miércoles, 17 de junio de 2020

NOVENA A JESUSITO DE SAN MIGUEL PETAPA


NOVENA DE JESUSITO

MILAGROSA IMAGEN EN MINIATURA DE NUESTRO SEÑOR SEPULTADO

Guatemala, C. A.

 

ADVERTENCIA

Esta novena se puede hacer en cualquier tiempo del año, pero especialmente empezarla el Viernes Santo, que es día del Entierro de Cristo, para acabarla en sábado, víspera del domingo de Cuasimodo, o de la visita, que son los días más apropiados.

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Dulce Jesús de mi vida, y querido dueño de mi alma, postrado ante vuestro sepulcro, adoro ese sagrado cuerpo, que, aunque descoyuntado y llagado con los golpes y tirones de los verdugos, pero siempre unido a la Divinidad, lo alabo con el más encendido afecto, y espero que, usando de tu clemencia con este ingrato pecador, que, arrepentido de ofenderte, suplica le concedas el perdón de sus culpas, y le deis la calidad sobrenatural de tu Divina Gracia. Amén.

 

DÍA PRIMERO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que después de haber expirado, estando tu santísima Madre con la nueva angustia de como daría honorífica sepultura a un adorable cuerpo, vió venir hacia el calvario una multitud de gente, que dio cuidado a tu lastimado corazón, recelando no fuesen a hacerlo acrecentar los ultrajes a tu divina persona, lo que observado por tu discípulo amado, la consoló diciendo, no temas que es José de Arimatea y Nicodemo, con otros criados suyos, y todos son amigos y siervos de vuestro hijo y mi Señor. “siendo efectivo, pues, Arimatea habiendo entrado a Pilatos a pedir tu divino cuerpo para darle honrosa sepultura, lo consiguió su piadoso afecto” ¡Oh Señor! Así como estos hombres tuvieron la dicha de prestaros sus obsequios, así nosotros te suplicamos, nos concedas auxilios eficaces para servirte, siempre guardando tu Santísima Ley. Amén.

 


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Amado Redentor del mundo, que terminando los tormentos de tu pasión, descendió su bienaventurada alma al seno de los santos Padre, que llenos de alegría y de complacencia con la compañía de tu libertador, comenzaron a gozar de inefables delicias y a disfrutar de la perdurable hartura, para donde había sido criados, entre tanto que tu cuerpo, quedando en la solitaria mansión del sepulcro, toda la noche del viernes permaneció hasta el domingo por la mañana, que resucitando glorioso, se cambió la tempestad de azotes y de sangre, en galas de victorias, las blasfemias de los judíos, en aplausos de los Ángeles y agradecimientos de todas las almas, que, habiendo esperado tanto tiempo, vieron llegando el día de su rescate y libertad. Suplicámoste Señor, que como glorificaste a los Santos Padres, regocijéis también a nosotros, pues somos como ellos, hijos y hechuras vuestras, formados a vuestra imagen y semejanza, y destinados a la bienaventuranza del cielo, y que exentos de los males que pueden extraviarnos de las sendas de la gracia, nos asegures el consuelo que necesitamos en este destierro, y nos libres de las pestes, rayos, temblores, necesidades, discordias y todo aquello que os aflige en la vida humana, según nos convenga en el orden de tu adorable providencia, principalmente rogamos por nuestra religión santa, y que el huerto de vuestra iglesia se mantenga siempre verde y florido a pesar de las borrascas de nuestro siglo, y que después de unos días tranquilos y sosegados descansemos por algún tiempo en el seno del sepulcro; y resucitando adornados de la hermosura de la juventud, y revestidos de las cuatro dotes de gloria, cantemos vuestras alabanzas y bendigamos tus misericordias en la Jerusalén celestial, gozando el torrente de delicias que inunda la santa ciudad. Amén.

