sábado, 28 de marzo de 2020

TRIDUO CONTRA LA PESTE





TRIDUO DEVOTO A CRISTO CRUCIFICADO
PARA IMPLORAR SU CLEMENCIA CONTRA LOS HORRORES DE LA PESTE

LO ORDENÓ

El P. Er. Miguel Diaz de Vivar, Lector de Sagrada Escritura, Predicador Conventual y Comisario
del Santísimo Rosario del Convento da
N. P. S. Domingo de esta Ciudad de Guadalajara.

ACTO DE CONTRICIÓN
Señor mío Jesucristo, Creador del cielo, y de la tierra, Rey de reyes, y Señor de todo los que dominan; tú, que de la nada me hiciste a tu imagen y semejanza y me redimiste con tu preciosa sangre; tú, a quien yo pecador miserable no soy digno de nombrar, ni de invocar, ni de abrigar tu divina idea en mi inmundo corazón: a ti dulce Jesús mi eficazmente suplico, y ruego humildemente, que te dignes dar una mirada de clemencia sobre mí el más malo de todas tus criaturas. ¿Y cómo podría ¡oh amable Salvador mío! como podría desconfiar de tu misericordia, pues sé que eres el mismo que te apiadaste de la Cananea y de Mana Magdalena el que perdonaste al publicano, y diste el Paraíso al ladrón que pendía de una cruz? A ti ¡o Padre piadosísima! confieso mis pecados, que, aunque quisiera ocultar, no podría hacerlo, a ti. Dios mío, ante quien tuve el atrevimiento de cometerlos, Perdóname ¡o ungido de Dios! perdóname pues tu eres a quien he ofendido mucho con mis pensamientos, con mis palabras, con tus obras, con todas las acciones pecaminosas con las que yo frágil hombre miserable pecador pude añadir culpas sobre culpas; é iniquidades sobre iniquidades. Por lo misino ruego a tu clemencia, a ti que descendiste de los cielos por mi salvación; a ti que a David diste la mano, para que se levantara de ser caída; a ti vengo sinceramente arrepentido. ¡Perdóname, o Señor! Perdóname, o Cristo, ¡pues no negaste el perdón a Pedro que te había negado! Tú eres mi Creador, mi Redentor, mi Señor, mi Salvador, mi Rey y mi Dios. Tú eres mi esperanza, y mi confianza; tú mi dirección y mi auxilio; tú mi consuelo y mi fortaleza; tú mi defensa y mi libertad; tú eres mi vida, mi salud, mi resurrección, mi luz, mi deseo, mi ayuda y mi patrocinio. A ti, o Jesús mío, suplico y ruego, que me ayudes y seré salvo; gobiérname, defiéndeme, confórtame, consuélame, fija mis vacilantes resoluciones, alégrame, ilumíname, y visítame. Resucita a este pecador muerto por la culpa, pues soy hechura tuya y obra de tus manos. No me desprecies, Señor, mira que soy tu esclavo, aunque malo, aunque indigno y pecador, mira que, aunque sea lo que soy. siempre soy tuyo, pues estoy marcado con la sangre que por mi remedio derramaste. ¿A quién me refugiaré si no vengo a ti? ¿si tú me arrojas quien podrá darme asilo? ¿Si tú me desprecias quien me acogerá? Así Dios mío reconóceme pues busco tu clemencia: si soy vil é inmundo, tú puedes purificarme; si soy ciego, tú me puedes iluminar; si estoy enfermo, tú me puedes sanar; si estoy muerto, y sepultado en mis iniquidades, tú puedes resucitarme; porque tu misericordia es mayor que mi miseria; y se bien que eres más poderoso para perdonar, que yo débil para, delinquir. No me desprecies Señor, ni atiendas a la multitud de mis iniquidades; sino, antes bien, según la multitud de tus misericordias, ten misericordia de mí, y sé propicio conmigo, que soy el más grande pecador. Clemencia, mi Padre, misericordia, mi Dios, perdón, mi Salvador, y por tu sangre preciosa, por tu pasión y muerte de cruz, conduce mis ideas, y mis resoluciones a una verdadera penitencia, a una sincera y dolorosa confesión, y a una digna satisfacción de todos mis pecados. Amén.


