jueves, 17 de diciembre de 2020

SEPTENARIO DE LA EXPECTACIÓN DEL PARTO

 


SEPTENARIO PARA HONRAR A LA MADRE DE DIOS, EN LA EXPECTACION DE SU DIVINO PARTO

 

Compuesto por el Br. D. José Manuel Sartorio, Presbítero del Arzobispado de la ciudad de México. Reimpreso en México en la oficina de Don José María de Benavente, primera calle de La Monterilla, año de 1816.

 

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Con qué confianza, dulce Jesús vengo ahora a postrarme a tus pies, ¡cuando te estoy considerando enclaustrado en el seno de tu dulce y amable Madre! Es verdad que la multitud de mis culpas, tantas ofensas como te he hecho debían acobardarme de presentar me a ti, tan abominable y tan digno de que me eches de tu presencia. ¿Mas que puedo dudar de alcanzar el perdón, cuando te veo sentado en un tribunal de clemencia y en ese trono de la gracia? Si: yo me postro a los dulces pies de María, de esta tu tierna Madre y Madre de los pecadores; y regándoselos con mis lágrimas, te digo que pequé, que te ofendí, que fui para contigo la más ingrata de las criaturas. ¿Me podrás negar el perdón que al pie de este Trono te pido, de unos pecados que ya detesto, y que ayudado de tu gracia propongo ya no reiterar? Confío me los perdones por tu misma innata bondad, y por los méritos y ruegos de la que en su seno te: trajo para mi bien y mi salud.

 

 

ACCION DE GRACIAS AL VERBO ETERNO

Ahora, Dios de clemencia, Verbo Eterno del Padre, resplandor de su gloria e imagen viva de su substancia, recibe con agrado las gracias tiernas y afectuosas, que te rinde mi corazón todo absorto de tu bondad. Tú descendiste de tus reales asientos; bajaste a la tierra inficionada con los pecados de los hombres; te vestiste de nuestra humanidad; con ella tomaste la forma vil de siervo; no tuviste horror al vientre de una Virgen; en él moraste el espacio de nueve meses; en una palabra, te hiciste hombre, para con una vida lo más penosa, con una Pasión la más dura, y con una muerte la más dolorosa e infame, reparar nuestras quiebras, obrar nuestra salud y reconquistarnos el Paraíso. No hiciste por los Ángeles lo que efectuaste por los hombres. ¡Qué bondad! ¡qué clemencia! ¡qué amor! Toda la humana gratitud no es bastante para pagarte, Conténtate pues, Dios amoroso, con el tiernísimo y afectuosísimo reconocimiento con que te correspondió por sí y por todo nuestro Linaje tu preciosa y querida Madre; acepta, unido a este, el pobre afecto de nuestros corazones, e inspira a todos los mortales un espíritu tan lleno de agradecimiento, que especialmente lo demostremos en un porte de vida, cual demanda y exige un beneficio tan inmenso.

 

Se rezan nueve Ave Marías en honor de los nueve meses que la Virgen Santísima trajo en su vientre al Verbo hecho hombre, y en veneración de la divina Maternidad. Luego se lee el punto y coloquio propio de cada día, y se concluye todo con el Versículo y Oración que en este tiempo dice la Iglesia.

 

 

DÍA PRIMERO

LA MADRE DE DIOS. ASIENTO DE LA SABIDURÍA

¡Pobre mundo! Por la culpa de Adán unas densas tinieblas cubrieron la tierra, y de los Pueblos se apoderó la obscuridad. A excepción del hebreo, donde únicamente era conocido el verdadero Dios, todos los demás estaban padeciendo una triste ignorancia de su Unidad indivisible, de sus atributos y soberanas perfecciones. La misma Judea, aunque muy ilustrada, estaba envuelta en las sombras y las figuras. Necesitaba pues, nuestra humana naturaleza de una luz divina que le desterrase la obscura noche en que yacía, y era menester que la Sabiduría dirigiese al Gentil por los caminos de la prudencia, y a los judíos corriese el velo de los Misterios y la verdad. Suspiraba pues, el Testamento antiguo, porque viniese al mundo la Sabiduría eterna, y ella por fin dejó vencerse de los clamores.

