NOVENA
EN SUFRAGIO DE LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Tomada
del devocionario “Áncora de Salvación”,
compilado
y publicado por el Padre José Mach, SJ en 1860
Imprímatur
de Mons. Antonio Rocca, Vicario General del Arzobispado de Buenos Aires,
31
de Marzo de 1949.
Por
la señal ✠
de la Santa Cruz; de nuestros ✠
enemigos líbranos, Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO
DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y espero, a quien
amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las cosas; me pesa, sí, una y
mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser Vos quien sois, bondad infinita;
pésame también porque merecí las terribles penas del Purgatorio, y ¡ay!, tal vez
las eternas llamas del Infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y
apartarme de todas las ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina
gracia. ¡Oh! Tenga yo, Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida
y perseverar hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra
Sangre preciosísima y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.
ORACIÓN
AL PADRE ETERNO PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Padre
celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las almas quisisteis que
Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las entrañas de una Virgen
purísima, se sujetase a la vida más pobre y mortificada, y derramase su Sangre
en la Cruz por nuestro amor; ¿cómo? ¿Dejaríais sufrir largo tiempo a esas almas
en el Purgatorio, habiendo costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras
amadísimas hijas? ¿Permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor? Compadeceos,
pues, de esas pobrecitas almas, y libradlas de aquellas horrorosas llamas.
Compadeceos también de la mía, y libradla de la esclavitud del vicio. Y si
vuestra Justicia divina pide satisfacción por las culpas cometidas, yo os
ofrezco todas las obras buenas que haga en este Novenario. ¡Ay! De poquísimo,
de ningún valor son, en verdad; pero yo las uno con los méritos infinitos de
vuestro Hijo divino, con los dolores de su Madre santísima, y con las virtudes
heroicas de cuantos justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y
difuntos, con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras
misericordias en el eterno descanso de la Gloria. Amén.
DÍA
PRIMERO
MEDITACIÓN
DE LA EXISTENCIA DEL PURGATORIO
PUNTO
PRIMERO
Es
un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa venial, o
sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los pecados ya
perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que llamamos Purgatorio.
Así lo enseña la santa Madre Iglesia, columna infalible de la verdad; así lo
confirma la más antigua y constante tradición de todos los siglos; así lo
aseguran unánimemente los santos Padres griegos y latinos: Tertuliano, San
Cirilo, San Cipriano, San Juan Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos
otros; así lo han definido los sagrados Concilios de Roma, Cartago, Florencia,
Letrán y Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia no lo
enseñase así, ¿no lo dice bastante la misma razón natural? Supongamos que sale
de este mundo un alma con algún pecado venial: ¿Qué hará Dios de ella? ¿La
arrojará al Infierno y, siendo su hija y esposa amadísima, la confundirá con
los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la Justicia y Bondad
divinas. ¿La introducirá en el Cielo? Eso se opone igualmente a la santidad y
pureza infinita del Creador; pues sólo aquel cuyas manos son inocentes y cuyo
corazón está limpio subirá al monte del Señor. Nada manchado puede entrar en
aquel reino purísimo. ¿Qué hará, pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por
Malaquías: “La pondré como en un crisol, esto es, en un lugar de penas y
tormentos, de donde no saldrá hasta que haya plenamente satisfecho a la
Justicia divina”. ¿Crees tú eso, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te
burles de ello, la cosa es y será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda
deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta verdad, y con
esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el Purgatorio y con tus
culpas amontonas tanta leña para arder en el más terrible fuego?
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
Es
también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas almas
afligidísimas. Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay plena
comunicación de bienes espirituales entre los Bienaventurados que triunfan en
el Cielo, los cristianos que militamos en la tierra y las Ánimas que sufren en
el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de bienes, podemos con mucha
facilidad y mérito nuestro bajar al Purgatorio con nuestros sufragios y, a
imitación de Jesucristo después de su muerte, librar a aquellas almas, y
alegrar al Cielo con un nuevo grado de gloria accidental, procurando nuevos
príncipes y moradores a aquella patria felicísima. ¡Oh admirable disposición de
la Sabiduría divina! ¡Oh! ¡Qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios
obligado a castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que
intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con la
ternura de su Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos medianeros
y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas pobres almas. Haz, pues,
amado cristiano, con fervor este santo Novenario. No faltes a él ningún día;
¿Quién sabe si abrirás el Cielo a alguno de tus parientes y amigos ya difuntos?
¿Y serás tan duro e insensible que les niegues este pequeño sacrificio,
pudiéndoles hacer ese gran favor a tan poca costa?
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Entre
las muchas apariciones que confirman el dogma del Purgatorio y lo adeptos que
son a Dios los sufragios que ofrecemos por los difuntos, es muy notable la que
tuvo el gran caudillo de los ejércitos de Dios, Judas Macabeo. Había este
piadoso general derrotado a Gorgias, aunque no sin pérdida de varios soldados
que murieron en la batalla, y conociendo, por las alhajas que se les
encontraron ocultas en los vestidos, que habían muerto en castigo de un robo
cometido en el templo de Jamnia, exhortó al ejército a que rogase por aquellos
infelices. Hizo una cuestación, y reuniendo doce mil dracmas de plata, las
envió a Jerusalén para que se ofreciesen sacrificios en sufragio de aquellas
pobres almas. Conducta admirable, que el Espíritu Santo alabó con estas memorables
palabras: “Santa y saludable cosa es rogar por los difuntos, para que se les
perdone el reato de sus pecados”. Conducta que le alcanzó de Dios una insigne
victoria, pues habiendo sucedido a Gorgias el soberbio Nicanor, y venido con un
crecidísimo ejército y gran número de caballos y elefantes, la víspera, cansado
Judas de combinar el plan y de hacer los preparativos de la batalla, se queda
dormido; cuando he aquí que se le aparecen el profeta Jeremías y el Sumo
Sacerdote Onías, ya difuntos, y presentándole una espada muy preciosa, le
dicen: “Recibe esta espada santa como una prenda que Dios te envía: con ella
abatirás a los enemigos de mi pueblo Israel”. Armado con esta visión y armado
con esta espada divina, embistió con un pequeño ejército al enemigo y mató a
treinta y cinco mil, siendo uno de los principales el mismo Nicanor.
ORACIÓN
A JESÚS SUDANDO SANGRE EN EL HUERTO
¡Oh
Jesús amantísimo, alegría de los Ángeles y gloria del Cielo! ¡Cómo os contemplo
anegado en un mar de amargura en el huerto de Getsemaní! ¡Ay!, responde San
Agustín, “Rogabais y sudabais sangre por las horribles penas que habían de
sufrir las almas en el Purgatorio”. ¡Y que no pueda yo consolaros, oh Dios mío,
y regocijar a la celeste Jerusalén, librándolas de tan terribles tormentos! A
lo menos aceptad, oh Padre celestial, la tristeza y agonía que Jesús sufrió por
ellas y por mí. Sí; por mí está su alma triste hasta la muerte; por mi causa
bajó un Ángel del Cielo a consolarle; mío este sudor, mía esta Sangre preciosa
que baña la tierra. Yo os la ofrezco, oh Dios de amor; aceptadla en expiación
de mis culpas y sufragio de las Ánimas. Y pues es sangre de valor infinito,
dejad caer una gota sobre mi corazón y quedarán borradas mis culpas. Caiga una
gota siquiera en el Purgatorio y se apagarán sus horribles llamas. ¡Ay!, no
merecemos tan gran favor; pero muévaos el afecto con que acudimos a vuestra
divina Majestad. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas y para impetrar de Dios Nuestro Señor la gracia que se
desea recibir.
ORACIÓN
A LAS ÁNIMAS EN EL PURGATORIO
Esposas
muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio sufrís
indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios hasta que os purifiquéis,
como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron las culpas; ¡con
cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a vuestros amigos pidiendo
misericordia! Yo me compadezco de vuestro dolor, y quisiera tener caudal
suficiente para satisfacer deuda tan crecida; y aunque más pobre que vosotras
mismas, os ofrezco y aplico cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y
cuantas obras de supererogación hiciere, a excepción de aquellas que por alguna
necesidad particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para
satisfacer por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos,
a los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a la
intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de Jesucristo.
Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de N., el deseado
consuelo y descanso. Pero confío también, almas agradecidas, que tendré en
vosotras poderosas medianeras que me alcancen del Señor gracia con que deteste
mis culpas, adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones y llegue a la eterna
bienaventuranza. Amén.
