viernes, 30 de abril de 2021

LEVANTADA DE LA CRUZ


ROSARIO DE LA SANTA CRUZ DE JERUSALÉM

Con 200 días de indulgencias concedidas

Compuesto por los Padres Misioneros de la Compañía de Jesús

Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, calle de Santa Teresa, núm. 1.

México.

 

MODO DE REZARLO

Puestos delante del Santo Madero de la Cruz, y hecho el acto de contrición, en cada misterio, después del Padre nuestro, se dirá en vez del ave María lo siguiente:

 

L/: ¡Viva Jesús! ¡Viva la Cruz!

R/: Crucificado por nuestro amor, mi dulce Jesús.

 

Acabado el rosario, se dirán estas oraciones:

 

Entraron por fin y vieron

al Señor crucificado,

y con flores exquisitas

el suelo todo regado.

 

Tres cruces miré encendidas

luego en tierra me postré

tan solo para adorar

la Cruz de Jerusalén.

 

 Se rezan tres salves a María Santísima de los Dolores, que es Madre de todas las almas, de esta manera:

 

PRIMERA

Dios te salve, Reina y Madre… y Gloria Patri

 

Alma, no olvides jamás

los tormentos de Jesús,

ten presente su pasión

sus tormentos y su Cruz.

 

ORACIÓN

¡Que admiración tan grande! que elevado me quedé viendo en guirnaldas de flores a la Cruz de Jerusalén.

 

 

SEGUNDA

Dios te salve, Reina y Madre… y Gloria Patri

 

Alma, no olvides jamás

los tormentos de Jesús,

ten presente su pasión

sus tormentos y su Cruz.

 

ORACIÓN

Canten los coros supremos, que yo los acompañaré a cantar en alabanzas a la Cruz de Jerusalén.

 

 

TERCERA

Dios te salve, Reina y Madre… y Gloria Patri

 

Alma, no olvides jamás

los tormentos de Jesús,

ten presente su pasión

sus tormentos y su Cruz.

 

 

Se preparan ya los padrinos para levantar la Cruz:

Consideramos que, llegando Jesús al Monte Calvario, ponen la Cruz en el suelo y en ellas se tiende el humildísimo Cordero Jesús, esta seña nos dejó Jesucristo verdadero, y además nos dejó el Sacramento para el bien del pecador.

 

Y después se rezan tres Padres nuestros y tres Aves Marías con Gloria Patri, y después se adora la Santa Cruz diciendo esta oración:

Oh Cruz Santísima del Criador, madero privilegia donde fue crucificado mi Jesús Nazareno. ¡Oh Santísima Cruz! ¡Oh Leño sacrosanto! ¡Oh Joya preciosa! ¡Oh tesoro inestimable! En ti estuvo pendiente el Unigénito del Padre, en ti se vió triste el gozo de los bienaventurados, en ti fue martirizado el que es fortaleza de los mártires, en ti se vió desnudo el que viste a los ciegos de alegría, en ti fue deshonrado de los hombres el que es hombre de los ángeles, tu al fin fuiste la preciosa ara en que fue crucificado el Cordero de Dios, que quita y borra los pecados del mundo, por todas estas prerrogativas y excelencias que gozas, te suplico, desde este día hasta el último día de mi vida, seas mi guía, mi estrella, mi norte, mi camino, para caminar seguro de todos mis enemigos, visibles e invisible, para librarnos de las asechanzas, injurias infernales, para tener en ti, presente a mi Crucificado Salvador, al que desde este instante, arrepentido de mis culpas, propongo obedecerle llevando cargando la Cruz de mis trabajos, enfermedades y aflicciones, a las que fuere el Señor destinarme, para que, llevándolas con humildad a tu imitación, por el Calvario de las penas de esta vida, merezca acompañarte en el Tabor alegre de la Gloria. Amén.

 

Después de esta oración, se manda alzar la Cruz de Cristo y las velas:

Levántese la Santísima Cruz donde fue Crucificado el dulcísimo Jesús.

Dios te Salve, Virgen Pura, Madre llena de dolores, despojada ya de todas las flores esta Santa Cruz pintada.

 

Y mientras se levanta, se reza un Credo y Gloria.

Virgen Santa y poderosa que a todos nos das consuelo, levántese ya de este suelo esta Santa Cruz pintada, donde fue tendido el cadáver del difunto (Dígase el nombre del difunto)

 

Y se dice esta oración para concluir:

¡Oh Cruz Divina y Sagrada, Cruz de la Eterna Gloria, Trono de Misericordia y de la paz tan deseada! ¡Oh Cruz Santa, enriquecida con la sangre de Jesús, solio de brillante luz! ¡Oh Árbol Santo de la vida! En vuestros brazos murió victima de amor, Jesús, y con su muerte nos redimió ¡Oh Sacra Cruz las puertas del cielo abrió!

 

Se canta en el acto, en alta voz:

Gloria al Padre, gloria al Hijo, y gloria al Espíritu, Santo, Santo, Santo. Amén.

 

 

Adiós, Santísima Cruz,

Adiós, Madre dolorosa.

Ruégale a tu Hijo Jesús,

Nos dé una muerte dichosa.

 

Adiós, pasión de Jesús,

Sacrosanta Redención,

Ah, Santísima Cruz

Dadnos ya tu bendición.


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TREINTA Y TRES CREDOS AL SEÑOR DEL REBOZO


DEVOCIÓN DE LOS TREINTA Y TRES CREDOS

A LA MILAGROSA IMAGEN DE JESÚS NAZARENO CON LA CRUZ A CUESTAS EN CONMEMORACIÓN DE LOS TREINTA Y TRES AÑOS DE LA VIDA DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, ASÍ COMO SU PASIÓN Y MUERTE

QUE SE VENERA EN EL TEMPLO DE SANTA CATALINA DE SIENA DE LA CIUDAD DE MÉXICO BAJO LA ADVOCACIÓN DEL REBOZO

 

-Dios te salve María Santísima, Hija de Dios Padre. Ave María.

-Dios te salve María Santísima, Madre de Dios Hijo. Ave María.

-Dios te salve María Santísima, Esposa de Dios Espíritu Santo. Ave María.

