NOVENA DE JESUSITO
MILAGROSA IMAGEN EN MINIATURA DE NUESTRO SEÑOR SEPULTADO
Guatemala, C. A.
ADVERTENCIA
Esta novena se puede hacer en cualquier tiempo del año, pero especialmente empezarla el Viernes Santo, que es día del Entierro de Cristo, para acabarla en sábado, víspera del domingo de Cuasimodo, o de la visita, que son los días más apropiados.
ACTO DE
Dulce
Jesús de mi vida, y querido dueño de mi alma, postrado ante vuestro sepulcro,
adoro ese sagrado cuerpo, que, aunque descoyuntado y llagado con los golpes y
tirones de los verdugos, pero siempre unido a la Divinidad, lo alabo con el más
encendido afecto, y espero que, usando de tu clemencia con este ingrato
pecador, que, arrepentido de ofenderte, suplica le concedas el perdón de sus
culpas, y le deis la calidad sobrenatural de tu Divina Gracia. Amén.
DÍA PRIMERO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que después de haber expirado, estando tu santísima Madre con
la nueva angustia de como daría honorífica sepultura a un adorable cuerpo, vió
venir hacia el calvario una multitud de gente, que dio cuidado a tu lastimado
corazón, recelando no fuesen a hacerlo acrecentar los ultrajes a tu divina
persona, lo que observado por tu discípulo amado, la consoló diciendo, no temas
que es José de Arimatea y Nicodemo, con otros criados suyos, y todos son amigos
y siervos de vuestro hijo y mi Señor. “siendo efectivo, pues, Arimatea habiendo
entrado a Pilatos a pedir tu divino cuerpo para darle honrosa sepultura, lo
consiguió su piadoso afecto” ¡Oh Señor! Así como estos hombres tuvieron la
dicha de prestaros sus obsequios, así nosotros te suplicamos, nos concedas
auxilios eficaces para servirte, siempre guardando tu Santísima Ley. Amén.
ORACIÓN PARA TODOS LOS
Amado
Redentor del mundo, que terminando los tormentos de tu pasión, descendió su
bienaventurada alma al seno de los santos Padre, que llenos de alegría y de complacencia
con la compañía de tu libertador, comenzaron a gozar de inefables delicias y a
disfrutar de la perdurable hartura, para donde había sido criados, entre tanto
que tu cuerpo, quedando en la solitaria mansión del sepulcro, toda la noche del
viernes permaneció hasta el domingo por la mañana, que resucitando glorioso, se
cambió la tempestad de azotes y de sangre, en galas de victorias, las
blasfemias de los judíos, en aplausos de los Ángeles y agradecimientos de todas
las almas, que, habiendo esperado tanto tiempo, vieron llegando el día de su
rescate y libertad. Suplicámoste Señor, que como glorificaste a los Santos
Padres, regocijéis también a nosotros, pues somos como ellos, hijos y hechuras
vuestras, formados a vuestra imagen y semejanza, y destinados a la
bienaventuranza del cielo, y que exentos de los males que pueden extraviarnos
de las sendas de la gracia, nos asegures el consuelo que necesitamos en este
destierro, y nos libres de las pestes, rayos, temblores, necesidades,
discordias y todo aquello que os aflige en la vida humana, según nos convenga
en el orden de tu adorable providencia, principalmente rogamos por nuestra religión
santa, y que el huerto de vuestra iglesia se mantenga siempre verde y florido a
pesar de las borrascas de nuestro siglo, y que después de unos días tranquilos
y sosegados descansemos por algún tiempo en el seno del sepulcro; y resucitando
adornados de la hermosura de la juventud, y revestidos de las cuatro dotes de
gloria, cantemos vuestras alabanzas y bendigamos tus misericordias en la Jerusalén
celestial, gozando el torrente de delicias que inunda la santa ciudad. Amén.
