jueves, 30 de enero de 2025

TRIDUO DEL ENFERMO A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 

TRIDUO DEL ENFERMO A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Con la debida licencia

PP. Gerardo Duque

Manuel García Blanco


Tercera Edición

Tirada: 50,000 ejemplares


Librería Gerardo Mayela

Emiliano Zapata 60-B

06060-México, D.F.

Tel. 522-55-56


MONCION 

SENTIDO DEL DOLOR

"Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis" Luc. 6,21. Cristo es nuestro Salvador. El nos libra no sólo del pecado y de los males morales, sino también de todo otro tipo de mal: su salvación es integral y se extiende a todo lo negativo que pudiera haber en el hombre. Y sin embargo también El ha dicho: Bienaventurados los que sufren, los que lloran, los pobres.. Y es que el sufrimiento tiene una misión en nuestra vida, lo mismo que en la de Cristo; por él glorificamos al Padre, dejamos caer la gotita de nuestra cooperación en el torrente de la Redención y, unido al de Cristo, expiamos y merecemos por nosotros y por los demás. Jesús nos librará del dolor siempre que esa liberación, en el plan de su Providencia, contribuya a nuestro mayor bien. Por eso quiere medicamentos para curarnos; por que usemos de la ciencia y de los eso quiere que acudamos a El para sanarnos; por eso sobre todo ha puesto a la vera de nuestro camino a la Enfermera Celestial, a su Santísima Madre y Madre de toda la Iglesia, para que nos dé la salud del cuerpo, si nos conviene y si no, consuelo en nuestra enfermedad y fortaleza cristiana para sobrellevarla.



Por la señal, etc.

Acto de contrición


ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS 

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, celestial Enfermera y Médica divina de los que sufren! tú conoces las miserias y enfermedades de la Humanidad doliente y los dolores de mi existencia. A ti acudo lleno de confianza: soy un enfermo apenado por el sufrimiento de la dolencia que me aqueja, y humilde me postro ante tus maternales plantas. La mano del Señor me prueba con esta enfermedad; las sombras del dolor me envuelven por todas partes, y no sé a qué puertas llamar en mi desconsuelo. Porque los hombres son impotentes para remediar mi mal; no me entienden, me olvidan y abandonan. Los elementos y las medicinas no me sanan, no alivian mis sufrimientos. Tu Hijo Jesús, que llevas en los brazos, al mirarme me dice que a ti me llegue con la esperanza de tu consuelo. El puso en tu Corazón los tesoros de su bondad, y en tus manos las riquezas de su poder. Por eso, Jesús aprieta tus manos, para hacerte Madre del Perpetuo Socorro nuestro, depositando en ellas su poder y su misericordia. Eres, pues, oh María, mi Socorro y mi segura protectora, porque eres Madre de Dios y Madre compasiva y buena, que quiere mi salvación. Descienda de tus manos bondadosas el bálsamo del alivio y de la curación sobre mi cuerpo dolorido, o el consuelo espiritual sobre mi alma, si el dolor sigue purificando mi vida. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, porque eres la salud de los enfermos, socórreme; porque eres la Dispensadora de todas las gracias, ayúdame; porque eres el Consuelo de los afligidos, consuélame en mi tribulación. Amén.


DÍA PRIMERO

CONSIDERACIÓN 

Eres Madre, ¡oh Virgen del Perpetuo Socorro! Madre de Jesús, Madre de la Iglesia y Madre mía. Que eres Madre de Dios, me lo dicen esas letras misteriosas que están al lado de las mejillas del precioso Niño que descansa en tus brazos, y que es Jesucristo, el Hijo de Dios vivo, que murió en la Cruz para salvarnos. Que eres Madre de la Iglesia y Madre mía, me lo dice esa tu mirada bondadosa que diriges hacia todos y hacia mí en particular. Y porque eres Madre de Dios y lo puedes todo, a ti acudo en demanda de protección. Sin más títulos que mis miserias, me atrevo a presentarme ante tu solio poderoso. Aquí te traigo escrito con lágrimas y con sangre el memorial de todas mis amarguras espirituales y temporales. Si se desvanecieron todas las esperanzas humanas, sólo me quedas tú. Ten, pues, piedad de mí, Señora y Madre de Jesús. Y porque eres la Madre de la Iglesia deja experimentar tu poder sobre ella y en particular sobre este miembro dolorido que a ti se acerca. Al tiempo de la Encarnación del Hijo de Dios, fuimos por Ti engendrados, y en el dolor y el amor nacimos al pie de la Cruz. Ahora, Madre, me miras compasiva; y si no tienes brazos donde puedas llevarme, déjame que arrime mi frente a tu Corazón maternal y te cuente mis penas y te diga mis terribles males. Pero los hijos no necesitan emplear muchas palabras para que las madres se den cuenta de los dolores que los agobian y de las penas que los ahogan. Mira, pues, Madre mía, a este hijo tuyo, a quien las lágrimas han arrastrado hasta Ti. Mírame y verás en mis ojos la honda tristeza que tengo por los males y sufrimientos que me da esta enfermedad. Nunca con más razón que hoy te digo: Madre mía, Tú sola después de Jesús eres quien me puede curar. ¡Oyeme y cúrame! En tus manos y en las manos de tu divino Hijo pongo mi salud y mi enfermedad.

