viernes, 16 de marzo de 2018

SEPTENARIO A JESÚS CAUTIVO




SEPTENARIO EN HONOR DE JESÚS CAUTIVO DE TRUJILLO

SEÑAL DE LA CRUZ

ACTO DE CONTRICCIÓN
¡Jesús mío! Con toda confianza vengo a voz; miradme postrado a tus pies, angustiado al pensar en los muchos y graves pecados que he cometido, sabiendo que con ello he causado nuevas heridas a tú amante corazón. Dadme luz, Señor para conocer tú soberana majestad y mi horrible vileza tú inmenso amor y mi negra ingratitud. ¡Hay Jesús mío! No quiero pecar más; no más ofenderte; Señor; te pido me des fuerza para cumplir el propósito que hago de apartarme de toda ocasión que me ponga en peligro de perder la gracia; esto lo espero de tú infinita gracia; esto lo espero de tú infinita misericordia; te lo pido por las lágrimas de tú amantísima y adolorida Madre y por tú preciosa sangre. Amén.

DÍA PRIMERO
Vengo a meditar en aquella noche, en que agotadas tus fuerzas por el sudor de sangre; tú santo cuerpo hecho una llaga, tú lengua pegada al paladar por la ardiente sed que te causó la pérdida de la sangre; tú alma triste, lleno de dolor tú corazón por la pérdida del alma de Judas; por verte traicionado de uno de tus discípulos; te considero entregado hacia la turba de soldados que con crueldad te trataron; uno de ellos dio tremenda bofetada en tú Divino Rostro; injuria a que respondiste con profunda humildad, ofreciéndole la otra mejilla ¡Vos la Majestad Eterna! ¡Dios y Señor! Humillado ante un soldado; yo pobre de mí ¡cuántas veces te he ofendido, cuanto me has perdonado! y he vuelto a mi pecado, humillándote mil veces más que a mi pecado.
Te veo ¡Oh mi Dios! Atado con lazos y cadenas, arrastrado por el lodo, herido, ensangrentado, padeciendo agudos dolores en el cuerpo, pero mil veces peores han sido los que sufres en el alma.
Encontrarte sólo abandonado de todos, en los momentos del sufrimiento cuando se siente necesidad de consuelo, de un amigo que le acompañe.
Yo pienso en el transcurso de mi vida; y veo que jamás me has dejado sólo en los días que has querido probarme en la pena y el dolor; he sentido tú providencia cuando en lo humano ya no ha habido remedio a mis penas; has estado vos para remediarlas, he recurrido a tú bendita Madre y he encontrado consuelo; y con todo esto ¡me atrevo aún a ofenderte dejándote sólo? No, Señor, con tú ayuda te seré fiel; todos tus amigos huyeron te dejaron sólo en manos de tus crueles enemigos; yo quiero estar siempre a tú lado.
Cuanto sufrió tú corazón por la ingratitud: te abandonaron a vos que les habías dado todo; tú amor, tú amistad, tus enseñanzas tú cuerpo sacrosanto, que bebieron tú sangre en la noche de la cena, aquella noche en que tomaste en tus manos el pan y el vino para convertirlos en comida y bebida que alimenta a las alamas; ¡y se olvidaron de estos beneficios! Dejándote sólo ¡Cuanta ingratitud! Padre mío, no permitas que algún día, sea yo el ingrato que te deje.
Recordare siempre este paso doloroso de tu pasión; pero mi debilidad me hace caer en cada paso ¿sin tú ayuda que podré? Sólo vos podéis sostenerme en los combates de la vida que me pongan en peligro de perderte: quiero ser agradecido al don precioso que me das en la Santa Comunión, vivir en gracia para poder abrirte mi corazón, recibirte en él y ofrecerte mi amor. Confiado en vos, por los méritos de tú preciosa sangre y por los dolores de tú santísima Madre, así te lo ofrezco y espero cumplirlo. Amén

SÚPLICAS

Jesús Nazareno de Trujillo
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por el dolor de tú corazón que sintió al despedirte tú amantísima Madre, para ir a comenzar la predicación de tú celestial doctrina.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por el dolor que tú corazón sufrió, al recibir en la mejilla el beso con el que fuiste entregado a tus enemigos por Judas tú discípulo traidor.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por el intenso dolor que padeció tú corazón, al ver que tus discípulos huían dejándote sólo abandonado en manos de tus enemigos.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por el dolor que tú alma traspasó al oír que tú amado discípulo Pedro, te negó tres veces.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por las lágrimas que llenaron tus ojos al ser cubiertos por una venda.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por el dolor que padeciste al ser atado a la columna, rasgadas tus espaldas por los azotes, herida tu cabeza con las espinas.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.
Jesús Nazareno de Trujillo
Por el momento en que te sentiste triste al encontrarte solo en el momento de recibir la cruz que debías llevar hasta el calvario.
Humildemente te pido tengas misericordia de mí.

