DEVOTA NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LA SOLEDAD DE OAXACA
ACTO DE CONTRICIÓN
Adorable Redentor mío: después de haber
marcado ignominiosamente tantas ocasiones mis pensamientos que debían haberse
elevado á vos, mis palabras que debían haber publicado vuestras maravillas en
el orden de la naturaleza y de la gracia, y mis obras que debían haber sido
todas de santidad y edificación; conociendo al fin, que el honor de hijo
vuestro por la gracia es únicamente apreciable, que vuestros dones son los que
constituyen la riqueza sólida y permanente, y que no hay más placeres que los
de la virtud, de la que sois el Padre, el Amigo y el Modelo, ocurro á vos en
este día, penetrado de la más dulce y segura confianza, y para alcanzar el
generoso perdón de mis amargos extravíos, interpongo el eficaz valimiento de
vuestra augusta Madre y corredentora mía, compasiva, en su tierna advocación de
la Soledad, prometiendo con sinceridad la reforma de mi vida, para honor de la
religión santa que profeso, triunfo nuevo y solemne de vuestra divina gracia, y
prenda segura de mi gloriosa inmortalidad. Amen.
ORACIÓN PARA TODOS LOS DIAS
Oh Madre divina,
sensible y tierna de mi Libertador amoroso: vos, Señora, sois en esta
advocación de la Soledad, así por la belleza de la imagen, como por los
prodigios que obráis en las almas de vuestros de^ votos, conocida y tierna, y
constantemente venerada. Yo me doy los parabienes de haber conocido esta imagen
vuestra, porque al fijarlos ojos en ella, toda mi alma recibe una luz y unos
afectos inefables: mi memoria la hace de cuanto os he debido, como corredentora
ilustre y compasiva del género humano; mi entendimiento conoce, con la claridad
más brillante, vuestras virtudes excelsas, vuestros méritos distinguidos,
vuestros sacrificios inmortales; y mi voluntad es llevada hacia vos por una
fuerza irresistible, y os ofrece en las aras de la veneración y gratitud, unos
afectos que reciben todo su valor de la feliz acogida que encuentran en vuestro
espíritu maternal, tan accesible como generoso, tan tierno como compasivo.
Dadme, pues, Señora, que en el curso de estos nueve días, yo pueda cantar y
llorar vuestra Soledad; cantarlas en el estilo más culto, á proporción de mi
deseo, y llorarlas con las lágrimas de un corazón humillado y contrito, que por
vuestra deseada y segura aceptación, serán las perlas más preciosas de vuestro
cuello divino, y el valor único de mi suspirada inmortalidad. Amen.
DIA
PRIMERO
ORACIÓN
¡Oh soberana
Señora! Cuan terrible fue vuestra angustia, cuando presentando en el templo
magnífico de Jerusalén al adorable fruto de vuestro vientre sagrado, fue
vuestra alma noble y generosa, rara y divina, penetrada del cuchillo más agudo,
al oír y meditar la catástrofe de un Hijo tan inocente quien por desarmar el
brazo vengador de su ofendido Padre, quiso ser la victima de tormentos
increíbles, y el precio infinito de nuestra libertad suspirada; cuánto, cuanto,
bellísima María, compadezco vuestra cruel angustia en unos momentos de tan
edificante y solemne ceremonia; pero consolaos, Señora mía, con que el augusto
Presentado, fue la brillante luz de los gentiles, y la gloria inmortal del
pueblo escogido; así como es ahora en el cielo ya glorioso y triunfante, el que
respeta vuestra mediación poderosa en beneficio nuestro, para que seamos
temporal y eternamente felices. Amen.
GOZOS
De vuestras angustias crueles
¿Quién podrá formar idea?
¡Oh soberana
Señora!
Vos sois la
esperanza nuestra.
Vos sois la mujer más grande.
