sábado, 10 de marzo de 2018

NOVENA AL SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS



NOVENA EN HONOR
DEL
SEÑOR DE LAS MISERICORDIAS DE TLALNEPANTLA


Que se venera en la Catedral del Corpus Cristi de Tlalnepantla, México


ACTO DE CONTRICCION

Señor mío Jesucristo crucificado, que pendiente en la cruz nos dais una prueba auténtica de tus grandes misericordias; porque esos brazos divinos, abiertos, ¿qué otra cosa manifiesta, sino que cual Padre misericordioso abrazarás al hijo Pródigo, siempre que reconozca sus yerros y miserias? Los cuatro extremos de esa cruz, única esperanza del pecador, ¿no manifiestan que tu Sangre preciosa se ha derramado, por tu grande misericordia, a favor de todos los hombres que habitan los cuatro puntos del mundo? Toda tu vida divina y celestial, es un conjunto de misericordias; pues no por otra cosa bajaste al mundo, naciste del purísimo vientre de tu Santísima Madre, fuiste cargado de oprobios, y, por último, crucificado entre dos ladrones, sufriendo una muerte afrentosa y cruel, si no es por tu grande misericordia. La reconozco, Dios mío, y me mueve más tu mucha bondad, que tu eterna justicia. ¡Ojalá que la reconociera dignamente! pero ya que este vaso de barro detestable se ha deshecho en el lago inmundo de los vicios, quiero lavarme y purificarme en tu preciosa Sangre. ¡Qué confianza tengo Dios mío, en tus grandes misericordias! Aún este primer impulso de mi corazón reconozco que no lo puedo tener, si no es por tu grande misericordia; y para manifestarte que yo ya soy otro, y no el mismo, (como decía S. Agustín) detesto todos mis pecados, y las ocasiones de ofenderte, y me pesa Jesús mío, que tan tarde conozca tus grandes misericordias; pero eres tan sumamente bueno, que recibiste al buen Ladrón, que en las últimas te pidió misericordia. Me anima, Dios mío, ver a la Magdalena y a la Samaritana, que al instante que te pidieron misericordia, las diste el consuelo. Pues aquí tienes, Dios mío, al hijo Pródigo, que, reconociendo sus miserias, vuelve a la casa de su padre amoroso. Aquí tienes al Publicano, que no osando levantar sus ojos, hiriendo su pecho te pide humildemente el perdón de sus culpas. Misericordia, Jesús mío, que yo prometo en lo de adelante no volver a ofenderte. ¿No es esto lo que tú quieres? ¿No es lo único que me pides? Pues he cumplido, Dios mío, y por tanto espero de tu grande misericordia me perdones mis pecados, y me des gracia, para que caminando arreglado a tu santa y divina Ley, persevere hasta el último instante de mi vida. Amén.


DIA PRIMERO
ORACION 
¡Oh mi Jesús, fuente inagotable de misericordias! cuando yo levanto mi vista, y miro tu adorable cuerpo despidiendo sangre por todas partes; cuando advierto las injurias, blasfemias é irrisiones que te dirigen los infames verdugos que tuvieron el horrendo crimen de crucificarte, quisiera pedirte, como Pedro, que bajases fuego del cielo, que redujeras a cenizas a los hombres barbaros que cometieron semejante iniquidad, pero me acuerdo de tus grandes misericordias que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. ¡Ah Jesús mío! Cuando te veo levantar tus divinos ojos, y que recogiendo los últimos que te dejo la crueldad de tus verdugos, no haciendo aprecio de sus iniquidades, abres tu divina boca, y le dices a tu Padre Celestial: Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen; quedo absorto y enajenado de tus grandes misericordias. A esta me acojo, Jesús mío, perdóname, porque no supe lo que hace, yo fui un loco insensato en ofenderte, pero procurare en adelante enmendar mis desvaríos, y confío en tu grande misericordia me alumbres y muevas mi voluntad para agradarte y servirte. Amen.