Se
rezan cinco Padres Nuestros, Aves María y Glorias, y luego la siguiente:
ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA
Dios
te salve amorosísima Madre de todos los afligidos, Dios te salve, regalado bien
de los desconsolados, Dios te salve dulcísima Virgen María, relicario precioso del
Dios vivo, agradable reclinatorio del Verbo Eterno, y vergel cerrado del
Espíritu Santo. Dios te salve suavísima protectora de todos los atribulados y
desvalidos, por aquella leche que mamaste, y por las lágrimas que vertiste, te suplicamos
Señor, nos asistas y fortalezcas en las penas que padecemos, por esas entrañas
llenas de misericordia, por ese pecho colmado de clemencia reiteramos, que nos
asistas, y des una mirada a nuestro angustiado corazón, y remedies en el modo
conveniente, los tormentos que le oprimen, por el desconsuelo que padeciste,
cuando dejando a tu querido Hijo sepultado, te volviste a apesarada a la casa
de tu habitación, no nos desasistas en estos padecimientos y trabajos, si no
fuere del agrado divino, alcánzanos, que estando bien dispuestos, salgamos de
este triste mundo al descanso de la vida eterna. Amén.
Una
Salve.
DÍA SEGUNDO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que habiendo salido Arimatea con el permiso de Pilatos para
bajarte de la Cruz y dar sepultura a su cuerpo, llamó a Nicodemo que también
era justo, con valeroso esfuerzo resolvieron darte sepultura, para cuyo fin
Arimatea previno la sábana en que envolverte y Nicodemo compró cien libras de
los aromas con que los judíos acostumbran ungir a los difuntos de mayor
nobleza, con esta prevención y de otros instrumentos, caminaron al calvario, y
acompañados de sus criados, y de otras personas pías. Suplicámoste Señor, que,
imitando la piedad y virtudes de estos Santos Varones, empleemos la vida
temporal únicamente en serviros, para gozarte en la eterna. Amén.
DÍA TERCERO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que teniendo Arimatea un sepulcro nuevo, en el que nadie se
había depositado, con generoso ánimo determinó, que tu Santísimo Cuerpo fuese
llevado a él. ¡Oh Señor! Que, aunque
para recibir tan infinito tesoro, no es bastante digno el palacio más brillante
de rubíes, ni la luz admirable de los cielos, quiste, no obstante, admitir el
monumento, que el amor de este hombre os previno. Suplicámoste Señor, que, así
como el, te tributemos nosotros el afecto más tierno y amoroso, y todo cuanto
valgamos. Amén.
DÍA CUARTO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que después de desclavado tu cuerpo y ungido con los olores,
fue puesto en el féretro, levantado este para llevarlo al sepulcro, San Juan, José
de Arimatea, Nicodemo y el Centurión, que con devoción y afecto te condujeron,
seguidos de tu Santísima Madre, Santa María Magdalena y otras piadosas mujeres,
hasta llegar al lugar de tu sepultura, donde dejaron al regalado bien de su
corazón. Suplicámoste Señor, que, así como los que te sepultaron, seamos
siempre piadosos y obedientes, a tu santo servicio. Amén.
DÍA QUINTO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que estando ya sepultado tu divino cuerpo, antes de cubrirle
con la lápida, le adornaron todos los que habían venido al Calvario, movidos de
luz divina, después de la lanzada y que acompañando tu lastimoso entierro,
tuvieron la dicha de verte conducir y poner en el sepulcro, de ver poner la
lápida, quedando así cerrado el monumento, volviéndose todos como lo hizo tu
bendita Madre, que regresando para la casa del cenáculo, iba viendo con las
calles de Jerusalén, regadas con tu inocente sangre. Suplicámoste Señor, que, así
como estas personas te acompañaron, lo hagamos nosotros, nunca apartándonos de
tu santa gracia. Amén.
DÍA SEXTO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que, impulsadas del amor, salieron las Marías, el sábado por la
tarde de la casa del cenáculo a la ciudad, acompañadas de otras mujeres santas
a comprar ungüentos aromáticos, para madrugar el día siguiente a adorar y ungir
de nuevo tu sagrado cuerpo. Con este devoto intento, se encaminaron el domingo
muy de mañana, al lugar del monumento, y habiendo venido de noche, cuando
llegaron al sepulcro ya era salido el sol, porque ese día se anticipó las tres
horas que se obscureció en tu muerte. Suplicámoste Señor, que imitando de
continuo el amor de estas santas mujeres, nos conservemos en tu gracia hasta la
muerte. Amén.