 

Se rezan tres Padres nuestros a Señor San José.

 

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de un año. Se reza el Credo en cada adoración.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de dos años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de tres años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de cuatro años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de cinco años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de seis años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de siete años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de ocho años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de nueve años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de diez años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de once años.

-Yo te adoro, Jesús Niño, de la edad de doce años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de trece años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de catorce años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de quince años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de diez y seis años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de diez y siete años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de diez y ocho años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de diez y nueve años.

-Yo te adoro, Jesús mío, jovencito de veinte años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintiún años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintidós años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintitrés años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veinticuatro años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veinticinco años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintiséis años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintisiete años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintiocho años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de veintinueve años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de treinta años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de treinta y un años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de treinta y dos años.

-Yo te adoro, Redentor mío, de la edad de treinta y tres años.

 

ORACIÓN

¡Dulcísimo Jesús Nazareno, Dios y Redentor mío, que llevando sobre tus hombros la cruz, caminas al Calvario para ser en ella clavado! Yo pobre pecador soy la causa de tu Pasión dolorosísima. Te alabo y te doy gracias, porque como manso cordero recibiste sobre tus hombros el madero de tu suplicio, para expiar en él mis pecados y los del mundo entero. Perdóname, ¡oh buen Jesús! Reconozco mis culpas y tu bondad inmensa al borrarlas con tu preciosa Sangre. Te amo sobre todas las cosas y prometo serte fiel hasta la muerte. Sostenme, oh buen Jesús, con tu gracia y condúceme por el camino de tus mandamientos a tu reino celestial. Así sea.

BREVE MES DE LA VIRGEN

 


BREVE MES DE MARÍA

EN HONOR DE LA PURÍSIMA CONCEPCIÓN DE MARÍA SANTÍSIMA

 

México

Imprenta de A. Vanegas Arroyo, Santa Teresa N. 1

 

ORACIÓN

¡Oh Purísima e Inmaculada Concepción de María Santísima! si todo el año adoramos tu lindo nombre, con mucha más razón en este mes, por estar dedicado especialmente a tu admirabilísima invocación. Tú, Madre mía, tesoro admirable de todos los cristianos, tu, inagotable fuente donde nuestros tiernos corazones beben el inmenso manantial de tu Divina Gracia; tu que haces conservar nuestra inocencia, guiando nuestros pasos por el camino de la santidad, a ti recurrimos Divina Madre, a ofrecerte nuestros corazones y con ellos este racimo de olorosas flores, que colocamos a tus divinas plantas. A ti, Piadosísima Madre nuestra, te rogamos fervorosamente que te dignes conservar la vida de nuestros queridos padres, que después de tu Divina Clemencia, son todo nuestro amparo, todo nuestro tesoro. Así te lo pedimos por la Preciosa Sangre de Nuestro Señor Jesucristo, derramada en el Santo Madero de la Cruz. Amén.

 

ALABANZAS

Divina Pastora

Madre del Amor

oye los gemidos

de este pecador.

 

Escuchas los ayes

de mi corazón

las voces, el llanto

de mi gran dolor.

 

¡Ay de mí, infeliz!

Perdido eh a mi Dios

perdido su gracia

perdido su amor.

 

Perdí a mi Jesús

a mi buen Pastor

al dueño de mi alma,

a mi Redentor.

 

¡Ay Virgen! ¿Qué haré?

¿Qué haré yo sin Dios?

¿Qué haré despojado

de su protección?

 

Triste viviré

y aún moriré peor

si no me proteges

Madre del amor.

 

Vuelve, pues tus ojos

mira mi interior

ingrato y turbado

cubierto de horror.

 

El cielo nublado

la tierra en temblor,

de eternos castigos

pronósticos son.

 

Extiende tus manos

toma las de Dios,

haz que no me hiera

como vengador.

 

Oculta mis culpas

aparta veloz,

de ojos tan severos

mi crimen atroz.

 

Muéstrale mi llanto

y mi contrición

dile que me vuelva

su paz y su amor.

 

Alega que tú eres

de este hombre traidor,

el seguro asilo

muro defensor.

 

Promete en mi nombre

con tu protección

Mudanza de vida

seria conversión.

 

Así lo protesto

con sumo dolor,

de haber sido ingrato

y vil pecador.

 

Si, Virgen Divina,

Madre del Creador

ya no eh de ofender

a tu Hijo y mi Dios.

 

Morirme quisiera

de puro dolor,

de haberlo ofendido

y no ser mejor.

 

Pastora Divina

Madre del Amor,

oye los clamores

de este pecador.

 


jueves, 29 de abril de 2021

ALABANZAS A SAN CRISTÓBAL


                            ORACIONES Y ALABANZAS A SAN CRISTÓBAL

ABOGADO CONTRA INCENDIOS

Imprenta de Antonio Vanegas Arroyo, Calle de Santa Teresa Núm. 1. México, Año 1909. 

ORACION A SAN CRISTÓBAL

¡Gloriosísimo Mártir de Cristo, San Cristóbal! Refugio de los afligidos, medicina de los enfermos, protección de los desamparados, escudo contra las asechanzas del demonio; yo, como siervo humilde y fervoroso devoto vuestro, vengo buscando vuestra piedad y amparo: y con cuanta confianza puedo, pongo en vuestras manos mis súplicas y ruegos, para que teniendo buen despacho en el tribunal de las divinas misericordias, por vuestros méritos y poderosa intercesión, consiga esta gracia y merced que solicito a mayor honra de Dios y gloria vuestra y con la misma confianza os ruego, os suplico y encarecidamente os pido, que a mí y a todos los que imploramos vuestro auxilio, nos libres de muerte subitánea y repentina, y defendáis nuestras personas, nuestros bienes y familias de los estragos de las tormentas, pestes, hambres, incendios y terremotos, contra todos los cuales daños os concedió el Señor singular gracias y especial poder. Y mientras la divina voluntad me concediera esta vida, os ruego amabilísimo protector mío, que me alcancéis del Señor, el que, despreciando todas las delicias del mundo, con sus vanidades y vicios, a imitación vuestra, sólo busque a Dios guardando su santa ley, practicando vuestras virtudes, y enmendando mi relajada vida: para que Dios me crió si no es para amarle en esta vida, y después de ella gozarle en la gloria. Amén.