PRIMER DÍA
¡Oh buen Jesús! oh Piadosísimo Jesús, Dulcísimo Jesús, o Jesús hijo dé María Virgen lleno de misericordia y de piedad: ¡Oh dulce Jesús! ten piedad de mi según tu grande misericordia! ¡o Jesús Clementísimo! Yo te ruego por la sangre preciosísima que quisiste derramar por los pecadores; que laves todas mis iniquidades, vuelvas tus divinos ojos a este pecador indigno y miserable, que pide humilde él perdón, é invoca tu santo nombre de Jesús. ¡Oh nombre de Jesús, nombre dulce! ¡oh nombre de Jesús! Nombre lleno de deleites, oh nombre de Jesús, nombre que conforta; porqué ¿qué otra cosa es Jesús sino Salvador? Así ¡o dulce Jesús! por tu santo nombre, sé para mi Jesús y salvarme; no permitas que se condene pues aquel a quien tu mane creó de la nada. Oh buen Jesús, no me pierda mi iniquidad, pues soy el mismo a quien hizo tu omnipotente bondad. ¡Oh dulce Jesús! reconoce en mi lo que es tuyo; y quita lo que es ajeno. Oh benignísimo Jesús! ten piedad de mí, ahora que todavía es tiempo de misericordia no me condenes cuando llegue el formidable tiempo de tu juicio. ¿Qué utilidad habré sacado de tu preciosa sangre, si soy entregado a la eterna corrupción? Mira Señor Jesús que no son los muertos, ni los que descienden al infierno los que han de pronunciar tus alabanzas. ¡Oh amantísimo Jesús! Oh Jesús miles de veces deseado, o mansísimo Jesús! Oh Jesús, Jesús, Jesús, admíteme a entrar en el número de tus escogidos. ¡O Jesús, salud de los que creen en ti! Oh Jesús, consuelo de los que se refugian á ti! Oh Jesús, dulce remisión de todos los pecadores! Oh Jesús, hijo de María Virgen, infúndeme tu gracia, tu sabiduría, tu caridad, tu humildad; para que pueda amarle perfectamente, alabarte, gozarte, servirte, y gloriarme en ti: lo cual pido también para todos los que invocan tu santo nombre, que es Jesús. Amén.

ADORACIONES
¡Oh Señor mío Jesucristo! yo te adoro pendiente en la Cruz, y sufriendo en tus sagradas sienes una corona de espinas: yo te ruego que tu Cruz adorable me libre del Ángel exterminador. Amén.
Padre nuestro y Ave María

¡Oh Señor mío Jesucristo! Yo te adoro llagado con la cruz y martirizas tus sedientas fauces con hiel y vinagre: yo te ruego que esas tus llagas sean el remedio de mi alma. Amén.
Padre nuestro y Ave María.

Oh Señor mío Jesucristo! por aquella amargura que por mi miserabilísimo sufriste en la Cruz, principalmente en la hora en que tu nobilísima Alma salió de tu bendito Cuerpo: yo te ruego, que cuando mi alma sal ira de este cuerpo mortal, tengas misericordia de ella, y la guíes, é introduzcas a la vida eterna. Amén.

¡Oh Señor mío Jesucristo! yo te adoro en tu descendimiento al seno de Abrahán, a sacar las almas santas allí detenidas: yo te ruego no permitas que mi alma baje a los abismos. Amén.
Padre nuestro y Ave María.

¡Oh Señor mío Jesucristo! yo te adoro resucitando de entre los muertos, subiendo a los cielos, y entronizado a la diestra del Padre: yo te ruego que me hagas merecedor de seguirte y ser presentado a ti en la bienaventuranza.
Amén.
Padre nuestro y Ave María.

¡Oh Señor mío Jesucristo! buen pastor conserva á los justos, justifica a los pecadores, ten piedad de todos los fieles, y sé propicio con este miserable pecador. Amén.

¡Oh Señor mío Jesucristo! yo te adoro puesto en el sepulcro, y embalsamado con mirra y aromas: yo te ruego, que tu muerte sea para mi vida y resurrección. Amén.
Padre nuestro y Ave María.

Elevemos ahora el corazón hasta el solio del Señor, y presentándole nuestras necesidades impetremos el socorro deseado.


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
A ti ¡oh Padre clementísimo! a ti dirigimos nuestras oraciones y gemidos, para que no libres de esta plaga pestífera y funesta, con que estamos afligidos, y que nos ha llenado de luto y desolación. En medio de tu grande ira, acuérdate de tus misericordias, y quita propicio el mal desolador epidémico que tu indignación ha difundido entre nosotros por nuestros vicios y deméritos. Manda ya a el ángel tuyo que nos hiere, que vuelva a la vaina la espada vengadora, no sea que siga hiriéndonos hasta exterminarnos. Perdona a nuestras almas, y no concluyas con la peste. Vuelve hacia nosotros, vuélvete hacia nosotros, Señor, y permite que estos tus siervos te dirigen y tu oigas sus deprecaciones. Basta ya, Dios mío, cese ahora mismo tu mano de castigarnos, según merecen nuestros pecados, porque tu eres nuestro Dios, que con el Padre y el Espíritu Santo, vives y Reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Tres salves a María Santísima

ORACIÓN
¡Oh María madre de Dios y virgen llena de gracia! Verdadera consolación de todos los atribulados que claman a ti: por aquel gozo inefable que te llenó de consuelo cuando conociste que mi Señor Jesucristo había resucitado impasible de entre los muertos al tercero día: yo te ruego que en esta calamidad seas el consuelo de mi alma, é intercedas también por mí con tu Santísimo Hijo el Unigénito de Dios, cuando en el día novísimo haya de resucitar, y vaya a dar cuenta de todas y cada una de mis operaciones: entonces, o piadosa Virgen María, dígnate ayudarme, para que por tu medio pueda evitar la sentencia de perpetua condenación, y merezca con los escogidos de Dios llegar felizmente a los eternos gozos de la gloria. Amén.