LAMENTOS
DE LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Oíd, mortales piadosos,
Y ayudadnos a alcanzar
Que
Dios nos saque de penas
Y
nos lleve a descansar.
¡Oh vosotros, caminantes,
Suspended, oíd, parad!
Bastará solo el oírnos
A mover vuestra piedad:
Hoy pide nuestra aflicción
Que queráis cooperar
¡No hay dolor, angustia, pena,
Ni martirio el más cruento,
Que llegue a sombra o pintura
De nuestro menor tormento!
Sólo alivia nuestros males
De vuestro amor esperar
Aquí estoy en Purgatorio,
De fuego en cama tendido,
Siendo mi mayor tormento
La ausencia de un Dios querido:
Padezco sin merecer,
Por mí no basto a alcanzar
¡Ay de mí, ay Dios severo!
¡Ay llama voraz y activa!
¡Ay bien merecido fuego!
¡Ay conciencia siempre viva!
¡Ay Justicia que no acabas!
Ay, ¿cuándo se ha de llegar?
¡Ay culpa, lo que me cuestas!
Nunca pensé en tu fiereza:
Pues con tanto fuego pago
Lo que juzgué ligereza.
¡Cielos, piedad! ¡Basta, Cielos!
¿Cuándo el día se ha de llegar?
Todo lo que aquí padezco
Es justo, santo y debido,
Pues no se purga con menos
Haber a un Dios ofendido.
¡Ay, que pude no ofenderle!
¡Ay, que no hay más que esperar!
Padres, hermanos, amigos,
¿Dónde está la caridad?
¿Favorecéis a un extraño
Y para mí no hay piedad?
¡Ea, venga una limosna,
Un sufragio o un rogar!
Hijo ingrato que paseas
Tan ricamente vestido,
Y a costa de mis sudores
Descansas en tanto olvido:
¡Mira a tu padre quemando,
Y lo puedes remediar!
Quizá en ti no será arbitrio,
Sí obligación de justicia,
Pues no cumples testamentos,
Aquí estoy por tu perezosa malicia.
¡Abre los ojos, despierta!
Paga, haciendo acelerar.
Hermanos todos en Cristo,
Los que oís estos suspiros,
Si queréis podéis sacarnos
De estos lóbregos retiros,
Con sufragios, sacrificios,
Y devotamente orar
El más alto sacrificio
Del Cordero Inmaculado
Nos es el primer sufragio
Para purgar el pecado.
Su santa Cruz y Pasión
Son medios para lograr
De Getsemaní en el Huerto
Sangre sudó el Redentor,
Contemplando de estas penas
El gran tormento y rigor:
Al Padre Eterno se ofrece,
No cesando allí de orar
Es María del Monte Carmelo
Y su ilustre Cofradía,
Quien nos libra de los males
Y nos colma de alegría:
Su nombre el mal nos mitiga,
Siendo el medio de alcanzar
En vista de tal piedad,
No te olvides, oh mortal,
De este pío camposanto,
Cementerio de hospital.
Sigue, pues, la Cofradía
Que tierna te insta a clamar
Atiende y mira, cristiano,
Que en aqueste cementerio
Tal vez tus padres y deudos
Esperan de ti el remedio.
A la Virgen y a los santos,
Pedidles, quieran mediar
Cofrades, fieles, amigos,
Dad crédito a estos lamentos:
Obrad bien, evitad culpas,
Para huir de estos tormentos.
¡Socorro, piedad, alivio!,
Concluimos con gritar:
Oíd, mortales piadosos,
Y ayudadnos a alcanzar
Que
Dios nos saque de penas
Y
nos lleve a descansar.
Antífona:
Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua.
L/: Y oí del Cielo una voz que me
decía.
R/: Bienaventurados
los que murieron en el Señor.
ORACIÓN
Oh
Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, conceded a las almas de vuestros
servidores y servidoras, la remisión de todos sus pecados, a fin de que
obtengan por nuestras humildísimas oraciones el perdón que ellas siempre han
deseado. Vos que vivís y reináis por los siglos de los siglos. Amén.
OBSEQUIO:
En sufragio de las santas Ánimas, tomar la generosa resolución de asistir al
Novenario cada día o de suplir haciendo la Novena en casa, si alguno estuviese
impedido de ir a la iglesia.
DÍA
SEGUNDO
MEDITACIÓN:
SOBRE LA PENA DE SENTIDO EN GENERAL
PUNTO
PRIMERO
Ven,
mortal, tú que vives como si después de esta vida no te quedase nada que temer
ni que esperar; ven, penetra con el espíritu en aquellos horrendos calabozos
donde la Justicia divina acrisola las almas de los que mueren con algún pecado
venial; mira si, fuera del Infierno, pueden darse penas mayores, ni aun
semejantes a las que allí se padecen. Considera todos cuantos dolores han
sufrido los enfermos en todos los hospitales y lugares del mundo; aquellos
dolores de cabeza y de vientre tan agudos, aquellos tan rabiosos de costado y
de muelas, aquellas convulsiones y contorsiones espantosas de miembros,
aquellas llagas y postemas insoportables, aquellos dolores y males de corazón
tan vivos que han acabado con la vida de tantas personas; ¿igualarían todos
estos males reunidos a los dolores que padece un alma en el Purgatorio? “No,
–dice San Agustín– pues éstos exceden a todo cuanto se puede sentir, ver o
imaginar en este mundo”. Añadid a todos estos males los suplicios y tormentos
que la crueldad de los Nerones, Dioclecianos, Decios y demás perseguidores de
la Iglesia inventaron contra los cristianos. Aquellas tenazas y garfios de
hierro con que les despedazaban las carnes, aquellas parrillas con que los
asaban vivos, aquellas catastas y ecúleos con que les descoyuntaban los
miembros, aquellas ruedas de navajas y puntas de hierro, aquellas prensas y
máquinas con que los martirizaban; todo este horrible aparato de dolores y
tormentos acerbísimos, ¿no igualaría al Purgatorio? “Tampoco, –dice San Anselmo–
pues la menor pena de aquel lugar de expiación es más terrible que el mayor
tormento que se pueda imaginar en este mundo”. Pues, ¿qué penas serán aquéllas?
¡Ah! “Son tales, –dice San Cirilo de Jerusalén– que cualquiera de aquellas
almas querría más ser atormentada hasta el día del Juicio con cuantos dolores y
penas han padecido los hombres desde Adán hasta la hora presente, que no estar
un solo día en el Purgatorio sufriendo lo que allí se padece”. Pues todos los
tormentos y penas que se han sufrido en este mundo, comparados con los que
sufre un alma en el Purgatorio, pueden tenerse por consuelo y alivio. “Solátia
erunt”. ¡Ah! ¡Quién no tiembla!
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
¿Y
quiénes son esas Ánimas tan horriblemente atormentadas en el Purgatorio? ¡Ay!
¡Qué motivo éste tan grande para hacernos temblar! Son obra maestra de la mano
del Omnipotente, y vivas imágenes de su divinidad; son amigas, hijas y esposas
amadísimas del Señor; ¡y no obstante son tan severamente castigadas! Dios las
amó desde la eternidad, las redimió con la sangre de sus venas, ahora las ama
con un amor infinito, como que están en su gracia y amistad divina; ¡y no
obstante sufren penas imponderables! ¡Ay! ¡Purgatorio! ¡Purgatorio! ¡Cuán
claramente nos manifiestas la justicia y santidad de Dios! ¡Qué horror debes
inspirarnos al pecado! Pues si con tanto rigor trata Dios a sus estimadísimas
esposas por faltas ligeras, ¿cómo serás tratado tú, pecador, tú que vives
abandonado al arbitrio de las pasiones? “Si en el árbol verde hacen esto, en el
seco ¿qué harán?”. Si el hijo y heredero del Cielo es así castigado por faltas
que a muchos parecerán virtudes, ¿cómo serás castigado tú, pecador y enemigo de
Dios, por vicios y pecados tan horrendos y abominables? Piénsalo bien y enmienda
tu vida.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Refiere
Tomás de Cantimprato que, a un hombre muy virtuoso, pero que a causa de una
larga y terrible enfermedad, estaba muy deseoso de morir, se le apareció el
ángel del Señor y le dijo: “Dios ha aceptado tus deseos; escoge, pues: o pasar
tres días en el Purgatorio y después ir al Cielo, o ir al Cielo sin pasar por
el Purgatorio, pero sufriendo todavía un año de esa enfermedad”. Eligió lo
primero: murió y fue al Purgatorio. No había aún pasado un día, cuando el Ángel
se le presentó de nuevo. Apenas le hubo visto aquella pobre alma, “no es posible
–exclamó– que tú seas el ángel bueno, pues me has engañado así. Me decías que
sólo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años que estoy
sufriendo aquí las más horribles penas!” “Tú eres quien te engañas –contestó el
ángel–; todavía no ha pasado un día; tu cuerpo está aún por enterrar; si
prefieres sufrir un año más esta enfermedad, Dios te permite aún salir del
Purgatorio y volver al mundo”. “Sí, ángel santo –replicó–; no sólo esta
enfermedad durante un año, sino cuantas penas, dolores y males haya en el mundo
sufriré gustoso, antes que padecer una sola hora las penas del Purgatorio”.