 

Aquí por un breve rato procurará alentar la devoción y confianza y le propondrá al Santo con resignación el beneficio y favor que pretende conseguir; y después dirá los versos y oraciones que se sigue:

 

Ex Himno, Sanctes, Isid.

 

Oh Dios Padre de clemencia

Que a Cristóbal escogisteis,

Concededme los favores

Que propicio le ofrecisteis.

 

Y así, por él merezcamos

Gozar de vuestra bondad,

Y en perennes alabanzas,

Veros por la eternidad. Amén.

 

V. Ruega por nosotros, Cristóbal Mártir Invicto.

R. Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.

 

ORACION: ¡Oh Dios! Que al bienaventurado Mártir Cristóbal, encendido con el fuego del Espíritu Santo, le concedisteis el vencer los tormentos de los incendios, concédenos propicio por su intercesión, que no nos abrase el fuego de los vicios, sino el fuego de tu dulce amor consuma la mancha de nuestros pecados; por Jesucristo vuestro Hijo y nuestro Señor, que con vos y el Espíritu Santo vive y reina por todos los siglos y de los siglos. Amén.

 

SÚPLICA

Gloriosísimo mártir y abogado mío San Cristóbal, refugio de afligidos y poderoso amparo de los necesitados: yo vuestro fiel devoto, os suplico y ruego que si es para honra de Dios, gloria vuestra y bien de mi alma, lo que pretendo alcanzar por vuestra intercesión en este día, me lo alcancéis de aquel Señor por cuyo amor disteis la vida, y si no es conveniente para mi salvación, dirigid mi petición a conseguir perdón de todos mis pecados y enmienda de mi vida, que quedo muy conforme, gustoso y resignado, en que se cumpla en todo la rectísima voluntad del Señor.

 

 

ALABANZAS A LA SANTÍSIMA CRUZ

¡Oh cruz hermosa,

Emblema digno

De adoración,

Madero santo,

Sublime signo

De la pasión.

 

Brillante faro que al cielo guías

Por el sendero de la virtud;

Tú la luz eres de nuestros días,

Tú la esperanza, la gloria tú.

 

Divino libro

Con sangre escrito

Do está la ciencia

De redención.

De humana prole

Maestra infalible

En la doctrina

De salvación.

 

Dulce consuelo en los pesares,

Único alivio en el dolor,

Desengañado de los placeres

Que con locura ayer busqué,

En este día vertiendo llanto,

Arrepentido vengo a tus pies,

Misericordia yo de ti imploro,

Por mi pecado pido perdón.

 

Colaboración de Carlos Villaman 

DIECIOCHO DE MES A LA VIRGEN DE LA SOLEDAD


DEVOCIÓN PARA EL DÍA DIEZ Y OCHO DE CADA MES

EN HONOR, CULTO Y REVERENCIA DE LOS DOLORES, ANGUSTIAS Y SOLEDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, NUESTRA SEÑORA

Dispuesto por un religioso dominico, Hijo de la Provincia de la Ciudad de Puebla de los Ángeles

Reimpresa en dicha Ciudad, en la Oficina de D. Pedro de la Rosa.

Año de 1796


ADVERTENCIAS

Adviértase lo primero, que como la devoción de este Reino haya introducido tan loable y con conocido fruto en las costumbres, el celebrar cada mes al Patriarca San José, en los días diez y nueve, por ser este el que en el mes de marzo esta dedicado a sus cultos, así el fervoroso afecto de las señoras religiosas agustinas de la Ciudad de Antequera, desean establecer una especial devoción, para todos los días diez y ocho de cada mes, consagrado a la Santísima Reina de los Ángeles, en la prodigiosa Imagen de la Soledad, que felizmente tienen en su Iglesia, por ser este día el que en el mes de diciembre, celebran a la Señora en dicha Imagen, y este género de devoción, que dichas señoras religiosas procuran extender, es la que aquí se pone, la que podrá servir, aun fuera de aquella Ciudad, en otra cualquiera parte, para el mismo día, y especialmente para los viernes de cuaresma. Las personas que por sus muchas ocupaciones no pudieran practicar esta tierna devoción en un solo día, podrá hacerla viviéndola en tres, miércoles, jueves y viernes de cada mes, o de cada semana, como mejor hallare proporción.

Adviértase lo segundo, que como la devoción se perfecciona con la pureza del alma, será la primera disposición, para este ejercicio, los sacramentos de la penitencia y Eucaristía, habiendo primero la licencia del confesor.

Puesto de rodillas ante una Soberana Imagen de Nuestra Señora, y persignados, se dirá lo siguiente:

 

ACTO DE CONTRICIÓN

Dolorosísima y afligidísima María, Madre del Salvador del mundo, a quien visteis expirar en el Santo Madero de la Cruz para redimir al género humano. Yo, la más indigna de todas las criaturas, humildemente me postro a tus benditísimos pies, para pedirte perdón de mis culpas y excesos, con que he ofendido a tu Sacratísimo Hijo, mi Redentor Jesucristo. Conozco ¡tiernísima Señora! que, por mi indignidad, no tendría yo cara para ponerme en tu Santísima Presencia, pues mis pecados y delitos son los yerros que pusieron a tu Hijo en el Santo Madero, y consiguientemente, los que te causaron a ti las amarguras de tu tristísima Soledad. Pero sea bendita de todas las criaturas tu grande clemencia ¡Oh amabilísima Reina de mi alma! pues ella me alienta y llena de confianza para llegar al estrado de tus pies, a pedir el perdón que solicito, llorando mis pecados. Y si a vista de las corrientes de los ríos de Babilonia, fueran río se lágrimas los ojos de los israelitas, yo deseo y te pido, afligidísima Señora, me alcances, que, poniendo con verdadera y fervorosa consideración, los ojos de mi alma, no en los ríos, sino en los mares de lágrimas de tus tristísimos ojos, derrame todo mi corazón en amargo llanto de mis culpas por los míos. Yo sé, Dolorosísima Señora, Reina de mi vida, que, aunque caigan en las fimbrias de tus sagradas vestiduras mis lágrimas, no las despreciarás, si no que, recibirás con misericordioso aprecio la amarga mirra de mi dolorosa penitencia, y las gotas de mi llanto, como bordadura o recamado de tus vestidos. Con esta confianza, con este aliento que me da tu dulcísima clemencia, te digo: que me pesa, una y muchas veces de mis pecados. Yo, Señora, me arrepiento de mis culpas. Quisiera, tristísima solitaria de mi corazón, viendo que soy la causa de que tu veas muerto a tu Hijo, morir yo de este sentimiento. Quisiera no haberte causado tanto dolor, sino que aquel terrible cuchillo que atravesó tu Santísima Alma, partiera mi corazón y morir de pesar. Yo me arrepiento, Señora, de mis culpas, siento haberle hecho a tu Santísimo Hijo tantas ofensas, y me pesa de haberte causado tantas congojas, y siento que no me pese como quiero y debe pesarme, pero confío en tu piedad ¡Oh afligidísima Madre de misericordia! que me has de alcanzar el dolor de mis pecados, y con la misma confianza te prometo nunca más pecar. Sean tus lágrimas el baño en que yo me purifique y lave, para que ardiendo mi alma en la dulce llama de una perfecta contrición, consiga por tu beneficio una entera y perpetua enmienda de mi depravada vida, y amar y servir a tu Santísimo Hijo, y a ti, dulcísima y sacratísima esperanza mía hasta mi muerte. Amén.