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA DE DOLORES

Madre santísima, Virgen llena de Dolores, acuérdate que mi alma ha sido redimida por la dolorosa pasión y muerte de tú amantísimo hijo; que le costó el sacrificio de su vida, expirando clavado en una cruz, derramando hasta la última gota de su preciosa sangre; que su alama estuvo triste hasta la muerte, acuérdate que en sus últimos momentos nos entregó a vos como hijos.
¡Si, Madre mía muy amada! Los pecadores somos tú herencia, somos hijos de tus dolores bañados con tus lágrimas.
Madre dulcísima; tuyos somos, cúbrenos con tú manto; nos entregamos a vos hoy y para siempre. Sólo en vos ponemos nuestra confianza, defiéndenos de todo peligro, ayúdanos, y en la hora terrible de la muerte en la estrecha cuenta que hemos de dar; sed nuestra abogada y no nos dejes hasta que por tú piadosa y bendita mano, sean nuestras almas sacadas del purgatorio y llevadas al cielo.
Así te lo pedimos, Madre llena de dolor. Haced que cuando expiren nuestras almas entreguemos por tus manos al Señor.
(Aquí se hace la petición)
Jesús Nazareno de Trujillo, por intercesión de tú Santísima Madre te ruego, que si de tú voluntad y para el bien de mi alma me concedas el favor que te pido.
REZO DEL CREDO


DÍA SEGUNDO
Vengo a considerar los sufrimientos que padeciste en aquella obscura cárcel a donde con tantas injurias te llevaron: abofeteando tú divino rostro, insultado, escupido, vos la soberna Majestad, a quién los cielos son cortos para contener tú grandeza, ante quien los Ángeles se postran y se cubren con sus alas; de quien dijo el eterno “Este es mi Hijo muy amado en quien tengo mis complacencias” vos encerrado en una inmunda y obscura cárcel; ¡Qué sufrimiento! Pero te faltaba sufrir una mayor todavía al oír que Pedro, tú discípulo, el escogido para jefe de tú Iglesia, para pastor de tú rebaño; si me amas apacienta mis corderos; al que lavaste los pies, al que diste con tú propia mano a comer tú Santísimo Cuerpo, a beber tú preciosa sangre, te negó, no una vez sino tres repitió: “no lo conozco”. Este dolor transó tú corazón, has sufrido injurias, baldones, ingratitud y hasta el desconocimiento de un amigo.
Pedro conoció su pecado y lloró; la contrición llenó su corazón: busco a María, tú santa Madre y en ella encontró refugió, le confesó su pecado, le rogo intercediera por él y alcanzara el perdón. Volvió a vos y no te dejó hasta dar su vida por tú amor; fue tanto lo que lloró, su pecado durante su vida que las lágrimas abrieron surcos en sus mejillas. ¡Señor y Dios mío!
¿Cuántas veces te he negado haciéndote sufrir; despreciado tú amor quebrantando tus mandamientos? Me arrepiento, quisiera llorar como Pedro, mi pecado. Dadme, Señor, una verdadera contrición; un firme propósito de enmendar mi vida y tu santa gracia para cumplirlo. Te lo suplico por los infinitos méritos de tú Pasión, Muerte y por los dolores de tú Santísima Madre. Amén



DÍA TERCERO
Vengo a meditar en tu paciencia y humildad, al presentar tú santa cabeza, para que un soldado lleno de furia y crueldad, cubriera tus ojos con una sucia venda: esos ojos que con dulzura dirigiste a los pecadores, a cuya mira muchos se convirtieron; dulcísimos ojos que veía a los niños con amor y cariño, a los pobres enfermos, a todos los que sufrían; ojos que elevabas al cielo en demanda de perdón, para los extraviados; esos ojos en quién tú amantísima Madre se recreaba, al ser vendados se llenaron de lágrimas, por el dolor de pensar cuanto cegaría el pecad; para cuantas almas serían inútiles tus sufrimientos; cautas caerían en el infierno.
Tus ojos se llenaron de lágrimas al sentir la soledad y tristeza en que quedaba tú santísima Madre. ¡Jesús mío! Redentor de almas que, por tantos sufrimientos, caiga la venda del pecado que cubre mis ojos, que por tus lágrimas, llore yo la ingratitud con que he pagado tú amor; que por el recuerdo de tú santísima Madre por lo que sufrió en tú dolorosa pasión y muerte, sea o siempre fiel a tus llamamientos para que al fin de mi vida pueda llegar al cielo; esto lo espero de tú infinita misericordia. Amén.