Vos sois la mujer más bella,
Vos sois del sol adorada,
De la luna y las estrellas:
Vuestras angustias excitan
La compasión
dulce, tierna:
El artífice dichoso
Para hacer obra tan bella,
Se preparó comulgando
Al Autor de la belleza:
Con razón todos admiran
Una obra tan
estupenda:
En este mundo tranquilo
Donde virtudes campean,
De mil almas virtuosas
Tan sublimes como tiernas,
Vuestra Soledad adoran
Y con ternura veneran:
Los que ocurren á este templo
Y os miran desde la puerta,
En lágrimas se deshacen
Sin poder resistir á ellas:
Porque os miran muy hermosa,
Y accesible en gran manera:
Los pecadores, los justos,
Los enfermos, aquí encuentran
Perdón, aumentos de gracia,
Y medicina estupenda:
Porque para todos sois
Respetable medianera:
De vuestras
angustias crueles
¿Quién podrá formar idea?
¡Oh soberana
Señora!
Vos sois la
esperanza nuestra.
Se rezan siete Ave
Marías, se hace la petición y se concluye con la siguiente:
ORACION
PARA TODOS LOS DIAS
Angustiada excelsa Virgen Madre ¿quién ha sido la causa
de vuestras inefables penas, sino quien fué la causa del sacrificio cruel,
meritorio é inmortal de vuestro Hijo incomparable? A mí, pues, me toca enjugar
vuestras lágrimas, ahogar vuestros suspiros, endulzar vuestras amarguras,
embalsamar vuestras heridas, y convertir vuestro abatido semblante en el rostro
más alegre y placentero; ¿Y de qué modo, Señora mía? Meditando en vos en los
momentos que mi devoción os consagre. Vos, encerrada en ese nicho, me predicáis
el útil recogimiento: vos, entregada constantemente al silencio, me instruís de
sus preciosas ventajas; vos, con un semblante que pinta la más cruel angustia,
pero dulce y apacible, me dais lecciones de la importante conformidad; y vos,
asociada con las almas santas y ejemplares, me dais á entender, que no debo
tratar sino con ángeles y no con personas que pongan obstáculos funestos á mi
santificación apetecible v suspirada inmortalidad. Ea pues, angustiada María,
inspiradme y cultivad en mí tan divinos sentimientos, y penetradme de vuestros
disgustos inauditos, para tener después de mi muerte una gran parte en la
inmensidad de vuestra gloria. Amen.
SOLILOQUIO: ¡Oh amabilísimo Jesús de mi alma, cayó en este lago mi vida, y
pusieron sobre mi Corazón la piedra! Ya llego, Hijo mío, la hora que se acabase
nuestra compañía: ya llegó la triste hora de verme sola en la tierra: ya llegó
la hora de que me lloren sola todas las criaturas; y ya llegó la última hora de
apartarme de tu sepultura. ¿Pero dónde iré y moraré sin tu morada? cómo podré vivir sin tu vista? ¡Oh hijo de mis
entrañas! Aquí en este sepulcro he de perseverar de noche y de día, aunque me
consuman los fríos, el sol y las aguas. Si tuve valor en mi, pedí para verte
crucificado, muerto y con el pecho abierto á mis ojos, también tendré aliento
en mi alma para estarme en tu sepulcro sola. Gustosa aquí me sepultara para
estar siempre donde tu estuvieras; mas ya que no puede ser mi persona,
sepúltese conmigo mi alma; y pues es tan tuya, aquí la pongo á tus pies con
todo mi corazón, imprimiendo en esta piedra mis lágrimas para eterna memoria de
mi soledad.
SEGUNDO
DIA
ORACION
Angustiadísima Señora: cuánto os compadezco en vuestra
huida á Egipto para libertar de un príncipe cruel y sanguinario, al Autor
inocente del a paz y de la vida. Herodes ignoraba que la conservación del
perseguido, era todo el plan seguro del amor, de la misericordia y de la
justicia; por eso vos, impulsada por una fuerza tan oportuna como celestial,
emprendisteis un viaje fatigoso, acompañada del varón justo, escoltada de los
espíritus soberanos, y sosteniendo el dulce peso de un Niño Dios, que era el
placer incomparable de los cielos y la tierra. Gracias os damos, Señora, por
vuestra conformidad en la cruel angustia de este viaje memorable, y
humildemente os pedimos nos alcancéis del augusto Libertado, la pronta fuga de
todos los peligros de alma y cuerpo, para venerar como conviene tan dolorosas
fatigas, y proporcionarnos de este modo nuestra felicidad temporal y eterna.
