DEVOTA
NOVENA PARA SOLICITAR EL PATROCINIO DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA, NUESTRA
SEÑORA, CONTEMPLANDO LOS PASOS DE SU TRISTÍSIMA SOLEDAD
Para
reverenciar con este obsequioso oculto, en la milagrosa imagen que, con el
título de Nuestra Señora de la Soledad, que se venera universal reconocimiento
en esta ciudad de Puebla de Los Ángeles.
Dispuesta
por el padre Joaquín Antonio de Villalobos, profesor de la sagrada compañía de
Jesús, prefecto de la congregación de Nuestra Señora del sepulcro de la buena
muerte, del colegio del Espíritu Santo.
Año
1726
ACTO
DE CONTRICIÓN
Virgen
dolorosísima, Ya conozco el incomparable desconsuelo y vehementísimos pesares
qué atravesaron nuestro tierno y amante corazón, aquellos tres días En qué os
hallaste sola, dejando muerto y sepultado a vuestro amantísimo Jesús en el
sepulcro, para enseñarme a mí Cuánto debe ser mi sentimiento de las muchas
veces que con mis graves culpas es despedido y arrojado de mi alma a mi señor,
quedándome sin la especial y favorable
presencia, con Qué asiste en las almas justas, oh,, y con qué lágrima debo
llorar está ausencia de mi Dios, que dieron ocasión mis ingratitudes. Y si el
penitente rey David, comía el pan amasado con sus lágrimas, y mezclada con
amargo llanto su bebida, siempre que oía en los adentro de su alma las voces de
su conciencia que le decían: ¿Dónde está tu Dios? Cómo no se deshace mi corazón
en suspiros de arrepentimiento, haciéndome mi fe la misma pregunta: ¿Dónde está
tu Dios A quién has apartado de sí con tus pecados? ¿Cómo no se me líquida el
corazón por los ojos a vista de tan lastimó es ausencia? Bien quiero señora
mía, Amparo de pecadores, deseo dolerme y arrepentirme con todas las veras de
mi corazón, y según este mi eficaz deseo, me arrepiento y me pesan mi alma de
todas mis culpas, por haber con ellas ofendido aún Dios A quién debía amar con
todos los aspectos de mi voluntad. Me pesa de todas y de cada una de mis
culpas, quisiera haber muerto antes que haber cometido alguna, pero ya de hoy
en adelante, amabilísima madre, propongo un menor mi vida y no volver a pecar
más, y fio de la misericordia de vuestro hijo, que por me pareció tan dolorosa
infame muerte, qué ha de perdonarme y restituir a su gracia, Y a vos madre mía,
Os pido me alcancéis este favor, y para esto le ofrezcáis por mí los dolores
qué pareciste en vuestra amarguísima soledad. Amén.
ORACIÓN
PARA TODOS LOS DÍAS
Virgen
Purísima María, madre de amarguras y congojas, tórtola gemidora, Paloma
solitaria encerrada en las concavidades de la piedra, viuda sin vuestro esposo,
huérfana sin vuestro padre, angustiada sin vuestro hijo, por estas graves penas
que padeciste en mi tiempo de vuestra soledad, por las funestas lágrimas que
derramaste En aquellos tres días, por los melancólicos pensamientos que acongojaron
vuestro espíritu, humildemente ruego, me alcancéis de vuestro hijo precioso,
dolor de mis pecados, tolerancia en las adversidades, resignación con la divina
voluntad en todos mis trabajos, así
interiores como exteriores, y principalmente os pido, mi señora, me consigas
mediante vuestra intercesión, de tu piedad, este particular bien que solicitó
en esta novena, como sea de su agrado y del vuestro, y Para mayor gloria de su
santísimo nombre y de vuestra santísima soledad. amén.
