dos animales: vivió muy pobremente hasta los treinta años, trabajando en un taller, desconocido para todos, muy obediente a María y a José: después predicó, peregrinó, luchó; hasta que vino a morir en una cruz, en medio de amargos dolores, entre los insultos de sus enemigos, sin consuelo abandonado por el cielo y la tierra. Éste, sin embargo, es el ejemplo que todo aquel que quiera salvarse debe copiar en sí mismo; Santa Dorotea tuvo que amoldarse a este ejemplo con sus sufrimientos para entrar al cielo; Para entrar en el cielo también vosotros tendréis que seguir este ejemplo con vuestros sufrimientos. Ahora sabrás cuán equivocadamente te has quejado quizás varias veces, lamentando haber nacido pobre, innoble, oscuro; de estar afligido por enfermedades, por dolores; obligado a trabajar duro; sudar; luchar; a veces faltan las cosas más necesarias. Te quejas y en cambio debisteis haber dado gracias a Dios, que, haciéndoos sufrir, os dio la oportunidad de ganar el paraíso. ¡Ah! Ya que el Señor hoy os hace comprender la necesidad y el valor del sufrimiento, mirad a Cristo en la cruz, mirad a Dorotea tan cruelmente torturada: y de esta visión sacaréis el valor y la fuerza para sufrir con resignación y paciencia, para volver a morir, si es necesario, por amor de Dios. ¿Y por qué no sufrirías voluntariamente? pensando que tenía que sufrir hasta Cristo, para poder entrar en su gloria.
(Tomado del libro “Manuale per le sorvegliatrici e per le assistenti nella Pia Opera di Santa Dorotea”, por el Abad Antonio Fontana. Impreso en la Tipografía Motta de M. Carrara, Santa Margaria No. 1112, Milán, Italia. Año 1862).
Colaboración de Carlos Villaman