NOVENA
AL
SEÑOR DE LA SACRISTÍA
Que se venera en la
Catedral de Morelia, México.
ACTO DE CONTRICIÓN
Amorosísimo Padre. Criador y Redentor mío Dios
infinitamente misericordioso, que perdonando al pecador ostentas tu
omnipotencia: yo confieso con intimo dolor de mi corazón, que después de
haberme sacado de la nada por la grandeza de vuestro amor, para que os sirviese
en esta vida y gozase después para siempre de vuestra gloria, he sido entre los
hombres el más ingrato de todos: confieso, crucificado dueño de mi alma, que después
de haberme colmado de tantos beneficios, después de haberme perdonado tantas
veces mis abominables culpas, no ha sido otra mi correspondencia que reincidir
en mis vilísimas fieras ingratitudes. Si, Dios mío, adorable dueño de mi alma, yo,
yo soy quien os ha insultado mucho más que aquellos viles judíos y yo quien os
ha clavado en ese infame patíbulo. Compadécete, por tanto, dulcísimo Jesús, compadécete
de mí miseria según la multitud de tus misericordias; aparta tu divino rostro
de mis pecados, borra todas mis iniquidades con la preciosísima sangre que mano
de tu divino costado; y con el agua que al mismo tiempo vertió
lávame más y más de las feas y asquerosas manchas de
mis culpas. Bien conozco, Señor, que he pecado contra un Dios, infinitamente
bueno, contra un Padre incomparablemente tierno, contra un bienhechor tan
magnífico y contra
un amigo el más fiel; pero ya, Dios mío, con el más
vivo dolor de mi corazón me arrepiento de mis pasadas ingratitudes. Quisiera ¡oh
bondad inmensa! que todos los poros de mi cuerpo se convirtieran en fuentes de
lágrimas para llorar por todos ellos el haberte ofendido, solo por ser vos mi
Dios a quien adoro, mi Señor a quien reverencio, y mi padre a quien amo sobre
todo y con todo mi corazón. Yo propongo, Dios y Señor mío, nunca volver más a ofenderte,
aunque la vida me cueste, prometo también apartarme de todas las ocasiones de pecar,
confesarme a su tiempo y cumplir la penitencia que se me impusiere; y aunque he
sido, Señor, tan ingrato y desleal con vos, espero confiado en vuestra bondad,
que por los méritos de vuestra sagrada pasión y muerte loe habéis de perdonar.
Tened ¡oh Dios de mi alma! misericordia de mí, pues te lo pido por los
acerbísimos dolores que en tu crucifixión padecisteis, y por los que con tanta
conformidad sufrió tu amantísima Madre al pie de la Cruz. Haced, Señor, que
esas heridas que yo abrí con los duros y crueles clavos de mis culpas, sean
otras tantas bocas que clamen por mi remedio, y las puertas por donde pueda
entrar a gozar, mediante tu gracia, de las incomparables delicias de la Gloria.
Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO
PARA TODOS LOS DÍAS
Eterno Dios y Señor mío, Padre misericordiosísimo, que
consoláis al afligido en todas sus tribulaciones: traspasado mi corazón con el más
vivo dolor de haberte ofendido, con humilde rendimiento y filial confianza, me
acojo al Tribunal Supremo de vuestra clemencia, presentando por patrón y
abogado de mi causa a vuestro unigénito Hijo Jesús: y os suplico, piadosísimo
Señor, que no miréis para otorgar un favorable despacho a mi petición lo frio
de mis afectos, ni la deformidad y muchedumbre de las culpas, con que injusto
he ofendido vuestra bondad incomprensible, sino al valor infinito de los
méritos de mi amabilísimo Redentor. Poned ¡Oh Dios de toda piedad! Vuestros paternales
ojos en vuestro unigénito y amado Hijo, quien se sujetó a padecer la cruel y
afrentosa muerte de Cruz, por librarme a mí de la eterna. Cada una de esas
lastimosas heridas que mis enormes delitos abrieron, lejos de calmar al cielo
por venganza, os piden me perdonéis. ¿Como pues Señor, a vista de satisfacción tan
condigna podréis cerrar vuestros oídos a sus ruegos? Que derraméis, es dice desde
la Cruz, sobre mí y sobre todos les redimidos con su preciosa sangre, vuestras
inefables misericordias; y yo, aunque lleno de rubor
por lo mal que le he correspondido, os suplico nos
concedáis esta gracia, para que, conociendo nuestros extravíos, los lloremos
sin descanso, y verdaderamente convertidos a vos merezcamos alabaros por toda
la eternidad en la Gloria. Amén.