DÍA SÉPTIMO
ORACIÓN
Señor mío Jesucristo, que, aconteciendo un
gran temblor o terremoto muy espantoso, y al mismo tiempo un Ángel abrió el
sepulcro, arrojó la loza que la cubría y cerrada la puerta, con cuyo estrépito,
cayeron desmayados los guardias, que en el día anterior había puesto Pilatos a
petición de los judíos, quedando como muertos. Las Marías entraron al monumento,
no viéndote en él, por haber resucitado antes del anunciado terremoto, y observando
que el Ángel estaba sentado sobre la piedra con refulgente rostro, les
dijo: “no temáis, se que buscáis a Jesús
Nazareno, no esta aquí, ha resucitado”. Luego vieron otros dos sentados a los
lados del sepulcro, que entre otras cosas les dijeron: “id luego y dad noticia
a los discípulos, y a Pedro que vayan a Galilea, donde lo verán”. ¡Oh Señor! Que
buscándote estas santas mujeres sepultado, merecieron la dicha de que los
paraninfos del Cielo, te anunciaron resucitado. Por estos misterios
sacrosantos, rendidamente pedimos nos concedas auxilios abundantes, para que,
siendo fieles en servirte y visitando tu sepulcro, te encontremos resucitado,
participando de tu gloria. Amén.
DÍA OCTAVO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que habiendo contado las Marías a los Apóstoles lo que habían
visto, San Pedro y San Juan, deseando certificarse por sus ojos, partieron a
toda prisa al monumento, y vieron los sudarios apartados del sepulcro, y que tu
sagrado cuerpo no estaba en él, volviéndose a dar cuenta a los demás, de lo que
admirados habían visto. Los guardias del monumento, con el resplandor del Ángel
y el temblor de tierra, estaban sin sentido, volvieron en sí, y reconociendo el
sepulcro vacío y sin lápida, fueron a dar cuenta a los Sumos Sacerdotes,
quienes se juntaron en el Sanedrín, para desmentir la maravilla, y acordaron
ofrecer a los guardias mucho dinero con que sobornados dijesen, que mientras
dormían, vinieron los discípulos y robaron tu sagrado cuerpo del sepulcro. Suplicámoste
Redentor amabilísimo, que como aterraste a los viles gusanos de los guardias,
que presumían guarnecer a su Majestad infinita, y poder incomparable, intimides
también a todos nuestros enemigos, haciéndoos vencedores con la gracia. Amén.
DÍA NOVENO
ORACIÓN
Señor
mío Jesucristo, que, volviendo las Marías al lugar del monumento, compelidas de
amoroso afecto, se distinguió la Magdalena, que con mayor fervor y lágrimas
entró a reconocer el sepulcro, y como no viese tu adorable cuerpo, se salió
fuera del huerto donde estaba el sepulcro, y apareciéndote sin ser reconocido
por ella, le dijiste: “Mujer, ¿Por qué lloras? ¿a quien buscas?” y ella juzgándote
por hortelano respondió: “Señor, si vos le habéis tomado, decidme donde le tenéis,
que yo le traeré”. Entonces llamándole por su nombre te conoció por la voz,
prorrumpiendo: “¡Maestro mío!” y arrojándose a sus pies fue a quererlos tocar,
pero tu le previniste que no los tocara porque no habías subido a tu Padre,
donde estabas de camino, y que volviera y avisase de ello a los Apóstoles. Partiéndose
con esto, llena de consolación y júbilo a unirse con las Marías, y regalándolas
con tus beneficencias, apareciste de nuevo a todas. Poderoso Rey del Empíreo, y
príncipe de las eternidades, humildemente solicitamos que si estas mujeres,
vuestras siervas, alcanzaron tan elevados favores, imprimas en nosotros la
memoria viva de tu sepultura santa y maravillosa Resurrección, y que, considerándonos
de peregrinos en la tierra, no nos dejemos deslumbrar de sus engañosos bienes,
sino que sepultándonos a los bullicios y desordenes de la secular Babilonia,
consigamos algún día resucitar gloriosos contigo. Amén.
Colaboración de Miguel Morales.
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