 

COLOQUIO

Los tuyos, Hija hermosísima de Sion, los tuyos fueron los que con especialidad la hicieron bajar de su Trono, ¿Y a que más se había de aguardar? Ya desde tu Concepción graciosa se había edificado en Ti misma una casa magnifica, con todos aquellos adornos que eran correspondientes à su alteza y soberanía. Ya había preparadose en Ti su Cátedra y su asiento. En fin, ya la plenitud de los tiempos que decreto la Eternidad, había llegado para el remedio de todo el mundo. Baja pues a tu seno: se viste ahí de un traje visible para tratar con los mortales, y no resta ya, sino que tú la des a luz. ¡Que se apresuren los momentos de esta felicidad! Tú, gran Señora, lo deseas, y el mundo todo está pidiéndolo con vivas ansias. Todos clamamos.

 

ANTÍFONA

Oh Sabiduría increada, que de la boca del Altísimo estas naciendo eternamente: que de fin a fin tocas con fortaleza y que todas las cosas las dispones con suavidad, ven å enseñarnos el camino de la prudencia.

 

 

SUSPIROS

Oh Sapiencia alta,

de tu dosel

ven a enseñarnos

la vía del bien.

R/: Ven presto, ven.

 

Oh Adonai,

con tu poder

ven a sacarnos

del yugo cruel.

 

Oh Raíz hermosa,

Raíz de Jesé,

ven a librarnos:

no te detén.

 

Oh Llave de Oro,

a abrirle ven

la obscura cárcel

al Pueblo fiel.

 

Oh Oriente claro,

ven a romper

las negras sombras

del mundo infiel.

 

Oh Rey del Orbe,

oh amable Rey,

ven, salva al hombre:

ten piedad de él.

 

Oh Dios hecho hombre,

dulce Emmanuel,

ven a salvarnos:

ven ya, ven, ven.

 

Ven, y a la Virgen

dale el placer

de ver tu cara,

besar tus pies.

 

Ven, y a todo hombre

(dándote a ver)

hinche de gracias,

da todo bien.

 

L/: Cielos, enviad vuestro rocío, y las nubes lluevan al Justo.

R/: Que se abra la tierra y brote el Salvador.

 

OREMOS: Gran Señor, excita, te rogamos, tu admirable poder, y acaba de venir: socórrenos con tu gran virtud, y tu clemencia y misericordia acelere el favor que nuestros pecados retardan. Que vives y reinas con Dios Padre en unidad del Espíritu Santo, Dios por todos los siglos de los siglos. Amén.

 

Una Salve según la intención del Autor.

 

 

 

DÍA SEGUNDO

LA MADRE DE DIOS CORREDENTORA DE LOS HOMBRES

¡Qué dura esclavitud la de los Israelitas bajo el dominio de Faraón! Ellos Lloraban inconsolables, y el clamor de su llanto llegó a los oídos del Eterno. Con eso este Dios de bondad baja al Orbe sobre una Zarza, que arde y no se consume; y hablándole desde la misma, comisiona a Moisés para que vaya a quebrantar las cadenas del cautiverio. Servidumbre sin comparación más horrenda era aquella, en que todo el mundo estaba sujeto al Demonio, el más cruel de todos los tiranos. ¡Qué cadenas lo ataban! ¡Qué tareas tan duras sufría! ¡Qué horribles penas le aguardaban! ¡Y que Redentor tan poderoso y fuerte no era necesario para darle la libertad! ¡Más óh bondad del Omnipotente! El mismo va e ser su Redentor. Con brazo fuerte y poderoso va a romper sus prisiones, va a destrozar sus duros grillos. Ya descendió å la Zarza que arde; más no se quema: ya encarno en su amada escogida, en quien se han juntado los dos timbres augustos de Madre y Virgen a un mismo tiempo; y ya se aguarda que acabe de salir de aquel seno dichoso en donde ha tomado el cuantioso precio que habrá de dar para el rescate.