Se rezan cinco Padres Nuestros, Aves María y Glorias, y luego la siguiente:

 


ORACIÓN A MARÍA SANTÍSIMA

Dios te salve amorosísima Madre de todos los afligidos, Dios te salve, regalado bien de los desconsolados, Dios te salve dulcísima Virgen María, relicario precioso del Dios vivo, agradable reclinatorio del Verbo Eterno, y vergel cerrado del Espíritu Santo. Dios te salve suavísima protectora de todos los atribulados y desvalidos, por aquella leche que mamaste, y por las lágrimas que vertiste, te suplicamos Señor, nos asistas y fortalezcas en las penas que padecemos, por esas entrañas llenas de misericordia, por ese pecho colmado de clemencia reiteramos, que nos asistas, y des una mirada a nuestro angustiado corazón, y remedies en el modo conveniente, los tormentos que le oprimen, por el desconsuelo que padeciste, cuando dejando a tu querido Hijo sepultado, te volviste a apesarada a la casa de tu habitación, no nos desasistas en estos padecimientos y trabajos, si no fuere del agrado divino, alcánzanos, que estando bien dispuestos, salgamos de este triste mundo al descanso de la vida eterna. Amén.

Una Salve.

 

 

DÍA SEGUNDO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que habiendo salido Arimatea con el permiso de Pilatos para bajarte de la Cruz y dar sepultura a su cuerpo, llamó a Nicodemo que también era justo, con valeroso esfuerzo resolvieron darte sepultura, para cuyo fin Arimatea previno la sábana en que envolverte y Nicodemo compró cien libras de los aromas con que los judíos acostumbran ungir a los difuntos de mayor nobleza, con esta prevención y de otros instrumentos, caminaron al calvario, y acompañados de sus criados, y de otras personas pías. Suplicámoste Señor, que, imitando la piedad y virtudes de estos Santos Varones, empleemos la vida temporal únicamente en serviros, para gozarte en la eterna. Amén.

 

 

DÍA TERCERO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que teniendo Arimatea un sepulcro nuevo, en el que nadie se había depositado, con generoso ánimo determinó, que tu Santísimo Cuerpo fuese llevado a él. ¡Oh Señor!  Que, aunque para recibir tan infinito tesoro, no es bastante digno el palacio más brillante de rubíes, ni la luz admirable de los cielos, quiste, no obstante, admitir el monumento, que el amor de este hombre os previno. Suplicámoste Señor, que, así como el, te tributemos nosotros el afecto más tierno y amoroso, y todo cuanto valgamos. Amén.

 

 

DÍA CUARTO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que después de desclavado tu cuerpo y ungido con los olores, fue puesto en el féretro, levantado este para llevarlo al sepulcro, San Juan, José de Arimatea, Nicodemo y el Centurión, que con devoción y afecto te condujeron, seguidos de tu Santísima Madre, Santa María Magdalena y otras piadosas mujeres, hasta llegar al lugar de tu sepultura, donde dejaron al regalado bien de su corazón. Suplicámoste Señor, que, así como los que te sepultaron, seamos siempre piadosos y obedientes, a tu santo servicio. Amén.

 

 

DÍA QUINTO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que estando ya sepultado tu divino cuerpo, antes de cubrirle con la lápida, le adornaron todos los que habían venido al Calvario, movidos de luz divina, después de la lanzada y que acompañando tu lastimoso entierro, tuvieron la dicha de verte conducir y poner en el sepulcro, de ver poner la lápida, quedando así cerrado el monumento, volviéndose todos como lo hizo tu bendita Madre, que regresando para la casa del cenáculo, iba viendo con las calles de Jerusalén, regadas con tu inocente sangre. Suplicámoste Señor, que, así como estas personas te acompañaron, lo hagamos nosotros, nunca apartándonos de tu santa gracia. Amén.

 


DÍA SEXTO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que, impulsadas del amor, salieron las Marías, el sábado por la tarde de la casa del cenáculo a la ciudad, acompañadas de otras mujeres santas a comprar ungüentos aromáticos, para madrugar el día siguiente a adorar y ungir de nuevo tu sagrado cuerpo. Con este devoto intento, se encaminaron el domingo muy de mañana, al lugar del monumento, y habiendo venido de noche, cuando llegaron al sepulcro ya era salido el sol, porque ese día se anticipó las tres horas que se obscureció en tu muerte. Suplicámoste Señor, que imitando de continuo el amor de estas santas mujeres, nos conservemos en tu gracia hasta la muerte. Amén.