(Tres Avemarías).


CURADO INSTANTÁNEAMENTE DE LA GARGANTA

Eran las nueve de la noche cuando siente mi yerno que se le obstruía la garganta y cada vez se ponía peor. La angustia del enfermo al ver que a cada momento tenía más dificultad para respirar se juntaba con la nuestra. Era una muerte lenta, pero al mismo tiempo una de las más dolorosas. Las horas iban pasando y a medida que pasa- ban se iba agravando el enfermo y todos comprendimos que se moría sin remedio. Todo era llanto en la casa y era de ver a sus hijos cuya pena traspasaba el alma. Llamamos al doctor, pero con su visita lejos de aliviarse se empeoró. Nada nos dijo, pero comprendimos que en lo humano nada había que esperar. En aquel momento mi pensamiento voló hasta mi Madre del Perpetuo Socorro. ¡Le debo tantos favores! ¿Por qué no me iba a hacer también aquél? Caí entonces de rodillas ante su Cuadro y con gemidos del alma le pedí no dejara a mis nietos sin papá, que tanto lo necesitaban. Sentir la asfixia del enfermo me partía el alma de dolor; y el imaginar a aquellas pobres criaturas sin padre, duplicaba mi confianza en el socorro de mi Madre del cielo. Y pedía yo y seguía pidiendo con una confianza, que bien sabía no podía dejar de ser atendida por la más cariñosa de las madres. Y así fue. Al punto fueron escuchadas mis plegarias y el enfermo desde aquel momento pudo hablar y se alivió completamente. Y no hubo más medicina. Todo lo había hecho Ella, mi Virgen del Perpetuo Socorro. 

Gracias amorosa Madre.


INVOCACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS 

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Eres la Abogada de todos los que sufren; Reina y Madre de los enfermos. En estas horas de mí dolor vuelvo hacia ti mis ojos suplicantes para depositar en tus manos misericordiosas mi cuerpo dolorido y mi alma atribulada. Eres mi Esperanza en la enfermedad que me aqueja, ¡mi dulce Socorro! Aquí me tienes, cargado con el dolor; te llamo en mi desconsuelo. Tú sabes lo que son penas y cómo punzan las espinas del sufrir. ¡Si eres tú la Madre de los Dolores! Contemplando tu santa imagen, me veo en tus ojos tristes de tanto penar: porque tienes delante la Cruz y los instrumentos de la Pasión de tu santísimo Hijo, y porque ves los sufrimientos de tus hijos, los pobres enfermos, y te compadeces de sus dolores. Lloras tú, Madre mía, cuando oyes el ¡ay! de mis labios por los sufrimientos de mi dolorido cuerpo. Lloras, cuando ves cómo asoman a mis ojos las lágrimas, que suben de mi corazón convertido en mar de profundas tristezas. Lloras, cuando mis miembros se estremecen entre las garras del dolor, cuando la muerte me amenaza con su fría presencia. Por eso, a ti acudo y te llamo en estas horas de mi dolor. Oye mis súplicas, que salen de un corazón que te ama y en ti confía. ¿No eres tú la que va por el mundo derramando las maravillas de tus milagros y el consuelo de tus misericordias? ¿No eres tú la madre en quien Jesús encontró consuelo cuando los ángeles le recordaban los tristes días de la Pasión? A ti Madre buena, Médica divina, Enfermera celestial, levanto mi voz y te digo. Ayúdame.


PRECES LITÁNICAS

¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, en las largas horas de mi dolor y en las noches interminables de mi tribulación.


R/: ¡Madre del Perpetuo Socorro, ayúdame!


En los momentos amargos en que la ciencia duda y el dolor aprieta.


En las horas inquietantes de operaciones graves.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, cuando la fiebre consuma mi cuerpo y lo deje extenuado, sin fuerzas y tiemble ante la muerte.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que la enfermedad con sus dolores desaparezca ante tu presencia y sienta pronto el bálsamo de la salud.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que sienta el consuelo de tu mirada y la dulzura de tus besos de Madre buena.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que en la salud y en la enfermedad te llame Madre y me acuerde siempre de ti.


¡Oh Madre del Perpetuo Socorro!, para que por todos los que sufren: seas proclamada Madre y Consuelo de los enfermos.


SÚPLICA FINAL

¡Oh María, Virgen del Perpetuo Socorro! Por tu bondad maternal, escucha y consuela a tus enfermos, que son tuyos por el dolor. 


¡Madre del Salvador! Ruega por nosotros.


¡Dulce Corazón de María! Ayúdame a salvarme.


¡Salud de los enfermos! Ruega por nosotros.


Por los triunfos gloriosos de tu Inmaculada Concepción, protégenos, ayúdanos, sálvanos.


¡Oh María!, Consoladora de los afligidos, ten misericordia de nosotros.


¡Madre del dolor, Madre del amor! Muestra que eres mi Madre.


¡Santa María! Líbranos de las penas de la enfermedad y del dolor.