Amen.
SOLILOQUIO: Si según su mérito he de llorar yo á mi difunto Hijo, ¿quién dará
fuentes de lágrimas á mis ojos, y mares á mi cabeza para llorar estos tres
días? ¡Oh difunto Hijo de la más dichosa madre!
no te puedo llorar como mereces. ¿Qué madre tuviera á Dios por Hijo que
no se deshiciera en llanto? Si toda mi alma se trasformara en penas, si todo mi
cuerpo se convirtiera en lágrimas, aun fuera muy poco para tu merecimiento.
Ayudadme, discípulo amado; ayudadme, maestra de lágrimas Magdalena; ayudadme,
mujeres piadosas; ayudadme ángeles y hombres, ayudadme á llorar la pasión y
muerte de mi Hijo Dios, y luego después lloradme á mí que me ha puesto en tan
lastimosa soledad.
TERCERO
DIA
ORACIÓN
Angustiadísima Virgen Madre; este título tan glorioso y
tierno, os causó, Señora, una pesadumbre ¡decible, cuando en compañía del más
puro y fiel de los esposos, echasteis menos á vuestro Jesús, al volver á Jerusalén.
¡Qué de temores por tan dolorosa pérdida!
qué de lágrimas por su inesperada desaparición! ¡qué vueltas y
revueltas! ¡qué preguntas, qué sospechas y sentidas conversaciones! Y todo
ciertamente, lo más natural y más debido. Pero después, Señora, que se presenta
a vuestros divinos ojos, y á los afectos incomparables de vuestro Corazón
maternal, en el augusto templo, disputando con los doctores, y disipando con
sus divinas luces las sombras de su ignorancia, promoviendo de este modo
solemne y ejemplarmente los sagrados intereses de su Padre celestial. ¡Qué
alegría tan pura para vuestra alma angustiada antes por su pérdida! qué recobro tan sorprendente! ¡qué posesión
tan feliz, y qué momentos tan afortunados! Concededme, pues, ¡oh Virgen de la
Soledad! en albricias de júbilo tan tierno y memorable, que cuando tenga la
desgracia de perder por la culpa á tan accesible y generoso Redentor, lo
encuentre en el santo templo y ú los pies de su respetable ministro, por una
verdadera y fructuosa penitencia, dádiva de vuestra mediación, fruto precioso
de su muerte, y prenda rica y segura de mi eterna bienaventuranza. Amen.
SOLILOQUIO: Oh Hijo de mis entrañas Jesús!
ya me es preciso el irme de aquí. ¡Pero qué digo! cómo es posible el irme, si es dejarte? ¿qué
embarazo hallas en que yo me muera? Si ya se acabó tu pasión v tu vida, acábese
Cambien la mía arrimada á esta piedra, y darás á mi cuerpo la honra de
enterrarme junto á tu sepulcro; per o Hijo y Dios ni quiero la muerte, si tú
quieres que yo en tanta soledad viva; pue s siendo tu querer el mejor, á este
se rinde gustosa mi voluntad. ¡A Dios, Hijo mío, ¡Jesús! ¡A Dios, Hijo de mi
corazón! A Dios pido resucites con presteza para que resucite mi alma. ¡Y oh
sepulcro del más hermoso cielo! ¡A Dios, tesoro del cadáver más rico! A Dios
relicario del más bello cuerpo, quédate en paz glorioso con mi Jesús, mientras
yo voy a llorar mi soledad.