Volvió, pues, a la vida y sufrió con admirable alegría un año más de aquella
enfermedad, publicando a todos lo terrible que son las penas del Purgatorio.
ORACIÓN
A JESÚS PRESO POR NUESTRO AMOR
¡Oh
Padre celestial! No me espanta el ver a vuestras amabilísimas esposas presas y
tan severamente castigadas en el Purgatorio. Las infelices ofendieron un día a
vuestra divina Majestad y pisaron vuestra ley santísima. Lo que me pasma es ver
entregado por el traidor Judas y preso como un facineroso por hombres vivísimos
e inhumanos ¿a quién? A Jesús, centro de vuestras complacencias infinitas. ¡Ah!
Le veo con una soga al cuello, tirado por tierra, atadas sus manos, cargado de
oprobios y de cadenas. Mas, por otra parte, ¡oh dichosas cadenas! Ellas son mi
esperanza, y serán el consuelo y alivio de las benditas almas del Purgatorio.
Sí, Padre de clemencia; usad con ellas y conmigo de misericordia; y pues Jesús
se deja prender por darnos libertad, aceptad las ignominias, injurias y golpes
cruelísimos que padece por nuestro amor. Aceptadlas en remisión de nuestras
culpas y en sufragio de nuestros hermanos difuntos; dadles la libertad, que con
ansia esperan, para alabaros eternamente en el Cielo. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
Asistir mañana y todos los días que se pueda, al santo sacrificio de la Misa en
sufragio de las Almas del Purgatorio.
DÍA
TERCERO
MEDITACIÓN
SOBRE EL FUEGO DEL PURGATORIO
PUNTO
PRIMERO
Considera,
amado cristiano, el tormento que causa a las almas el fuego abrasador del
Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para servicio del hombre y efecto
de la bondad divina, es ya el más terrible de todos los elementos; si es ya tal
su virtud, que consume bosques, abrasa edificios, calcina mármoles durísimos,
hace saltar piedras y murallas espantosas, derrite metales y ocasiona horrendos
terremotos, ¿qué será el fuego del Purgatorio, encendido por un Dios santísimo
y justísimo, para con él demostrar el odio infinito que tiene al pecado? “Es
tal, –dice San Agustín– que el fuego de este mundo, comparado con él, no es más
que pintado”. “Tanquam ignis depíctus!”. Dios mío, ¡qué expresión! ¡Las llamas
que vomitan los Vesubios, las que devoraron a Roma y tantas otras ciudades, el
fuego de Babilonia, el que Elías hizo bajar del Cielo, hasta el diluvio de
llamas que en tiempo de Lot llovió sobre las nefandas ciudades de Sodoma y
Gomorra, todo es fuego pintado en comparación del que atormenta a las Almas del
Purgatorio! Tanquam ignis depíctus! Ahora bien: si tener el dedo en la llama de
una vela sería para nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento será para
aquellas almas estar sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San
Gregorio, “igual en todo, menos en la duración, al del Infierno”? Sí;
escuchadlo, almas tibias, y estremeceros. Con el mismo fuego se purifica el
elegido y arde el condenado, con la única diferencia que aquél saldrá cuando
haya satisfecho por sus culpas y éste arderá allí eternamente. ¿Y en esas
abrasadoras llamas quieres tú caer por tu tibieza? ¡Oh ceguera! ¡Oh locura sin
igual!
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
Considera
cuáles son las faltas por las que Dios infinitamente bueno y misericordioso
castiga a sus amadísimas esposas con tanto rigor y verás que son faltas leves, y
a veces un solo pecado venial. ¡Oh! ¡Y qué mal tan grave debe ser éste delante
de Dios, cuando es tan severamente castigado en el Purgatorio! En efecto; el
pecado venial es leve, si se le compara con el mortal, pero en sí es mayor mal
que la ruina de todos los imperios y que la destrucción del universo; es un mal
tan espantoso, que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del
mundo; es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudieses convertir a todos los
pecadores, sacar a todos los condenados del Infierno, librar a todas las almas
del Purgatorio, aun entonces no debieras cometerlo, pues todos estos bienes no
igualarían la malicia del pecado más leve, porque aquéllos son males de la
criatura y éste es un mal y una ofensa hecha al mismo Creador. ¿Puedes oír esto
sin horrorizarte y sin mudar de conducta? Pero ¡Ay! ¿Qué es tu vida, sino una
serie ininterrumpida de pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos, con los
oídos, con la lengua, con las manos, con todos los sentidos! ¡Cuántas culpas
por la ignorancia crasa y olvido voluntario de tus obligaciones! ¡Cuántas
indiscreciones por la distracción de tu espíritu, por la violencia de tu genio,
por la temeridad de tus juicios, por la malicia de tus sospechas! ¡Cuántas
faltas por no querer mortificarte, ni sujetarte a otro, por tu ligereza en el
hablar! ¡Ay! Llora, cristiano, tu ceguedad; y a la claridad del fuego espantoso
del Purgatorio, comprende por último cuán grande mal es cometer un pecado
venial. Pero ¡ay!, es un mal tan grande; ¡y tú, lejos de llorarle, lo cometes
sin escrúpulo, a manera de juego, pasatiempo y diversión!
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Nada
hace tan sensible la malicia del pecado venial como las muchas almas, de que
consta por varias y auténticas apariciones, que han expiado en el Purgatorio
faltas, según nuestro modo de hablar, muy ligeras. Unas fueron condenadas a él
por haber hablado en la iglesia sin necesidad, como una niña de siete años,
según refiere Cesáreo de Heisterbach; otras, como la hermana de San Pedro
Damián, por haber escuchado con gusto una canción profana cuando se levantó a
Maitines. Murió Vitalina, noble doncella romana, tenida por Santa Mónica en tan
buena opinión que encomendaba a su hijo Agustín en sus oraciones; y a pesar de
esto, se apareció muy triste a San Martín obispo diciéndole: “Estoy ardiendo
por haberme lavado dos o tres veces la cara con demasiada vanidad”. Un
religioso fue al Purgatorio por no haber hecho inclinación de cabeza al decir
el Gloria Patri al fin de los Salmos; otros por estarse a la lumbre más de lo
ordinario en tiempo de invierno; allá fue a parar San Severino obispo
coloniense por ciertas negligencias en el rezo divino; un niño de nueve años
por no haber pagado o devuelto algunas frioleras que había tomado; muchos años
estuvo en aquel fuego un padre de familia por haber descuidado la buena
educación de sus hijos; San Valero por haber favorecido demasiado a un sobrino
suyo; y así de otros muchos.
ORACIÓN
A JESÚS CONDUCIDO DE TRIBUNAL EN TRIBUNAL
¡Oh
Padre amantísimo! Cuando considero las innumerables ofensas que cada día cometí
contra vuestra soberana Majestad, cuando me veo siempre iracundo, soberbio,
vengativo, falto de virtudes y lleno de defectos y vicios, no puedo menos que
temblar al postrarme a vuestros pies. ¿Y cómo me atreveré yo a interceder por
las afligidas almas del Purgatorio, siendo merecedor de penas más graves que las
suyas? No obstante, me anima vuestro benignísimo y pacientísimo Hijo. ¡Ah! Si
le veis cargado de cadenas y conducido de tribunal en tribunal, es por mi amor;
sí, a pesar de ser Juez de vivos y muertos, oye las más inicuas acusaciones y
falsos testimonios; si le veis insultado, escupido, abofeteado y pisoteado, es
por mi amor. Aceptad, pues, oh Padre amantísimo, la paciencia inalterable de mi
dulce Redentor; aceptad su silencio, humildad y mansedumbre asombrosos. Estas
virtudes confunden y condenan, es verdad, mi altivez, mis impaciencias e
ímpetus de ira y de venganza; mas, por tan sublime santidad, perdonaréis a las
pobres Ánimas del Purgatorio, y purificándome de mis defectos y manchas, me
transformaréis todo en Vos. ¡Oh! Concededme estas gracias, Jesús mío
benignísimo. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
Mañana procuraremos sufrir con paciencia, así los trabajos que Dios nos envíe,
como las molestias del prójimo, en sufragio de las benditas almas del
Purgatorio.