 

COLOQUIO

¿Y cómo, según esto, no confesaré la razón que han tenido los Padres para llamarte a boca llena la Corredentora del Mundo, Madre Santísima de Dios? Tú en tus entrañas puras le has dado aquella carne, que han de destrozar los azotes, que han de penetrar las espinas, que han de atravesar los duros clavos. Tú le has ministrado aquella sangre preciosísima que habrá de profundir hasta la última gota sobre el madero de una Cruz. ¡Oh la más feliz, la más bendita de las mujeres! Tú traes en tu seno el precio inmenso de todo el mundo. Tú abras de darnos al Redentor. A ti las Gentes redimidas habrán de deber y reconocer con aplausos la vida y libertad. Acaba pues, de dar a luz al Redentor Omnipotente. Que llegue, que llegue el instante de que el mundo lo vea. Tú, dulce Madre, lo deseas y el Orbe todo está pidiéndolo con vivas ansias. Todos clamamos.

 

ANTÍFONA

Oh Adonai, Señor mío, Caudillo fuerte de la Casa de Israel, que te apareciste a Moisés sobre las llamas de la Zarza, y en la Montaña del Sinaí le entregaste tu Santa Ley ven a redimirnos con la virtud de ese tu brazo incontrastable y poderoso.

 

 

 

 

DÍA TERCERO

LA MADRE DE DIOS VARA FLORIDA DE LA RAÍZ DE JESÉ

Los Pueblos dispersos por los extravíos del error, y combatidos tiranamente por tres terribles enemigos, habían de alistarse en una milicia sagrada, en que, llevando por delante al Rey Mesías, como una señal y estandarte, pelearían generosamente, para alcanzar victoria del Mundo, el Demonio y la carne, que antes los tenían subyugados. Hacia él habían de correr en tropas, y al suave yugo de su Ley habían de rendir sus cervices, desechando todo punto el culto de los Simulacros. Mudanza por cierto tan admirable y tan gloriosa, que los Reyes de esas Naciones quedarían mudos del estupor, no teniendo palabras para alabar condignamente la magnificencia y misericordia del Obrador de esos prodigios. La causa de ellos no había de ser otra, que la Flor Nazarena, que había de brotar, según la Profecía de la prosapia de Jesé. ¡Que objeto, pues, tan digno de los deseos del Orbe el nacimiento de esta Flor!

 

COLOQUIO

Yo le pido albricias, adorable Madre de Dios, Ya de esa Raíz gloriosa, de la Raíz, digo, de Jesé brotó la hermosa Vara, y esta no es otra, que tú misma. Tú eres la Vara maravillosa, de la cual predijo Isaías, que había de nacer esa Flor; y ya esta ha brotado en tu seno, o vara admirable, ¡à quien todas las generaciones llamarán bienaventurada por su fecundidad!; Oh Flor amenísima, que arrastrara a Gentes tras el olor de sus perfumes!; Oh gentes dichosas que, corriendo tras sus fragancias, ¡vencerán por ella a los contrarios de su salud!  Que resta, pues, Vara preciosa, sino que acabes de mostrarnos esa divina Flor, ¿qué va a ser medicina de todos los males del mundo? Dala a luz presto, divina Virgen. Tú lo deseas; y el Orbe todo esta pidiéndolo con vivas ansias. Todos clamamos.

 

ANTÍFONA

Oh Raíz de Jesé, que vas a ser el estandarte bajo el cual se alisten los Pueblos: cuyas maravillas dejarán a los Reyes absortos y pasmados; y tras quien correrán en bandadas las Gentes: ven a librarnos: no te tardes: no te detengas.