CUARTO
DIA
ORACIÓN
Angustiadísima Señora mía: oh qué dolor tan vivo y tan
profundo el de vuestro Corazón maternal, al ver en la calle de la Amargura el
más bello de los hijos de los hombres, en el mas lastimoso estado, ha carrera
tan dolorosa, se os presenta un Soberano reducido á la condición de un siervo,
un Ser de fortaleza invicta, agobiado bajo el peso de una cruz; un Dios de
inocencia y santidad con el degradante estertor de un hombre criminal, digno de
un suplicio infame; y un Hijo vuestro, adocenado con los hijos de las mujeres
oscuras y vulgares. Yo. Señora mía, no extraño que los ángeles, entonces invisibles,
escribieran con su hundoso llanto en la memoria de las generaciones agraciadas,
un encuentro tan lastimoso, que os hizo víctima inocente de la angustia más
cruel y compasiva. Los suspiros, las lágrimas, la dolorosa meditación de
millones de almas escogidas, serán la consumación de los siglos, sagradas
ofrendas y tiernos homenajes que os presenten y tributen en las aras de su
compasión laudable. Yo con ellas, Señora mía, os compadezco, os admiro, y os
adoro en este paso tan sensible: alcanzadme la perseverancia en tan religiosos
sentimientos, y que yo sea después de mi muerte, por vuestra poderosa
intercesión, uno de los participantes de vuestro júbilo puro, tan debido como
celestial y eterno. Amen.
SOLILOQUIO: Oh vosotros que andáis el camino del dolor, adonde me lleváis? dónde
cabe que yo me aparte de aquí? qué dirá de mi corazón mi alma, si yo lo pierdo
de vista? qué dirá de mí el Padre Eterno, que me aparto del cadáver de su
Unigénito Hijo? qué dirá la eterna Sabiduría de que dejo sola en el sepulcro la
carne que tomó en mis entrañas? qué de mi amor el Espíritu Santo, que dejo solo
el cadáver más precioso? en qué se conocerá que soy yo la Madre del mejor Hijo?
yo á tomar descanso, y mi Dios Hijo en un sepulcro! ¡Mi Jesús en una oscura
soledad, y yo entrarme en Jerusalén! qué
madre soy? ¡que amor le tengo, pues no me vuelvo aprisa al sepulcro! Primero es
mi cariño que mi descanso, primero es mi honra que mi vida, pues vuelva yo al
Calvario, y persevere de noche y de día en el sepulcro, hasta que mis ojos lo
vean resucitado. Pero si por disposición del Altísimo ha de ser mi alma mártir
en todo, séalo también en perder de vista el sepulcro. Vamos á mi mayor
soledad, que en hacer yo siempre la voluntad de mi Dios, consiste mi honor, mi
amor y mi maternidad.
QUINTO
DIA
ORACIÓN
Angustiadísima Señora: ¡estáis ya, qué dolor! en la alta cumbre del monte de la mirra, con
los dulces y bellos ojos fijos en el más tierno y solemne espectáculo: se les
presenta llagado de la cabeza á los pies, el más hermoso de los hijos de los
hombres, asegurado con los clavos más agudos en un suplicio tan infame como
desmerecido. No hay ciertamente ideas ni palabras adecuadas para pintar en el
lienzo de la grande historia de los crímenes, el que inundó vuestro espíritu
soberano de la angustia más cruel. ¡Qué estupidez la del hombre! Clavar unas
manos divinas que derramaban la abundancia, y sostenían en un perfecto
equilibrio la máquina del universo, para que no tocara su disolución horrenda; dejar
sin movimientos unos pies que corrieron toda la Palestina en busca de los
pecadores y enfermos, para darles la gracia y la salud; y colocar ensangrentado
y moribundo al Hijo del Eterno Padre, en quien tenía sus amorosas
complacencias'." Pero Virgen hermosa y angustiada, la previsión de los
preciosos y útiles efectos de un sacrificio tan doloroso y tan sensible, debió
restablecer en vuestro espíritu la dulce tranquilidad. Vuestro Hijo muere; pero
la justicia del Eterno Padre queda satisfecha: ¡la redención del hombre
dichosamente consumada, y de su costado cruelmente herido nace una Iglesia
inmortal y pura, ataviada con las joyas de unos Sacramentos, que darán al
Esposo en cada uno de los fieles! dignos
de tan augusto nombre, inocencia y fortaleza, perdón y alimento, victoria,
carácter y grata fecundidad. Consolaos, pues Señora, y consolad nos, para que
vuestras angustias crueles, meditadas v sentidas por nosotros, sean semillas
nobles v fecundas de nuestro verdadero honor, de nuestra sólida dicha de nuestra
deseada y feliz inmortalidad. Amen.