DÍA CUARTO
Vengo a considerar en tú inmensa majestad, ultrajada, hasta ponerte atado a una columna, ligadas tus santas manos fuertemente que reventaron, saltando la sangre por las uñas con agudísimo dolor, fuiste azotado con cuerdas y garfios de hierro, arrancando de tus espaldas, jirones de carne que quedaban prendidos en la columna descubriendo tus huesos; fueron tan fuertes los golpes que en la columna quedaron impresos; veo tú santa cabeza agachada recibiendo en ella la corona, armada de punzantes espinas, espinas de cambronera que traspasaron tú cerebro; siendo indecible el dolor que padeciste.
Como a Rey de burla te trataron: ya coronado, cubrieron tus espaldas con una capa sucia, y en tus manos ¡oh Señor Rey del cielo! Te pusieron una caña por cetro, como Rey de burla en la Tierra no hay en el pensamiento humano quién pueda llegar a comprender lo que paso en tú alma esa noche ¿Adivina quién te hirió? , preguntaban los soldados a cada golpe que daban a tu sagrada persona: veo correr lágrimas de tus divinos ojos, mezclarse con la sangre que brotaba de las heridas de las espinas y al mismo tiempo con las inmaculadas salivas que los soldados arrojaban a tú Divino Rostro. Todo lo recibes con la humildad más profunda.
¡Oh paciencia! ¡Oh amor por las almas, pues todo lo sufres por salvarnos! Y pensar en tus sufrimientos perdidos para tantas que no quieren seguir tus mandamientos al contemplarte herido de todos modos, comparo la maldad de los que te hicieron tanto daño con mi propia maldad. Ellos no te conocían; yo sí: yo he recibido todas las prendas de tú amor y tú cariño, tú cuerpo y sangre en la santa Eucaristía; jamás me ha faltado tú ayuda; en mis caídas siempre he encontrado tú mano que me levanta; cuando mi alma ha sido manchada por el pecado, te he perdido perdón y he sido perdonado con toda misericordia y después de tantos beneficios; aún te ofendo con mis pecados y rebeldías, sabiendo que te pongo peor que en aquella cárcel, sabiendo que al pecar te azoto, te corono de espinas, te ultrajo.
¡Ah! ¡Señor redentor y dueño mío! ¿Hay todavía me amas? Si, insensatamente escucho tú voz que llama a mi alma como el pastor a sus ovejas. Virgen Santa, dolorida Madre, no me dejes nunca; tenme siempre junto a vos pues soy tan débil e inconsciente que puedo perderme, en su mano quiero caminar, hasta que llegue el día que de fin a mi vida, y me entregues a tú Hijo, que con tú sangre me redimió. Amén.


DÍA QUINTO
Día ultimo de la semana, que dedicado para honrarte, vengo a meditar en el supremo dolor que padeciste cuando aniquilado tú cuerpo por la sangre derramada, por los azotes, la corona de espinas y demás suplicios, llego el momento en que debías cargar con la cruz en que ibas a morir enclavado, allá en el monte calvario. Le recibiste en tus hombros sobre tus espaldas que eran una sola llaga, rasgadas sin carne casi, con los huesos descubiertos por los azotes, que de pedazos arrancaron tu carne. Recibiste la cruz con amor, te abrazaste a ella sufriendo agudísimos dolores: Su peso era grande ¿Cómo no? Si grande, si enorme es el peso de nuestros pecados que por salvarnos han tomado sobre vos, y yo con la más negra ingratitud cargo cada día más con ellos.
Mucho has sufrido en tú santísimo cuerpo, pero mucho más agudos han sido los dolores de tú alma, al momento de cargar la cruz le encontraste solo sin ningún rostro amigo: así emprendiste el camino del calvario a empeñoles con paso vacilante, cayendo en tierra chorreando sangre; tú santa y divina faz cubierta de sudor, polvo y salivas; inconocible tú semblante, jadeante tú respiración, así caminabas cuando encontraste a tú Santísima Madre, ella te encontró siguiendo la huella de sangre que dejaste en el camino y la voz de su corazón que a vos la llevo. La visita de tú Madre, ¿sería para vos Señor, un consuelo? ¡Ah Padre mío! Si no ha habido ni habrá hijo que más ame a su Madre, que lo que vos amaste a la tuya, tus dolores aumentaron al verla sufrir; su pena su angustia de verte y no poder aliviarte.
¡Oh pobre corazón de Madre! ¡Verdad, Padre mío, ¿que su dolor aumento tú dolor? Pero era tú Madre y te acompaño hasta verte morir en el calvario. Madre mía aquí tienes a este ingrato que ofende a tú amado Jesús y también a vos que lo ves sufrir; ya no quiero ofenderte más, quiero un corazón nuevo para amarlo y servirlo : Vos bien sabéis lo débil que soy; te pido me sostengas; pedirle por mí, que me de fuerzas para vencer los escollos del camino ; decidle que le ofrezco mi alma para que deje en ella impreso su Divino Rostro , como los dejo en las tocas de Verónica, aquella mujer dichosa, que venciendo los obstáculos que encontró a su paso, llegó hasta en el camino de la Cruz a enjuagar tú santa y divina faz.
Al pensar lo que aún m falta para el final de mi carrera, me siento desfallecer; ¡Es tan duro el camino de la vida! Jesús dio tres caídas en el camino hacia el calvario; en recuerdo de ellas te ruego le pidas me des fortaleza; así algún día poder verte en el cielo, cuando después de la agonía que para terminar mi vida ha de pasar, pues el mismo Dios la paso: oiga de su vos el perdón de mi mala vida y mis muchas culpas que vos Madre mía hayas alcanzado para mi alma que tanto ha costado a tú Jesús y a vos tantas lágrimas, desde ahora para entonces invoco tú protección y espero tú misericordia.
Te lo pido por la pasión y muerte de tú Hijo Jesús y ¡Qué la sangre del Justo no sea en vano derramada por nosotros! Amén.

