VISITA DE LAS SIETE CASAS O SANTOS
MONUMENTOS
PARA EL JUEVES SANTO
PRIMERA VISITA
Considera
cual iría Cristo con el dolor de la despedida de su Santísima Madre, pensando
en la orfandad en que quedaba: y él, A qué Pasión tan dolorosa iba. Las agonías
del Huerto, etc. ¡Cuáles irían los
Apóstoles de amedrentados! ¡Qué asombrados con la oscuridad de la noche! La
soledad del camino; y el recuerdo de las funestas profecías. ¡Oh y qué callados,
suspensos y tristes caminarían! Míralos a todos, y a cada uno cuál van. ¡Qué
palabras tan suaves les diría Jesús! ¡Y qué olvidado de sus penas consolaría la
de ellos! Todos los puntos se han de acompañar con fervorosos afectos de amor,
agradecimiento y compasión. Y especialmente de imitación suya en el
silencio,
modestia y devoción. Como irían los Apóstoles con Cristo, y así has de procurar
andar las estaciones. En la Iglesia primera se rezará devotamente
una
Estación al Santísimo Sacramento, que son seis Padre nuestros, y seis Ave
Marías con Gloria Patri, que ofrecerá por las necesidades de la Iglesia y de la
nación, pidiéndole el remedio de ellas; y para ti que te libre de malos pasos,
y de toda ocasión pecaminosa. Si trata o desea tratar de oración, pídale que lo
lleve a ella consigo, que le dé gracia para que no se duerma, etc.
OFRECIMIENTO
¡Oh
Dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones a aquellos
dolorosísimos, pasos, con que para redimirme salisteis del Cenáculo, y
llegasteis al Huerto donde orasteis en agonía, fuisteis desamparado de todos
vuestros amigos, y preso con sumo dolor e ignominia. Bendígaos, Señor, por esta
fineza todas las criaturas, hombres y Ángeles, con su Reina y Aladre vuestra,
la Santísima Virgen María. V yo por la misma os suplico me deis gracia para que
la reconozca, logre é imite. Ordenad, Señor, todos mis pasos al cumplimiento perfecto
de todos vuestros mandamientos, y
obligaciones mías, con perseverancia en vuestra compañía basta una buena
muerte, por cuyo medio pase a gozarte en la gloria por los siglos, de los
siglos. Amen.
SEGUNDA VISITA
DEL HUERTO A CASA DE ANÁS
Aquí
irás considerando la crueldad con que habiendo hecho asalto, como en manso
Cordero, en el Salvador, aquellos lobos rabiosos, y sangrientos leones de sus
enemigos, lo herían y despedazaban, y alado con fuertes cordeles le llevaban preso
por las calles públicas de Jerusalén, con grande algazara y vocería, como si
fuese algún insigne salteador. ¡Oh Salvador mío! y cual os trae como malhechor,
el ser único bienhechor mío, y de todos, y de esos mismos que así os llevan.
Mira como unos le ponen esposas o apretados lazos a las dos manos, hasta
reventar sangre por las uñas, otros le echan sogas al cuello, y tirando, le
hacen caer con ímpetu en tierra y le arrastran por ella, le hieren con palos,
le escupen, abofetean, y baldonan. ¿Este es Hijo de Dios? ¿Este es Rey de cielo
y tierra? ¿Así tratan a Dios los hombres? ¿Así anda Dios por los hombres, rodando
entre los pies de los más viles del mundo? ¡Oh! cuánto tienes aquí que pensar!
Piensa que como el silencio y deshora de la noche era mucho, y la gritería
tanta, todos saldrían alborotados á las puertas y ventanas, preguntándose unos a
otros: ¿Qué es eso? ¿A quién llevan? Y la respuesta: A Jesús Nazareno llevan preso:
¿A quién? a Jesús? ¡A Jesús llevan así! ¡Jesús, qué monstruosidad! Así preso
con esta behetría, llegó a casa de Anás: ¡oh qué clamores al entrar! ¿Qué
hablarían los de casa con los de afuera? Aquí has de considerar como el
Salvador examinado de Anás, en su Doctrina y Discípulos, llevó la bofetada del
excomulgado Sayón, le negó San Pedro, y mirándole el Señor piadosamente, le
convirtió.