 

 

PRIMER DOLOR

CONSIDERACIÓN

Considera, como habiendo muerto el Señor, se afligió sobremanera la Santísima Señora, porque no tenía quien bajara de la Cruz el cuerpo de su Hijo, ni un lienzo en que envolverlo, ni sepultura en que enterrarlo.

Se rezan tres credos, y se dice la siguiente:

 

ORACIÓN

Dolorosísima y afligidísima María, que, atravesada tu alma con el cuchillo de dolor, viendo muerto al Autor de la vida, tu benditísimo Hijo, fue nuevo dogal que hirió tu corazón, aquella necesidad y pobreza que padeciste, no teniendo quien de la Cruz te lo bajara, ni un lienzo en que envolver su sacratísimo cuerpo, ni un sepulcro en que enterrarlo. ¡Oh Madre de mi vida! ¡Oh dulzura de mi alma! ¿Pero como te llamo, dulzura mía, estando tan llena de amargura? Ni tu quieres que te llamen, sino con el triste nombre de amarga, por la amargura de que te llenó la mano el Omnipotente, dándote, no las amarguras que tu corazón podía recibir, sino las que como Omnipotente te podía dar ¡Oh gran Señora! si esta consideración me llenara de un grande dolor de mis culpas, que me partiera el corazón, yo te lo ofreciera para sepulcro de tu amantísimo Hijo, pues así logró la tierra ser su sepultura, previniéndose con hacerse pedazos el corazón de sus duras peñas. Si se rasgaran como el velo del Templo, las telas de mis ojos en amargo llanto de tu tristísima Soledad, ya tendría yo el consuelo, de que limpias mis culpas, con el baño de mis lágrimas, podría ofrecértelas para mortaja de tu Hijo, pues solo siendo limpio y puro, pudo servir aquel lienzo en que José lo envolvió. Si yo fuera fiel discípulo de tan sagrado Maestro, como lo fue José, yo me ofreciera ¡Oh afligidísima Señora! a bajártelo de la Cruz, pero no soy quien se opuso a los que le sentenciaban a muerte, sino antes el que, con mis pecados, soy uno de los que pedían le crucificasen. Más, aunque tan indigno de hacerte estos obsequios, y de darte en las congojas de tanta pobreza en tu Soledad este alivio. Recibe ¡Oh triste solitaria de mi vida! el dolor que tengo de no poderte servir, y dadme licencia para ponerme debajo de la Cruz, postrado a tus pies, para que, cayendo sobre mi los raudales de la Preciosísima Sangre que brota del Cuerpo de tu Hijo, mi Señor Jesucristo, con los movimientos de bajarlo, y descendiendo sobre los diluvios de lágrimas que se derraman por tus tiernísimos ojos, sea todo un mar bermejo en que se ahoguen las torpes escuadras de mis apetitos, y baño saludable con que se purifique mi alma, para llorar con la perfección que debo, viéndote en paso tan tierno y lastimoso. Haz, Dolorosísima Reina y afligida Señora, que contigo llore, que me duela tu amarga Soledad, y que así te acompañe hasta mi muerte, por tu preciosísimo Hijo, mi Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

SEGUNDO DOLOR

CONSIDERACIÓN

Considera, como habiendo bajado de la Cruz el cuerpo del Señor, lo pusieron y reclinaron en los brazos de María Santísima. Cuantas, y cuan grandes angustias atormentarían aquella alma benditísima, registrando de cerca las llagas de aquel Sacratísimo Cuerpo, y el reverente amor y terrible pena con que lo limpiaría y recogería en sus ropas aquella Sangre Preciosísima.

Se rezan tres Padres nuestros, Aves María y Glorias y se dice la siguiente:

 