DIA PRIMERO
ORACION
Soberano Rey de los cielos y de la tierra, amorosísimo
Redentor de mi alma, Jesús, que no satisfecho con haber subido a la cima del
monte Calvario con tantos trabajos, ¡cargando como un verdadero Isaac sobre
vuestros delicados hombr0os el afrentoso leño de la Cruz ansioso de padecer más
y más por los hombres, permitisteis que aquellos viles ministros os despojasen
de vuestras vestiduras con la más inaudita crueldad, y que desnudo os clavasen en
ella y os expusiesen a la vista de todo aquel pueblo ingrato: yo os adoro,
cruci6cado dueño de mi alma, y con humilde rendimiento os suplico llagáis que
desnudándome yo de mis pasiones desordenadas y viciosas inclinaciones, merezca
ser cubierto con la cándida estola de vuestra gracia para poder resistir con
ella a mis enemigos, y permanecer constante en el propósito que ahora hago de
no volver a ofenderos. Tened, dulcísimo Redentor mío, misericordia de esta alma
que vos redimisteis con el tesoro infinito de vuestra preciosa sangre: concededme,
Padre amorosísimo, a mí y a todos los pecadores esta gracia, y la particular que
pido en esta Novena, si ha de ser para mayor honra tuya y bien de mi alma. Amén.
Después de esta
oración se rezan tres Credos en memoria de las tres horas que Jesucristo nuestro
Salvador estuvo en la Cruz, y la siguiente:
Con inhumana crueldad
Dulcísimo Redentor,
Mis culpas te crucifican,
Siendo mi Dios y Señor.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
ORACION A MARIA SANTISIMA
Tristísima y dolorosísima Virgen María, Madre de
Dios y Señora nuestra, que cuando más traspasado estaba vuestro tierno corazón
al pie de la Cruz con la cruel y aguda daga de ver morir à vuestro único y
amado Hijo en ella, os dignasteis recibir con maternal amor por hijo al
discípulo amado, y en cabeza de este a todos los hombres: aquí tenéis ya,
Señora, al más ingrato y miserable de ellos, postrado à vuestras plantas
soberanas, y aunque llego avergonzado por la vileza con que os he
correspondido, siendo la causa principal de vuestras amarguras; pero con la
confianza de que sois mi madre, y usa madre tan tierna que me amáis
incomparablemente más de lo que yo puedo amarme a mí mismo, me acojo a tu
patrocinio. Yo bien sé, Señora, que cuantos se han valido de tú amparo, han
alcanzado siempre de tus piedades el favor que te han pedido, ¿y qué, he de ser
yo tan desgraciado que no escuches ahora compasiva mis clamores? No, madre mía,
acuérdate pues que me recibiste por hijo al pie de la Cruz, y que yo, aunque he
sido tan ingrato, te reconozco ya por madre. Interceded como tal por mí, y
alcanzadme como poderosa que sois el perdón de mis culpas, que ya detesto y
aborrezco con todo mi corazón. Ea pues, amorosísima madre de pecadoras, vuelve
hacia mí, que soy el más miserable de todos, esos piadosísimos ojos: lava, Señora,
mi alma con la sangre adorable de mi Jesús, purifícala y límpiala de las
manchas asquerosas de mis culpas; y pues sois el único consuelo de afligidos,
alcánzame el que necesito en la presente ocasión y hazme digno de ver y alabar
en tu dulce compañía a mi amorosísimo
Redentor por toda la eternidad. Amén.
Aquí se reza una
Salve y se concluye con la siguiente:
María Reina Soberana,
Madre del Dios humanado,
No nos permitas, Señora,
Volver a caer en pecado.
