NOVENA A NUESTRA SEÑORA DE LOS
DOLORES
ACTO D E CONTRICION
Dios de mi vida,
único camino de mi eterna salud, y amable verdad que llena mi corazón: tú eres
mi Padre amoroso, la infinita bondad, y la suma inocencia; pues ¿cómo estás en
esa cruz muerto a manos de mis enormes culpas? Crucificado dueño mío: yo no
debía estar delante de tí, porque atrevido provoco tu justicia, y aun insulto a
tu paciencia: pero cuanto es grande mi maldad, tanto más confío en tu
misericordia, en tu inmensa caridad y amor. Tú, dulce Jesús, me has de perdonar,
porque soy vilísimo y miserable, y estos son mis méritos, más los tuyos son
sobreabundantes, el valor de tu Sangre infinito, y poderosos los ruegos de tu
dolorosa Madre María Santísima, por cuya intercesión y por In clemencia espero
que en mí no se malogren tus afrentas, tus dolores y tu muerte. Amén.
ORACION PARA TODOS
LOS DÍAS
Afligidísima María: presente tienes a la causa de tus
penas y de la muerte de tu amado Hijo Jesús: mis culpas han llenado de
escándalo al mundo, de llanto a los ángeles de par, tu alma purísima de
amargura, y de dolor el amante corazón del hombre Dios. Gemidora Tortolita,
Cándida Paloma, Corderita mansa, y dolorosa Madre mía: a tus plantas estoy
lleno de pesar: y pues entiendes el idioma mudo de los corazones, puédanle mis
suspiros, y recibe agradable los gemidos de mi alma: confieso mi ceguedad y
dureza; pero ya me arrepiento de un proceder tan desagradecido é impío, y en
los días de esta novena y los que me resto de vida, te acompañaré llorando tus
angustias y tus tormentos. Mis sentidos, potencias, y toda mi alma se entregan a
tí: á tí claman, y en mi muerte sean mi refugio tus agudísimos dolores: por los
mismos te ruego, ampares a mis bienhechores y enemigos; remedies las necesidades
de la iglesia: nos confirmes en tu verdadera devoción: alivies a las almas del
Purgatorio, y nos alcances del Señor, si fuere su voluntad, (Aquí
se hace la petición) que por tu medio consigamos la penitencia final,
porque nuestras culpas no nos sepulten en el abismo, pues ese lugar terrible,
casa del eterno llanto y de la desesperación, no puede ser para los que se
acogen a ti, é interponiendo tus penas procuran en la vida no desmerecer tu
patrocinio. Amén.
DIA PRIMERO
Esa
candela que aviva
De mí amor
luciente llama,
A tu fé,
María, proclama,
Constante,
ardorosa y viva.
Tu
dignación la reciba
Porque mi
dicha se entable;
E
iluminándome afable,
Haz que mi
don sea perfecto,
Y que el
corazón o afecto
A tas ojos
sea agradable.
CONSIDERACIÓN
María
Santa: como escogida ab-eterno para digna Madre de Dios, en el primer instante
de tu animación fuiste inmaculada: ¡qué predilección! ¡qué singularidad! ¡qué
gloria! Desde entonces, en extremo pequeñita, estabas llena de gracia y
sabiduría, eras la mas grande criatura, y exceptuando a Jesucristo, la obra más
acabada que salió de la diestra del Omnipotente. Era tú la más iluminada, tu
caridad la más ardiente, y tu esperanza la más sólida; así tu amor penetró
basta el cielo de los ciclos: lloró la ingratitud de los hombres, y atrajo del
seno del Padre al suspirado de las gentes: puede decirse que ya eras dolorosa, porque
creíste, porque esperabas el cumplimiento de las profecías, el remedio del
mundo, y no ignorabas que su Libertador lo seria por medio de una muerte la más
ignominiosa y cruel. ¡Qué tormentos causaron tan duras verdades en tu encendido
corazón!
ORACION
Santísima
Señora: competencia están tus grandezas y mis miserias. Y o concebido en pecado
nací a este valle de lágrimas derramándolas, y luego tomé posesión de los males
y de la muerte; más los méritos del crucificado Jesús, por medio del bautismo, rompieron
mis Cadenas y fui borrado del negro padrón de los prescitos. Aún más obró
conmigo su misericordia: me vistió la candidísima estola de su gracia; me
previno auxilios suficientes y eficaces; me puso bajo tu amparo,
constituyéndote Madre de pecadores, y en su iglesia dejó vinculados para mi
remedio, admirables sacramentos. Pero ¡o piadosa Madre mía! cuantas veces he
destrozado esa nupcial vestidura adornaba a mi alma para las bodas con1 el
Cordero. Te suplico pues, humillado, que con nuevas culpas no la manche y
menosprecie, sino que con tu maternal amor hagas que la conserve hasta el fin
de mi vida, limpia, brillante é inconsútil. Amén.
SONETO
que se ha de decir todos los días.