ORACIÓN

Dolorosísima y afligidísima Señora, que recibiste en tus brazos el difunto Cuerpo del Hijo de tus entrañas y lumbre de tus ojos, como se conoce ¡Oh tristísima Madre! que con especial providencia mantuvo Dios tu vida, para que no acabara en la tempestuosa borrasca del mar de tantas congojas. Ea pues, amabilísimo y tiernísimo imán de nuestros afectos, ya tienes en tus brazos a aquel que tienes en tu corazón, y a el que para este trance lastimoso de su muerte fue profetizado, como señal, por el sacerdote Simeón, le tienes como señal lastimosa en tus brazos y en tu corazón. Mira ya esa cabeza que tu comparabas a el otro con la Sangre, que brotó de tantas llagas, que hicieron las espinas. Mira esos ojos, soles eclipsados, mira los labios, no ya cándidas azucenas, sino renegridos lirios que destilan tanta mirra amarga, cuanta sangre brotan. Mira ese Rostro, belleza que desean ver los Ángeles, que macilento está, que afeado, que denegrido con los cardenales que le hicieron tantos golpes. Mira ese Cuerpo del más hermoso entre los más nacidos, que, llagado desde la planta del pie hasta la cabeza, no hay parte que este sana, sino llena de mil llagas y heridas. Pues si ese Hijo de tus virginales entrañas es el espejo en que tú te miras, mírate en él, afligidísima Reina, que, estando hecho pedazos el espejo, verás en el tu corazón hecho pedazos ¡Oh Corazón de mi corazón! ¿Cómo vives ahogada en el mar de tantos dolores? ¡Oh María vida de mi alma! quien me diera las aguas de una contrición, más grande, para llorar todo el día de mi vida y la noche de mi muerte, y acompañarte en dolores tan terribles, pero pues, tienes a tu difunto Hijo en tus brazos, y ves las heridas, las llagas, los cardenales, los golpes que, por mí, vilísima criatura, padeció; conoce ¡Oh amabilísima Madre mía! conoce en esas señales, en esos golpes, en esas heridas que han quitado la Hermosura al Hijo de tus entrañas, la fealdad y deformidad de mis culpas, y compadecida de mi miseria, como Madre de misericordia, escóndeme en esas llagas. Soy negro abominable, cuervo por mis pecados, pero confío en tu clemencia, dulcísima esperanza de mi alma, que me harás cándida paloma, si me entras en las roturas de esa mística piedra, tu Hijo mi Señor Jesucristo, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

 

 

 

TERCER DOLOR

CONSIDERACIÓN

Considera, como habiendo aquellos dos piadosos discípulos quitado el Sagrado Cuerpo de Jesús de los brazos de su Santísima Madre, le llevaron a enterrar. ¡Que entierro tan pobre, pero no lo ha visto, ni lo verá el mundo tan solemne! Pobre, sin pompa, sin aparato, sin ruido. Solemne porque el difunto era Cristo, la doliente María Santísima, el preste San Pedro, pues (como dicen algunos padres, como San Anselmo) fue San Pedro al Calvario, después que ya había muerto Cristo, y se halló presente a la solemnidad del entierro, los que cargaban el cuerpo eran San Juan, José y Nicodemo, las que lo acompañaban a la Dolorosa y afligida Madre, eran la Magdalena, María de Cleofás y María Salomé. El canto eran gemidos, suspiros, lágrimas y sollozos, así llegaron al sepulcro, en donde entraron el Sacrosanto Cuerpo, y tapándolo con una losa, se fueron todos ¡Oh! como iría aquella Madre Santísima, volviendo los ojos en cada paso que daba, a ver donde quedaba todo su corazón.

Se rezan tres Salves, y se dice la siguiente:

 

ORACIÓN

Dolorosísima y afligidísima María, tiernísimo imán de mi corazón, y tristísima solitaria de mi alma. Cómo derritiera yo mi alma y mi corazón en lágrimas para llorar, compadeciéndome de ti, al ver que te quitan de tus brazos y de tus ojos, al que es la luz de tus ojos y dulce reo de tus brazos, para darle Sepulcro. Ea Señora, acompaña a este difunto Hijo, y entristece más tu corazón con la tierna memoria de cuando consoló y mandó cesase de llorar aquella viuda, que, en la ciudad de Naín, seguía el entierro de su único Hijo, pues a ti no hay quien os consuele, no hay quien te previene Sagrado Vaticinio, que abras las compuertas de tus párpados, para que, como caudalosos torrentes, salgan las lágrimas de tus ojos y que no callen tus pupilas, sino que hablen con las lastimosas voces de tus lágrimas. Y así lloras ¡Oh Solitaria y tristísima Viuda!, cuando van a enterrar al Hijo de tus entrañas, que aun lo tiene a la vista, ¿que será después de enterrado? cubrieron con una losa el Sepulcro ¡Ay tiernísimo motivo de nuestras tristes memorias! ¡Ay, Sagrada afligida Reina! ¿Quién bastará a considerar la terrible amargura que sintió tu Corazón, viendo cubrir el sepulcro de tu Hijo con aquella loza? Oh piedra, por tu dureza y frialdad, verdadera imagen de mi corazón, pues no se hace mi corazón pedazos de dolor, al considerar el imponderable dolor que sintió aquel Afligidísimo y Sagrado Corazón de la tiernísima Solitaria de mi alma, en paso tan amargo y lastimoso ¡Oh Corazón de mi Señora! Corazón de mi alma, Corazón de mi vida, Corazón, que el sagrado imán de los corazones, y con cuanta verdad puedes decir, que pusieron sobre ti aquella dura pesada piedra, pues más cayó sobre ti, que sobre la sepultura. Pero ya Señora, que esta cubierto el sepulcro de tu Unigénito, ¿cuánto sería tu dolor aparte de él? Bellos fueron siempre tus pasos, pero los que anduvisteis apartándote del Sepulcro de tu Jesús amado, ¡Oh que pasos tan lastimosos! como andarían un paso y volverías los ojos a aquella sepultura en que dejabas tu Corazón y tu alma. Verdaderamente entonces se cumplió lo que estaba dicho de ti, que subisteis los aromas de la mirra, como varita de humo, pues te apartaste de la mirra y amargura de la sepultura de tu Hijo, como varita, por lo que te habían atenuado tu terrible congoja, como de humo, porque diga algo de tu pena y Soledad el color negro. Y últimamente, como vara de humo que sube, porque en lo tardo de su movimiento al subir, se exprese aquella lentitud con que tú, por ir volviendo los ojos al Sepulcro, ibas retardando los pasos. Yo, amabilísima y afligidísima Señora, como la más vil, inútil y la más ingrata criatura, no te puedo consolar ni hacerte compañía, pero por esas lágrimas que lloras, por esas amarguísimas congojas que sientes, te pido, no para obsequio tuyo, que soy incapaz de dártela, sino para bien mío, que me permitáis ir poniendo mi alma y mi corazón, por indigna alfombra de tus adorables plantas. No importa, tiernísima vida de mi corazón y de mi alma, que estén mi alma y mi corazón tan llenos de culpas. que saben tus benditísimos pies quebrar y pisar la cabeza del pecado. Pisa mi corazón, pisa mi alma, que, al dulce peso de tus plantas, brotarán copiosas lágrimas, aunque apuesten dureza con las piedras, pues ya hubo piedras que se deshicieron en aguas, solo al ligero golpe de una vara, que era la imagen tuya. Pisa sobre mi alma y sobre mi corazón, afligidísima Madre y gran Señora mía, para que, al dulce contacto de tus sagradas plantas, salgan huyendo de mi corazón y de mi alma las culpas. Camina así, para que contigo camine mi alma y mi corazón, sintiendo tu Soledad y haber ofendido a tu amado Jesús, mi Redentor Sagrado, que con el Padre y el Espíritu Santo, vive y reina por todos los siglos de los siglos. Amén.