-Aquí
se rezan siete aves marías en memoria de sus siete Dolores y luego el pésame:
PÉSAME
Oh
Madre la más desconsolada de las madres del mundo, dadme permiso para que me
ponga en vuestra presencia, porque avergonzado de ser yo la causa de mis grabes
culpas, no me atrevo a parecer delante de vuestros ojos, pero asegurado Señora
de vuestro maternal y amorosísima mansedumbre y clemencia, y conociendo que
esos mismos Dolores los padecisteis en satisfacción de mis pecados, os pido me
des licencia para daros y repetiros una y muchas veces el pésame de vuestra
viudez, de vuestro desamparo, de vuestra soledad. Me pesa en mi alma, oh Reina
de los mártires, de la muerte de vuestro Hijo, y de que fuese tan dolorosa y
tan infame, me pesa de los inexplicables tormentos que padeciste en vuestro
corazón, viéndolo agonizar y morir en una Cruz. Me pesa del sumo desamparo con
que quedasteis después de su muerte y sepultura, porque yo eh sido mucha parte
en sus afrentas y en vuestras angustias, yo la ocasión de sus calamidades y de
vuestras pesadumbres. Quisiera afligidísima Madre, deshacer mis yerros con
lágrimas de sangre y dar a vos y a vuestro Hijo, una tan plena satisfacción,
que ella fuese entero testimonio de cuan sólido y eficaz es mi arrepentimiento.
Espero que me habéis de ayudar con vuestros ruegos, para que, con la perfecta
mudanza de mi vida, manifieste el pesar que ahora tengo en mi alma, vos Señora,
recibisteis en ese vuestro obscuro retrete a San Pedro, cuando a él os vino a
buscar arrepentido, os agradasteis de sus lágrimas, y le alcanzaste el perdón.
Hacedlo así conmigo, pues lloro, me arrepiento y solicito ser perdonado. En vos
sola mi Señora, se conservó aquellos tres días la Iglesia, pues ahora pedidle a
vuestro Hijo, que la conserve, que la aumente y la extienda por todo el mundo,
en vos sola se mantuvo, sin tambalear, constante la fe, pues haced ahora que
ella triunfe de sus enemigos, que los herejes, infieles e idolatras la abracen,
entonces con vuestras penalidades, negociasteis la paz entre Dios y los
hombres, pues impetradla ahora para todos los cristianos, y pues concurriste
con vuestros merecimientos en aquella ocasión, para que las Almas del
Purgatorio lograsen su desea libertad, ofrecedlos ahora también para que las
que están en aquella penosa cárcel, deban a vuestra protección su refrigerio y
descanso, y a mí, piadosísima Señora, admitidme entre vuestros domésticos, a
que os haga compañía en vuestra Soledad, para que enmendando así mi mala vida,
logre vuestra asistencia en la hora de mi muerte, y el ir por toda la eternidad
a gozar de vuestra felicísima compañía en la Bienaventuranza de la Gloria.
Amén.
DÍA
PRIMERO
De imponderable aflicción
El pesar hoy dejó yertas
Pues una piedra el crestón
Cierra el sepulcro la puerta
Y os apresa el corazón
ORACIÓN
Desconsoladísima
Virgen Madre del más atormentado Hijo, reconozco el grave y agudo sentimiento
que oprimió vuestro tierno y amante espíritu, cuándo viendo puesto su
despedazado y difunto cuerpo dentro del sepulcro, la religiosa Piedad de los
compasivos varones, lo cerraron con una grande y pesada piedra, Con qué totalmente
os lo quitaron de la vista, cubriéndolo con aquella cruel loza la cual como si
os desgajaran sobre el corazón, así os lo apretó y aprensó con su ruda e
inculta bronquedad, porque hasta entonces habías tenido el consuelo de albergar
sobre vuestros brazos el divino cadáver, de lavarlo con vuestras lágrimas, y
regalarnos imprimiendo sobre cada una de sus llagas amorosos ósculos, mas ya
cerrado el sepulcro, Se os quitó ese único alivio que había quedado. ¡Ay de mi
señora! Qué el pedernal de este Mi Corazón duro y empedernido, ha sido la
pesada piedra que os a ocasionado tantas opresiones y fatigas, pero pues vos
podéis madre mía ablandarlo y derretirlo con la eficacia de vuestra
intercesión, alcanzarme por este vuestro dolor y desamparo de vuestro hijo Jesús,
Auxilios eficaces, para que enternetsiendose la rígida terquedad de mi
obstinada Rebeldía, saliendo de lóbrego sepulcro de mis culpas, me sepulte yo
con vuestro hijo y sepulte todas mis pasiones y apetitos, para merecer así la
inmortalidad, Y si conviene para su gloria y me provecho, impetradme el favor
que pretendo de vuestra misericordia" por medio de esta novena. Amén.