 

DÍA SEXTO
Vengo a considerar el momento en que despediste a tú Madre amantísima, pues era el tiempo de salir a predicar, a enseñar tú celestial doctrina; el camino que conduce al cielo.
¡Oh! maestro de las almas! ¿Qué sacrificio no has hecho por nuestro bien? Dejar a tú Madre ¿Qué dolor para voz el más amante de los hijos de los hombres? Y el dolor de María tú dulce y cariñosa Madre, traspaso tú corazón al darte él adiós de despedida, sus ojos se llenaron de lágrimas, tú corazón Jesús mío sintió profunda pena al dejarla.
Considero este paso uno de los más tristes y dolorosos de tú santísima vida. No alcanza mi pobre inteligencia al medir el dolor de María y tú dolor. Por este paso, Señor, te ruego tengas misericordia de mi pobre alma, misericordia para las infelices que están en pecado mortal, para los agonizantes que en esta terrible hora luchan con el enemigo que quiere perderlos, misericordia para las almas que están en el purgatorio, se purifican en ellas las manchas que en ellas dejó impresas el pecado; donde padecen dolores atroces sin poder ellas merecer nada para salir de ese lugar de expiación. Por tus infinitos méritos de pido perdón y espero por tú preciosa sangre nos des la salvación. Amén



DÍA SÉPTIMO
Jesús Nazareno de Trujillo vengo a meditar en el dolor que tú corazón sintió, cuando Judas tú discípulo, llegó al huerto donde orabas, aquella oración “Padre, si es posible aparta de mi este cáliz; más no se haga mi voluntad sino la tuya”.
¡Pensar en lo que sufrías! Cuánta sería la angustia que oprimió tú corazón que no pudo contener la sangre; brotando por los poros de tú bendito cuerpo, hasta regar la tierra donde orabas de rodillas; fue tan copioso este sudor, tanta la sangre perdida, que dejo tú cuerpo sin fuerzas, débil, aniquilando. Paréceme oír tú voz desfallecida que clama nuevamente “Si es posible no me hagas bebes este cáliz. No abandones a tú Hijo; dadme fuerzas que se cumpla tú voluntad; mi espíritu esta pronto. Un ángel bajo del cielo y te confortó; tuviste fuerzas para resistir el grandísimo dolor de verte vendido por uno de tus discípulos, traicionado por un amigo; ¡Qué dolor para tú corazón, que tanto lo amaba! Entregado por aquél a quien regalaste con el don de tú precioso cuerpo; que bebió tú misma sangre; pienso Jesús mío que, al llegarse a vos para entregarse, todavía le ofreciste la mejilla, para recibir el beso de amigo ¡y así le llamaste! “Amigo, a ¿qué has venido?” llamamiento lleno de amor y caridad al alma para atraerla a vos, para detenerla al borde del abismo ¡y no fuiste oído! ¡Oh dolor para tú amante corazón!
Jesús y Padre mío, ayudadme siempre, no quiero ser un discípulo traidor; perdonadme cuantas veces no he querido oír el llamamiento que con todo el amor que hay en tú corazón para mi alma, has hecho, y yo ingrato no he respondido a tú doy dulcísima voz. Aquí estoy redentor mío, vengo a presentarte mi debilidad y pobreza; no me abandones, soy un miserable gusano de la tierra ¿qué podre si vos no me das tú ayuda? Por María Santísima te pido tú amistad y gracia uniendo sus lágrimas a las tuyas te ruego que con ellas laves mi alma para que persevere en el bien; y pueda un día amarte eternamente en el cielo. Amén.




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