 

 

 

 

DÍA CUARTO

LA MADRE DE DIOS. LLAVERA DEL PARAÍSO

Cuarenta siglos habían pasado desde el pecado del primer hombre, que para sí y toda su posteridad había cerrado las puertas eternas del Cielo. En todos ellos no había entrado en aquella visión de paz ninguno de los hombres. Aun los que habían vivido con más justicia y más arreglo, debieron estar detenidos en una cárcel subterránea entre las sombras y tinieblas. Patriarcas venerables, Profetas ilustres, Reyes santos y una espesísima Congregación de Justos tuvieron que estar aguardando (¡y cuantos por muchísimos siglos!) que se abriesen con las del Empíreo las puertas de su felicidad. ¡Con que ardor desearían la Llave de Oro, que les había de abrir la entrada

 

COLOQUIO

¡Oh que dulce consuelo! Ya la Llavera está en el mundo; Sí, ya estás en el mundo, amabilísima Llavera. Ya el divino Artífice fabricó en la oficina de tus entrañas inmaculadas la Llave preciosa que ha de abrir el Paraíso. Ella abrirá los claustros obscuros del Limbos y sacará de él aquellas almas prisioneras. Ella abrirá las moradas eternas de la celeste Jerusalén, y conducirá en triunfo toda la santa cautividad. Ya no durara demasiado su estancia entre las sombras. Acaba pues, de presentar la Llave; no la tengas más tiempo oculta en ese castísimo seno. Acaba, en fin, acaba, Señora, de dárnosla. Tú lo deseas, y todo el mundo está pidiéndolo con vivas ansias. Todos clamamos.

 

ANTÍFONA

¡Oh Llave de David y Cetro de la casa de Israel!, que abres y nadie cierra; que cierras y nadie abre; ven y saca del calabozo al pobre prisionero que yace sentado en medio de las sombras y en las tinieblas de la muerte.

 

 

 

 

DÍA QUINTO

LA MADRE DE DIOS AURORA DEL DÍA DE LA GRACIA

En las tinieblas de la ignorancia y en las negras sombras del error y el pecado, que no le dejaban al mundo conocer los caminos, de la justicia y rectitud para caminar a la felicidad eterna, ¡qué noche se presenta tan lóbrega y tan infeliz! ¿Y quién podía poner en fuga tan espantosa obscuridad? No otro, por cierto, que aquel que en la Escritura es señalado con el nombre de Oriente: aquel que es el resplandor de la eterna luz; aquel en fin que, es verdaderamente el Sol de la justicia. Este debía ser el que, desterrando las negras y confusas sombras, iluminase a los mortales que caminan en este mundo; el que con las luces de su doctrina y sus ejemplos los animase å trabajar en el día de la vida; y el que les enseñase la virtud verdadera y el legítimo culto con que el Señor del Universo quiere ser servido y honrado. ¡Cuanto, pues debió clamar el mundo porque acabase de salir este Sol brillante y benéfico!

 

COLOQUIO

¿Y no pudo dársele al son de trompas y clarines y con la dulce melodía de dulzainas y tiorbas el faustisimo aviso de que ya estaba próximo a salir a alumbrar, cuando lo traías en tu seno óh luminosisima Aurora? Ya brillaban en ti los resplandores de este Sol en tantas ilustres virtudes, que te distinguían y hermoseaban. Ya al ver las luces, que despedías como Precursora del Sol, que encerrabas dentro de ti, les pareciste tan placida a los Espíritus Celestiales, que llenos de asombro los obligaste a preguntar: ¿Quién es esta tan esclarecida Doncella, que va caminando a Belén, como una Aurora, que se levanta, como una hermosa Luna, y como un Sol muy luminoso? No resta ya, Divina Aurora, sino que entre albores y luces de tu inviolada Virginidad acabes de parir tu Sol. ¿Mas qué te apresuro? Tú mejor que nadie, suspiras por ese momento, al mismo tiempo que todo el mundo está pidiéndolo con vivas ansias. Todos clamamos.