SEGUNDO DÍA
¡Oh buen Jesús! ¡Oh amable Salvador mío! ¡Oh dulce Jesús! o único auxilio mío! he aquí que yo el más pobre de todos los mortales, vengo á ti, y me postro ante los pies de tu piedad, solicitando humildemente, que te dignes perdonarme. ¡Oh dulce Jesús! en remisión de mis pecados te ofrezco tu inmensa, caridad, la misma por la cual no te desdeñaste hacerte hombre, y entregarte por espacio de treinta y tres años a numerables trabajos y persecuciones. Yo te ofrezco en cumplida satisfacción de mis delitos la angustia, el sudor, la sangre, las injurias, las blasfemias, los azotes y los tormentos, que en la noche de tu pasión sufriste en el huerto y en las casas de Anás y de Caifás. Yo te ofrezco la humildad y la paciencia que manifestaste, cuando los satélites de Satanás te azotaban atado a la columna; cuando te coronaban de espinas; cuando te cubrían de una purpura andrajosa, como á rey de burlas; cuando te escarnecían con mofadoras salutaciones; y arrojaban inmundas salivas a tu rostro, y herían con una caña tu sagrada cabeza. Yo te ofrezco la debilidad y languidez de tu afligido cuerpo; tus sangrientas huellas y el peso grave de la cruz, que tomaste por mi amor sobre tus hombros. Dulce Jesús, yo te ofrezco por paga de mis pecados los dolores, que padeciste, cuando los sayones arrancaron con cruel violencia de tu cuerpo la túnica que por la sangre cuajada estaba unida fuertemente la carne y a los huesos: y te ofrezco los dolores que sufriste cuando con duros clavo y con dolorosa violencia permitiste que de manos y pies te enclavaran en la Cruz. Clementísimo Jesús, yo te ofrezco la mansedumbre, con quo sufriste los insultos y oprobrios de los impíos, que te escarnecían, cuando estabas pendiente en la Cruz. Yo te ofrezco la intolerable sed, con que allí eras afligido; todas y cada una de las gotas de tu preciosa sangre; aquellos horrendos tormentos que padeciste, cuando hecho presa de las aflicciones, de los martirios y dolores destituido de todo consuelo interior y exterior; desamparado de Dios y de los hombres; fijado miserablemente en un patíbulo dé infamia; estabas pendiente entre el cielo y la tierra en medio de dos pésimos malhechores. Yo te ofrezco aquella humildad y reverencia con que inclinada la cabeza encomendabas al Padre tu espíritu. Yo te ofrezco aquella sangre y agua, que manó de tu costado abierto por la lanza del soldado. Todo esto te ofrezco, dulce Jesús mío, y por todo te doy las gracias que puedo; rogándote humildemente que me condones mis pecados; que quites la culpa y la pena; que, purifiques mi alma de todas las reliquias de mis crímenes, y finalmente la guíes a la vida eterna, donde con el Padre, y el Espíritu Santo, vives por todo los siglos. Amén.


TERCER DÍA
¡Oh buen Jesús! ¡o dulce Salvador mío! ¡Oh ungido de Dios! o amable Redentor de los hombres! ó Señor del universo, bajo cuya potestad están sujetos todos los acaecimientos; cuya diestra maneja la espada que nos hiere, y aplica el bálsamo que sana nuestras heridas; y de cuyo arbitrio todo desprende sin que haya quien pueda resistir ni hacer ilusorias las disposiciones de tu soberana voluntad. Tú, Jesús de mi amor, que por hacerme salvo y libertarme de la eterna muerte te dignaste nacer, morir y resucitar: por el misterio de tu sacratísimo cuerpo y por tus cinco llagas, y por la efusión de tu preciosa sangre, ten misericordia de nosotros, cuanto conoces que es necesario a nuestras almas, y a nuestros cuerpos: libranos de la potestad del demonio, y de todo lo que sabes que nos angustia y aflige: consérvanos en tu santo servicio; corrobóranos en la virtud; y danos verdadera enmienda, y espacio de digna penitencia. Tu sangre preciosa, o Señor mío Jesucristo tu sangre preciosa por nosotros derramada me sea en remisión de mis delitos, e ignorancia en robustez y aumento y conservación
de la fé, de la esperanza y de la caridad; de las gracias y de las virtudes; en cautela de la vida; en adopción de la gloria eterna; en paz de la Iglesia; salud y acierto a todos sus pastores; perseverancia a los justos; conversión de los pecadores; en luz de los gentiles y herejes; en paz a las familias y al Estado; y en descanso a todos los fieles difuntos para que todos con tus santos merezcamos gozarte en la gloria. Amén.



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