SOLILOQUIO: ¡Oh dulcísimo Hijo mío Jesús! ¿Dónde estás? ¿Cómo ya no te veo, y cómo
sin verte vivo? Sepultado mi Hijo Dios, ¿y yo sin morir? No lo creyera de mi
corazón. ¡Oh Juan, discípulo amado muéstrame á tu divino Maestro! ¡Oh
Magdalena! dónde está aquel amabilísimo
Jesús que tanto amabas? ¡Oh parientas mías María Cleofás y María Salomé! qué se ha hecho vuestro pariente Jesús? Murió
todo nuestro gozo, y murió en una afrentosa cruz: murió atormentada de espinas
su cabeza, clavados sus pies y manos, alanceado su pecho, desnudo y desamparado
de todos. ¡De qué hombre, por mal mismo que haya sido, se lee tal vilipendio!
¡Oh Hijo mío! Anoche te prendieron, esta mañana le azotaron y sentenciaron, á
medio día te crucificaron, esta tarde te vi muerto y sepultado, v ahora tan
lejos de mí, que aún no puedo ver tu sepulcro. ¡Oh qué bien dijo el profeta que
mi amargura había de pasar a amarguísima! ¿Porque qué amargura más amarga que
esta soledad y memoria?
SEXTO
DIA
ORACIÓN
Virgen angustiadísima: en esta situación lastimosa del
descendimiento de vuestro Jesús divino y amado, os considero sagrada víctima de
un dolor incomparable. ¿Quién desclavará y bajará del suplicio más afrentoso el
Cuerpo sagrado y purísimo? ¿Quién os proporcionará un lienzo para cubrir su
desnudez? y quién un sepulcro para
depositar el tesoro de los cielos y la tierra? Consolaos, Señora mía, porque la
divina Providencia no puede dejar sin cubrir tan piadosas necesidades, de la
que es su Hija querida, su Madre pura y amante, y su Esposa inmaculada y fiel.
Varones justos serán sus instrumentos, varones justos, cuya piedad 18 ilustre
forma el carácter más meritorio y apreciable, harán con ternura v placer unos
oficios, que sonarán en los fastos de la misericordia hasta la consumación de
los siglos. Alcanzad me, Señora, por vuestra intercesión eficaz y omnipotente,
que la piedad indisputable de los ministros sagrados de la reconciliación me
sepárenmela pasión dominante, me vistan con la túnica purísima de la gracia, y
me escondan de las asechanzas de mis enemigos despiadados en el alegre sepulcro
de la conversión más apetecible y ejemplar, para que pongáis en ejercicio la
tierna advocación de refugio de pecadores, que siempre ha sido mi única
esperanza de salud, de gracia, de preciosa muerte, y de feliz y eterna
inmortalidad Amen.
SOLILOQUIO: ¡Oh Jesús de mi corazón! mira
mi pobre/a y soledad: ni tengo casa donde para mi decencia y la tuya recoger mi
pobre persona m tengo donde reclinar la cabeza ni me han quedado padres a quien
volver la cara ni tengo a mi celestial esposo que con su justo trabajo nos
buscaba á tí v á raí el alimento La orfandad de mis padres Señora Santa Ana y
Señor San Joaquín, lanudo suplir mi esposo José. La viudez de mi esposo José no
me era penosa viviendo tú mí Jesús; pero muerto tú, mi Jesús, que eres m.