DÍA SEGUNDO

CONSIDERACIÓN 

Eres Socorro, ¡oh Virgen Santísima!, como tú misma te dignaste llamarte al revelar tu nombre a aquella niña en Roma, cuando te apareciste para pedir expusieran tu imagen santa a la veneración de los fieles. Socorro del mundo, porque por disposición divina eres Dueña de todos los bienes y Dispensadora de todas las gracias. Con tu gran siervo San Alfonso María de Ligorio exclamaré: "Todo lo bueno que de Dios recibimos, lo recibimos por la intercesión de María"; y con el santo Pontífice Pío X: "Confesemos que es María Madre de misericordia, porque todos los bienes y todas las gracias que Dios concede a los hijos de Adán, dispuso la divina Providencia que pasaran por las manos de la Virgen Santísima". Por eso, vengo a tus plantas a suplicarte, ¡oh Virgen compasiva!, que me concedas el milagro que te pido con las lágrimas de mi corazón; cura, ¡oh Señora!, mis dolores, remedia mis penas. Mira que el cáliz de mi corazón rebosa de amargura por los sufimientos de la enfermedad que me aqueja noche y día. ¡Socórreme! ¡Oh, si yo pudiera decir: Por la Virgen del Perpetuo Socorro me vinieron todos los bienes de la gracia y la salud y la vida. Si todas las puertas se me cierran, la puerta de tu Socorro se me abre para introducirme en los infinitos tesoros de tu poder y misericordia. Es verdad que tengo momentos en que la tristeza y la desesperación me ahogan; pero confío en tu Socorro ¡ Madre buena! Descienda sobre mí el rayo de tu poder y el bálsamo de tu misericordia; que se acaben los amargos dolores de mi enfermedad. ¡Socórreme, Virgen mía!

(Tres Avemarías).


CURA EL CUERPO Y SANA EL ALMA

Una vez más la Virgen había mostrado con hechos que Ella es Perpetuo Socorro del cuerpo y del alma. Aquel niño de seis años se moría en la ciudad de Puebla. Una calentura de 40° le estaba llevando al sepulcro. El niño deliraba en el ardor de la fiebre y el doctor no conseguía de ninguna manera que se le retirara. Yo, como socia del Perpetuo Socorro, en Ella tengo puestos siempre mis amores y mis esperanzas. Comprendí que Ella o nadie le salvaba la vida y su mamá estaba de acuerdo conmigo. Entonces caí ante su bendito Cuadro y poniendo en mis plegarias toda la fe de que fui capaz, pedía a mi bendita Madre, que hiciese ese milagro. Y lo hizo. Al amanecer del día siguiente el niño a quien dábamos como perdido, estaba bueno. El milagro era manifiesto y tanto que su mamá, alejada como vivía de Dios, se convirtió al verlo y volvió al buen camino. También esto fue obra de la Reina del cielo que todo lo puede. Sólo me resta decirte, oh Madre, una palabra de lo íntimo del corazón: Gracias.



DÍA TERCERO

CONSIDERACIÓN 

Eres Perpetuo Socorro de la Humanidad, porque eres Madre de Dios y Madre de los hombres. Todos, al nacer, levantan los ojos y ven en ti a la Madre querida, que aplastó la cabeza de la infernal serpiente; y triunfadora, eres causa de bendición para todas las generaciones. Eres Perpetuo Socorro en todos los tiempos desde que, predestinada para ser Madre nuestra, todos los días y en todos los instantes tus manos benditas van dejando caer sobre el mundo la lluvia de gracias divinas y favores celestiales, hasta que, terminado este mundo, tu nombre sea alabado y bendecido por los bienaventurados del Cielo. Eres Perpetuo Socorro en todas las edades de la vida, porque niños y ancianos, hombres y mujeres, en sus afanes y en sus luchas, en sus inquietudes y trabajos, sienten tu protección segura al invocarte. Eres Perpetuo Socorro en las penas de la vida, cuando el cuerpo siente las mordeduras del dolor en la enfermedad, o de la tribulación el espíritu débil y atemorizado. Por eso, acudo a ti, oh Madre del Perpetuo Socorro, para que me socorráis presto en la enfermedad que me acongoja. Una y mil veces clamaré por tu Socorro hasta que al fin oigas compasiva mi angustiosa voz. Tres días he venido a reclamar Socorro, ¿quedaré desconsolado? Sólo tú me puedes consolar. Si es voluntad de Dios, cúrame, sáname. Que no se diga que tu Perpetuo Socorro no se ha compadecido de mis sufrimientos. ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Para gloria de tu nombre, que llena el mundo y ha consolado a tantos desgraciados y a tantos enfermos curado, mírame y sálvame. Soy un enfermo que en ti confía.

(Tres Avemarías).


LA VIRGEN LIBRA DE LA CEGUERA A UNA RELIGIOSA

Es una religiosa la que lo cuenta.

