DÍA
SEGUNDO
NÚMERO
DE LOS ÁNGELES
MEDITACIÓN
PUNTO
1º.
Considera, alma mía, que preguntar ¿cuántos son los Ángeles? es lo mismo que
preguntar, y todavía más, cuántos son los astros esparcidos en la inmensidad
del espacio, cuántos son los vivientes de todas clases que hay en nuestro globo:
en la tierra, en el aire y en el mar; cuántas son las gotas del océano. La
ciencia moderna, perfeccionando los instrumentos de observación, ha llegado a
descubrir que más allá de la estrella más lejana que alcanza nuestra simple
vista existen millones y millones de soles, los cuales sin duda serán otros
tantos ceñiros de sistemas planetarios, semejantes al nuestro, en torno de los
cuales girarán enormes globos, ¡qué multitud! ¡qué número! Por otra parte, si
de las fronteras de la inmensidad descendemos a las fronteras de la pequeñez o
de la nada ¡qué números tan inconmensurables no encontramos en esos mundos
microscópicos! los reinos vegetal y animal ofrecen a nuestra consideración
números asombrosos; pues la ciencia ha descubierto que en un solo átomo v del
más fino polvo se acumulan por millares los animalitos llamados microzoarios y
para igualar en volumen á una gota de agua se necesitan millones y millones, y
al pensar que todos estos vivientes existen en todas partes, en el aire, en el
agua, en la tierra, en nuestro cuerpo y hasta en nuestra sangre; y que deben
multiplicarse probablemente por sí mismos, tantas veces cuantos son esos
millones de millones de mundos criados en el espacio; al pensar esto, la
imaginación siente vértigos y la razón se anonada; pero ¿a dónde volver los
ojos? Hay más; salvemos las fronteras del mundo corpóreo, escuchemos a la fe;
ésta nos dice que esos números asombrosos de la materia desaparecen y se borran
en presencia
del número de los espíritus angélicos, cuyo ejército con todos sus incontables
escuadrones remonta hasta lo infinito; si, porque más que esos millones de
soles, de planetas, de vivientes, son los Ángeles.
PUNTO
2º.
Considera, alma mía, que nuestro Señor nos habla, por boca de sus santos, ¡de
ese número de Ángeles inaccesible á nuestra débil inteligencia! así el Profeta
Daniel, dice que un millar ele millares que ejecutaban las órdenes de Dios y
mil millones estaban en su presencia. El Apóstol San Pablo cuenta una multitud
de muchedumbres de miles. San Juan refiere haber visto miradas de miríadas,
esto es, un ejército innumerable que nadie basta para poderlo contar. Mas ¿por
qué ha creado Dios tantos espíritus, cuyo número excede al de los seres corpóreos?
Bossuet y Santo Tomás nos dan la razón: el primero dice porque nada le cuesta a
Dios multiplicar las cosas excelentes: y lo que hay de más bello, es por
decirlo así lo que El más prodiga." El segundo, con aquella profundidad
que caracteriza todas sus razones, se expresa en los siguientes términos;
"Porque lo que Dios intenta en la creación principalmente es la perfección
del universo que se aproxima, en cuanto es posible, a su propia perfección, la
cual le comunica multiplicando sobre manera las cosas más perfectas. No
pudiendo comunicar a los Ángeles la inmensidad de extensión, que sólo conviene
a los cuerpos, les comunica la inmensidad de número, de tal suerte que excedan
incomparablemente en multitud a todas las sustancias criadas." Con mucha
razón pueden aplicarse a esas muchedumbres inconmensurables de Ángeles aquellas
bellísimas palabras de Job: "Grandes e incomprensibles maravillas cuyo
número se ignora." No nos cansemos, pues, de dar gracias al Todopoderoso
por habernos dado a conocer la existencia de esas multitudes asombrosas de
Ángeles en quienes brilla con los más vivos resplandores la inmensidad infinita
de Dios.
JACULATORIA
Dios
Omnipotente, haced me participante de las gracias y méritos de esas legiones de
Ángeles que habéis creado, para que siempre alabe y bendiga tu poder.
PRACTICA
Al contemplar en las noches serenas la
multitud de astros que pueblan el firmamento, pensad en la multitud de Ángeles
que pueblan el cielo y suspirad por contemplar aquellas hermosuras. Se rezan
tres (Padre Nuestros y tres Ave Marías con Gloria (Patri y se ofrecen con la
siguiente
ORACION
Oh
bienaventurados espíritus, que habéis salido de los tesoros s de la bondad de
Dios, en multitudes tan grande s que asombra n y aturden nuestra flaca razón,
presentad ante el trono de vuestro Rey nuestra s humildes oraciones, par a que
sean multiplicados hasta el fin del mundo los santos de la tierra, y crezca de
este modo la muchedumbre de los bienaventurados que puebla n el cielo y
aumenten las armonías y dulces acordes que resuenan en las bóvedas celestes por
toda la eternidad. Amen.
EJEMPLOS
El
Arcángel San Gabriel anunció a Zacarías el nacimiento del Precursor Jua n
Bautista y a la Santísima Virgen la encarnación del Salvador del mundo.
Escuadrones esclarecidos de la milicia celestial, rodean el pesebre donde
reposó el divino Niño; y al derramarse por las llanuras ele Belem entonan el
himno: "Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de
buena voluntad. He ahí una gran nueva y un gran gozo; os ha nacido hoy un gran
Salvador y postrándose ante el Hijo del Altísimo, le forman guardia alrededor
de su Majestad le protegen contra la persecución de Herodes y contra las
emboscadas de sus hermanos caídos. Cuando los Ángeles vieron a su Criador en el
huerto de las olivas, anegado en la tristeza y agonía de muerte, ellos
detuvieron su cabeza desfallecida y le confortaron. Un poco más tarde, cuando
fue sepultado en las entrañas de la tierra el Salvador, ellos fueron los
mensajeros y heraldos de su triunfo, levantaron la loza del sepulcro,
celebraron su victoria sobre la muerte y dijeron a todos los que le habían
amado: "El Señor verdaderamente ha resucitado: Surrexit Dominm vere. Pero
Jesús resucitado no se llevó consigo los Ángeles al cielo; desde el Empíreo los
mandó a consolar a sus Apóstoles: Un Ángel visitó a San Pedro en su prisión, rompió
sus cadenas y lo puso en libertad. Un Ángel llevó a San Felipe a donde le
esperaba un neófito para recibir el bautismo. Otro Ángel confortó a San Pablo
en medio de una tempestad. Y otro Ángel recreó con visiones admirables al
discípulo desterrado en Patmos.
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