Padre, mi Esposo, mi Hijo Dios ¿cómo he de vivir en tanto desamparo, pobreza y
soledad? ¡Oh Jesús de mi corazón! amo
por toda mi vida la virtud de la pobreza, venero y adoro tu sabia providencia
divina, que sabiendo esto no excusaste privarme de tan dichosos padres y de tan
feliz esposo. Y te ruego, por esta orfandad y viudez, resucites presto para
alivio de mi soledad.
SEPTIMO
DIA
ORACIÓN
Señora y Madre mía de la Soledad: ya queda en un
sepulcro nuevo, ungido con esencias aromáticas, envuelto con un sudario de más
valor que la púrpura de los reyes, y empapada en las preciosas lágrimas
vuestras, y de los espíritus soberanos, el cadáver adorable del que tuvo con
vos las más íntimas y respetables relaciones. Ya estáis llorando en el más
fúnebre silencioso recinto, la congojosa muerte del que nos ha dado con ella
una vida feliz é interminable: vuestros lindos y modestos ojos, oscurecidos
ahora con las sombras del más justo dolor, no tardan en deslumbrarse con los
esplendores de su inmortal triunfo: vos la primera gozareis de su presencia, y
entonces los instrumentos de su cruel martirio, serán marcados para siempre con
vuestros ósculos, como los de la paz, salud, gloria y perpetua felicidad del
género humano. Bendita sea, y siempre celebrada en este santo templo y fuera de
él, una Soledad, que, constituyendo vuestra solemne y maravillosa advocación,
es nuestro precio, nuestra paz, nuestro placer, ventura y esperanza. Vuestras
sagradas angustias que hemos bendecido y adorado en el curso de estos nueve
días, nos garanticen por la aceptación divina, y por vuestra eficaz y poderosa
intercesión, todos los bienes de ambos órdenes, espiritual y temporal, que,
como pasajeros en la tierra, y habitantes futuros del empíreo, deseamos, y
humildemente os pedimos. Por vos, Señora, triunfe la fé de la incredulidad; la
gracia, del pecado; la paz, de la discordia; la abundancia, de la escasez; la
salud, de la enfermedad; y que cada uno de vuestros devotos y reconocidos
amantes hijos, comenzando á dormir reclinados sobre vuestro pecho dulce,
sensible y maternal, el sueño de la muerte, despertemos algún día con júbilo y
placer eterno en la mansión afortunada de los dichosos escogidos. Amen.
SOLILOQUIO: ¡Oh Hijo de mis entrañas Jesús! ¿Qué, para tal muerte y pasión le
concebí, te parí y te crie? Con gusto hemos conversado en esta vida, á nadie
hemos agraviado, fielmente me has atendido, y yo con toda fidelidad te he
servido como a mi Hijo Dios verdadero. ¿Pero por qué motivo los cruelísimos
judíos te crucificaron? qué causa diste
para que te dieran tan afrentosa muerte? ¿cometiste alguna maldad para que te
sentenciasen así? No, Hijo mío amabilísimo: dignación tuya ha sido redimir tan
á costa tuya y mía al género humano, dejándoles a mares la doctrina y los
ejemplos. Gustosísima me ha sido esta redención, de que puedo recibir los
plácemes por la gloria que se sigue a Dios y a los hombres.