Gracias doy a la Virgen del Perpetuo Socorro porque Ella fue la médica celestial que me curó en mis dolencias. Un peligro grave me amenazaba y era de lo más triste que podía pasarme en la vida, ya que de un momento a otro podía quedarme ciega. Si es verdad que todas las dolencias son penosas, ninguna como la ceguera. Yo me imaginaba en mi convento sin poder dar un paso por mí misma, siendo molesta a todas las que me rodeaban, aunque la caridad sin duda ninguna dulcificaría mi situación. ¿Qué había sucedido? Me habían operado de cataratas y después de la operación me vino un fuerte derrame. Los médicos me comunicaron el triste presentimiento y comprendiendo yo que pocas esperanzas me quedaban en lo humano y pensando en el triste porvenir que me aguardaba, puse toda mi confianza en mi Madre del Perpetuo Socorro. La llamé con la plena seguridad de que Ella no me abandonaría. ¡Madre mía! le repetía en mi angustia, aunque poco, pero que no deje de ver; Tú lo puedes remediar. Sentí que la Virgen me oía. En efecto, ha pasado el peligro. No fue obra de la ciencia fue milagro del cielo. Fue mi Madre la que una vez más se mostró espléndida en sus bondades con su hija, que cada día quiere amarla más en prueba de agradecimiento eterno.



ORACIÓN DEL ENFERMO

(Expresión tradicional)

Tú que del triste mortal

eres salud y esperanza,

de tu Hijo, Virgen, alcanza

la curación de mi mal;

y si este bien temporal

no conviene al alma mía,

dame paciencia, oh María,

hasta que llegue el momento

en que de males exento

goce de eterna alegría.


Colaboración de Leo Olguín Calderón 

viernes, 24 de enero de 2025

ORACIONES A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 


I.

Mira, oh Madre del Perpetuo Socorro, a tus pies a un miserable pecador, que se acuerda de ti y confía en ti. Oh Madre de la misericordia, ten piedad de mí. Todos te llaman el refugio y la esperanza de los pecadores; sé, pues, también mi refugio y mi esperanza. Te ruego por la caridad de Jesucristo; ven en mi ayuda; extiende tu mano a un pobre caído, que se encomienda a tu protección y se consagra para siempre a tu servicio. Doy gracias al Señor y exalto su misericordia, que me haya dado tanta confianza en ti, confianza que considero como una prenda segura de mi eterna salud. ¡Ah! ¡Demasiado a menudo he caído en el pasado, porque no he recurrido a ti! Sé que con tu potente asistencia siempre venceré; sé también que tú quieres ayudarme, si te invoco; pero temo de trascurarlo cuando esté en peligro, y de precipitarme por ello en mi eterna ruina. He aquí, por tanto, la gracia que te pido, y de la cual te suplico cuanto sé y puedo: que en todas las tentaciones, en todos los asaltos del demonio, yo recurra a ti, y exclame: ¡Oh María, asísteme! ¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, no permitas que yo pierda jamás a mi Dios!

Cinco Ave María.


Rogad por nosotros, Santa Madre de Dios, para que seamos hechos dignos de las promesas de Jesucristo.


ORACIÓN 

Oh Dios omnipotente y misericordioso, que quisiste que la Madre de tu Unigénito Hijo fuese el perpetuo socorro de los hombres, concédenos, te lo rogamos, por su intercesión, la gracia, que podamos evitar todos los influjos diabólicos, y atender con ánimo sincero a servirte. Por los méritos del mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.


II.

Oh Madre del Perpetuo Socorro, concédeme el favor de poder invocar siempre tu poderoso nombre, pues es mi escudo y mi salvación en vida y en muerte. Oh purísima y dulcísima María, haz que tu nombre sea el aire que me da vida. No tardes, oh Reina celestial, en acudir a mi llamado, pues en toda tentación, necesidad o dificultad, quiero seguir llamándote y repitiendo tu nombre sin cesar. ¡Qué consuelo, qué dulzura, qué confianza y qué devoción siento cuando pronuncio tu nombre y pienso en ti! Agradezco a Dios por darme un nombre tan dulce, tan amado y tan poderoso. Pero no basta con pronunciar tu nombre; quiero hacerlo con amor y que ese amor me recuerde siempre llamarte mi Madre del Perpetuo Socorro.

Cinco Ave María, y la oración, como antes.


III.

Oh Madre del Perpetuo Socorro, tú eres quien distribuye las gracias que el Señor nos concede a nosotros, tan miserables; y Él quiso que fueras tan poderosa, tan rica y tan bondadosa para que nos socorrieras en nuestra miseria y pobreza. Tú eres la protectora de los pecadores, los más miserables y abandonados, que acuden a ti buscando refugio; ven en mi ayuda también a mí, que imploro tu misericordia. En tus manos pongo mi salvación eterna y te entrego mi alma. Dignate incluirme entre tus siervos especiales y protégeme bajo tu amparo, nada más te pido. Si estás a mi lado, nada temo. Mis pecados no me asustan, porque tú me obtendrás el perdón; tampoco temo a los espíritus del infierno, pues tu poder los vence a todos; ni siquiera temo a mi Juez Jesucristo, porque una sola palabra tuya lo aplacará. Solo temo dejar de invocarte y así, por mi negligencia, perderme. Oh mi Reina, te ruego que me obtengas el perdón de mis pecados y el amor a Jesucristo.Cristo, la perseverancia final y la gracia de buscar refugio siempre en Ti, que eres la Madre del Perpetuo Socorro.

Cinco Ave María, y la oración, como arriba.


Pío IX, con Decreto del 17 de Mayo de 1866, enriqueció cada una de estas oraciones, con una indulgencia de 100 días, a ganarse una vez al día, y que puedan aplicarse también a las almas de los difuntos.