SEGUNDO DIA
Misericordiosísimo Dios y Señor mío, amabilísimo
Redentor de mi alma, que elevado ya en el árbol santo de la Cruz confirmastes vuestra
admirable doctrina con el ejemplo que disteis de la más verdadera candad y suma
perfección no solo rogando al Eterno Padre que perdonase a vuestros enemigos,
sino también disculpándolos por su ignorancia, en retorno de la
malicia con que os persiguieron y crucificaron: aquí tenéis, Seño, al más
ingrato de todos que, reconociendo ya mis extravíos, y postrado a vuestras
plantas soberanas os adoro y suplico disculpéis la ceguedad con que tantas veces
os he crucificado con la repetición de mis feas y abominables culpas, y claméis
a vuestro Eterno Padre pidiéndole me perdone todas cuantas por fragilidad,
ignorante y malicia he cometido. Comunicadme ¡o Dios misericordioso! un rayo de
vuestra ardiente candad, para que refrenando mis pasiones no solo ame y perdone
a los que me ofendieren, sino también para que a imitación tuya corresponda las
ofensas que me hicieren con beneficios. Amén.
Tres Credos.
Al Padre Eterno le pides
Que perdone a tú ofensor.
¡Oh piedad incomprehensible
¡De mi amante Redentor!
Todos:
Por tú dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
TERCERO DIA
Benignísimo Jesús, refugio y consuelo de afligidos
pecadores, que con tanta mansedumbre y benignidad os dignasteis escuchar la humilde
súplica del ladrón, quien conociendo su propia culpa y la justicia con que
estaba condenado á muerte confesó vuestra inocencia, y lleno de
confianza en la ardiente caridad con que pedisteis el perdón para vuestros
enemigos, os suplicó convertido ya y penitente, que os acordaseis de él cuando
estuvieseis en vuestro reino; yo os adoro, bendigo y doy gracias por la piedad
con que le contestasteis, asegurándole que en aquel mismo día estaña con vos en
el paraíso. ¡Oh dulcísimo pastor de las almas! ¿qué consuelo siente mi corazón
con tan dulce respuesta? ¿Como podré yo desesperar en ningún tiempo de vuestras
misericordias, no obstante, lo mal que os he correspondido? ¡Ay, crucificado
dueño de mi vida! yo espero confiado en vuestra bondad inmensa que os acordéis de
mi en vuestro reino, no para castigarme como merezco; sino para perdonarme y
ampararme en el tremendo artículo de la muerte. Socorredme buen Jesús, en
aquella hora triste y peligrosa, enviad a vuestros Santos Ángeles que me
consuelen y conforten en mi terrible agonía, para que no prevalezca contra mí el
maligno enemigo: dadme, Señor, una firme esperanza de mi salvación; y
pronunciad, por último, luego que espire las dulcísimas palabras que al ladrón dijisteis; hoy serás conmigo en el
paraíso. Amén.
Tres Credos.
Si a u n ladrón disteis tu reino
Por su grande contrición,
Yo también arrepentido
A tus pies pido perdón.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
CUARTO DIA
Amorosísimo y benignísimo Jesús, adorado dueño de
mi alma, que en medio de tantos y tan excesivos tormentos, mirando compasivo desde
la Cruz a vuestra tiernísima Madre que estaba al pie de ella oprimida de
angustias y traspasada de dolor, te dignasteis encargarle recibiese por hijo a
Juan vuestro discípulo amado, y a éste le mandasteis que la reconociese por
madre: yo os adoro, bendigo y doy gracias, piadosísimo Señor, por la amorosa compasión
con que atendisteis a vuestra tristísima Madre, y por la ternura con que le recomendasteis a Juan, y en cabeza de este a todos los hombres. ¡Oh
dulcísimo consuelo de angustiados pecadores! ¿Yo el mayor de todo?, adorando
vuestra sabia providencia, humildemente os suplico me concedáis la virtud de la
castidad que en grado heroico poseyó vuestro discípulo amado, para que
mortificando por tu amor mi cuerpo y mis sentidos, me vea libre de los
horrorosos estragos de la lujuria; y siendo por este medio discípulo tuyo, sea
también fiel hijo de tu Santísima Madre, y merezca de tu piedad oír en el último
momento de mi vida
las dulces y amorosas palabras que pronunciasteis desde
la Cruz encargándole que me amparé: Mujer, ved ahí a tu hijo; y a mí para mi mayor
consuelo y confianza: ved ahí a tu Madre. Amén.