ORACION PARA TODOS LOS DIAS
¡Oh Jesús, Redentor del género humano: cuánta misericordia necesitas tener con el hombre ingrato y delincuente! Desde el primero hasta el último de los siglos te ha ofendido, y tanto, que, si no fuera inmensa tu misericordia, sin duda alguna se agotaría. ¡Oh pecado de Adán, cuánto has costado! ¡Qué funestos efectos has producido! Recorro rápidamente la historia pública del universo, y no encuentro más que maldades en el mayor número de los hombres. Veo las más abominables supersticiones: ensalzados á divinidades los más infames delitos. Veo entre los cristianos las disensiones que rompen la unidad de la Iglesia. Veo las más crueles guerras, pues parece que los hombres han degenerado de su dignidad, y han llegado a ser más crueles que las fieras. Veo infinidad de crímenes de todas clases, y me asombro de tanta iniquidad. Contemplo la historia particular mía, y de los que se parecen á mí, y me confundo con el cuadro espantoso de mis delitos; pues cada instante de mi abominable vida, está sellado con un nuevo crimen. ¡Ah! ¿qué haría el mundo si no fuera por tus grandes misericordias? Por grandes que sean sus iniquidades, mayor es tu misericordia: por incurables que sean sus llagas, es más ensalzado el soberano Médico que las cura, con el bálsamo saludable de su preciosa Sangre, que por su misericordia ha derramado. No, no desconfío de tí, sino de mí mismo, que, olvidado de tus grandes misericordias, llegue a ser infame triunfo del demonio, dame tu gracia, Dios mío, para no llegarlo a ser; porque sin tí nada valgo. Acuérdate de tu Iglesia santa, y dale la paz que tanto necesita: al sucesor de Pedro paciencia y sufrimiento en sus angustias, paz y concordia entre los gobiernos cristianos; y a nuestra República libértala, Dios mío, de las herejías y disensiones que le despedazan, y que ya se estrecha el corazón al ver derramar la sangre de nuestros hermanos: envíanos aquellas aguas saludables, para que fertilizando la tierra nos dé su fruto, que es el pan cuotidiano que tanto necesitamos: ten, Jesús mío, misericordia, y remedia nuestros males. Amén.
Aquí se hace la petición.



ORACION A MARIA SANTISIMA
¡Oh María Santísima Corredentora del linaje humano! ¿A quién ha de ocurrir el miserable pecador, sino a la Madre de misericordias? Intercede con tu divino Hijo, fuente inagotable de todo bien, que alcance yo la misericordia que tanto necesito. Vuelve tus ojos misericordiosos, y acuérdate de mí pobrecita alma. Me anima, Virgen Santísima, que es tanta la misericordia que tienes con los hombres, que, en sentir de los santos Padres, si no hubiera habido quien clavase a tu divino Hijo, tú misma hubieras puesto los clavos, par a que no quedase sin redención el género humano. Esto solo me alienta, Virgen purísima, para implorar tu socorro. Eres mi Madre amorosa: ¿qué no puedo esperar de tu misericordia? Tú, que padeciste en tu espíritu todos los tormentos de tu divino Hijo, tú que presenciaste su muerte afrentosa y cruel, tú que veías sus grandes misericordias para con el hombre: á tí me acojo, Madre mía, en este valle de lágrimas, rodeado de tantas miserias y aflicciones, y, lo que, es más, el mundo, demonio y carne, que a cada instante nos atacan. Intercede con tu divino Hijo, para que, dándome fuerzas para resistir a mis enemigos, consiga yo alcanzar la grande misericordia, que es la gloria eterna. Amén.