ORACIONES A LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO POR DIVERSAS NECESIDADES


ORACIÓN LAS POR NECESIDADES ESPIRITUALES

Oh Madre del Perpetuo Socorro, con la mayor confianza, nos presentamos ante tu sagrada imagen para invocarte. Tú has visto las heridas que Jesús ha recibido por nosotros; has visto la sangre de tu Hijo derramada por nuestra salvación; sabes cómo tu Hijo desea aplicarnos los frutos de su redención. Por eso, nos postramos a tus pies y te pedimos que obtengas para nuestras almas las gracias que tanto necesitamos. Oh, María, la más amorosa de todas las madres, obtén de Jesús, fuente de todo bien, estas gracias (menciona aquí las gracias específicas). Oh, Madre del Perpetuo Socorro, tú deseas nuestra salvación mucho más de lo que nosotros mismos podemos imaginar. Tu Hijo te ha dado a nosotros como nuestra Madre; tú misma has elegido ser llamada Madre del Perpetuo Socorro. Nosotros no confiamos en nuestros méritos, sino en tu poderosa intercesión; confiamos en tu bondad; confiamos en tu amor maternal. Oh Madre del Perpetuo Socorro, por el amor que le tienes a Jesús, tu Hijo y nuestro Redentor; por el amor a tu gran siervo Alfonso; por el amor a nuestras almas, obtén para nosotros las gracias que te pedimos. Amén.

Tres Avemarías.


ORACIÓN POR LAS NECESIDADES TEMPORALES

Oh Madre del Perpetuo Socorro, innumerables devotos rodean continuamente tu sagrada imagen, todos implorando tu misericordia. Todos te bendicen como la ayuda segura de los afligidos; todos experimentan el beneficio de tu protección maternal. Con toda confianza, nos presentamos ante ti en nuestra miseria. Mira, querida Madre, los muchos males a los que estamos expuestos; mira cuántas son nuestras necesidades; las pruebas y los sufrimientos a menudo nos agobian; los reveses de fortuna y las privaciones a menudo traen miseria a nuestras vidas; en todas partes encontramos la cruz. Ten piedad de nosotros, compasiva Madre, de nosotros y de nuestros seres queridos, especialmente en esta nuestra necesidad (menciónala aquí). Ayúdanos, querida Madre, en todas nuestras enfermedades; líbranos de todos nuestros males; o, si es la voluntad de Dios que sigamos sufriendo, concédenos la gracia de soportarlo todo con amor y paciencia. Confiamos en obtener estas gracias de ti, porque tú eres nuestra Perpetua Ayuda. Amén.

Tres Avemarías.


ORACIÓN PARA PEDIR LA PROPIA CONVERSIÓN

Oh Madre del Perpetuo Socorro, ya demasiado tiempo he nutrido en mi corazón el secreto pensamiento: “Me convertiré más tarde”; y difiero de día en día el reordenamiento de mi vida. Y debía confesarse a sí mismo que postergar la penitencia era sumamente peligroso y perjudicial. ¿No podría ser que este tiempo para cambiar de vida se me escapara? La muerte llega sin previo aviso, como un ladrón en la noche. Y aunque el tiempo no me faltara, ¿quién me asegura que tendría la gracia necesaria para arrepentirme? Porque quien abusa de la misericordia de Dios, cae en manos de su justicia. Y yo, precisamente, oh Santísima Virgen, atrapado en esta terrible ilusión, estoy al borde del abismo, a punto de caer en cualquier momento. ¡Oh! mi querida Madre María, no permitas que, condenado al fuego eterno, maldiga por siempre junto a los demonios a tu divino Hijo y a ti misma. Por lo tanto, concédeme primero la iluminación divina, para que comprenda cada vez más el peligro y las consecuencias de no arrepentirme. Luego, concédeme también la fuerza de voluntad necesaria, para poner fin rápidamente a esta vida de pecado y reparar mis errores haciendo una verdadera penitencia. Oh Virgen del Perpetuo Socorro, hazme el favor de no retrasar más mi conversión, sino que me guíes hacia una mejor decisión. Así sea.


ORACIÓN EN TIEMPOS DE ENFERMEDAD

Amorosísima Madre del Perpetuo Socorro, estoy sufriendo mucho, y este sufrimiento es constante... La enfermedad física afecta también mi espíritu, y ya no tengo fuerzas ni para orar... Nada me reconforta... Ni siquiera las visitas y el cariño de mis amigos me alivian... Mi ánimo empieza a decaer; la impaciencia y la tristeza están a punto de dominarme... Sin embargo, pongo toda mi confianza en ti, oh gran Virgen. Tu corazón compasivo tendrá misericordia de mí. No me abandones, oh Madre amorosa, a mí, tu pobre y desamparado hijo. Consuélame y dame la fuerza para aceptar estos sufrimientos con paciencia cristiana y resignación, para recibirlos de manos de Dios y así alcanzar la salud de mi alma. Si es tu voluntad, Señor, permite que continúe sufriendo por mucho tiempo, o que esta enfermedad llegue a su fin Oh Reina del Cielo: aquí estoy, listo para mi partida, sometiéndome a la voluntad divina, confiado en que Tú me darás la fuerza para aceptar de buen grado el sacrificio que Tu Hijo me pide. Oh Virgen poderosa, oh Madre del Perpetuo Socorro, haz que yo pueda alcanzar la completa sanación o, si no es posible, que tenga la fortaleza para soportar mi enfermedad por amor a Jesús. Amén.