Tres Credos.
Si a tu dolorosa Madre
Me encomendaste, Señor,
Yo con la confianza de hijo
Me acojo a su protección.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
QUINTO DIA
Humildísimo Redentor de mi alma Soberano Dios y
Señor de todo lo criado, con cuanto rubor me presento ante vuestra incomprensible
grandeza y majestad conociendo la nada que soy y el atrevimiento con que os he ultrajado.
Vos, dulcísimo dueño de mi vida os quejasteis à impulsos de vuestro amo
sentimiento al Eterno Padre del desamparo que tenías en la Cruz
mirando la miserable suerte de aquellos que no habían de aprovecharse del fruto
de vuestra pasión; y yo sordo a vuestras quejas è insensible a vuestros
tormentos, me he separado de vuestra dulce compañía por gozar con libertad de
los placeres mundanos: vos permitisteis al mismo tiempo que aquellos hombres
soberbios e ignorantes no entendiesen el misterio de vuestra queja, y que de
ella misma se valiesen para
escarneceros; y yo sabiendo que por mí se dirigía, lejos
de reparar mis ingratitudes, burlándome de vos me he apartado de vuestra divina
ley con execrable malicia, menospreciando mi salvación. Así lo confieso,
amorosísimo Padre mío; pero arrepentido ya de todas mis transgresiones,
os suplico volváis a mí lleno de compasión y piedad vuestros ojos soberanos y me
las perdonéis. Concededme también, mi dulcísimo Jesús, la virtud de la humildad
para conocer mi miseria: y aunque yo os he desamparado en la Cruz, no me
desamparéis vos en la hora de mi muerte, para que no se malogre en
mí el fruto de tu pasión. Amén.
Tres Credos.
Te quejas desamparado,
Mi amoroso Salvador,
No de vuestro Eterno Padre;
Sino del hombre traidor.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
SEXTO DIA
Piadosísimo Redentor de mi alma, crucificado dueño
de mi vida, que después de haber derramado vuestra preciosísima sangre,
deseando que todos los hombres: mediante tus tormentos, lograsen tu amistad y
gracia, os manifestasteis sediento en la Cruz estando para morir, y
permitisteis que engañados aquellos viles ministros aplicasen a tu dulcísima
boca una esponja con hiel y vinagre: yo os adoro, bendigo y doy gracias por la
benignísima tolerancia que tuvisteis en aceptar y probar tan amarga bebida para
reparar con esto el ilícito deleite que nuestros primeros padres tuvieron comiendo
la fruta vedada, y os suplico, clementísimo Salvador mío, me perdonéis el
desacato con que muchas veces por dar gusto a mis desordenados apetitos te he
ofendido con el abominable vicio de la guía. Concededme también,
mi dulcísimo Jesús, por aquella insaciable sed que tuvisteis de mi salvación la
virtud de la templanza, la reforma de mis costumbres y una ardiente sed de
servirte, de tal suerte que nunca me harte y satisfaga en la observancia de tus
preceptos, hasta gozar de la
de la patria celestial que con tu dolorosa pasión me
mereciste. Amén.
Tres Credos.
Pues ardiente sed tuvisteis,
Jesús, de mi salvación;
Haz que en mí no se malogré
El fruto de tu pasión.
Todos:
Por tu dolorosa muerte.