DIA SEGUNDO
ORACION
¡Oh Salvador mío! por muchos que sean tus oprobios y tormentos; aunque te halla degradado el cruel Pilatos, tratándote de solo hombre; por despreciable que seas, hasta parecer un vil gusano de la tierra, siempre manifiestas en ese ignominioso patíbulo, magnificencia, y tus grandes misericordias. Nada le movió tanto al Buen Ladrón, sino tu mansedumbre y sufrimiento, en medio de tantas irrisiones y burlas. Conoció que sin duda alguna era más de lo que parecía, pues sufrías con tanta humildad. Tu grande misericordia le toca al corazón, y al instante corresponde con docilidad, y te dice: Acuérdate, Señor, de mí cuando te veas en tu reino. Hoy serás conmigo en el paraíso; le responde tu grande misericordia. ¡Qué consuelo me dan estas dulcísimas palabras, ¡Dios mío! Tu mano poderosa y divina no está encogida; y es tan grande tu misericordia, que premias a los operarios de tu viña, ya vengan a la hora sesta, ya a la hora nona del día; porque escudriñas sus corazones. Pues yo, Padre mío misericordioso, he ocurrido tarde a tus grandes misericordias; pero siempre has tenido la bondad de esperarme. Óyeme, como al Buen Ladrón: Acuérdate de mí
cuando te veas en tu reino. Dame, Jesús mío, la misma respuesta.... ¿Cómo no me la haz de dar, cuando estas lleno de misericordia? En esta confío para alcanzar el reino celestial. Amen.



DIA TERCERO
ORACION
¡Oh Padre eterno y amoroso! ¿Qué viste en el hombre, para que lo amaras tanto?
¿No era suficiente haberle criado y puesto en un Paraíso de delicias, llenándole
de dones, para que pudiera alcanzar la gloria eterna? Pues ¿qué te movió, Dios mío, para que, después que te ofendió, vinieras al mundo vestido de carne humana, ¿para poder morir por el hombre y librarle del pecado? ¿Qué es lo que
te pudo haber movido en el hombre? Nada, sino tus grandes misericordias. De esto es lo único que te acuerdas clavado en la cruz. No te puedes abstener de tu
bondad, sino que abres tu moribunda boca, y le dices a tu Madre Santísima, designando al Discípulo amado San Juan, y en él al linaje humano: Ved aquí a tu Hijo; y luego a San Juan: Ved aquí a tu Madre. ¡Qué dulce complacencia siento, ¡Dios mío, al oír tus amorosas palabras! ¡María Santísima mi Madre! ¿Qué no puedo esperar de su poderosa intercesión? Por donde quiera que extiendo la vista, no encuentro sino tus grandes misericordias. No tan solo me criaste, sino que me redimiste con tu preciosa Sangre: y estando para espirar, me diste a tu propia Madre para que me adoptara por hijo. ¿Qué te daré Dios mío, por tantas misericordias? Un corazón contrito y humillado, que tú no desprecias. Esto es lo que te ofrezco: recíbelo por tu grande misericordia. Amén.



DIA CUARTO
ORACION
¡Oh Salvador mío! son tantos mis delitos y miserias, que me espanto yo mismo de la memoria de ellas. Exigen, yo lo confieso, Dios mío, que me desampares ya en adelante, cuando tantas veces he renunciado la ciencia de tus caminos. Para expiar esta culpa, ¡oh Padre de las misericordias! haces esfuerzo, y te quejas al Padre celestial: Dios mío, Dios mie, ¿por qué me has desamparado? Yo soy ese pecador que merece ser desamparado; pero á tí, mi Jesús, que eres la misma inocencia ¿por qué te ha desamparado tu Padre celestial, cuando eres su Hijo muy amado, en quien ha puesto todas sus delicias? Pero, ¡ah! que te hayas cargado, por tu grande misericordia, de todas nuestras miserias é iniquidades.... y el Padre celestial no te conoce. ¡Oh Salvador mío! ¡qué grande es tu misericordia, pues todas las penas que merecieron nuestros pecados, cargaste con ellas porque el hombre quedase libre y seguro de la justicia eterna! Pues, no me desampares, Jesús mío, en esta vida miserable y caduca, para que, teniéndote de mi parte, nada pueda temer. Aunque el mundo, el demonio y la carne constantemente me ataquen, tú, Señor, resguardas mi alma, y eres mi muro impenetrable a sus asechanzas: así lo espero de tu grande misericordia. Amén.