DÍA
SEGUNDO
Nuevos tormentos sufrís
Al emprender la jornada
Del Monte: Cuando vos venís
De la cruz os despedís
Y la traéis atravesada.
ORACIÓN
Desconsoladísima
madre del más atormentado hijo, conozco el acerbísimo dolor qué penetró hasta el alma, cuándo disponiendo ya
volveros a vuestros retiro, llegasteis al lugar donde aún estaba fija la cruz
qué había sido el cadalso en donde había muerto vuestro querido hijo Jesús, y
después de adorarla como instrumento de La redención del mundo, ennoblecido con
el inmediato contacto del Sagrado cuerpo de un Dios hombre, os despediste de ella con afectuosos
requiebros, imprimiendo muchas veces en exceso esquivo tronco, vuestros
purísimos labios. ¿Cómo ensalzarías entonces la dignidad de este verdadero
árbol de la vida, como descubrirías ya los triunfos, que con este estandarte se
habían de conseguir en el mundo para el cielo? ¿Cómo revolvía Es que este era
el duro el hecho en que había muerto de la fiebre de amor la salud de los
hombres? Ay mi señora, que a esa Cruz qué cargo primero vuestro hijo y después
muestra compasión. Yo le di con mi gratitud el peso, la dureza y la bronquedad,
Pues por no cargar la cruz de mi estado con paciencia, he faltado tantas veces
a el cumplimiento de mis obligaciones. Yo suplico mi señora y madre, por las
penas que sentisteis en este paso, me alcances de vuestro hijo fortaleza, para
abrazar con gusto la cruz de los trabajos, y crucificar en ella con los clavos
de la mortificación, todos los deleites de este mundo, y alcanzar por esa Cruz
la corona de la eternidad, Y si conviene para su gloria y me provecho,
impetradadme el favor que pretendo de vuestra misericordia por medio de esta
novena. Amén.
DÍA
TERCERO
Habiendo subido dos
Bajáis sola y afligida
Sí allá queda el hijo Dios
Aunque nunca la hubo en vos
No es bajada, sino caída.
ORACIÓN
Desconsoladísima
Madre del más atormentado Hijo, conozco la incomparable tristeza qué ocupo
vuestro interior, cuándo bajabas ya del santo Monte Calvario, hicisteis reflexa
en qué bajaba sola, por aquellas mismo sentidos, por donde había subido por la
mañana siguiendo los pasos de nuestro pacientísimo hijo, os acordabas muy bien de aquel cansancio y ahogo con qué azefando con la cruz subió casi
sin respiración su trabajosa falda, En dónde veían los ojos claros de vuestro
entendimiento, las huellas que dejó estampada para la imitación, las cuales vos
la primera, adorarte Y seguiste con la resignación y rendimiento a qué nos
alentaban los anhelos de vuestra santidad. ¡Ay mi señora! Si yo supiera llorar
dignamente las muchas veces que, arrastrado de malas compañías, me he apartado
de mi Dios, y por seguir y los venenosos consejos de sus perjudiciales
persuasiones, y me he desviado del camino del cielo, qué había de buscar en
seguimiento de mi Jesús. Yo os suplico mi señora y madre, me alcancéis de
vuestro hijo, conocimiento de los principios a que me han despeñado los malos
ejemplos qué eh abrazado con tanta ceguedad, y que siguiendo solo los que me dio
el en su santísima pasión, y vos en vuestra soledad, corra por los caminos de
sus santos mandamientos, con los fervorosos pasos de todas las virtudes, Y si
conviene para gloria suya y provecho de mi alma, impetradme también el favor
que pretendo de vuestra misericordia en esta novena. Amén.
DÍA
CUARTO
De esta calle, la amargura
Cuando vuestra pena afianza
Por realzar vuestras venturas
Os suspende el ser dulzura
Mas no el ser nuestra esperanza.