DÍA
CUARTO
MEDITACIÓN:
SOBRE LA PENA DEL DAÑO
PUNTO
PRIMERO
Por
horrorosos que sean los tormentos que padecen las Ánimas en el Purgatorio, por
espantosas que sean las llamas en que se abrazan, no igualarán jamás la pena
vivísima que sienten al verse privadas de la vista clara de Dios. En efecto,
aquéllas constituyen la pena de sentido, ésta la de daño; aquéllas son
limitadas; ésta infinita; aquéllas privan a las almas de un bien accidental,
cual es el deleite; por ésta carecen de un bien esencial a la bienaventuranza,
en el cual consiste la felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de Dios.
Ahora no comprendemos esta pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita.
¡Ah! ¡Pobres Ánimas! Vosotras conocéis a Dios, no con un conocimiento oscuro,
como nosotros, sino con una luz clara y perfectísima; veis que es el centro de
vuestra felicidad, que contiene todas las perfecciones posibles, y en grado
infinito; sabéis que, si cayera en el Infierno una sola gota de aquel océano
infinito de delicias que en sí encierra, bastaría para extinguir aquellas
llamas y hacer del Infierno el paraíso más delicioso. Comprendéis todo esto
perfectísimamente, y así os lanzáis hacia aquel Bien infinito con más fuerza
que una enorme peña desgajada de la montaña se precipita a lo profundo del
valle; ¡y no obstante no le podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena! ¡Qué tormento!
Absalón, privado solamente dos años de la amable vista de su padre David, vive
desconsoladísimo; nada le alegra: ni riquezas, ni amigos, ni delicias;
continuamente suspira por verle, hasta llegar a elegir la muerte antes que
verse más tiempo privado de su presencia, siendo su padre un simple mortal;
¿qué será, pues, para vosotras el veros privadas de Dios, y con Él de todo
bien, de todo consuelo y felicidad? Preciso fuera sentirlo, para formarse una
idea cabal y completa de estado tan horriblemente angustioso.
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
Si
tan horribles penas sienten las Ánimas, viéndose privadas del hermosísimo
rostro de Dios, ¿cuál debería ser tu desconsuelo, oh pecador, que vives privado
de su gracia y amistad? Las almas benditas del Purgatorio no poseen aún a Dios,
es verdad; pero están seguras de poseerle un día, porque son amigas, hijas y
esposas suyas muy queridas. Pero tú, infeliz, sabes que, viviendo como vives,
no poseerás jamás a Dios. Sabes que desde el momento en que te rebelaste contra
Él perdiste su gracia, y con ella la rica herencia de la Gloria. ¡Ah! ¿Cómo
dices “Padre nuestro, que estás en los cielos”? Te engañas: Dios ya no es tu
padre, ni tu señor, ni tu rey. ¿Sabes quién es tu padre y señor? ¡Ay de ti! Es
el demonio: “Vos ex patre diábolo estis”. A él te entregaste pecando, él es tu
compañero inseparable; tú eres su esclavo. Si Dios rompiera el hilo delgado de
tu vida, ¡ay!, el demonio se apoderaría de ti y arrastraría su presa al fuego
del Infierno. ¡Ay! ¿Crees esto, pecador, y no obstante duermes tranquilo? Dios
todopoderoso es tu enemigo, tiene firmada contra ti la sentencia de condenación
eterna; ¡y tú, lejos de borrarla con una buena confesión, juegas, ríes, te
diviertes, pasas días, meses, años y la vida entera en el pecado! ¡Oh
deplorable ceguedad! ¡Oh insensibilidad más que de bruto irracional!
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Refieren
varios autores, entre ellos fray José de Jesús María OCD y el padre Pedro de
Moncada SJ, que, estando un religioso carmelita descalzo en oración, se le
apareció un difunto con semblante muy triste y todo el cuerpo rodeado de
llamas. “¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?” –preguntó el religioso–. “Soy
–respondió– el pintor que murió días pasados, y dejé cuanto había ganado para
obras piadosas”. “¿Y cómo padeces tanto, habiendo llevado una vida tan
ejemplar?” –volvió a decirle el religioso–. “¡Ay! –contestó el difunto–; en el
tribunal del supremo Juez se levantaron contra mí muchas almas, unas que
padecían terribles penas en el Purgatorio y otras que ardían en el Infierno, a
causa de una pintura obscena que hice a instancias de un caballero. Por fortuna
mía se presentaron también muchos Santos, cuyas imágenes pinté, y dijeron para
defenderme que había hecho aquella pintura inmodesta en la juventud, que
después me había arrepentido y cooperado a la salvación de muchas almas,
pintando imágenes de Santos; y por último, que había empleado lo que había
ganado a fuerza de muchos sudores, en limosnas y obras de piedad. Oyendo el
Juez soberano estas disculpas, y viendo que los Santos interponían sus méritos,
me perdonó las penas del Infierno, pero me condenó a estar en el Purgatorio
mientras dure aquella pintura. Avisa, pues, al caballero N. N., que la eche al
fuego; y ¡ay de él si no lo hace! Y en prueba de que es verdad lo que digo,
sepa que dentro de poco tiempo morirán sus dos hijos”. Creyó, en efecto, el
caballero en la visión y arrojó al fuego la imagen escandalosa. Antes de dos
meses se le murieron dos hijos, y él reparó con rigurosa penitencia los daños
ocasionados en las almas, y en satisfacción hizo pintar cuadros de la Pasión de
Cristo, de la Virgen y de otros Santos, con lo cual pudo salir libre el pintor.
ORACIÓN
A JESÚS TRATADO COMO LOCO Y PROPUESTO A BARRABÁS
¿Qué
decíais, oh Ángeles del cielo, cuando visteis a la Majestad y Sabiduría
infinita tan vilmente despreciada en casa de Herodes y en el pretorio de
Pilatos? ¿Cómo? ¡Vos, oh Jesús mío, vestido de ropa blanca y tenido por loco!
¡Vos, Rey de cielos y tierra, conducido así por las calles de Jerusalén,
cargado de oprobios e ignominias! ¡Vos, el Hijo de Dios, pospuesto al más vil
facineroso! Pero ¡Ay de mí! ¡Yo también os he tratado de necio, prefiriendo las
locas máximas del mundo a vuestra ley sapientísima! ¡Yo también ingrato os he
abandonado y pospuesto a un vil interés, a un sucio deleite, a un puntillo de
honra por un miserable “qué dirán”! ¡Ay!, merecía estar por siempre privado de
vuestra presencia amabilísima; pero, ya que por mí sufristeis escarnios tan
crueles, tened compasión de mí y de las pobres Ánimas del Purgatorio. Sí, Jesús
mío; por esas vuestras ignominias curad mi loca vanidad y soberbia; por aquel
grito tremendo que oísteis en casa del juez, gritando todos a una voz: “Crucificadle,
crucificadle”, haced que yo crucifique mis pasiones, para que, junto con las
Ánimas del Purgatorio, logre un día alabaros eternamente en la Gloria. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
Mañana, en sufragio de las benditas Ánimas, y en satisfacción de las palabras
altivas que hubiéremos dicho, besar tres veces la tierra; y el que quiera aún
humillarse más, podrá hacer con la lengua una pequeña cruz en el suelo.
DÍA
QUINTO
MEDITACIÓN
DEL REMORDIMIENTO DE UN ÁNIMA EN EL PURGATORIO
Figúrate,
cristiano que esto meditas, a un alma que haya llevado en este mundo una vida
enteramente semejante a la tuya; que haya vivido tibia, inmortificada,
distraída en los ejercicios de piedad como tú, sin tener horror más que al
pecado mortal y al Infierno. Supongamos, no obstante, que haya tenido la dicha
(no sabes si tú la tendrás) de hacer una buena confesión, morir en gracia e ir
al Purgatorio. ¿Qué pensará en aquel horrible fuego entre penas y tormentos tan
espantosos? ¡Ay!, dos pensamientos la afligirán sobremanera.