ORACIÓN POR LA CONVERSIÓN DE UN FAMILIAR CERCANO

Oh Virgen del Perpetuo Socorro, Tú conoces perfectamente el inmenso valor de un alma. Sabes lo que significa que cada alma fue comprada con la sangre de Tu Hijo. Por eso, no rechazarás mi súplica y me concederás la conversión de este pecador que se dirige rápidamente hacia la condenación eterna. Se trata de... (menciona el nombre de la persona); Tú conoces bien su vida alejada de Dios... Recuerda que Tú eres el refugio de los pecadores; que el Señor te ha otorgado el poder de convertir incluso a los pecadores más endurecidos. Te suplico con todas mis fuerzas que intercedas por él. Oh Madre del Perpetuo Socorro, mira a tus pies a uno de tus hijos, que vive en una gran pobreza y que quisiera contarte todas sus dificultades. Con el sudor de mi frente y el trabajo de mis manos, apenas consigo el pan diario. Por eso, a veces me siento muy triste, especialmente cuando veo que muchos otros viven en la riqueza y la abundancia. Los esfuerzos de su familia por ayudarlo no han tenido ningún resultado... Si Tú no le brindas tu ayuda, él seguirá empeorando cada día. Concédele, por favor, una gracia poderosa que lo sacuda y lo haga volver a Dios. Mándale, si es necesario, alguna dificultad temporal, para que reflexione y cambie su vida. Tú has convertido, oh graciosísima Señora, por las oraciones de su madre, a San Agustín; compadécete ahora de mis súplicas y convierte a este pobre pecador. Madre del Perpetuo Socorro, ten misericordia de él; te lo suplico con todas las fuerzas de mi alma. Amén.


ORACIÓN DE UN POBRE 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, a tus pies se postra uno de tus hijos, sumido en una gran pobreza. Quiero mostrarte toda mi miseria. Con el sudor de mi frente y el trabajo de mis manos, apenas consigo el pan de cada día. Por eso, a veces me siento muy triste, sobre todo cuando pienso en otros, mis hermanos, que viven en la abundancia. Lo único que me consuela es pensar que incluso Jesucristo, mi Maestro y ejemplo, abrazó voluntariamente la pobreza, sin reservarse ni siquiera un lugar donde recostar la cabeza. ¡Ay! Enséñame, oh Virgen bendita, a despreciar, siguiendo el ejemplo de Jesús, todas las cosas terrenales y a poner mi mirada en las cosas del cielo. Oh mi querida Madre María, concédeme ser rico solo en dones espirituales, en gracia santificante, en amor a Dios, en paz interior y en una paciencia constante ante los sufrimientos de esta vida. Estos son los bienes celestiales que te pido y que deseo acumular. De los bienes terrenales, solo pido lo indispensable para vivir. Oh Madre, dame, en medio de la pobreza, la paz, y seré más feliz que los ricos que no conocen el amor de Dios. Amén.


ORACIÓN POR LA IGLESIA Y EL SUMO PONTÍFICE 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, en este preciso instante en que los malvados lanzan su ataque más feroz contra la barca de Pedro, te suplicamos que acudas en nuestra ayuda. Ven, oh Madre, a la capital de la cristiandad, y con tu poderosa intercesión, repele las fuerzas del mal. Tú, por tanto, eres justamente saludada como nuestra Madre del Perpetuo Socorro, protectora de la santa Iglesia. No permitas, sin embargo, que esta esperanza de tus hijos se convierta en decepción. Defiende los derechos de la Iglesia de Jesucristo, frustra las maquinaciones sacrílegas de los malvados. Une más estrechamente a los fieles a sus obispos, y a los obispos a su Sumo Pontífice. Fortalece la Cátedra de Pedro en la santa ciudad de los Papas, y no permitas que la injusticia y la iniquidad la venzan. Oh Inmaculada Madre de Dios, tú debes ayudarnos... y tú nos ayudarás... Y si, a pesar de todo (que Dios lo aleje), la Iglesia católica fuese perseguida aún más, y el Sumo Pontífice estuviese angustiado en mayor medida, nosotros no dejaremos de esperar de ti, poderosa Reina, la victoria final, y de poner siempre en ti una confianza ilimitada. ¡Oh, ayúdanos siempre, oh María!


ORACIÓN POR LA PAZ EN EL HOGAR 

Oh Virgen del Perpetuo Socorro, si es deber de todos vivir en armonía y amor con nuestro prójimo, ¡cuánto más deben hacerlo los miembros de una misma familia! Concédenos, oh Madre, esta hermosa unión, esta paz celestial que edifica a las personas y que tanto agrada a Dios. Somos todos hijos de un mismo Padre y de una misma Madre, ¿por qué entonces buscarnos las heridas con discusiones y peleas? Que la hermana tenga paciencia con los defectos de su hermano, y que el hermano compadezca las debilidades de su hermana. Así cumpliremos la voluntad divina. Oh, María, guárdanos en la amistad de Dios y en el amor mutuo hasta el final de nuestros días, para que, al final de esta vida, todos, padres e hijos, podamos unirnos a aquella familia celestial que tú formaste con tu Hijo por toda la eternidad. Amén.