Después se ofrece esta devoción, pidiendo a la Santísima Señora una buena muerte, con la siguiente:

 

ORACIÓN

Dolorosísima y afligidísima Señora, que, sepultado ya el Sagrado Hijo de tus entrañas, mi Señor y Redentor Jesucristo, te entregaste a llorar triste, Solitaria, Viuda Tórtola. ¡Oh adorable Reina de mi alma, como quisiera yo deshacerme de dolor, considerándote en tan triste y penosa Soledad! ¿Quién me diera morirme por ti? Que feliz muerte, que muerte tan dulce morir de dolor y de pena, de verte tan Dolorosa y afligida Solitaria, pero ya que no tengo, ni merezco este tan grande dolor, recibe ¡Oh Sagrada Madre de mi corazón y de mi alma! el deseo que tengo de tenerlo y recibe este contrito obsequio, que tan tibiamente te ofrezco en tierna memoria de los Dolores que padecisteis en tu Soledad amarguísima. Confieso, que es indigno de tu aceptación, por mi tibieza y ruindad, pero espero de ti, que, como Madre de la misericordia, lo recibas, aunque por ser mío no lo merezca. Y para que a tus beneficios se deba todo, dame licencia para pedirte las lágrimas de tus benditísimos ojos, quítalas de los tuyos, ¡Oh Solitaria de mí alma! y ponlas en los míos, para que yo llore dignamente mis culpas y pecados. Dame, ¡Oh afligidísima Reina de mi vida! la cruel espada que profetizó el Sacerdote, y que atraviesa tan despiadadamente tu benditísima Alma. Pero que digo una espada, no, sino más de mil las que partieron tu amantísimo y amabilísimo Corazón, pues son tantas, cuantas espinas, azotes, golpes, cordeles, Cruz, clavos, lanza y demás instrumentos que quitaron a tu Santísimo Hijo Jesús la vida. Pues todas te las pido, Dolorosísima Señora, dadme todas esas espadas, que solo con ellas, se podrá hacer pedazos mi corazón de dolor de mis culpas. Muera yo de esta pena, Sagrado hechizo de mi alma, muera de dolor de tus dolores, adorable imán de mi Corazón, muera yo de pesar de tu Soledad, dulcísima Vida y esperanza dulcísima mía. Dadme otra y muchas veces tus lágrimas, Dolorosísima Madre, no solo para que llore, sino también para que, ahogándome en el mar de lágrimas de tus dolores, muera felizmente. Dadme una y mil veces esas dagas que parten ese corazón afligido, tristísima Señora, para que clavadas en mi corazón, sienta yo los tormentos de tu Soledad, y muera por ti ese dolor. ¡Oh dagas, oh cuchillos! dejad de martirizar el Sagrado Corazón de mi Santísima Señora, y pasad a herir mi corazón, que con vosotras será defendida mi alma en aquel último lance de mi vida, pues amedrentado de veros, huirá de mi el común enemigo, y así moriré por mi dulcísima Reina, y amparado de los dolores de su Soledad, que será la muerte feliz. En ti y por ti la espero, Sagrada Reina del Cielo, Soberana Emperatriz del mundo, dulce complacencia de Dios, gloria de los Ángeles, Sagrado embeleso de los hombres, vida dulcísima y esperanza de nuestras almas, adorable imán de nuestros corazones, por ti y en ti espero. Dolorosa Solitaria de mi vida, la felicidad de mi muerte, a cuya petición se dirige esta corta devoción que te ofrezco con humildad. Por estos dolores que padecisteis, y de que he hecho tierna, aunque tibia memoria, te pido me alcances una buena muerte, y para conseguirla, lávame, con tus lágrimas, de mis culpas, parte mi corazón, de dolor de mis pecados con los cuchillos que atraviesan el tuyo. Así moriré felizmente en ti y por ti, para ir a gozar de tu dulcísima presencia, puesta mi alma a tus pies por toda la eternidad en la gloria. Amén.

 

L/: Ave María purísima

R/: Sin pecado concebida

 

 

Viva María en nuestros corazones y en nuestras almas

 

 

Un ave María por las almas que están en pecado, y otra por las que están en el Purgatorio

martes, 27 de abril de 2021

TRIDUO A LOS SANTOS VARONES

 


OBSEQUIOSO TRIDUO

PARA LOS DÍAS VEINTICINCO, VEINTISÉIS Y VEINTISIETE DE MES

EN RECUERDO DE LAS PIEDADES DE LOS JUSTOS VARONES JOSÉ DE ARIMATEA Y NICODEMO 

Devoción oportuna para implorar del Señor remedios de las necesidades, consuelo en los conflictos, y entera sumisión a las órdenes de la Divina Providencia.