PRIMER
PENSAMIENTO
“Pude
librarme de estas penas y no quise. Sí; ¡yo misma he encendido estas llamas!
¡Yo soy la causa de estas penas atrocísimas! Dios no hace más que ejecutar la
sentencia que yo, en el mundo, pronuncié contra mí misma. ¡Qué medios no me
había proporcionado para ahorrarme estos tormentos! Caricias, amenazas, beneficios,
todo lo había agotado; gracias singularísimas de inspiraciones, buenos
ejemplos, libros piadosos, padres vigilantes, celosos confesores, maestros y
predicadores fervorosos, remordimientos continuos, todo lo había empleado. Mas,
¡qué locura tan grande la mía! ¡Por no privarme de un frívolo pasatiempo, por
ir a bailes, por divertirme o jugar con tal compañía, por no abstenerme de una
mirada, de un vil gusto, de una vana complacencia, por hablar de los defectos
del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas penas y tormentos! Me lo decían
todos los años, me lo predicaban y repetían; ¡mas yo no hacía caso!… ¡Dichoso
San Pablo, primer ermitaño, dichosas Gertrudis, Escolástica, y tantos otros
Santos que, habiendo satisfecho a la Justicia divina en el mundo, subisteis al
Cielo sin pasar por el Purgatorio! ¡Yo podía hacer lo que vosotros, pero no
quise! ¡Oh locuras mundanas, oh conversaciones frívolas, oh pasatiempos, oh
vanidad, y qué caro me costáis ahora! ¡Oh amarga memoria! ¡Estoy sufriendo
penas y tormentos acerbísimos; y yo los he querido! ¡Podía evitarlos
fácilmente, y no quise!”.
Medita
un poco sobre lo dicho.
SEGUNDO PENSAMIENTO
que aflige, oh cristiano, al alma tibia, que vivió enteramente como tú vives.
“Yo
querría librarme ahora del Purgatorio y no puedo. ¡Oh, si pudiera yo ahora
volver al mundo! –dirá cada una de aquellas Ánimas–, ¡con qué gusto me
sepultaría en los desiertos con los Hilariones y Arsenios! Haría penitencias
más espantosas que las de un Ignacio en la cueva de Manresa, que las de un
Simeón Estilita y de un San Pedro de Alcántara; pasaría noches enteras en
oración, como los Antonios, Basilios y Jerónimos; me arrojaría en estanques
helados y me revolcaría entre espinas, como los Benitos y los Franciscos;
haría…” ¡Ah pobres e infelices almas! No era necesario nada de esto; con mucho
menos podíais apagar esas abrasadoras llamas, sin hacer más que lo que hacíais
cada día, pero haciéndolo con perfección, evitabais estos tormentos. Sí; los
mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores disposiciones; las mismas Misas,
pero oídas con más recogimiento y atención; las mismas devociones, pero
practicadas con más fervor; las mismas mortificaciones, ayunos y obras de
misericordia, pero hechas con menos ostentación, únicamente por agradar a Dios,
no sólo os hubieran librado de todas esas penas, sino también asegurado a
vosotras y a muchas otras almas la posesión del Reino de los Cielos. Ahora no
os canséis, vuestros deseos son inútiles; ya no es tiempo de merecer; ya ha
llegado para vosotras aquella noche intimada por San Juan, en la que nadie
puede hacer obra alguna meritoria; “ahora es necesario sufrir, y sufrir penas
inexplicables, y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude
facilísimamente evitar estos tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder evitarlos
ahora, y no puedo! ¡Dichoso cristiano que oyes esto! Tú tienes tiempo todavía;
no es aún llegada para ti aquella noche tenebrosa. ¿Y perderás días tan
preciosos? ¿No tomarás la seria resolución de confesarte bien, de enmendar tu
vida?”.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Estaba
Santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue llevada en espíritu al
Purgatorio. Allí vio, entre otras, a una noble doncella, y oyó que se quejaba
amargamente de su madre, por el demasiado amor que le había tenido: “¡Ah!
–decía–, en vez de reprenderme y sujetarme, ella me proporcionaba modas,
novios; me excitaba a ir a los bailes, saraos, teatros, y hasta me engalanaba
ella misma. Es verdad que me enseñaba algunas devociones, pero ¿qué gusto
podían dar éstas a Dios, yendo mezcladas con tanto galanteo y profanidad? No
obstante, como la misericordia del Señor es tan grande, por aquellas pocas
devociones que hacía, Dios me concedió tiempo para confesarme bien y librarme
del Infierno. Pero ¡ay! ¡Qué penas estoy padeciendo! Si lo supieran mis amigas,
¡qué vida tan distinta llevarían! La cabeza, que antes ataviaba con dijes y
vanidades, está ahora ardiendo entre llamas vivísimas; las espaldas y brazos,
que llevaba descubiertos, los tengo ahora cubiertos y apretados con hierros de
fuego ardentísimo; las piernas y pies, que adornaba para el baile, ahora son
atormentados horriblemente; todo mi cuerpo, en otro tiempo tan pulido y
ajustado, ahora se halla sumergido en toda clase de tormentos”. Contó la Santa
esta visión a una prima de la difunta, muy entregada también a la vanidad, y
ésta cambió de vida en términos que, entrando en un convento de muy rigurosa
observancia, procuró con rigidísimas penitencias reparar los desórdenes pasados
y auxiliar a su parienta, que estaba padeciendo tanto en el Purgatorio.
ORACIÓN
A JESÚS AZOTADO EN LA COLUMNA
¡Oh
Jesús amabilísimo! ¡Vos, desnudo y azotado por mí! ¡Vos, la inocencia y
santidad infinitas, despedazado por mi amor con innumerables azotes! ¡Ay! ¡Qué
extraño es que se paguen caros en el Purgatorio los gustos del pecado, si así
pagáis Vos en vuestro purísimo cuerpo las sensualidades del mío! ¡Ay infeliz de
mí! Yo soy quien he pecado; yo merecía ese castigo tan humillante y riguroso; y
no obstante, lejos de mortificar mis apetitos y de castigar con penitencias una
carne impura, no busco sino delicias y regalos. Mas no será así en adelante,
dulcísimo Jesús. Caiga sobre mi corazón una gota de esa Sangre preciosa y
arrepentido abrazaré la mortificación, y quedaré todo encendido en vuestro
santo amor. Y Vos, Padre celestial, ya que vuestro Hijo santísimo satisfizo
sobreabundantemente a vuestra divina Justicia, perdonad mis culpas, usad de
clemencia con las benditas Ánimas del Purgatorio, aceptad en sufragio de ellas
todo cuanto yo sufriere en este día, aceptad la cruel flagelación de Jesús y
los dolores de su Madre Santísima. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
Mañana no comer fuera de las horas acostumbradas, o hacer alguna mortificación
corporal en sufragio de las benditas almas del Purgatorio.
DÍA
SEXTO
MEDITACIÓN
DE LA PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
PUNTO
PRIMERO
Es
verdad que las almas del Purgatorio padecen imponderables penas, y sin mérito,
pero las padecen con una paciencia y resignación admirables. Conocen a Dios con
luz perfectísima, le aman con purísimo amor y desean ardentísimamente poseerlo,
pero al ver sus faltas, bendicen y adoran la mano justa y amorosa que las
castiga. ¡Oh!, ¡y con cuánta más resignación que los hermanos de José,
exclaman: “Mérito hæc pátimur!, Con mucha razón nos castigáis, Señor; pues
cuando pecamos no temimos vuestro poder y justicia, frustramos los designios de
vuestro amor y sabiduría, despreciamos vuestra majestad y grandeza, y ofendimos
vuestras perfecciones infinitas. Justo es que seamos castigadas. Hombres sin
conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus bienhechores:
Faraón hizo a José virrey de Egipto, porque le interpretó un sueño misterioso;
Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros empleos de la Persia, porque le
descubrió una conspiración; hasta los osos y leones y otras fieras indómitas,
agradecidas defendieron a sus bienhechores; y nosotras, creadas a vuestra
imagen, redimidas con vuestra Sangre, honradas con bienes de fortuna y
exaltadas con tantos dones de la gracia, ingratas, ¡ay!, os abandonamos en
vida. Sí; purificadnos en este fuego; ¡por acerbas que sean nuestras penas,
bendeciremos y ensalzaremos vuestra justicia y misericordia infinita! Justus
es, Dómine, et rectum judícium tuum”. Todavía más: es tanta la fealdad del
pecado, por leve que sea, que, si Dios abriera a esas Almas las puertas del
Cielo, no se atreverían a entrar en él, manchadas como están, sino que
suplicarían al Señor las dejara purificarse primero en aquellas llamas. No de
otra suerte que una doncella escogida por esposa de un gran monarca, si el día
de las bodas apareciese una llaga asquerosa en su rostro, no se atrevería a
presentarse en la Corte, y suplicaría al Rey que difiriese las bodas hasta que
estuviera perfectamente curada. ¡Oh pecado! Por leve que parezcas, ¡qué mal
eres tan grave, cuando las mismas almas preferirían los horrores del Purgatorio
a entrar en el Cielo con la menor sombra de tu mancha!