OCTAVO
DIA
ORACIÓN
Oh Jesús, oh Dios de piedad y misericordia! me pesa de
todo mi corazón de haber considerado tan poco aquella Hora en que moriste por
mí con tanto amor: dejé pasarla tantas veces, sin agradecerte en ella aquella
muerte y tu amor: pésame, Señor, me pesa pídote perdón con toda humildad, y
espero, mediante el favor de tu gracia, que me acordaré en adelante de aquella
dichosa Hora, con más agradecimiento y correspondencia de amor; lo espero,
Señor mío Jesucristo, y le pido este favor para mí y para todas la criaturas,
por los méritos de aquella santa muerte. Te doy infinitas gracias, oh Jesús, de
haber padecido por mí en aquella Hora tan afrentosa v dolorosa muerte, por mí,
miserable é ingrata criatura: te ofrezco los méritos de tu pasión santísima,
muerte y cruz, porque, aunque seas mi juez, eres también mi salvador: no quiero
entrar de otra suerte contigo en juicio, si no es poniendo tus santísimos
méritos y muerte, entre tí y mi alma pecadora. Dadme, oh Jesús, dadme á mí, y á
todas las criaturas, por tu muerte santísima, dolorosísima, la gracia de morir
á los pecados y á todo lo criado fuera de tí, para vivir solamente por tí y en
tí. Oh Jesús, por tu muerte santísima, dad en aquella Hora la vida á algunos
pecadores: hacedles misericordia, por haber muerto en esa Hora por todos ellos.
Jesús crucificado, por tu muerte santísima, por tu sangre preciosísima, y por
tus llagas, perdonadme todos mis pecados conocidos y no conocidos. Oh Dios
Padre, Padre de misericordia, te ofrezco tu amantísimo Hijo pendiente en la Cruz,
todo llagado, traspasado de los clavos y espinas, todo ensangrentado v muerto
por nosotros. Y por eso, aunque mis maldades me repulsen de tí, su amor me
llama y me convida á tí. Y cuanto más me agravan y me humillan mis maldades,
tanto más me levantan, alegran y consuelan sus piedades: toda nuestra esperanza
está, en que somos sus hermanos, sus miembros, su carne y sus huesos, pues él
es nuestra cabeza. Satisface en todo rigor y abundancia a tu justicia, por las
ofensas de todo el mundo: el ruega y llora por nosotros: su santísima ánima
está triste hasta la muerte por nosotros, está en agonía, y en un grandísimo
desamparo por nosotros: clama con una voz grande por nosotros, y muere de amor
por nosotros. Recibe, Padre de piedad, ese sacrificio divino: él se encargó de
nuestras deudas, él es nuestro rescate, nuestro interventor, nuestro abogado, y
nuestra vida. Él es el Cordero de Dios inocentísimo y sin mancha, quien quita
los pecados del mundo: lo que te ofrecemos, Señor, es la sangre de un Dios
derramada por nosotros, es la muerte de un Dios padecida por nosotros, es Dios
mismo, que vuestro amor nos ha dado con todos los tesoros de su piedad; por su
amor y por su muerte danos la vida. Amen.
ORACION: Acuérdate, piadosísima Virgen María, que jamás se ha oído que
acogiéndose á tu amparo, solicitando tu favor pidiendo tu ayuda, haya sido
desamparado. Animado yo con tal confianza, vengo a Vos, á tí ocurro, delante de
tí, pobre pecador gimiendo asisto: no quieras despreciar. Madre del Verbo, mis
palabras, sino óyelas Y escúchalas favorable, por tus siete punc.pa les
acerbísimos dolores. Amen Jesús.
SOLILOQUIO: ¡Oh Nazareno mío, que dabas consuelo á los vivos, y dabas vida á los
muertos! oh grao n profeta, poderoso en
obras y palabras! ¿qué hiciste para que los judíos te crucificaran? ¿Son estas
las gracias que dan a tus buenas obras? es esta la paga de tu verdadera doctrina? ¿es
este el premio que dan á la virtud y milagros? tanto han podido las manos de los hombres
contra su humanado Dios? ¿á esto ha llegado la maldad del mundo? ¿a tanto ha llegado la malicia del demonio? ¿á
tanto ha llegado la bondad y clemencia de mi Hijo? tan grande es el aborrecimiento que tiene Dios
al pecado? ¿tan grande es el rigor de la divina justicia? en tanto estima Dios la salvación de las
almas? ¡Oh Hijo de mi corazón Jesús! mira cómo estoy en mi soledad: ten
misericordia de mí; apresura tu resurrección, mira que voy a toda prisa á expirar.