ORACIÓN
Desconsoladísima
Madre del más atormentado Hijo, ¿en que entendimiento podrán caber, para
conocer las angustias que cupieron en vuestro corazón para tolerarlas? Cuando
volviendo a desandar por la tarde el funesto camino de la calle de la amargura,
que llevó a vuestro Hijo y a vos en su seguimiento, desde las casas de Poncio
Pilatos hasta la falda del Monte, se os presentaron con prontísima viveza, todos
aquellos lúgubres espectáculos que por la mañana tanto habían apurado, los
quitaste de vuestro sufrimiento. Allí veías el lugar donde alquilaron al
Cirineo para que le ayudase a cargar el peso de la Cruz, allá donde le saliste
al encuentro para renovarle sus afanes con vuestra vista, y para tragaros por
los ojos los mares de penas, en que se ahogaba vuestro espíritu, mirándolo en
tan lastimoso estado, allá donde la mujer Verónica en premio de su piedad le
llevó en su dichoso lienzo la triplicada copia que le pintó la mano de su
omnipotencia con el sudor de su rostro, aquí donde la compasión de las piadosas
mujeres manifestó en su llanto, la ternura de sus afectos. En varios puestos,
donde aquejado por la carga de la Cruz, dio tres caídas con su Santo Cuerpo en
la tierra, y en todas partes registrabais como si los tuvieses presentes, el
sudor de su rostro, la aridez de sus labios, el temblor de sus miembros, los
arroyos de su sangre, de la cual aún permanecían sobre la tierra, y sobre las
piedras impresas no pocas señales. ¡Ay mi Señora! Mucho tropel es ese de
congojas para vuestro entendimiento y para vuestra memoria, y yo tan olvidado
de lo mucho que padeció por mí, mi Redentor. Por eso os suplico, mi Señora y
Madre, estampéis en mi alma las penalidades de este tan trabajoso camino, para
que representándoseme continuamente a la vista de los tormentos de mi Jesús y
los de vuestra compasión en tan lastimosos recuerdos, no de paso que no sea
correspondiente a los de su amor, con perfecto y verdadero agradecimiento. Y si
conviene para gloria suya y provecho de mi alma, impetradme el favor que
pretendo de vuestra misericordia en esta novena. Amén.
DÍA
QUINTO
A la judiciaria puerta
Os conducías con anhelo,
Entrasteis, pero muy cierta
Que estas para el ahogo abierta,
Cerrada para el consuelo.
ORACIÓN
Desconsoladísima
Madre del más atormentado Hijo, por instantes crecían en vuestra Soledad los
pesares de vuestro afligido corazón, pues al entrar en la lóbrega noche en la
miserable Ciudad de Jerusalén, por la puerta judiciaria viste con los ojos de
vuestro esclarecido entendimiento, la Soledad y desdicha en que había quedado
aquella populosa Ciudad, por el execrable sacrilegio que aquel día había
cometido, quitándole la vida al Mesías verdadero, y que por esta maldad tan
estupenda, había de padecer su moral destrucción, y los otros formidables
castigos que le había amenazado la Justicia de Dios por sus profetas. ¡Con que
lastima! Mi Señora, revolvían las caritativas entrañas de vuestra materna
piedad, la ingratitud de aquel rebelde pueblo, que no había querido recibir,
antes había crucificado a su insigne Bienhechor, ¿cómo le dirías allá en los
secretos de vuestro silencio? Pobre Jerusalén, ¿cómo has malogrado tanta dicha?
¿Qué te hizo mi Hijo para que así lo hayas abandonado con tanta alevosa tiranía
y descomedimiento? El curó tus enfermos, dio de comer milagrosamente a turbas,
alumbró a ciegos, limpio tus leprosos, resucitó tus muertos, enseñó a tus
ignorantes, y prometió el cielo a todos, estos son los agravios que te hizo,
estos son los favores pagados con los tormentos de este día, con los cuales has
provocado la Divina Indignación, para tu castigo. Yo, aunque tan ofendida,
pediré a mi difunto Hijo te perdone, y alce la mano de las penas que has
merecido. Así tu abra los ojos y te arrepientas. Ojalá mi Señora, oiga yo estas
vuestras quejas, como dichas también mi ingratitud, pues la correspondencia con
que he pagado los infinitos beneficios que me ha hecho mi Señor, han fiado las
repetidas y graves culpas con que le he ofendido. Yo os suplico mi Señora y
Madre, me alcancéis de su misericordia, luz para reconocer mi malicia, y para
que, arrepintiéndome de ella con dolor, evite los muchos castigos que confieso
tener tan merecidos, y si conviene para gloria suya y provecho de mi alma,
impetradme también el favor que pretendo de vuestra misericordia en esta
novena. Amén.
DÍA
SEXTO
Sin desviaros de su senda
Al cenáculo os volvió,
El dolor, porque se entienda,
Que busca el amor su prenda
Allí donde la perdió.
ORACIÓN
Desconsoladísima
Madre del más atormentado Hijo, como sentirías con mayor viveza vuestra
Soledad, al entrar en la Casa del Cenáculo, donde la noche antecedente, habías
estado hablando con vuestro Santísimo Hijo, al ver que ya no estaba en ella, y
que lo dejabas bajo tierra en su sepultura. ¿Qué puñales atravesaron entonces
vuestra memoria, haciendo reminiscencia de los misterios y sucesos de la noche
del jueves? Veías el lugar donde había lavado los pies a sus apóstoles, y os
asombraba el abismo de su abatimiento y la cobardía de sus discípulos, que
estaban en aquella hora amedrentados y fugitivos, contemplabais la fineza con
que había instituido en aquella casa al Santísimo Sacramento de la Eucaristía,
con fin de quedarse siempre con los hombres, y que ahora ha apartado de Vos su
amabilísima presencia. Volvías los ojos a aquel retrete donde entró a
despedirse de Vos, y a pediros vuestra bendición y licencia para morir, y se os
derretía el corazón por los ojos, viendo ya ejecutado lo que el en otras y en
esta ocasión os había ya prevenido. ¿Qué angustias mi Señora, os oprimieron con
estos tan melancólicos discursos? ¿Con que devoción besarías, una a una muchas
veces el suelo donde vuestro Hijo había fijado sus plantas? Ay mi Señora y
Madre ¿que hiciera para acompañaros y aliviaros en ese trance? Aquí fue donde
se despidió de Vos vuestro Jesús el jueves, porque sabía que el viernes en su
lugar os había de entregar por hijos a todos los hombres, y pues yo soy uno de
ellos, el más miserable, no me despidáis de vuestra maternidad, admitidme por
hijo, aunque lo merezca y alcanzadme que, de tal manera viva, que manifieste
ser hijo vuestro en todas mis obras y si convienes para gloria suya y provecho
de mi alma, impetradme también el favor que pretendo de vuestra misericordia en
esta novena. Amén.
SÉPTIMO
DÍA
Con las mujeres quería,
Prevenir Juan su lealtad
Sirviéndoos en la agonía,
Más toda su compañía
No os quita la Soledad.
ORACIÓN
Desconsoladísima
Madre del más atormentado Hijo, hasta aquí pudieron llegar vuestros
desconsuelos, pues los quisiste padecer tan a solas, que el corto alivio que os
podría dar en vuestra Soledad la compañía de vuestro Hijo, San Juan, y de las
otras piadosas mujeres que os asistieron en este día, no quisisteis admitirlo,
sino que antes, reconociendo el filial afecto con que querían acompañar vuestro
llanto, aunque lo aceptasteis con muestras de agradecimiento, despediste luego
al Apóstol y a las Marías, y entrándoos en vuestro lóbrego retrete, allí diste licencia
a los dolores, para que os despedazasen el alma sin que alguna otra persona
participase de vuestros desconsuelos. No obstante, Señora y Madre mía, no me
habéis de despedir a mí, que solicito con todas las veras de mi afecto
acompañaros en vuestra Soledad, y que mientras Vos, amabilísima Reina de mi
alma, lloráis la muerte de vuestro Hijo, yo a vuestro lado llore la causa de
esa muerte, que fueron mis gravísimas culpas. ¡Más ay, que enjutos tengo los
ojos, que feo el corazón! Comunicadme Señora y Madre mía una si quiera de
vuestras lágrimas, infundid mi pecho, uno solo de vuestros suspiros para sentir
dignamente la gravedad y muchedumbre de mis pecados, y alcanzadme que en todos
los trabajos con que me quisiere afligir en esta vida la justicia de Dios, no
busque alivio y consuelo en las criaturas, sino que a vuestra imitación los
padezca con heróica constancia, y si conviene para gloria suya y provecho de mi
alma, impetradme también el favor que pretendo de vuestra misericordia en esta
novena. Amén.
DÍA
OCTAVO
Se acrisola el sufrimiento
Cuando el silencio se retira,
Al lóbrego alojamiento
Porque contra el pensamiento
Aun la quietud conspira.
ORACIÓN
Desconsoladísima
Madre del más atormentado Hijo, ya estáis sola en ese obscuro aposento, donde
el lugar, el tiempo, el sitio y todo concurría a atormentaros con indecibles
aflicciones. La noche se os ponía dejare que, habiendo muerto el sol de
justicia, vuestro Jesús en el poniente del Calvario, y ya se ha acabado para
vos el día más alegre, que os recreaba con sus luces. Oh que noche esta tan
diferente de aquellas, en que concebisteis en vuestro a el Verbo de Dios,
cuando tomo carne de hombre u de aquella, en que lo disteis a luz en el Portal
de Belén, que inmensos fueron estas dos noches, los gozos de vuestro corazón.
Más en esta, que lo consideráis ya muerto, ¿entregado ya a las heladas sombras
de un sepulcro, que congojas las de vuestro espíritu? El lugar también os
afligía sobre manera, encerrada en ese lóbrego albergue, que a cualquiera parte
que volvías los ojos, no encontrabas sino Soledad y las tinieblas. Oh, como
entrara yo Señora y Madre mía, acompañaros a serviros y asistiros, sino temiera
que poniéndose a vuestra vista mi ingratitud, mi maldad, mi desconocimiento os
han de acrecentar más vuestros dolores, pero si entro quebrantado con el pesar
de mis pecados, no me daréis licencia para acompañaros en la Soledad de este
retiro. Pues ya Señora, se me rompe el corazón del sentimiento, alcanzadme el
perdón de ellos y una resolución tan firme, que escoja primero, no solo la
muerte, sino el mismo infierno antes que vuelva a ofender a vuestro Santísimo
Hijo, e impetradme el favor que pretendo de vuestra misericordia en esta
novena. Amén.
DÍA
NOVENO
Cuando de la triste historia
El monumento sepulto,
Es trágica ejecutoria
Que, aunque a la vista se oculta,
Se os repite a la memoria.
ORACIÓN
Desconsoladísima Madre del más atormentado Hijo, ¡qué días tan prolongados! ¡Que noches tan dilatadas! ¡Qué horas tan largas las de esos tres días en que estabas apurando la Resurrección de vuestro Hijo muerto! ¿Cómo acompañaría vuestro pensamiento a su dichosísima alma en los senos del limbo, donde estaba ya consolando a los Santos Padres con las noticias de su remedio y libertad? ¿Cómo me apartaría vuestro amor de su despedazo cadáver, que estaba en el sepulcro? ¿Y con que ansias estarías ya aguardando que amaneciese el día de vuestro gozo para verle ya inmortal y triunfante? ¿Cómo ejercitabais entonces todas las virtudes? La fe, creyendo las promesas de vuestro Hijo, la esperanza, aguardando la Resurrección, la caridad, resignando más vuestros afectos a la constancia, tolerando su desamparo, la resignación, abrazado por su gusto los sentimientos, y por último la benignidad para con los hombres, padeciendo por ellos tantas penas. Mucha parte me cabe de esos merecimientos. Ellas me dan confianza para que os ruegue, amorosísima Madre, por la Iglesia, por nuestros gobernantes, por esta ciudad, por los pecadores, por los difuntos y por los fieles, que a todos nos alcance vuestra protección y consigan los frutos de vuestra funestísima y tristísima Soledad, que son ser compañeros de vuestra bienaventuranza en el cielo, y a mi impetradme el favor que pretendo de vuestra misericordia en esta novena. Amén.
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