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
Mira,
cristiano, si puede darse locura mayor que la tuya... Te reconoces deudor a la
Justicia divina de horribles penas por los pecados enormes que cometiste en la
vida pasada, y por las innumerables faltas en que, al presente, caes todos los
días; que no basta confesarte; que la absolución borra, sí, la culpa, mas, no
condonando toda la pena, es preciso satisfacer a la Justicia divina en este o en
el otro mundo; y no obstante, jamás te cuidas de hacer penitencia. Ahora podías
expiar tus culpas fácilmente, y con mucho más mérito tuyo: una confesión bien
hecha, una Misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera
mortificación, una limosna, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con devoción,
podría excusarte espantosos suplicios; y tú todo lo descuidas, todo lo dejas
para la otra vida. ¡Ay! ¿Has olvidado, por ventura, cuán horribles son y cuánto
tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabes que, según afirman ciertos autores,
fundados en revelaciones muy respetables, varias de aquellas almas han estado
siglos enteros en el Purgatorio, y otras estarán allí hasta el Juicio final?
¡Insensato! “Las Ánimas, -dice San Cirilo de Jerusalén- mejor querrían sufrir
hasta el fin del mundo todos los tormentos de esta vida, que pasar una sola
hora en el Purgatorio”; ¿y tú quieres más arder siglos enteros en el
Purgatorio, que mortificarte en esta vida un solo momento? ¡Oh espantosa
locura!
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Refiere
el venerable jesuita Pablo Señeri que había en Bolonia una viuda noble, que tenía
un hijo único y muy querido. Estando divirtiéndose un día con otros jóvenes,
pasó un forastero y les interrumpió el juego. Reprendióle ásperamente el hijo
de la viuda, y resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el pecho,
y dejándole palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal
ensangrentado en la mano y se metió en la primera casa que encontró abierta.
Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase; y ella, que era
precisamente la madre del joven asesinado, le escondió en efecto. Entre tanto
llegó la justicia buscando al asesino; y no hallándole allí, “sin duda –dijo
uno de los que le buscaban– no sabe esta señora que el muerto es su hijo, pues
si lo supiera, ella misma nos entregaría al reo, que indudablemente debe estar
aquí”. Poco faltó para que muriese la madre de sentimiento al oír estas
palabras. Mas luego, cobrando ánimo y conformándose con la voluntad divina, no
sólo perdonó al que había matado a su único y estimado hijo, sino que le
entregó todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese
con más prontitud; y después lo adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable fue a
Dios esta generosa conducta! Pocos días después estaba la buena señora haciendo
oración por el alma del difunto, cuando de pronto se le apareció su hijo, todo
resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enjugad, madre mía, vuestras lágrimas
y alegraos, que me he salvado. Muchos años tenía que estar en el Purgatorio,
pero vos me habéis sacado de él, con las virtudes heroicas que practicasteis
perdonando y haciendo bien al que me quitó la vida. Más os debo por haberme
librado de tan terribles penas, que por haberme dado a luz. Os doy las gracias
por uno y otro favor; adiós, madre mía, adiós; me voy al Cielo donde seré
dichoso por toda la eternidad”.
ORACIÓN
A JESÚS CORONADO DE ESPINAS
¡Oh
amabilísimo Redentor mío! ¡Los pecadores se coronan de rosas, los reyes de la
tierra se ciñen coronas de diamantes y perlas, y Vos, Rey inmortal de los
siglos, estáis coronado de espinas! ¡Oh! ¡Si esa vuestra corona se clavase en
mi cabeza, para arrancar de una vez mi soberbia y malos pensamientos! ¡Oh! ¡Si
a lo menos una de esas espinas atravesara mi conciencia y no me dejara reposar
hasta que hubiese mudado de vida! Señor, no quiero ya más coronarme de flores
en este mundo, sino de espinas por vuestro amor. Y Vos, Padre Misericordiosísimo,
aceptad, en sufragio de las pobres almas del Purgatorio, aquellas befas,
humillaciones y dolores acerbísimos que sufrió vuestro amable Hijo cuando le coronaron
de espinas. Por aquellas asquerosas salivas que recibía, por aquellos escarnios
con que le ultrajaban, por aquella sangre que corría de su cabeza santísima, a
fuerza de los cruelísimos golpes que sobre las espinas le daban, por aquel
dolor que atravesó el corazón de su angustiadísima Madre, aliviad, os suplico,
a las afligidas almas del Purgatorio y concededles pronto la corona
incorruptible de la Gloria. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
En sufragio de las Ánimas del Purgatorio, aplicar las indulgencias parciales
que se pueden ganar, cada vez, diciendo devotamente: Jesús, José y María, os
doy el corazón y el alma mía.
DÍA
SÉPTIMO
MEDITACIÓN:
DEL DESCUIDO DE LOS MORTALES EN ALIVIAR A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
PUNTO
PRIMERO
¡Pobres
almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables; no pueden merecer, ni
esperar alivio sino de los vivos; y éstos, ingratos, no cuidan de ellas! Tienen
en el mundo tantos hermanos, parientes y amigos, y no hallan, como José, un
Rubén piadoso que las saque de aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son más
dolorosas que la ceguedad de Tobías, y no encuentran un Rafael que les dé la
vista deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de Dios. Se abrasan en más
ardiente sed que el criado de Abraham, y no hallan una oficiosa Rebeca que se
la alivie. Son infinitamente más desgraciadas que el caminante de Jericó y el
paralítico del Evangelio; mas no encuentran un Samaritano, u otra persona
compasiva que las consuele. ¡Pobres Almas! ¡Qué tormento tan grande será para
vosotras este olvido de los mortales! ¡Podrían tan fácilmente aliviaros y
libertaros del Purgatorio; bastaría una Misa, una Comunión, un Vía Crucis, una
indulgencia que aplicasen; y nadie se preocupa de ofrecérosla! ¿Y quiénes son
esos ingratos? ¡Ah! son vuestros mismos parientes y amigos, vuestros herederos,
vuestros hijos mismos. Ellos se alimentan y recrean con los bienes que les
dejasteis; y ahora desconocidos no se acuerdan ya de vosotras. Tal vez por
haberlos estimado y complacido demasiado, por haberlos enriquecido con usuras y
otros modos ilícitos, ardéis en esas llamas; y los ingratos se divierten ahora,
sin compadecerse ni acordarse de vuestras penas… ¡Pobres almas! Con mucha más
razón que David podéis decir: “Si un extraño que no hubiese jamás recibido
ningún favor de mi mano, si un enemigo me tratara así, por sensible que me
fuera, podría soportarlo con paciencia; ¡pero tú, hijo mío, que me debes tantos
beneficios, y te sustentas y regalas con el sudor de mi rostro; tú, hija mía,
por quien pasé tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía,
que tantas pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y blanco
de mis incesantes favores; que tú me trates así, que descuidando los sufragios
que tanto te encargué, me dejes en este fuego, sin querer socorrerme!”. ¡Ah!
¡Ésta sí que es ingratitud y crueldad superior a toda ponderación!
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
¡Pobres
almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las socorremos.
“Acuérdate –gritan los difuntos– de cómo he sido yo juzgado, porque así mismo
lo serás tú. A mí ayer; a ti hoy. Tú también serás del número de los difuntos,
y tal vez muy pronto. Y por rico y poderoso que seas, ¿qué sacarás de este
mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada más: las obras. Si son buenas, ¡qué
consuelo! Si malas, ¡qué desesperación! Como tú hayas hecho con nosotros, harán
contigo”. ¿Lo oyes? Si ahora eres duro e insensible con las benditas Ánimas,
duros e insensibles serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de
existir. Y no es éste el parecer de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría
infinita que nos dice por San Mateo: “Con la misma medida con que midiereis,
seréis medidos”. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado con las almas de
nuestros prójimos, se portarán los mortales también con nosotros; y “¡Ay de
aquel que no hubiese usado de misericordia, porque le espera –dice el Apóstol
Santiago– un juicio sin misericordia!”. ¿Y no tiemblas tú, heredero y
testamentario, insensible para con los difuntos? Si lleno de indignación el
Juez supremo arroja al Infierno al que niega la limosna a un pobre, que tal vez
era enemigo de Dios por el pecado, ¿con cuánta justicia y rigor condenará al que
niegue a sus amadísimas esposas los sufragios de los bienes que le pertenecían?