 

 

DÍA SÉPTIMO

ORACIÓN

 Señor mío Jesucristo, que, aconteciendo un gran temblor o terremoto muy espantoso, y al mismo tiempo un Ángel abrió el sepulcro, arrojó la loza que la cubría y cerrada la puerta, con cuyo estrépito, cayeron desmayados los guardias, que en el día anterior había puesto Pilatos a petición de los judíos, quedando como muertos. Las Marías entraron al monumento, no viéndote en él, por haber resucitado antes del anunciado terremoto, y observando que el Ángel estaba sentado sobre la piedra con refulgente rostro, les dijo:  “no temáis, se que buscáis a Jesús Nazareno, no esta aquí, ha resucitado”. Luego vieron otros dos sentados a los lados del sepulcro, que entre otras cosas les dijeron: “id luego y dad noticia a los discípulos, y a Pedro que vayan a Galilea, donde lo verán”. ¡Oh Señor! Que buscándote estas santas mujeres sepultado, merecieron la dicha de que los paraninfos del Cielo, te anunciaron resucitado. Por estos misterios sacrosantos, rendidamente pedimos nos concedas auxilios abundantes, para que, siendo fieles en servirte y visitando tu sepulcro, te encontremos resucitado, participando de tu gloria. Amén.

 


DÍA OCTAVO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que habiendo contado las Marías a los Apóstoles lo que habían visto, San Pedro y San Juan, deseando certificarse por sus ojos, partieron a toda prisa al monumento, y vieron los sudarios apartados del sepulcro, y que tu sagrado cuerpo no estaba en él, volviéndose a dar cuenta a los demás, de lo que admirados habían visto. Los guardias del monumento, con el resplandor del Ángel y el temblor de tierra, estaban sin sentido, volvieron en sí, y reconociendo el sepulcro vacío y sin lápida, fueron a dar cuenta a los Sumos Sacerdotes, quienes se juntaron en el Sanedrín, para desmentir la maravilla, y acordaron ofrecer a los guardias mucho dinero con que sobornados dijesen, que mientras dormían, vinieron los discípulos y robaron tu sagrado cuerpo del sepulcro. Suplicámoste Redentor amabilísimo, que como aterraste a los viles gusanos de los guardias, que presumían guarnecer a su Majestad infinita, y poder incomparable, intimides también a todos nuestros enemigos, haciéndoos vencedores con la gracia. Amén.

 


DÍA NOVENO

ORACIÓN

Señor mío Jesucristo, que, volviendo las Marías al lugar del monumento, compelidas de amoroso afecto, se distinguió la Magdalena, que con mayor fervor y lágrimas entró a reconocer el sepulcro, y como no viese tu adorable cuerpo, se salió fuera del huerto donde estaba el sepulcro, y apareciéndote sin ser reconocido por ella, le dijiste: “Mujer, ¿Por qué lloras? ¿a quien buscas?” y ella juzgándote por hortelano respondió: “Señor, si vos le habéis tomado, decidme donde le tenéis, que yo le traeré”. Entonces llamándole por su nombre te conoció por la voz, prorrumpiendo: “¡Maestro mío!” y arrojándose a sus pies fue a quererlos tocar, pero tu le previniste que no los tocara porque no habías subido a tu Padre, donde estabas de camino, y que volviera y avisase de ello a los Apóstoles. Partiéndose con esto, llena de consolación y júbilo a unirse con las Marías, y regalándolas con tus beneficencias, apareciste de nuevo a todas. Poderoso Rey del Empíreo, y príncipe de las eternidades, humildemente solicitamos que si estas mujeres, vuestras siervas, alcanzaron tan elevados favores, imprimas en nosotros la memoria viva de tu sepultura santa y maravillosa Resurrección, y que, considerándonos de peregrinos en la tierra, no nos dejemos deslumbrar de sus engañosos bienes, sino que sepultándonos a los bullicios y desordenes de la secular Babilonia, consigamos algún día resucitar gloriosos contigo. Amén.

 

Colaboración de Miguel Morales.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...