DIA QUINTO
ORACION
¡Oh mi Jesús! ¡Yo me lleno de asombro al considerar vuestras grandes misericordias! Las indecibles penas que padeciste desde la oración del Huerto hasta verte clavado en esa cruz, que cargaste en tus divinos hombros, te causaron una sed tan molesta y cruel, que te llegaste a quejar, diciendo las misteriosas palabras: Sed tengo. Yo advierto, Dios mío, que la sed que tienes es de padecer por el hombre. Pues qué ¿era preciso padecer tanto para redimirlo? ¿No era más que suficiente un solo suspiro? Pues, ¿por qué padeciste tanto? ¡Ah! si con lo mucho que padeciste aun todavía el hombre es ingrato y obcecado, ¿qué sería si con solo un suspiro nos hubieras redimido? Te despreciarían mucho más; y ninguno se salvaría. En todo resplandece tu misericordia. Dame, Dios mío, aquella agua pura y refrigerante que diste a la Samaritana, para que, tomando de esta agua celestial, que es tu santa y divina gracia, jamás tenga yo sed. Amén.



DIA SEXTO
ORACION
¡Oh Padre celestial! ¿Tienes todavía que pedirle a nuestro Redentor y tu divino Hijo cuando está perfectamente satisfecha tu justicia? Crueles verdugos, ¿todavía tenéis tormentos para mi Jesús, cuando ya está consumada vuestra malicia? tú, Redentor mío, ¿no has consumado ya tus grandes misericordias? Pues, basta de padecer: prefiere ya el Consumatum est, de nuestra Redención. ¿Qué tienes más que hacer por tu viña, que no has hecho? ¿Y yo he consumado lo que tengo que hacer, para desagraviar a mi Dios? ¿En qué se me han ido los
años, los talentos, los bienes naturales y sobrenaturales que Dios me ha dado para servirle? ¡Ah! todo, todo lo he consumido en mis placeres inicuos. Y qué,
¿algún día no he de llorar tanto tiempo perdido, y buscar a mi Dios? ¿He de ser
tan insensato que nunca ocurra a sus misericordias? ¿Qué es esto? ¿En qué delirio tan profundo he vivido? El negocio más importante, que es mi salvación, lo he abandonado. ¡Oh que loco es el hombre, cuando no piensa en su salvación!
Yo quiero, Dios mío, volver del sueño en que he vivido. Levántame del sepulcro de miserias, como a Lázaro. Has que consuma mi corta vida en agradarte y servirte. Amén.


DIA SEPTIMO
ORACION
Dios y Redentor mío: el Padre celestial te dió un espíritu, para que unido a tu divino Cuerpo te hicieras hombre, y pudieras morir por los hombres, y librarlos
del pecado, y enseñarles con tu vida y ejemplo el camino del cielo. Has cumplido tu carrera penosa, llena de angustias y dolores, y no teniendo ya que hacer, quieres entregar tu espíritu, lleno de gracia y de verdad, a tu Padre celestial, de donde dimana todo espíritu, y todas misericordias. Padre, Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu; le dices por última vez, é inclinando la cabeza, te ofreces víctima sangrienta para expiar nuestras iniquidades. ¡Oh fuente inagotable de misericordias! ¿Cómo podrá el hombre corresponder a tanto beneficio? Mi alma desfallece al considerar, que nada puede hacer digno de tu Majestad inmensa; pero, con tu divina gracia todo te es agradable. Ves en el hombre, en cualquier acción que haga buena, esa preciosa cualidad, y la recibes gustoso como si dimanara de él, cuando no es otra cosa sino un efecto de tus grandes misericordias. ¡Qué bueno eres, Dios mío, cuando coronas en el hombre los mismos efectos de tu divina gracia! Has, Redentor mío, que yo entregue mi espíritu a mi Criador, con aquella misma gracia con que salió de sus divinas manos, para que yo goce de la gracia consumada, que es la eterna gloria. Amén.