Dispuesta del P. Mtro. Fr. José Venegas del Orden de San Agustín

México, 1825

Imprenta del ciudadano Alejandro Valdés, calle de Santo Domingo

 

DÍA VEINTE Y CINCO

EJEMPLO DE PIEDAD

Habiendo expirado el Redentor en un duro afrentoso madero, quedó su purísima Madre en la cima del monte Calvario, sola, huérfana, desvalida y sin humano arbitrio para hacer a su hijo los obsequios últimos: vió la inhumanidad con que atravesó un soldado el costado del Señor ya muerto, crecían y se renovaban sus dolores con cuanto de nuevo acontecía, temía se multiplicaran los ultrajes con aquel sacratísimo cuerpo a que había de estar unido el divino Verbo, y queriéndolo sacar del sacrílego poder de los ministros de la iniquidad, rogó con lágrimas a José de Arimatea, tomara por su cuenta el remedio de esta inexplicable necesidad y apretado conflicto, así lo revelo la misma Señora a San Anselmo. Apenas entendió aquel distinguido acaudalado varón la grandeza del apuro y angustia, cuando corrió con velocidad al palacio en donde se presentó con intrepidez al profano y pagano juez, y le pidió con audacia santa el cuerpo de Jesús. Acción heróica, digna de alabanza, digna de eterna memoria, y muy proporcionada para la imitación, porque en la adversidad, en el conflicto o necesidad, se ha de favorecer al prójimo con arreglo a las facultades, pero con presteza y bizarría, teniendo siempre por creído que se hace con el Redentor el beneficio que se dispensa al mínimo de los fieles, pues así lo tiene asegurado el Señor en el Evangelio.

Se rezan tres credos.

 

ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

Verdadero consolador de los corazones atribulados, esperanza de los espíritus abatidos, amante felicísimo de las almas afligidas, Jesús, descanso, alivio y frescura de todos los cansados y desamparados, remediador mío poderosísimo, que por hacerme compañía en los trabajos de mi destierro, quisiste el desamparo de tu Eterno Padre en los postreros momentos de tu Santísima Vida, y permitisteis humillasen los Apóstoles al tiempo de tu ignominiosa muerte, para que no hubiese quienes, de oficio, cuidasen de tu sepultura. Salvador mío dulcísimo, que por dejarnos un manantial de consolaciones, quisisteis partir de este mundo con los desconsuelos de dejar a tu desvalida dolorosa Madre, en los apuros de cuidar tu sagrado cadáver, quedando por agentes de sus últimos obsequios los humildísimos ruegos, suspiros y lágrimas de tan afligida gemidora tórtola: Yo te ruego por este apuro de la gran Señora, y la piadosa prontitud con que comenzó a ocurrir a tamaña necesidad el Santo José de Arimatea, experimente yo los venturosos efectos de aquella gran promesa que me tienes hecha por el Profeta: Llámame en tu tribulación, yo te libraré. Amén.

Tres Aves Marías.

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA

Oh Virgen Santísima, ¡como se transformaron en trabajo vuestros placeres! tuviste inefables gozos en veros Madre llena de Dios, de verle nacido, adorado de los ángeles, pastores y reyes, de tenerle pendiente de vuestros santísimos pechos, sustentado de vuestra purísima leche, y servido de vuestros virginales brazos. En su infancia tuvisteis, Señora, las satisfacciones de hacer con su Majestad todos los oficios de la Madre, poseída de interiores espiritualismos contentos, en su edad adulta le hiciste los servicios de esposa, abrazada de ardores seráficos, y transportada en dulcísimos arrobos y excelsos mentales. Mas difunto, os hallasteis anegada en un mar de angustias, por no tener arbitrio propio (según su divina ordenación) para hacerle los últimos obsequios por las penas que se congregaron como en un punto, para ahogaros, y por la piedad con el Santo José de Arimatea dio pronto expediente a vuestra pretensión, os suplico me alcancéis de vuestro Hijo Santísimo, buen éxito en todos mis negocios, especialmente en el único importantísimo de mi salvación. Amén.

Dos Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.

 

DEPRECACIÓN A LOS SANTOS VARONES

¡Oh felicísimos Varones! que ya pasasteis el piélago de esta mortalidad, y merecisteis llegar al puerto de la perpetua quietud y paz, os ruego por vuestra encendida caridad, que pues estáis seguros vosotros, tengáis cuidado y solicitud de nosotros: mirad piadoso desde el alto cielo nuestra multiplicada miseria, por Jesucristo que os hizo tan dichoso, y entre tantos os escogió para que hicieseis con su sacratísimo cadáver los obsequios últimos, oficios propios y verdaderamente privados de los más amigos, de los más íntimos y de los más allegados. Amén.

 

 

 

 

DÍA VEINTE Y SEIS

EJEMPLO DE LIBERALIDAD

Extraído el cuerpo de Jesús de la injusta y nula jurisdicción del juez más inicuo, comenzó a pensar su dolorosísima Madre en las expensas que se debían hacer para honrar el sacratísimo cadáver, según la costumbre de los hebreos, hallábase la Señora en el Calvario, desproveída aun de los auxilios temporales para la más pobre y escasa subsistencia, y cuando más le apretaba aquella urgente necesidad, se le presentó Nicodemo con cien libras de preciosos y costosos ungüentos, con mucho menos bastaba para cumplir con la funeraria ceremonia de los difuntos personajes del antiguo testamento, pero notan los intérpretes sagrados, que queriendo Nicodemo consolar a María Santísima, según los tamaños de su angustia, y queriendo honrar con su magnificencia el sagrado depósito del que había visto como un gran Profeta, hizo considerable desembolso para comprar tantos aromas, que hubiese para ungir y bañar el santísimo cadáver, y que sobrase para derramar por todo el camino de su entierro. Esta es profusión piadosa y religiosa prodigalidad. La prodigalidad siempre es criminal, y no tiene lugar sino en los gastos que se hacen para sostener la vanidad, el lujo, y desahogos de la corrupción. La liberalidad de Nicodemo, debe servir de estímulo a los ánimos opacados, que por la vileza de corazón no quieren extender la mano para aquellas asistencias, que son el apoyo del honor y del arreglo de las costumbres. Es verdad que aun el más poderoso de los hombres no puede favorecer a todos los desgraciados hijos de Adán, pero también es cierto que debe socorrer a aquellos con quienes tenga algún enlace, ya sea de amistad o paréntesis, o ya provenga de las circunstancias de tiempo, lugar y otras cualesquiera, lo que enseña admirablemente el gran Padre San Agustín en el libro primero de la doctrina cristiana.

Se rezan tres Credos.

 

ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

Tesoro de soberanas riquezas, abundancia perfecta de todos los que a ti se acogen, refrigerio dulcísimo de los trabajados y afligidos. Jesús, mi Dios, mi Rey, mi amabilísimo dueño, que, por enriquecerme de inestimables tesoros, quisisteis que todo os faltara sobre la tierra. Se muy bien, gran Señor, que si no tenias con que comer, lo sufríais como los pobres, que no tenías calzado, andabas por quebrados caminos, no os contentáis con haber sufrido las mayores penalidades de la pobreza, aunque tan voluntaria, durante vuestra preciosa vida, hasta en la muerte y después de ella quisisteis llevar este trabajo, quedando vuestro difunto cuerpo expuesto a la piedad de quien os quisiese hacer los últimos obsequios. Moristeis, es verdad, movisteis el corazón de Nicodemo, el hombre más liberal de Jerusalén para tales oficios, y para ocurrir como tan providente a las urgentísimas necesidades que apretaban al pie de la Cruz, el tiernísimo corazón de vuestra dolorosa Madre, las angustias de esta Señora os presento, para que hablen por mí, y os pido socorro en mis necesidades, consuelo en mis aflicciones, conformidad en todos los inevitables trabajos, y gracia para acumular aromas de ejemplos, que derrame sobre mis prójimos, expendiéndome todo en muchas piadosas acciones. Amén.

Tres Aves Marías.

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA

Sacratísima Madre de Jesús, eximia imitadora de su pobreza, tesorera y liberal dispensadora de sus gracias, no queráis despreciar mis ruegos, acogido a vuestro patrocinio en mis necesidades. La insinuación de las divinas piedades, escrita por santa Gertrudis, me avisa, que el Señor te llama en el cielo: Madre y descanso de los huérfanos, desempeña este título como hay, que necesita de protección en la tierra. Cuando San Buenaventura os contempla manantial de beneficios, así os saluda, abrasado humano serafín: Dios te salve, abogada de los pobres. Poseedora sois, Señora, de gran caudal, aun solo por los conflictos de la voluntaria pobreza, con que quisisteis peregrinar. Mucho pues, tenéis que dar, no cabe en la humana comprensión la grandeza de merecimientos que adquiriste solo por las necesidades del Calvario, logre yo algo de tanta riqueza en mis necesidades. Amén.

Dos Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.

 

DEPRECACIÓN A LOS SANTOS VARONES

¡Oh Santos Varones José y Nicodemo! no seáis escasos con los pobres, que a vosotros claman: siendo viadores, ni atendisteis a humanos respetos, ni temisteis persecuciones, ni reparasteis en desembolsos por subvenir las necesidades que notabais en el monte Calvario, moradores sois ya del cielo, en premio de vuestra piedad, allí sois más ricos, y se ha perfeccionado vuestra caridad, experimente yo en mis necesidades el auxilio que podéis darnos. Amén.

 

 

 

 

DÍA VEINTE Y SIETE

EJEMPLO DE MISERICORDIA

José, llamado de Arimatea, por el lugar de su nacimiento, y Nicodemo, fariseo, personas respetables entre los judíos, y ocultos discípulos de Jesús, en el mismo día en que fue crucificado, embalsamaron su cuerpo, arreglados a la costumbre de los hebreos, y en sepulcro nuevo lo enterraron con aceleración, a fin de que no lo ultrajasen más sus enemigos, y no quedase confundido con los cadáveres de los dos ladrones. Estos oficios de piedad impelen, fuerzan y obligan a ejercer con denuedo, según el Apóstol, como atletas las obras de misericordia, en cuya recomendación acumulan los libros santos, vivísimos oráculos, siendo el más sobresaliente, el que forman las palabras de sabiduría increada dichas por el apóstol San Mateo: Quiero más obras de misericordia que el sacrificio, no obstante, ser este más excelente, como de virtud noble, que es la religión.

Se rezan tres Credos.

 

ORACIÓN A JESÚS CRUCIFICADO

Oh mi buen Jesús, consolador oportuno de los atribulado, seguro asilo de los desvalidos, quisiera deshacerme en lágrimas, contemplando la suma pobreza en que quisiste morir, y quedar después de muerto, ni una usada sábana que os amortajara, ni un palmo de tierra que os diera sepultura, en memoria de estas necesidades, os protesto vestir al desnudo siempre que pueda, y renovar mi corazón con la penitencia, para recibiros debidamente en el Sacramento, ayudadme y confortad estos propósitos con vuestra gracia. Amén.

Tres Aves Marías.

 

ORACIÓN A NUESTRA SEÑORA

Ínclita Reina de los mártires, inseparable compañera de los trabajos de Jesús en su vida, y varonil mujer fuerte en todos los oficios de sepultura, tened presente que habiendo sacado del poder de los malvados, el santo cuerpo de tu Hijo, dos hombres de piedad lo entregaron a tus brazos, para que, poseedora de su Sangre y sus Llagas, las pudieses aplicar a los que a ti se acogen: como tan poderosa, como tal tesoro, os digo con vuestro querido Agustín: Santísima María, socorred a los miserables, alentad a los pusilánimes, consolad a los llorosos, favoreced al clero, interceded por el género femenino, y rogad por todo el pueblo cristiano, Señora benignísima, Señora de piedad, experimente los afectos de tu celestial valimiento todo el que hiciere de vos, devoto recuerdo. Amén.

Dos Padres nuestros, Aves Marías y Glorias.

 

DEPRECACIÓN A LOS SANTOS VARONES

Varones incomparables, que con tanto empeño os empleasteis en las obras mejores de misericordia, no os olvidéis de los que tanto necesitan de vuestras liberalidades, desde el alto trono que ocupáis en la corte celestial: mirad compasivos a esta nación, vuestro título os debe interesar en su protección y defensa, ella es, no se puede dudar, el abrigo de la piedad, si sobre ella cae el cruel azote de la guerra, la piedad lo ha de sentir, la primera, diciendo San Ambrosio, que el principal desahogo del marcial furor de herejes, infieles, incrédulos y libertinos, es la prisión del destierro y muerte de los pastores, la ruina de los altares y destrozo de las imágenes santas. Vosotros que sois los varones de misericordias, celebrados del Eclesiástico, sois los Varones del ruego, como que se equivocan los dos renombres. Sed pues, perpetuos rogadores, para que el Señor nos libre de los azotes de la guerra, del hambre y de la peste. Amén.

 

 

LAVS DEVS

ANOTACIONES

Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...