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Registra
San Nicéforo de Constantinopla que, siendo derrotado por Cayano el ejército de
Mauricio, y hechos prisioneros gran número de soldados, Cayano pidió al
Emperador una moneda, y no de valor muy subido, por el rescate de cada
prisionero. Mauricio se negó a darla. Cayano pidió entonces una de menos valor;
y habiéndosela también rehusado, exigió por último una ínfima cantidad; la que
no habiendo podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mandó cortar la cabeza
a todos los soldados imperiales que tenía en su poder. Mas, ¿qué sucedió? Pocos
días después, Mauricio tuvo una espantosa visión. Citado al tribunal de Dios,
veía gran multitud de esclavos que arrastraban pesadas cadenas, y con horrendos
gritos pedían venganza contra él. Oyendo el Juez supremo tan justas quejas, se
volvió a Mauricio y le preguntó: “¿Dónde quieres más ser castigado: en ésta, o
en la otra vida?”. “¡Ah! Benignísimo Señor –respondió el prudente emperador–,
prefiero ser castigado en este mundo”. “Pues bien –dijo el Juez–, en pena de tu
crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a tan poco
precio, uno de tus soldados te quitará la corona, fama y vida acabando con toda
tu familia”. En efecto, pocos días después se le insurreccionó el ejército,
proclamando a Focas por emperador. Mauricio, fugitivo, se embarcó en una
pequeña nave con algunos pocos que le seguían; mas en vano: furiosas las olas
lo arrojaron a la playa, y llegando los partidarios de Focas, le ataron a él y
cuantos le seguían y los llevaron a Eutropia, en donde, ¡oh padre infeliz!,
después de haber visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de
cinco hijos suyos, fue muerto ignominiosamente, y no pasó mucho tiempo sin que
el resto de su familia sufriese la misma desgracia.
¡Ah!
cristianos que oís esto: no son unos pobres soldados, son vuestros propios
hermanos y vuestros propios padres los que han caído prisioneros de la Justicia
divina. Este Dios misericordioso pide por su rescate una muy pequeña moneda; de
gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar. ¿Y seréis tan duros que se la
neguéis? ¿Tan insensibles seréis a la felicidad de las Ánimas y a vuestros
propios intereses?
ORACIÓN
A JESÚS LLEVANDO LA CRUZ A CUESTAS
¡Oh
dulcísimo Jesús, y qué sensible habrá sido a tu corazón mi olvido e
indiferencia para con las almas del Purgatorio, pues tanto las amas, por una
parte, y por otra eres tan caritativo, que cuando subías a la montaña del
Calvario olvidaste tu dolor acerbísimo para consolar a aquellas piadosas
mujeres que lloraban tu suerte! Aplaque, pues, oh Padre celestial, tu ira la
caridad inmensa de tu Hijo santísimo. Acepta esos dolorosos pasos que da,
oprimido con el enorme peso de la cruz; acepta esas tres lastimosas caídas,
junto con los escarnios y con el sudor y sangre que derrama por nuestro amor.
Yo te lo ofrezco todo, en remisión de mi poca paciencia en los trabajos y en
sufragio de las pobres almas del Purgatorio. ¡Ah! Compadécete de sus lágrimas;
enjúgalas, oh Padre clementísimo, y haz que dichosas participen cuanto antes de
la gloria de tu rostro divino en la Patria celestial. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
El mayor sufragio que reclaman las benditas Ánimas, el más necesario para
nosotros y el más adepto a Dios es hacer una buena confesión, sin callar pecado
alguno al confesor.
DÍA
OCTAVO
MEDITACIÓN
DE CÓMO RECOMPENSARÁ EL SEÑOR A LOS DEVOTOS DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
PUNTO
PRIMERO
Supongamos,
cristiano piadoso, que, movido por estas meditaciones, haces una sincera y
dolorosa confesión, y ganando la indulgencia plenaria de este santo Novenario,
sacas un alma de la horrenda prisión del Purgatorio. ¡Ah! ¡Y qué grande será tu
dicha! Si perseveras, ¡qué galardón tan grande recibirás en el Cielo! Si los
reyes de la tierra, siendo miserables mortales, recompensan con tanta
munificencia al que libra a uno de sus vasallos de un gran peligro, o expone su
vida sirviendo generosamente a los apestados, ¿cómo pensáis vosotros que
premiará el Señor al que libre a una o más almas de las abrasadoras llamas del
Purgatorio? Decid, padres y madres: si aquel hijo, que es la niña de vuestros
ojos, cayese en un río o en el fuego y un hombre generoso os le sacara y
presentara vivo, ¿cómo se lo agradeceríais? Si vosotros fueseis ricos y
potentados, y él pobre, ¿cómo le premiaríais? Ahora bien: ¿qué tiene que ver el
cariño del padre más amoroso con el amor que Dios profesa a aquellas Almas, que
son sus hijas y esposas muy amadas? ¿Qué son todos los peligros y males de este
mundo, comparados con las espantosas penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación
hay entre el poder y la generosidad de un miserable mortal y el poder y la
generosidad infinita de Dios, que promete un inmenso premio de gloria por la
visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua a un pobre por su
amor? ¡Ah, cristiano! No dudo decir que miro como asegurada tu salvación si
logras sacar a una sola Ánima del Purgatorio. ¿Y no harás lo posible para
lograrlo?
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
No
pienses, alma cristiana, que ésta es una reflexión piadosa; es una promesa
formal de Jesucristo, verdad eterna, que no puede faltar a su palabra. ¿No nos
dice en el sagrado Evangelio: “Bienaventurados los misericordiosos, porque
ellos alcanzarán misericordia” Fundado en estas palabras infalibles: “Hasta
ahora, -dice el Padre San Gregorio- yo no sé qué se haya condenado ninguno que
haya usado de misericordia con el prójimo”. ¡Ah! Dios quiere mucho a las almas;
todo cuanto se hace por ellas lo mira, agradece y premia como si a Él mismo se
le hiciera: “En verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos
pequeños hermanos míos, lo habéis hecho conmigo”. ¡Ah! Dichosos cristianos: si
socorréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, “venid –os dirá un día nuestro
liberalísimo Juez–; venid, benditos de mi Padre celestial. Aquellas pobres
almas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis alimentado con el pan de
vida de mi sacratísimo Cuerpo; morían de sed y oyendo o haciendo celebrar Misa
les habéis dado a beber mi Sangre preciosísima; estaban desnudas, y con
vuestras oraciones y sufragios las habéis vestido con una estola de
inmortalidad; gemían en la más triste prisión, y con vuestros méritos e
indulgencias las habéis sacado de ella. Y no es precisamente a las Ánimas a
quienes habéis hecho estos favores; a Mí me los habéis hecho: “Mihi fecístis”:
pues todo cuanto hicisteis por ellas, Yo lo miro por tan propio como si lo
hubieseis hecho para Mí mismo. Por lo tanto, venid, benditos de mi Padre
celestial, a recibir la corona de gloria que os está preparada en el Cielo”. ¿Y
no querríais, cristianos, lograr tanta dicha? Pues en vuestra mano está.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Cuenta
el padre Gregorio Carfora CMR que tenía una pobre mujer napolitana una numerosa
familia que mantener, y a su marido en la cárcel, encerrado por deudas.
