DÍA XX
MEDITACIÓN. - EL PELIGRO DE LAS AMISTADES.
Sicut noxius est qui mittit sagittas, et lanceas in
mortem, ita qui fraudulenter nocet, amico sun. (Prov. xxv1-18-19.)
Como es culpable el que arroja saetas y lanzas para
matar, así el que engaña con malicia a su amigo.
Si en algún caso tiene importancia
gravísima el prudentísimo consejo del buen Maestro: Vigilad, es ciertamente
cuando se trata de elegir y conservar los amigos.
La amistad tan necesaria al hombre y
tan recomendada y alabada en la sagrada Escritura puede ser funestísima, si no
se la usa dentro de los límites que marca la prudencia.
Como nacida en el movedizo terreno
del sentido y perseguida por el enemigo de la pasión, puede convertirse en
piedra de escándalo y motivo primordial de nuestra ruina. Por esto, debemos
mirar que nuestras amistades, nacidas al calor de la simpatía natural, no
queden en ella, sino que las desarrollemos con miras a la eternidad.
Amistad que sólo se fundamenta en
cualidades físicas o en condiciones de bienestar, tienen una vida famélica y
mueren cuando éstas y aquéllas desaparecen dejando al alma sumida en el más
profundo de los abismos. ¡La desilusión! Pero no son éstas las más perniciosas;
aquéllas, en las que la parte fundamental de su existencia radica en la
sensualidad, son las que rompen los lazos de nuestra unidad con Dios las que
producen quebrantos irreparables en el corazón. Contra éstas debemos andar en Guardia
para que no nos veamos sorprendidos con una segura y lamentable derrota. De
prudentes es en el mismo momento en que la conciencia nos arguya el más
insignificante desvío, apartarnos con valentía siguiendo la doctrina de San
Francisco de Sales: «Corta, divide, rompe, no te detengas a descoser estas
locas amistades, rásgalas, y no me digas que sea in gratitud romper tan
despiadadamente una amistad. ¡Feliz ingratitud que nos hace agradables a los
ojos de Dios! Pero no será ingratitud, sino hacer un gran beneficio al amante,
porque rompiendo tus prisiones romperás las suyas, que unas mismas os
aprisionaban a entrambos. • (In. V. devota, ter. par. C. XXI.)
Llena de celestial prudencia es la doctrina que nos ofrece la Santita
adorada. Elegí por aquel tiempo como amigas a dos niñas de mi edad; pero ¡ah,
que pequeño es el corazón de las criaturas! Una de ellas tuvo que volver a su
casa por algunos meses; acordéme mucho de ella durante su ausencia, y demostré
gran alegría al volver a verla. Mas ¡ay! sólo obtuve de ella una mirada indiferente,
no era correspondida en mi amistad. Lo sentí con toda mi alma, más desde
entonces dejé de mendigar cariño tan inconstante.
Con todo, Dios me ha dotado de un
corazón tan fiel, que cuando ha amado, sigue amando constantemente; por eso
continúo encomendando a Dios a aquella compañera, por eso la quiero todavía. Al
ver que muchas alumnas se aficionaban particularmente a una maestra, quise
imitarlas, mas no pude conseguirlo. ¡feliz impotencia! de cuántos males me has
librado: Cuánto agradezco al Señor que sólo me haya hecho encontrar amarguras
en las amistades de la tierra: Con un corazón como el mío, me hubiera dejado
cautivar cortar las alas; y entonces, ¿cómo hubiera podido volar y descansar?
Imposible es que pueda unirse estrechamente con Dios el corazón entregado al
cariño humano. visto tantas almas, seducidas por esa falsa luz, precipitarse en
ella como incautas mariposas, quemarse las alas, y tornar luego a Jesús, ruego
divino que arde sin consumirse!
¡Ah! bien lo sé; nuestro Señor, que conocía
mi debilidad, no quiso exponerme a la tentación; me hubiera quemado enteramente
en la engañosa luz de las criaturas; mas no brilló nunca ante mis ojos. Allí
donde las almas fuertes encuentran la alegría y se no desprenden de ella por
fidelidad a Dios, encontrado yo más que aflicción. ¿Dónde está, pues, mi mérito
por haberme librado de esas frágiles ligaduras puesto que un dulce efecto de la
misericordia de Dios me preservó de ellas? Sin Él, lo reconozco, habría podido
caer en tanta abyección como la Magdalena; las rotundas palabras del divino
Maestro a Simón el fariseo, resuenan con gran dulzura en mi alma. Si, sé que a
aquel a quien se perdona menos arna menos (S. Luc. VII, 47), pero sé también
que Jesús me ha perdonado más que a Magdalena.
EJEMPLO
SOR TERESITA DEL NIÑO JESÚS GUARDA FIELMETE A LOS QUE
EN ELLA CONFIAN
Congregación del Espíritu Santo. Paris, 15-9-1916
Una joven de excelente familia y
educada cristianamente se encontraba en grave peligro ara su Salvación a causa
de una amistad peligrosa; el peligro se presentaba cada vez más amenazador y
difícil de conjurar. Un día, esta joven que había tomado a la angelical Santita
de Lisieux por su segunda patrona. aterrorizada al contemplar el abismo que parecía
abrirse bajo sus pies, mientras se paseaba en el jardín de su casa pensando en
la posible caída, exclamó: ¡Querida hermanita Teresita, guárdanos! y en el
mismo instante oyó claramente estas palabras. Ya lo he hecho, y seguiré
haciéndolo.' Estaba sola, completamente sola y persuadida de que la voz venía
del cielo, se propuso acudir a Lisieux en peregrinación en acción de gracias. La
sierva del Señor cumplió su promesa, salvando a la joven.
J. V., Sacerdote.
Jaculatoria: No permitas, Santita adorada, que sucumbamos bajo cl
dominio de una amistad peligrosa.
ORACIÓN PARA ESTE DIA
¡Oh incomparable maestra del espíritu! que sabia y prudentemente aleccionas a mi alma en el camino del espíritu, haz, que agradecida al perdón de todo Io que me ha perdonado mi Dios le ame con delirio, con locura, no teniendo jamás descanso en el cariño de las criaturas, sino en Jesús, único amigo verdadero de las almas; y para más obligarte, te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos con las siguientes
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