 

ANTÍFONA

¡Oh Oriente, Oh resplandor de la eterna luz, Oh Sol divino de justicia: ven y alumbra a los que yacen en las tinieblas, y entre las sombras de la muerte!

 

 

 

DÍA SEXTO

LA MADRE DE DIOS CAUSA DE NUESTRO PLACER Y ALEGRÍA

El pecado había hecho un muro de división, que separaba infelizmente al hombre miserable de su criador y de su Dios. Por otra parte, la Nación Hebrea y las Gentiles estaban tan discordes que no se sabían hermanar. Necesitaba pues el mundo, de que un divino Medianero, viviendo a hacer las paces, uniese a los hombres con Dios y desterrando las discordias, hiciese un pueblo de todos los hijos de Adán. Esto efectivamente había de hacer el Rey Mesías. Él había de reconciliar con su Padre a los hombres, y él había de fundar una Congregación, que sin distinción admitiese al griego y al Bárbaro, al judío y al Gentil. Unión dichosa, concordia feliz, paz santa, ¿en qué placer, en qué alegría inundaras al orbe cuando llegues a establecerte?

 

COLOQUIO

¿Y por medio de quien ha de venir esta alegría? ¿Puede dudarse que, por medio de Ti, oh Serenísima Princesa, a quien toda la Iglesia Santa tiene y reconoce por causa de nuestra alegría? Tú, si, tú eres la que vas a parirnos al Ángel de la Paz, al grande Pacificador, al Soberano Medianero que la eterna Bondad se ha dignado de darle al mundo. El Hijo augusto de tu vientre satisfará con abundancia a la soberana Justicia: quitara al Padre los enojos: hará que con dulces miradas nos mire ya como a sus hijos, y de esta manera obrara la paz entre Dios y los hombres. El mismo fundara su Iglesia, y en ella admitirá de todas las Naciones a cuantos quieran reconocerlo por su Rey, y abrazar su Ley sacrosanta, con esto el será la Piedra angular que hará la unión de los dos Pueblos. A Ti pues, como a un bello me dio, va a deber el mundo la paz y con la paz el regocijo y la alegría. Acaba, pues de darnos a este Dios de la Paz: acelérense los momentos en que la celeste Capilla vaya anunciándola por los aires. Presto, Señora, presto. Mas si el mundo lo desea tanto, Tú lo deseas con más ardor. Todos clamamos pues.

 

ANTÍFONA

Oh Rey de las Naciones, Oh dulce blanco de sus deseos, Oh Piedra angular que unes las divisiones, ven y salva al pobre hombre a quien formaste del barro vil.

 

 

 

DÍA SÉPTIMO

LA MADRE DE DIOS MEDIO HERMOSO DE TODOS NUESTROS BIENES

La ignorancia desterrada del mundo, las prisiones de nuestro cautiverio rotas y destrozadas, la victoria alcanzada de nuestros crueles enemigos, las puertas del Cielo abiertas a los Justos, las luces esparcidas por el ámbito de la tierra, y la paz santa anunciada y establecida, eran unos frutos demasiadamente preciosos, que no podían deberse sino al admirable Emmanuel. Solo un Dios con nosotros era capaz de producirlos. El, pues, viniendo al mundo a establecer su dominación como Rey Soberano; publicando su augusta Ley como Supremo Legislador, y llenando la expectación de las gentes todas con la obra del rescate, trajo a la tierra todo este cúmulo de bienes. Por eso con razón suspiraban los siglos por la boca de los Profetas, clamando con un tierno ardor: Envía, Oh Dios inmortal, al Cordero dominador de la alta piedra del desierto al monte de la Hija de Sion.