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
SEPTIMO DIA
Dulcísimo Jesús, perfectísimo ejemplar de todas las
virtudes, que después de haber manifestado a los ingratos hombres las más
claras señales de vuestra divinidad, obrando a beneficio de ellos innumerables
portentos y maravillas; después de haber sido calumniado de vuestros
contrarios, preso de vuestros enemigos, azotado de los verdugos, sentenciado a muerte
por los jueces, escarnecido, burlado y afrentosamente crucificado en una Cruz,
por amor nuestro, cumplisteis con la voluntad del Eterno Padre consumando la
redención del género humano con la consumación de tantos y tan crueles
tormentos: yo os adoro, alabo y bendigo por tan singulares mercedes; y
humildemente os suplico me perdonéis todas las culpas en que por omisión y
comisión haya incurrido contra vuestra bondad infinita. Dirigid ¡oh
pacientísimo Jesús! todas mis acciones, palabras y pensamientos, de tal suerte
que en todo os agrade y nunca os ofenda para que, empleado siempre en la
observancia de vuestros divinos preceptos, pueda decir en la hora de mi muerte:
cumplido he con tu divina voluntad, y dando fin a las penas, a los trabaos y peligros
de esta vida, comience a gozar con seguridad de la Gloria. Amen.
Tres Credos.
Después de tantos trabajos
Y de una tan cruel pasión,
Consumaste, Jesús mío,
La obra de la Redención.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión.
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
OCTAVO DIA
Amabilísimo Jesús, Dios y Señor mío: ¡cuánta es la
confusión y vergüenza con que me acerco a vos, considerando lo mal que he
correspondido al amor que me tenéis! Y es dueño amorosísimo de mi alma,
quisisteis morir en el afrentoso patíbulo de la Cruz coa los más inauditos tormentos
por darme la vida de la gracia, y yo aspirando siempre a mi comodidad y descanso,
me he olvidado de tus finezas. ¡Ay Dios mío! cuanta seria la fuerza del dolor
que padecisteis en vuestra última agonía, cuando al tiempo de morir se
estremecieron todos los miembros de vuestro divino cuerpo, y levantando al
cielo vuestros soberanos, aunque ya eclipsados ojos, en alta y sonora voz
encomendasteis vuestro espíritu al Eterno Padre, y al punto espirasteis; yo te
adoro y traspasado mi corazón con el dolor de tu amarguísima muerte, te suplico
me concedas morir abrazado en el ardiente fuego de vuestro divino amor.
Congojadme, dulcísimo Jesús, en la hora de mi muerte, socorredme en mis
agonías, y recibid en vuestras manos misericordiosas mi espíritu. Haced, por
último, benignísimo padre mío, por aquellas imponderables ansias y tormentos
con que expiraste, que el dolor de mis culpas y la compasión de tus penas me
aflija de tal suerte, que me quite la vida temporal, y que vuestra última
palabra en la Cruz sea también la última mía; para cuyo trance desde ahora
encomiendo, Señor, mi espíritu en tus manos. Amén.
Tres Credos.
En manos del Padre Eterno.
Tu espíritu encomendaste,
Y al punto, dueño amoroso,
Dando un gran grito expiraste.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
NOVENO DIA
Cordero inmaculado, humildísimo hijo del Eterno
Padre, que no contento con haber sido sacrificado en el ara de la Cruz con él
ha de borrar los pecados de todo el mundo, permitisteis también que después de
muerto abriesen tu Santísimo costado con una cruel lanza y traspasasen tu
deífico y amante corazón, para que de él saliese el resto de aquella sangre preciosísima
que fué el precio de nuestra redención: yo te adoro, amabilísimo Salvador mío,
y con la confianza que me inspira ese lastimoso espectáculo con que nos
manifestáis el exceso de vuestro amor, os suplico humildemente que tengáis
siempre abierta para mí y para todos los fieles, esa puerta de vuestras misericordias.
Haced, por último, tiernísimo Padre mío, que la aguda lanza de la penitencia divida
mi corazón, para que de él viertan las más tiernas y copiosas
lágrimas con el justo sentimiento de haber pecado contra vos, y que con esa
saludable herida consiga mi alma la más perfecta salud en esta vida, para que pueda
gozar después en tu compañía de la eterna. Amén.
Tres Credos.
Con cruel lanza traspasó
Longinos tu corazón,
De donde mano la sangre
Precio de mi redención.
Todos:
Por tu dolorosa muerte
Y por tu amarga pasión,
Dulce Jesús de mi vida
Misericordia, Señor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario