sábado, 11 de enero de 2025

VISITA SABATINA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


VISITA SABATINA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Tomado del “Pequeño Manual de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”

Buenos Aires, Argentina, 1953


Es asociarse al espíritu de la Santa Iglesia dedicar el sábado de cada semana a la excelsa Madre de Dios. En este día es un deber para los devotos de María Santísima, visitar una de sus milagrosas imágenes. Aunque en estas visitas puede rezarse cualquier oración, no han de desagradar las que aquí ponemos entresacadas de la Sagrada Escritura y de los escritos de los devotos de la Santísima Virgen. Además deseando practicar en cualquier época del año los nueve sábados a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se puede igualmente hacer uso de estas mismas oraciones.


SALUDO Y ALABANZAS A MARÍA 

Salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú entre todas las mujeres. Tú eres el resplandor de la Luz eterna, espejo sin mancilla de la Majestad de Dios, imagen de su bondad. El Señor ha derramado sobre Ti sus bendiciones, comunicándote su poder. Ea pues, Madre mía, consagrada al pie de la Cruz, ruega por nosotros, porque eres Inmaculada y amada de Dios. Presenta Tú al Señor mis oraciones. Acuérdate, Madre de mi Señor, del tiempo en que te hallabas en estado humilde, invoca Tú al Señor, habla por nosotros y líbranos de la muerte eterna. Amén.


ORACIÓN 

Dulcísima María, Reina de la tierra y de los cielos, de los Angeles y de los hombres, yo quiero unirme al coro universal de alabanzas, bendiciones y abrasado de amor de que eres objeto, y ofrecerte el pobre homenaje de gratitud y filial ternura. ¡Cuánto me mi has amado, Madre querida, desde la hora feliz para mí en que me adoptaste por hijo al pie de la Cruz en que expiró el Redentor! ¡Cuántas veces tu ruego ha detenido el rayo de la ira divina, próximo a herirme y justamente merecido por mis pecados! lanzarme a las llamas del infierno, Completa tu obra, poderosa Madre de Dios, sálvame a pesar de mi gran miseria. No tengo títulos con que solicitar tus favores, porque he sido ingrato para con Jesús, mi Redentor, y para contigo, mi bondadosa Madre. Pero no podrás abandonarme. Eres el refugio del pecador y el consuelo del afligido. ¡Ah! ¡qué nunca deje de amarte! y cuando veas que languidece mi amor a Ti, reanímalo, Virgen querida. No me dejes ¡clementísima María! Alcánzame las virtudes que han de adornar a un hijo tuyo: que sea puro, humilde, paciente y amante de Dios. Sostenme en el combate con mis enemigos; y, cuando llegue mi última hora, ven, Madre mía querida; colócate a mi lado, inspírame cual nunca sentimientos de vivo dolor de mis faltas de confianza en las divinas misericordias, pon en mis labios el nombre de Jesús y el Tuyo, sean ellos la postrera palabra que pronuncien, recoge mi último suspiro y llévame a contemplar la hermosura de mi Dios y la tuya, en la patria de la gloria. Amén.


Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. No despreciéis mis súplicas, oh Madre del Verbo, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Así sea.


Colaboración de Tommy Gutiérrez.

 

DÍA DE SÚPLICA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 


DÍA DE LA SÚPLICA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Tomado del “Pequeño Manual de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”

Buenos Aires, Argentina, 1953


ORACIÓN

Yo os saludo, ¡oh Reina de misericordia, Madre del Perpetuo Socorro! - Vos sois vida, dulzura y esperanza perpetua - de los desterrados hijos de Eva, - que a Vos clamamos gimiendo, llorando y suspirando en este valle de lágrimas. - Vos, como Madre del Redentor Divino, - sois todo para nosotros los redimidos: - Reina soberana y Madre, del cielo, - puerta patente estrella - salvadora de los mares, puerto de seguridad, - áncora firme de esperanza,- recurso en todas nuestras necesidades. - Por eso a Vos acudimos llamándoos Madre del Perpetuo Socorro - y acogiéndonos bajo vuestro amparo; escuchad siempre nuestras súplicas y atendednos perpetuamente con piedad y misericordia maternales. - Sed siempre nuestra intercesora y abogada cerca de Dios, preservándonos de los castigos que por nuestras culpas hemos justamente merecido. Libradnos de todo mal de alma y cuerpo y de todos los peligros que amenazan nuestra vida temporal y eterna. En una palabra ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! tened siempre fija en nosotros la mirada de esos vuestros ojos misericordiosos durante la vida y en la hora de la muerte. Y después de este destierro haced que se nos muestre propicio Jesús, vuestro bendito Hijo, y ante El aparezcamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de gloria que nos hizo. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! - sed nuestra Madre del Perpetuo Socorro ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea. 


ACORDAOS - oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. No despreciéis mis súplicas, oh Madre del Verbo, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Así sea.


ORACIÓN

¡Oh dulcísima Virgen María, -Madre del Perpetuo Socorro!, - vedme aquí, humildemente postrado y sinceramente arrepentido - ante vuestra Sagrada Imagen, - vengo confiado a implorar vuestro perpetuo y mater socorro. - Vos sois la dispensadora de las gracias y dones del Altísimo, - este título consolador y magnífico, - de Madre del Perpetuo Socorro, - con que os invocamos, es el compendio de las maravillas de vuestra misericordia. Esto me inspira la dulce confianza de que atenderéis benigna mis humildes súplicas. Haced pues, Madre querida, - que os venere perpetuamente y os invoque siempre con ese título que nos revela tanta bondad, - por el cual se obran cada día tan admirables prodigios - para consuelo de los afligidos, - para alivio de los enfermos - y para conversión de los pecadores. ¡Madre amada !, pedid a vuestro Divino Hijo, - que ilumine mi entendimiento - y purifique mi corazón, para que sea digno de impetrar vuestros favores. Amén.


Bajo tu amparo nos ponemos, - santa Madre de Dios; - no despreciéis las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades, mas líbranos siempre de todos los peligros. - ¡Oh Virgen gloriosa y bendita!

5 años de indulgencias.


Colaboración de Tommy Gutiérrez

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