Reducida a la última miseria, presentó un memorial a un gran señor,
manifestándole su infeliz estado y aflicción; pero con todas las súplicas no
logró más que unas monedas. Entró desconsolada en una iglesia, y encomendándose
a Dios, sintió una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una
Misa por las Ánimas, y puso toda su confianza en Dios, único consuelo de los
afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa, se volvía a casa, cuando encontró a un
venerable anciano, que llegándose a ella le dijo: “¿Qué tenéis, mujer? ¿Qué os
sucede?”. La pobre le explicó sus trabajos y miserias. El anciano, consolándola,
le entregó una carta, diciéndole que la lleve al mismo señor que le ha dado las
monedas. Éste abrió la carta, y ¿cuál no fue su sorpresa cuando ve la letra y
firma de su amantísimo padre ya difunto? “¿Quién os ha dado esta carta?”. “No
lo conozco –respondió la mujer–, pero era un anciano, muy parecido a aquel
retrato; sólo que tenía la cara más alegre”. Leyó de nuevo la carta, y observó
que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del Purgatorio al Cielo
por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa pobre mujer. Con todas veras
la encomiendo a tu piedad y agradecimiento; dale una buena paga, porque está en
grave necesidad”. El caballero, después de haber leído y besado muchas veces la
carta, regándola con copiosas lágrimas de ternura: “Vos –dijo a la afligida
mujer–, vos, con la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi
estimado padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido y familia”. En
efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron siempre, de allí
en adelante, cuanto necesitaban y con mucha abundancia. Así recompensa Dios,
aun en este mundo, a los devotos de las benditas Ánimas.
ORACIÓN
A JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
¿De
qué trabajos puedo quejarme, oh Jesús dulcísimo, cuando os contemplo clavado en
la cruz, desamparado de vuestro Padre celestial, padeciendo la más cruel sed y
agonía por mi amor? ¿Cómo no esperaré cuando por todas esas llagas abiertas,
como por otras tantas bocas o volcanes de amor, pedís misericordia y perdón?
Sí; aliéntate, pecador; pronto está Dios a borrar culpas pasadas; alentaos
también vosotras, almas benditas del Purgatorio; ya se acerca la hora de
vuestro rescate y de vuestra libertad. Mañana, con las comuniones que se os
ofrecerán, será el dichoso día de vuestra redención. ¡Oh! haced que así sea,
dulcísimo Jesús, moved el corazón de estos fieles para que no nieguen este
sufragio a las Ánimas, apagad la sed ardentísima que esas Almas tienen de
veros, de gozaros, de reinar con Vos y bendeciros por siglos infinitos. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO:
Hacer una limosna en sufragio de las Almas del Purgatorio.
DÍA
NOVENO
MEDITACIÓN
DEL AGRADECIMIENTO DE LAS BENDITAS ÁNIMAS PARA CON SUS DEVOTOS
PUNTO
PRIMERO
Ved
aquí el día feliz; hoy, con las numerosas comuniones y sufragios que los fieles
han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en tantas otras iglesias, muchas
de aquellas almas, ayer tan afligidas y desgraciadas, han pasado a ser dichosos
habitantes y príncipes felicísimos de la Corte celestial. Ya ven cara a cara la
Hermosura y Majestad infinita; ya poseen a Dios, que contiene en sí cuanto hay
de amable, de grande, delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no puede
experimentar ni más alegría, ni más suavidad, ni más dicha. ¡Ay! ¡Si pudieses,
amado cristiano, penetrar hoy en aquella dichosa patria y contemplar el
transporte de aquellos Bienaventurados! ¡Qué enhorabuenas, qué abrazos se dan
tan amorosos! ¡Qué cánticos entonan en acción de gracias al Dios de las
misericordias y a los generosos cristianos que las han sacado del Purgatorio!
¡Oh! ¡Cómo dan por bien empleadas las penas que en este mundo padecieron! ¡Oh!
¡Con cuánta alegría está diciendo cada una de ellas: “Dichosas confesiones y
comuniones; dichosas las Misas que oía, las limosnas, oraciones, penitencias y
obras buenas que yo practicaba; dichosas las burlas y escarnios que yo sufría
por ser devota. ¡Y con qué magnificencia pagáis, Señor, hasta los sacrificios
más pequeños e insignificantes que hice por vuestro amor!”! ¿No quisieras,
cristiano, tener tú la misma suerte? Pues pelea contra las pasiones; que sin
pelear no se alcanza victoria; sin pena, no hay felicidad.
Medita
un poco sobre lo dicho.
PUNTO
SEGUNDO
¡Y
qué dicha, cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purgatorio a alguna de
aquellas almas! El Cielo debe a tus sufragios el nuevo regocijo y la nueva
gloria accidental que ahora experimenta. Y aquellas almas dichosas te deben la
libertad, y con ella la posesión de una felicidad infinita. ¿Qué súplicas,
pues, tan fervorosas no harán a Dios por ti? ¿En qué necesidad podrás
encontrarte que no cuiden de socorrerte? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las
gracias necesarias para vencer las tentaciones, adquirir las virtudes y
triunfar de los vicios? Y si alguna vez te vieres en peligro de pecar y de caer
en el Infierno, ¡con cuánto más celo que el pueblo de Israel lo hizo en favor
de Jonatán, dirán al Señor: “¿Y permitiréis, oh gran Dios, que se pierda
eternamente un cristiano que me ha librado a mí de tan horribles penas? ¿No
prometisteis que alcanzarían misericordia con el prójimo? ¿Y consentiríais
ahora que cayese en el Infierno aquel que con sufragios me abrió las puertas
del Cielo?”! ¡Ah dichoso cristiano! ¡Cuánto envidio tu dicha! Persevera, y
tienes segura la palma de la Gloria.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide,
por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta
Novena.
EJEMPLO
Cuenta
Dionisio Cartujano en su tratado de los Novísimos que Santa Gertrudis, aquella
esposa tan regalada del Señor, había hecho donación de todos sus méritos y obras
buenas a las pobres Ánimas del Purgatorio; y para que los sufragios tuviesen
más eficacia y fuesen más adeptos a Dios, suplicaba a su divino Esposo le
manifestase por qué alma quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su Divina
Majestad, y la Santa multiplicaba oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y
otras penitencias, hasta que aquella alma hubiese salido del Purgatorio. Sacada
una, pedía al Señor le señalara otra; y así logró librar a muchas de aquel
horrible fuego. Siendo ya la Santa de edad avanzada, le sobrevino una fuerte
tentación del enemigo que le decía: “¡Infeliz de ti! ¡Todo lo has aplicado a
las Ánimas del Purgatorio y no has satisfecho todavía por tus pecados! Cuando
mueras, ¡qué penas y tormentos te aguardan!”. No dejaba de acongojarla este
pensamiento, cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo:
“Gertrudis, hija mía muy amada; no temas: los sufragios que tú ofreciste a las
Ánimas del Purgatorio, me fueron muy agradables; tú no perdiste nada; pues en
recompensa no sólo te perdono las penas que allí habías de padecer, sino que
aun aumentaré tu gloria de muchísimos grados. ¿No había prometido yo dar el
ciento por uno, pagando a mis fieles servidores con medida buena, abundante y
apretada? Pues mira, yo haré que todas las almas libertadas con tus oraciones y
penitencias te salgan a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y
que, acompañada de este numeroso y brillante cortejo de bienaventurados, entres
en el triunfo de la Gloria”.
ORACIÓN
A LAS BENDITAS ALMAS LIBERTADAS DEL PURGATORIO POR LOS SUFRAGIOS OFRECIDOS
DURANTE EL NOVENARIO
¡Oh
almas dichosas y felices, a quienes nuestro dulcísimo Jesús acaba de admitir
hoy en su Patria celestial! Os felicitamos, y damos en nombre de toda la
Iglesia mil enhorabuenas por esta dicha tan grande. Unimos nuestra alegría con
la vuestra y con la de los Ángeles y Serafines; juntamos nuestras acciones de
gracia con los cánticos y alabanzas que vosotras entonáis al Creador por tan
inestimable beneficio. Sí, almas santas y dichosas; alegraos: ya se han acabado
para vosotras las penas y tristezas, las aflicciones y trabajos, los peligros y
tentaciones de esta miserable vida. Sólo os queda una eternidad de descanso, de
alegría, de delicias y de bienaventuranza infinita. ¡Qué dicha también la
nuestra, si con estos sufragios os hemos acelerado la posesión de tanta gloria!
Sí, triunfad en el Cielo; pero no hagáis como hizo aquel ingrato copero de
Faraón con José; no olvidéis a vuestros pobres hermanos, que militamos aún en
este valle de lágrimas; echad una mirada compasiva sobre nosotros; ¡mirad de
cuántos y cuán fieros enemigos nos vemos rodeados! Ahora que sois tan poderosas
delante de Dios, interceded por nosotros, para que, siendo fieles y constantes
en su servicio, podamos en vuestra compañía alabarle y glorificarle un día
eternamente. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio
de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos
los días
OBSEQUIO: Formar
una firme resolución de ofrecer todas nuestras obras satisfactorias en sufragio
de las pobrecitas Ánimas
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