ORACIÓN DE UNA MADRE

Oh Madre del Perpetuo Socorro, en estos tiempos sombríos, muchas madres como yo acudimos a ti, suplicando por nuestros hijos. Temblando por su futuro, te pedimos que los protejas con tu amor maternal. Tú conoces las trampas de este mundo y cómo tienta a los jóvenes con falsas promesas. ¡Oh, mejor de las madres, danos la fuerza para educar a nuestros hijos con amor y ejemplo! Y haz que ellos siempre estén dispuestos a escuchar nuestras sabias palabras. Por la sangre de Cristo, libéranos de todo mal. Que no escuchen palabras que los corrompan; que los escándalos que vean no los afecten; que comprendan el gran valor de la inocencia y el regalo de la gracia divina. Que sientan repugnancia por los placeres mundanos y las malas compañías; que amen la piedad y la virtud; que sean cariñosos con sus padres, para que, encontrando toda su felicidad en el hogar, bajo una obediencia filial y cristiana, eviten la ruina a la que tantos jóvenes se enfrentan hoy en día. Que no pierdan, al mismo tiempo, su inocencia, su alma y la felicidad en esta vida y en la eterna. Así sea.


ACTO DE CONSAGRACIÓN MENSUAL A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Oh Santísima Virgen María, que con toda confianza has querido tomar el dulce nombre de Madre del Perpetuo Socorro, yo, [...], reconozco que mis pecados me hacen indigno de ser contado entre tus hijos predilectos. Sin embargo, deseoso de disfrutar de tu misericordia, me postro humildemente a tus pies y, con todo respeto, te consagro mi entendimiento para pensar siempre en tu amor; mi lengua, para proclamar siempre tus sublimes prerrogativas y propagar devoción hacia ti; mi corazón, para que, después de esta vida, me una a ti. Oh mi soberana Señora, digna de recibirme entre tus hijos predilectos, protégeme y ayúdame en todas mis necesidades, tanto espirituales como materiales, especialmente en la hora de mi muerte. Oh Madre del Perpetuo Socorro, sé que me amas más de lo que yo puedo amarme a mí mismo. Por eso, te encomiendo todos mis intereses y posesiones; dispón de mí y de todo lo que me pertenece según tu voluntad. Oh mi Madre, bendíceme y, por tu poderosa intercesión, fortalece mi debilidad para que, habiendo sido fiel en servirte en esta vida, pueda alabarte, amarte y agradecerte eternamente en la vida venidera. Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, ruega por mí. Amén.


A LA MADRE DEL PERPETUO SOCORRO 

Oh Madre del Perpetuo Socorro, tú eres quien distribuye todos los bienes que Dios concede a los pobres pecadores; y, por esta razón, Él te ha hecho tan poderosa, tan rica y tan bondadosa, que tú puedes ayudarnos en nuestra miseria. Tú eres la abogada de los más desdichados y abandonados pecadores que recurren a ti; por eso, Madre mía, yo me encomiendo a ti. En tus manos pongo mi salvación eterna, y a ti te confío mi alma. Cuéntame entre tus siervos más devotos; protégeme bajo tu protección, y con eso me basta; porque si tú me proteges, querida Madre, no temo nada; ni a mis pecados, porque tú obtendrás para mí el perdón de ellos; ni a los demonios, porque tú eres más poderosa que todo el infierno junto; ni siquiera a Jesús, mi Juez mismo, porque con una sola oración tuya, Él se aplacará. Pero tengo un miedo: que en la hora de la tentación, pueda olvidarme de invocarte y así perecer miserablemente. Obtén para mí, entonces, el perdón de mis pecados, amor a Jesús, perseverancia final y la gracia de recurrir siempre a ti, oh Madre del Perpetuo Socorro.

Tres Ave Marías.




sábado, 11 de enero de 2025

VISITA SABATINA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


VISITA SABATINA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO


Tomado del “Pequeño Manual de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”

Buenos Aires, Argentina, 1953


Es asociarse al espíritu de la Santa Iglesia dedicar el sábado de cada semana a la excelsa Madre de Dios. En este día es un deber para los devotos de María Santísima, visitar una de sus milagrosas imágenes. Aunque en estas visitas puede rezarse cualquier oración, no han de desagradar las que aquí ponemos entresacadas de la Sagrada Escritura y de los escritos de los devotos de la Santísima Virgen. Además deseando practicar en cualquier época del año los nueve sábados a Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se puede igualmente hacer uso de estas mismas oraciones.


SALUDO Y ALABANZAS A MARÍA 

Salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo, bendita Tú entre todas las mujeres. Tú eres el resplandor de la Luz eterna, espejo sin mancilla de la Majestad de Dios, imagen de su bondad. El Señor ha derramado sobre Ti sus bendiciones, comunicándote su poder. Ea pues, Madre mía, consagrada al pie de la Cruz, ruega por nosotros, porque eres Inmaculada y amada de Dios. Presenta Tú al Señor mis oraciones. Acuérdate, Madre de mi Señor, del tiempo en que te hallabas en estado humilde, invoca Tú al Señor, habla por nosotros y líbranos de la muerte eterna. Amén.