DIA OCTAVO
ORACION
¡Oh mi Jesús amabilísimo! Yo me lleno de terror y espanto, al ver el trastorno
de la naturaleza cuando mueres y entregas tu espíritu al Padre celestial. El sol que se eclipsa milagrosamente: las piedras que se hacen pedazos unas con otras: la tierra toda que se conmueve en continuos temblores: los sepulcros que se abren, y resucitan los muertos: y, sobre todo, tus misteriosas palabras: Ya está todo acabado.... Todo este terrible aparato ya me parece que es el día del Juicio final, y que el deicidio que se acaba de cometer en tu divina Persona, no se podía expiar sino con la ruina total del universo. Pero me consuela tu infalible palabra que nos asegura: que cuando llegue el terrible día de tus venganzas, no vendrás como un corderito que inclina su humilde cerviz a la cuchilla; sino como soberano Juez, lleno de gloria y Majestad, protestando la venganza a los transgresores de tu santa y divina Ley; y, por consiguiente, solo manifiestas en estos terribles aparatos, que tú solo eres el Omnipotente; y que el miserable hombre no tiene otro recurso sino acogerse a tus grandes misericordias. ¿Qué otra cosa manifiesta esa Sangre y Agua que salió de tu divino Costado, cuando el tirano hebreo lo abrió con una cruel lanza, sino acabarme de abrir la puerta, para gozar de tus grandes misericordias? De ese Costado divino, nace tu santa Iglesia, y franquea los siete Sacramentos, por cuyos canales se nos da tu preciosa Sangre, que lava nuestras iniquidades, y la agua pura y cristalina de tu divina gracia. Ahora sí que podemos decir en diverso sentido, del burlador hebreo: La sangre del Justo venga sobre nosotros, y sobre nuestros hijos; porque es el único bálsamo que cura nuestras llagas, y la única esperanza que nos puede salvar. Amén.


DIA NOVENO
ORACION
Bendita sea para siempre la misericordia de Dios, que en medio de tantas aflicciones como padece María, el Discípulo amado y las santas mujeres, viendo a mi Redentor muerto en la cruz, sin tener en lo humano quien les ayude en tantas amarguras, se le presentan a esta Santa Madre dos ilustres hombres, José y Nicodemus, más ricos en virtudes que en bienes temporales, y le dicen: Aquí están nuestras personas y criados: aquí está nuestro oro y plata: aquí están estos lienzos: aquí está este bálsamo; y aquí está todo lo que necesitas para desenclavar el adorable Cuerpo de nuestro Redentor, y ponerle en este sepulcro que tenía destinado para mi cadáver... ¡Ah! qué conjunto de misericordias advierto en esta tragedia lamentable! En estos dos esclarecidos Varones conozco, que, aunque tu Iglesia santa esté cercada de enemigos, no faltan hombres virtuosos y sabios, que con sus plumas y heroicas virtudes la defiendan de los ataques de sus enemigos. ¿Qué dirán los ricos del mundo, al ver a estos tres Varones que franquean sus haberes para el culto del Señor? ¡Con qué respeto desenclavan el adorable Cuerpo de Jesucristo! ¡Con qué veneración lo embalsaman y lo ponen en el santo sepulcro! Dame, Dios mío, aquella gracia que necesito para tratar dignamente tu sagrado Cuerpo en el adorable Sacramento de la Eucaristía. Dame el buen olor de las virtudes, que es el bálsamo inseparable de la gracia. Dame el lienzo blanco de la pureza. Entierra mis vicios en un sepulcro. Desata los estrechos lazos que me unen al mundo, para que pueda resucitar a la vida preciosa de la gracia, por tu grande misericordia. Amén.


LAUS DEO


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