Llegando
a la Iglesia, rezarás la Estación con este
OFRECIMIENTO
¡Oh
Dulcísimo Redentor de mi alma! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, a
aquellos dolorosísimos pasos, que para redimirnos disteis desde el Huerto a la
casa de Anás, preso, atado, maltratado é infamado, como público malhechor. Bendígaos
con eternas alabanzas, gloria y honra, todas las criaturas humanas y angélicas,
con su Reina y Madre vuestra, la Santísima Virgen María; y yo por su
intercesión y agonías de este paso, os suplico me libréis de las duras
prisiones del pecado, de los lazos del demonio, de la esclavitud del mundo, de
las abominables cadenas de la carne; para que puesto por los méritos de vuestra
Pasión en la verdadera libertad de hijo de Dios, pase como tal por medio de una
buena muerte, a la herencia eterna de la Gloria, en que os goce por los siglos
de los siglos. Amen.
TERCERA VISITA
DE LA CASA DE ANÁS A LA DE CAIFÁS
Considera
la crueldad y desprecio con que le llevaban los soldados, continuando los
baldones, golpes y malos tratamientos. Compara la grosera inhumanidad de los sayones,
con la humilde compostura de Cristo paciente. Mírale el rostro trasudado,
descolorido, acardenalado, escupido, y el silencio y paciencia con que sufre
todos estos malos tratos. Pondera lo que piden y hacen contra el Salvador sus
verdugos, el modo, atrocidad, é impiedad con que lo llevan arrastrando y por el
contrario: el modo con que el mansísimo Cordero se deja despedazar de aquellos
lobos infernales, su dolor y su vergüenza. Llegando a casa de Caifás, considera
la vocería con que le acusaban sus enemigos; el sobrecejo y soberbia con que le
examinaron los inicuos Jueces; la modestia y gravedad con que confesó Cristo la
verdad de su Divinidad; el escándalo con que se taparon los oídos por no oírle
como á
blasfemo:
la iniquidad con que todos le condenaron, y entregaron como tal a los soldados,
se entretuvieron burlándose de él como loco, escupiéndole, abofeteándole y
vendándole los ojos por escarnio, hasta que, cansados de maltratarle, le tiraron
en un aposentillo bajo, oscuro é inmundo. Piensa en ir a hacerle compañía y
consolarle, y en lo que le dirás.
Llegando
a la Iglesia, harás lo mismo que en las otras, y este:
OFRECIMIENTO
¡Oh
dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, en memoria de
aquellos dolorosísimos pasos, que para redimirnos disteis de la casa de Anás a
la de Caifás, donde fuisteis condenado, burlado y afrentado atrocísimamente. Alábeos
con eternos cánticos todos los coros celestiales, las criaturas todas, y sobre
todas la Reina de los Ángeles María Santísima, Madre vuestra, y Señora nuestra:
por cuya intercesión y por los tormentos de este paso, os suplicamos nos
libréis de las crueles acusaciones del enemigo en la hora de la muerte y juicio
particular, de sus tentaciones, engaños y falsedades, para que absuelto por vuestros
méritos en el Tribunal de vuestra Misericordia, entremos a gozar el fruto de
vuestra Pasión en la gloria. Amén.
CUARTA VISITA
DE LA CASA DE CAIFAS A LA DE PILATO
Primeramente,
mira con atención de pies á cabeza cual va el Salvador con la mala noche, tormentos
y congojas, desfigurado, traspasado, mortal y debilitadísimo, aladas las manos,
los pies descalzos, el vestido descompuesto, el rostro lastimado, y todo hecho
un retablo de dolores. ¡Mírale cuál va por ti! Y cuántos y qué tales pasos le cuestas.
Aplica aquí aquellas seis circunstancias: ¿Quién padece? ¿Qué padece? ¿Por
quién padece? ¿De quién padece? ¿Con qué modo padece? Y el amor infinito con
que padece, haciendo especial fuerza en que padece por mí en particular, como si
no hubiese otro en el mundo. Llegando a casa y presencia del presidente, mira
la gritería, fuerza y empeño con que le acusan: los testimonios falsos tan
atroces y feos que le achacan, la multitud de los que á porfía le acusaban, sin
ver uno siquiera que le defendiese: el silencio, mesura y mansedumbre, en medio
de tan fieros enemigos, que admiró á Pilato, el examen y duda de este por muy
político, y la constancia del Salvador en callar y no defenderse. ¡Mira qué al revés
lo haces tú! Dios defiende a quien se pone así, y a todas sus causas en sus
manos.
Llegando
a la Iglesia, luirás lo mismo que en las otras, y este:
OFRECIMIENTO
¡Oh
Dulcísimo Salvador mío! yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, en reverencia
de aquellos penosísimos pasos ¡pie de casa de Caifás disteis á casa de Pílalo,
donde fuisteis acusado de innumerables enemigos, sin bailar persona alguna en favor
de vuestra inocencia. Bendígaos todos los coros de los Ángeles con su Reina la
Virgen Santísima, vuestra Madre, y nuestra abogada; y todas las criaturas en oposición
a estas injurias os alaben y glorifiquen: con cuyas voces y por cuya
intercesión os suplico, Salvador mío, por vuestra dolorosa Pasión, me defendáis
en el Tribunal de vuestra Justicia, de las acusaciones del enemigo, por medio
de vuestros Santos Ángeles, y con especialidad por el de mi guarda, y
singulares abogados, para que defendido de su intercesión y vuestras misericordias,
a pesar de mis enemigos, pase libre a gozaros en la Gloria, por los siglos de
los siglos. Amén.
QUINTA VISITA
DE LA CASA DE PILATO A LA DEL REY HERODES
Considera
en el desamparo sumo de Jesús, y como uno solo que conoció su justicia, y
pudiera y debiera defenderla, que fue el presidente Pilato; amedrentado de
respetos humanos, por huir la dificultad lo remitió al Rey Herodes, hombre
torpe y cruel. Considera entre qué gente andaba el Salvador, de qué manos, y en
qué peores venía a dar su causa: Mira a qué hombres se sujetó el Hijo de Dios,
conociéndolos y sabiendo lo mal que había de obrar. Pondera ¡cuál iría el
Salvador! ¡Cuáles los verdugos de impacientes y crueles! ¡Qué dirían los que le
encontraban! Los amigos, ¡qué sentirían! ¿Qué blasfemarían los enemigos? Finalmente,
llegando a presencia de Herodes, pondera la fuerza y atrocidad con que le
acusaban sus enemigos; la astucia y la curiosidad con que le aplaudía Herodes
porque le hiciese algún milagro en su presencia; el constante silencio del Señor
no queriendo admitir su favor, ni hacerle gusto. Al fin le despreció Herodes
como á grosero y simple, vistiéndole por escarnio una vestidura blanca, y lo
mismo hicieron los de su guardia del palacio.
Llegando
a la Iglesia, harás lo mismo que en las otras, y este:
OFRECIMIENTO
¡Oh
dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, en reverencia
de aquellos penosísimos pasos con que fuisteis remitido do Pilato á Herodes,
avergonzado en las calles públicas, y despreciado del torpe Rey. Bendígaos
todas las criaturas con su Soberana Reina la Virgen María, por cuyos ruegos os
suplico, y por estos pasos, paséis mi causa, en el día de mi juicio, del rigor
de vuestra Justicia a la piedad de vuestra misericordia, por la cual y por
vuestros méritos, la sentencia de muerte eterna, que justamente merecen mis
culpas, se conmute en decreto de vida eterna, donde os goce para siempre. Amen.
SEXTA VISITA
VUELTA DE LA CASA DE HERODES A LA DE PILATO
Considera
la nueva gala que recibió el Salvador en casa de Herodes, y cómo trata el mundo
a la divina Sabiduría, y gala que hace la burla en motejarla y despreciarla: la
misma ignorancia é infernal necedad, desprecia así a la sabiduría del Padre:
¿qué mucho trate así a la virtud que solo es la verdadera Sabiduría? Considera
cuántas veces lo has hecho así, y confúndete. Pondera los apodos, dichos y
risadas de todos los que le encontraban, qué dirían, y la paciencia, y
mansedumbre con que lo sufría todo. Contempla aquí el juicio, aprecio y
graduación del mundo, para no hacer caso ni de sus desprecios, ni de sus
aprecios; pues así trató a su Salvador. La novedad y confusión que causaría Pilato,
que como prudente del siglo había hecho alto concepto del Salvador, ver la
grosera tosquedad con que le había tratado Herodes, y el nuevo cuidado en que
le pondría su vuelta. Pondera la fatiga y vergüenza con que volvería a sus ojos
Jesús, las nuevas quejas, acusaciones de sus enemigos, y pláticas de sus
enemigos con el Salvador. Mira las dolorosas Estaciones que anduvo el Señor
dentro de la casa de Pilato, de la Sala de Audiencia al corredor donde fue
azotado, ¡oh y con qué crueldad! Del corredor al medio del atrio, donde otra
vez desnudo le vistieron la púrpura, y coronaron de espinas como á Rey de
burlas. Del atrio al balcón donde mostrándolo al pueblo, dijo el presidente: Ecce
Homo: le pospusieron á Barrabas, y le pidieron para dar la muerte. Del
balcón, otra vez al Tribunal, donde después de varias averiguaciones fue
condenado a ser crucificado entre dos ladrones. ¡Oh qué cosas llevas que
meditar en esta Estación!
Llegando
a la Iglesia, harás lo mismo que en las otras, y este:
OFRECIMIENTO
¡Oh
Dulcísimo Redentor mío! Yo os ofrezco esta Estación y Oraciones, a aquellos
injuriosísimos pasos, que disteis de la casa de Pilato a la de Herodes, repelido,
y de Herodes á Pilato, despreciado, y en casa de este, para ser azotado,
coronado y escarnecido, pospuesto á Barrabas, y condenado a muerte. Bendígaos
todas las criaturas, con su Reina, vuestra Madre la Santísima Virgen, por cuya
intercesión y vuestros méritos os suplico me deis gracia para despreciar los
juicios errados del mundo, me libréis de la eterna ignominia del infierno y
pesadas burlas de los demonios, me escojáis entre vuestros predestinados; y con
ellos me llevéis á ser coronado en la gloria y reinar con vos, Rey Eterno, por
los siglos de los siglos. Amén.
ULTIMA VISITA
DE CASA DE PILATO AL MONTE CALVARIO
Pondera
el alboroto que causaría en aquel inmenso pueblo, que aguardaba la sentencia
del Salvador, la alegría de sus enemigos, la congoja de sus amigos, y la confusión
de todos. Cuando llegase la voz de esta sentencia a oídos de su dulcísima Madre,
¡qué golpe baria en su tiernísimo corazón! ¡Qué dolor! ¡Con qué sentimiento
saldría de su casa para encontrar a su Hijo, acompañada de San Juan y las otras
santas Mujeres, todas atravesadas y mudas de dolor! Puesta en orden aquella
funesta Procesión, saldría con su Cruz a cuestas el Salvador delante de los dos
Ladrones. Míralos a todos cuáles van, y esencialmente a Cristo, qué oprimido
con la Cruz, cayendo y levantando: ¡la crueldad, gritería e injurias con que a
empellones lo levantan los verdugos! Al doblar de una calle, en un repecho alto
se encontró con su angustiada Madre, paróse á mirarla, y miróle la Madre, ¡oh
qué vista! Aprende a mirar a Cristo de su Madre, ¡cómo lo miraría la Santísima
Virgen! Y el dulcísimo Jesús, ¡con qué ojos miraría a su Madre! Pídele que te
enseñe a sentir y llorar sus penas. ¡Cómo le seguiría después la Virgen por el
rastro de la Sangre! ¡Qué lágrimas! ¡Qué sentimientos los suyos! ¡Cómo llegaría
al Monte Calvario! ¡Qué sentiría la Madre purísima en la crucifixión de tal
Hijo! ¡Como le miraría pendiente en la Cruz tres horas! ¡Como le atravesaría el
Corazón con las palabras que habló! ¡Cuando vió que se le arrancaba el alma, y
espiraba entre tantas agonías, qué haría la suya! Y al romperle el costado con
la lanza, bajarle de la Cruz despedazado, y ponerle en el sepulcro, ¡quién
podrá tantear su dolor! Pídele que te lo comunique, y tendrás que pensar años
enteros.
Acabada
la Estación, harás el siguiente:
OFRECIMIENTO
¡Oh
dulcísimo Salvador mío! yo os ofrezco estas Estación y Oraciones, a los acervos
pasos que vos, y vuestra dulcísima Madre disteis por la calle de la Amargura
hasta el Monte Calvario, y a los inexplicables tormentos que padecisteis ambos.
Alábeos y glorifíqueos todas las Criaturas, y yo con las voces de todas, con
las cuales os suplico por los amarguísimos pasos, y sentimientos de vuestra Madre,
me favorezcáis en el amargo paso de la muerte, librándome del encuentro de los
demonios y asistiéndome de guarda y guía con vuestra Santísima Madre, y
recibiendo mi alma en brazos de vuestro amparo, la pongáis salva en la gloria, donde
os alabe por todos los siglos de los siglos. Amén.
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