 

COLOQUIO

Lo envió por fin desde la cumbre de aquella excelsa Corte, donde estaban desiertas tantas Sillas y tantos Tronos, que quedaron vacíos por la rebelión de los Ángeles, Lo envió, sí; y lo envío a ti, oh bella Hija de Sion, monte sublimisimo de prendas y de dotes, de perfección y de santidad. En ti fue donde Dios se hizo hombre, y en ti, por tanto, en donde quedó hecho Emmanuel. Tú concebiste a este gran Rey: tú cargas en tu vientre al divino Legislador; y por medio de ti verán en fin las Gentes el colmo de su expectación. A ti pues, debe el mundo reconocerte por el Asiento de la Sabiduría, que desterrara su ignorancia: a ti por su Corredentora, que le ha de dar al Redentor, que destrozara sus prisiones: a ti por la Vara florida, que va a darle la Flor, que arrastrara con sus fragancias a los hijos de Adán para alistarse en su bandera, y triunfar de sus enemigos: a ti por Llavera del Cielo, que va a darle la Llave, que abrirá las puertas eternas: a ti por la Aurora del luminoso Oriente, que va a darle el Sol, que lo colmara de sus luces: a ti por la causa de su alegría, que va a parirle al grande Obrador de la Paz: a ti por ultimo por un medio hermoso de toda su felicidad , que va a parirle al Emmanuel, y en este Dios ya con nosotros, va a parirle todos los bienes. Cuanto, Oh Madre de Dios, ¡me gozo de estos tus blasones! ¡Cuanto aplaudo a la felicidad del mundo! ¡Cuán ardientemente desea él que de tanta dicha llegue ya el momento dorado! ¡Cuán más vivamente esta deseándolo tú misma! Clamamos, pues, con todo ardor en tu compañía:

 

ANTÍFONA

Emmanuel, Oh Rey Soberano, oh dulcísimo Legislador nuestro, óh Esperanza de las Naciones y Salvador de todas ellas: ven, ven, ven a salvarnos, Oh Dios y Señor nuestro.

 

 

 

 

 

EN HONOR DE LA DIVINA MATERNIDAD DE MARÍA SANTÍSIMA PARA EL MES DE DICIEMBRE

 

Preñada divinamente

te adoro, oh Doncella Real,

tributando loor y asombro,

a tu gloria singular.

¿Quién lengua de Ángel tuviera

para poder entonar

los elogios de que es digna

tan alta Maternidad?

Ella es el honor glorioso,

ella el timbre sin igual,

que te eleva y que te encumbra

sobre toda dignidad.

Por ella no se desdeña

servirte de pedestal

el serafín más sublime,

las más noble Potestad.

Por ella Reyna te aplaude

toda la Sion celestial,

y la militante Iglesia

sigue del Cielo el compás.

Por ella el mundo te adora

Emperatriz inmortal,

siendo criados tuyos todos

cuantos lo son de Jehová.

Por ella el cielo y la tierra,

al verte a un Dios enclaustrar,

confiesan que son muy cortos,

y tú más amplia y capaz.

Por ella el Padre Divino

tiene en Ti un dulce solaz

como en Mayorazga hermosa,

como en Hija principal.

Por ella el Verbo Encarnado

a ti se quiso humillar,

a tus órdenes sujeto,

rendido a tu voluntad.

Por ella el gran Paracleto

Amor dulce y substancial,

te acaricia como a Esposa,

y blanco de su bondad.

¡Oh Maternidad Divina!

¡Oh estupenda Majestad!

¡Oh Dignidad que se acerca

hacia el Solio Divinal!

Calle toda humana lengua,

y confiésese incapaz

de llegar con sus elogios

tanta grandeza a igualar.

Y conténtese, oh gran Virgen,

gran Madre, todo mortal

con postrar ambas rodillas

ante tu sublimidad.

Sean la honra y la gloria

A la Augusta Trinidad,

que en Ti Madre, Hija y Esposa

se dignó predestinar.