ORACIÓN 

Dulcísima María, Reina de la tierra y de los cielos, de los Angeles y de los hombres, yo quiero unirme al coro universal de alabanzas, bendiciones y abrasado de amor de que eres objeto, y ofrecerte el pobre homenaje de gratitud y filial ternura. ¡Cuánto me mi has amado, Madre querida, desde la hora feliz para mí en que me adoptaste por hijo al pie de la Cruz en que expiró el Redentor! ¡Cuántas veces tu ruego ha detenido el rayo de la ira divina, próximo a herirme y justamente merecido por mis pecados! lanzarme a las llamas del infierno, Completa tu obra, poderosa Madre de Dios, sálvame a pesar de mi gran miseria. No tengo títulos con que solicitar tus favores, porque he sido ingrato para con Jesús, mi Redentor, y para contigo, mi bondadosa Madre. Pero no podrás abandonarme. Eres el refugio del pecador y el consuelo del afligido. ¡Ah! ¡qué nunca deje de amarte! y cuando veas que languidece mi amor a Ti, reanímalo, Virgen querida. No me dejes ¡clementísima María! Alcánzame las virtudes que han de adornar a un hijo tuyo: que sea puro, humilde, paciente y amante de Dios. Sostenme en el combate con mis enemigos; y, cuando llegue mi última hora, ven, Madre mía querida; colócate a mi lado, inspírame cual nunca sentimientos de vivo dolor de mis faltas de confianza en las divinas misericordias, pon en mis labios el nombre de Jesús y el Tuyo, sean ellos la postrera palabra que pronuncien, recoge mi último suspiro y llévame a contemplar la hermosura de mi Dios y la tuya, en la patria de la gloria. Amén.


Acordaos ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. No despreciéis mis súplicas, oh Madre del Verbo, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Así sea.


Colaboración de Tommy Gutiérrez.

 

DÍA DE SÚPLICA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

 


DÍA DE LA SÚPLICA A NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO

Tomado del “Pequeño Manual de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro”

Buenos Aires, Argentina, 1953


ORACIÓN

Yo os saludo, ¡oh Reina de misericordia, Madre del Perpetuo Socorro! - Vos sois vida, dulzura y esperanza perpetua - de los desterrados hijos de Eva, - que a Vos clamamos gimiendo, llorando y suspirando en este valle de lágrimas. - Vos, como Madre del Redentor Divino, - sois todo para nosotros los redimidos: - Reina soberana y Madre, del cielo, - puerta patente estrella - salvadora de los mares, puerto de seguridad, - áncora firme de esperanza,- recurso en todas nuestras necesidades. - Por eso a Vos acudimos llamándoos Madre del Perpetuo Socorro - y acogiéndonos bajo vuestro amparo; escuchad siempre nuestras súplicas y atendednos perpetuamente con piedad y misericordia maternales. - Sed siempre nuestra intercesora y abogada cerca de Dios, preservándonos de los castigos que por nuestras culpas hemos justamente merecido. Libradnos de todo mal de alma y cuerpo y de todos los peligros que amenazan nuestra vida temporal y eterna. En una palabra ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! tened siempre fija en nosotros la mirada de esos vuestros ojos misericordiosos durante la vida y en la hora de la muerte. Y después de este destierro haced que se nos muestre propicio Jesús, vuestro bendito Hijo, y ante El aparezcamos dignos de alcanzar y gozar las promesas de gloria que nos hizo. ¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María! - sed nuestra Madre del Perpetuo Socorro ahora y en la hora de nuestra muerte. Así sea. 


ACORDAOS - oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que haya acudido a Vos, implorado vuestra asistencia y reclamado vuestro socorro, haya sido abandonado de Vos. Animado con esta confianza, a Vos también acudo, oh Virgen, Madre de la vírgenes, y aunque gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vuestra presencia Soberana. No despreciéis mis súplicas, oh Madre del Verbo, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Así sea.


ORACIÓN

¡Oh dulcísima Virgen María, -Madre del Perpetuo Socorro!, - vedme aquí, humildemente postrado y sinceramente arrepentido - ante vuestra Sagrada Imagen, - vengo confiado a implorar vuestro perpetuo y mater socorro. - Vos sois la dispensadora de las gracias y dones del Altísimo, - este título consolador y magnífico, - de Madre del Perpetuo Socorro, - con que os invocamos, es el compendio de las maravillas de vuestra misericordia. Esto me inspira la dulce confianza de que atenderéis benigna mis humildes súplicas. Haced pues, Madre querida, - que os venere perpetuamente y os invoque siempre con ese título que nos revela tanta bondad, - por el cual se obran cada día tan admirables prodigios - para consuelo de los afligidos, - para alivio de los enfermos - y para conversión de los pecadores. ¡Madre amada !, pedid a vuestro Divino Hijo, - que ilumine mi entendimiento - y purifique mi corazón, para que sea digno de impetrar vuestros favores. Amén.


Bajo tu amparo nos ponemos, - santa Madre de Dios; - no despreciéis las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades, mas líbranos siempre de todos los peligros. - ¡Oh Virgen gloriosa y bendita!

5 años de indulgencias.


Colaboración de Tommy Gutiérrez

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Al hablar sobre la piedad popular, es referirnos a aquellas devociones que antaño se hacían en nuestros pueblos y nuestras casas, cuando se...