NOVENO
DIA
ORACIÓN
Purísima Virgen, afligidísima Señora, santísima María;
¿qué haré yo para consolarte en la terrible pena que padeces? con qué palabras te significaré el dolor que
me parte el corazón al verte en tan lastimosa soledad? Ha muerto, Señora, el
Hijo de tus entrañas, la lumbre de tus ojos, el alma de tu vida, la vida de tu
alma, el objeto más tierno de tu amor. Tú lo viste espiraren un madero infame:
tú lo viste acabar la vida con una muerte lastimosa y afrentosa: tus ojos
fueron testigos de los agudos dolores, dé los atroces tormentos que estuvo
tolerando por espacio de tres horas: tú lo oíste quejarse de la sed que le afligía,
Y no pudiste socorrerlo en tan triste coyuntura: tú lo viste dar las últimas
boqueadas, sin poderle ministrar el más ligero alivio, y ahora estás repasando
en tu memoria todo este tropel de penas y congojas; que cosa puede haber que le
consuele? la encuentro, Señora, y solo vengo a suplicarte me permitas hacerte
compañía, le acompañaré compadecido y lastimado de tu desamparo: te acompañare
arrepentido de la mucha parte que he tenido en tu aflicción: te acompañaré
resuello a no apartarme de tu presencia un solo instante, a no olvidar jamás tu
pena, y a pedirle la gracia de morir de dolor de haber pecado. Amen.
SOLILOQUIO: ¡Oh Redentor del mundo, que pudiendo todas las criaturas posibles
desterrar el pecado bajaste del cielo para con tu muerte destruirlo! ¿Y qué ha
de haber criaturas tuyas que desprecien tu preciosísima sangre? que ¿o se han de salvar todos, cuando por
salvar a lodos has muerto? ¿que, lo que padeciste por salvarnos les ha de
servir a muchos de mayor tormento? ¿que muchos de os que mi Hijo Dios me dio al
pie de la cruz por hijos adoptivos, han de ir a ser esclavos eternos del
demonio? ¡Oh hijo de mi corazón Jesús! ¿Cómo yo estoy en esta soledad viva,
sabiendo que hay almas por quienes has derramado en vano tu sangre preciosa? Sábete,
Hijo mió Dios, que lo que dejo en esto de sentir, es porque no puedo sentirlo más.
CLAMORES
A MARÍA SANTÍSIMA
El alma desde hoy implora
tus dolores, Madre amada,
para cuando sea llegada
de mi vida la última hora:
Que, aunque merezco, Señora,
un castigo irremisible,
quitarle será posible
á tu Hijo tantos enojos,
si vuelves á mí tus ojos
en aquel trance terrible.
Ave María.
Esos ojos que en razón
de dos caudalosos mares
en lágrimas á millares
liquidan tu corazón,
De mis culpas el perdón
espero me han de alcanzar,
pues para esto de rogar,
tales hechizos tienen ellos,
que, al verlos tu Hijo tan bellos,
nada le puede negar.
Ave María.
Cuando tu pecho amoroso
palpita seguidamente,
al morir Jesús pendiente
del suplicio ignominioso,
Ves su cadáver precioso
yerto, macilento, herido;
por cuya angustia te pido,
que en d momento postrero
me alcances un verdadero
dolor de haberle ofendido.
Ave María.
Yo he de morir . . . .es verdad,
y pues á ti clamaré,
cuando mi alma solo esté
llena de funestada,
Por tu amarga soledad
acompáñame en la mía,
para que yo en ese día
espire con el consuelo
de que de la cama al cielo
me voy en tu compañía.
Ave María.
María, cuando sea llegado
de mi muerte el trance triste,
ruega por mí a tu Hijo amado;
por el dolor que tuviste
al verlo crucificado.
Ave María.
María, pues solo con verte
aplaca Dios sus enojos,
hagan dichosa mi suerte
esos dulcísimos ojos
en el trance de mi muerte!
Ave María.
Porque en mi última agonía
tu grande piedad se vea,
¡oh dulce Virgen María!
tu alma santísima sea
el consuelo de la mía.
Ave María
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