 

 

 

Himno 2DO

Vamos, vamos cantando

con extática voz

a la Madre admirable

una dulce canción,

iO que felicidad!

que incomparable honor

poder apellidarse,

y ser Madre de Dios!

¡Que augusto privilegio!

que gloria, que blasón

ser Madre a un tiempo y Virgen,

juntar el Fruto y Flor!

El Padre soberano

no tiene Hijo mejor

que el vuestro, oh grande Madre;

que es Hijo de los dos

El Padre es Padre Virgen,

Madre Virgen sois vos:

que necesario aquello!

esto otro que primor!

Que un Dios a un Dios engendre,

no es admirable, no;

que lo engendre una Niña

esa es la admiración

Esto es lo que a los Cielos

los llena de estupor

que una Nina de vida

al mismo que la crió:

El que encierre en su Seno

al inmenso Señor,

que de Cielos y Tierra

no cabe en la extensión:

Que de sus castos pechos

dé virginal licor

al que é todo viviente

llena de bendición.

Y esta es la gloria, óh Virgen,

por la cual te aclamó

por Bienaventurada

toda generación.

A el inmortal y Eterno

tu vientre concibió,

lo trajo sin gravamen,

lo parió sin dolor.

Mas el haber subido

a tanta exaltación

en alguna manera

debeslo al Pecador.

Por eso si eres Madre

de tu Santo Criador,

del Pecador también

lo eres con gran razón.

Muéstrate Madre, pues,

dulcísima con nos,

sin los cuales no fueras

Madre de un Hombre Dios,

Y sea la gloria dada,

la honra el Imperio,

el loor a el Señor Uno, y Trino,

que tanto te exaltó.

 

 

EN HONOR DE LA EXPECTACION PARA EL MES DE DICIEMBRE

Adoro enclaustrado

en tu Sacro Vientre,

y hecho tierno Niño

al Omnipotente.

Por gloria tan alta

darte el Mundo debe

plácemes festivos,

dulces parabienes.

Goza en buena hora,

dicha tan ingente,

que el mortal no alcanza,

ni el Ángel comprehende.

Y acaba de dar

al Orbe doliente

el fruto de vida

que en tu Seno tienes.

¡Oh! y la hora dorada,

presurosa llegue,

en que el Sol nos paras

que a alumbrarnos viene.

¡Oh! y llegue el instante

en que el Sol luciente

sin lesión alguna

tu cristal penetre

¡Oh! y la Rosa acabe

sin pérdida aun leve

de dar sus fragancias

que al orbe recreen.

¡Oh! y veas cuanto antes

con ojos alegres

ya nacido al mundo

al Rey de las gentes.

Los momentos corran,

los instantes vuelen,

la tierra se abra

y su flor presente.

Los Cielos destilen

píos y clementes,

su roció suave

que al hombre consuele.

Que cuanto antes mires,

Princesa Celeste,

de tu vientre casto

la Prole excelente.

Y luego que nazca,

con paños la envuelve,

y a tus Pechos dulces

dale dulce leche.

Dale ósculos suaves,

en tus brazos tenle,

y luego colócalo

sobre el vil pesebre.

Allí arrodillado

daré reverente,

a él la bienvenida,

y a ti parabienes.

Le ofreceré mi alma

con afecto ardiente,

y mi corazón

por cuna, si quiere.

qué espacioso anda!

qué tardo se mueve

el deseado instaste!

qué llegue! qué llegue!


2 comentarios:

  1. Estimadso en Cristo, estoy preparando un vídeo sobre las antífonas mayores de Adviento. Y por el enlace que encontré en el blog Miles Christi Resistens, me he encontrado con esta grata sorpresa. Me darían permiso a subir algunas partes, no todas? Mi canal es ora et labora, ¡ahora! Espero su respuesta... gracias

    In Dómino

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    1. Estimado hno, disculpe que hasta esta fecha le vea este comentario, y en nombre todo el Apostolado, nos disculpamos por tan grave falta con usted.

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