Si sin consuelo en tu penar te miro
Al pie de ese afrentoso duro leño,
Donde mi Redentor, mi dulce Dueño,
Pendiente exhala su último suspiro:
su amor, mi culpa, tu piedad
admiro!
¡será justo, me miréis con ceño
Si olvidar pena tanta es el empeño,
Y de tí desgraciado me retiro?
Mas baste ya, benéfica María:
Al mundo me entregaron mis antojos:
¡Pero cuánto le pesa al alma mía!
Muera la culpa, no haya más enojos,
Que mis lágrimas corran á porfía,
Y fuentes de dolor serán mis ojos.
DIA SEGUNDO
Esas tan
hermosas flores
Frutos son
de hollada tierra,
Que,
aunque despreciada, encierra
Riqueza,
virtud, primores:
De nuestra
alma los amores
Señora, á
tí las aplican,
Pues tu
humildad significa:
Recíbelas
bondadosa,
Dulce
Madre dolorosa,
Porque a
tu honor se dedican.
CONSIDERACION.
Obediente
María: tú vas al templo a llenar la ley cumpliendo los preceptos del Señor: le
presentas la hostia viva, pura, santa, é inmaculada: él tesoro inestimable de
los cielos, y el holocausto matutino en quien tiene sus complacencias. Simeón,
viejo venerable, lo ofrece con respetuosa alegría, conociendo al Redentor:
glorifica a su Eterno Padre con cánticos sublimes, y ya quiere morir en paz,
porque sus ojos vieron la gloria de Israel y salud de todos los pueblos.
Vuelvese á tí compungido y profético, diciendo: ¡oh Madre de Dios! ¿ves al
hermoso inocente niño que sostienen estos mis débiles y dichosos brazos? pues
sabe, Virgen Madre, que sale a luz del mundo para que todos lo gocen, si todos
lo quieren; pero advierte: ¡qué dolor! Vendrá tiempo en que será la piedra del
escándalo, lo detestará su pueblo escogido, y con pertinacia pedirá su muerte.
Entonces a tu amante corazón lo atravesará el cuchillo más cruel.
Las
siete Ave Marías…
ORACION
Humildísima
Reina: tú eres la sola Virgen Madre, la toda limpia, antes, en el parto, y después
del parto; más el fruto de tu vientre fué la santidad por esencia: pues ¿cómo
ambos os presentáis con señas de culpados? Gran María, con qué prudencia
guardabas en tu pecho los secretos del Señor; y cuan humilde recibías como nuevas
las amargas predicciones del Profeta santo. Nada se te ocultó, ya habías visto
levantar la mano que hirió el rostro de Jesús con la más afrentosa bofetadas
los azotes que descarnarían sus delicadísimas espaldas: las espinas penetrantes
de la corona: los gruesos clavos: la cruz en que había de espirar, y la lanza
que rompería su costado. Por estos recuerdos dolorosos que anticipó tu ciencia,
y que tanto afligieron tu alma, te suplico, que pues la virtud de la humildad
fué el cimiento de tu elevación, castigue yo mi soberbia, procurando imitarte
en lo posible, y cumpla con el consejo de Jesús, pues dijo: que aprendiésemos de
su Majestad a ser mansos y humildes de corazón. Amén.
DIA TERCERO
Como á
Reina liberal,
Poderosa
gran María,
Un tributo
en. este día
Te dona mi
afecto leal:
Es un
signo material
Que la
vanidad no vicia,
Recíbelo,
pues, propicia,
Si en
pequeño manifiesta
Que ya
nuestra alma detesta
A la
insaciable avaricia.
CONSIDERACIÓN
María
Señora: cuantas riquezas te donaron los reyes Magos, las distribuiste
santamente, quedándote en Jerusalén la más desconocida y pobre para el mundo;
pero dueña de un tesoro inapreciable, de tu Jesús hermoso, cuya felicidad y
grandeza admiraban los propios cielos. Entonces fué cuando el rey Herodes, tan
celoso como sangriento, procuraba por tu divino infante, y Dios te ordena que
huyas para Egipto: partes a media noche, venerando sus disposiciones, pues
estaba en su querer trasportaros milagrosamente; mas no quiso trastornar el
orden natural, y sí quería que tan luego practicases virtudes grandes para
nuestra enseñanza. Caminas, pues, llegas a la ciudad de Gaza, y atraviesas por
sesenta leguas, arenosos desiertos, con trabajos indecibles y aun sin el
necesario sustento. Hombres, que amáis la vanidad y el fausto: veda la familia más
santa, pobre, sin abrigo, y desconsolada: y sabed para vuestra confusión, que
las aves tienen nidos; y cuevas las vulpejas donde recogerse: más el Hijo de
Dios aun no tuvo sobre qué reclinar su cabeza.
Las
siete Ave Marías…
ORACION
Madre amorosa:
las criaturas te castigan como si fueses delincuente hija de Adán: huyes por
los despoblados esperando de las fieras la piedad que te niegan los hombres:
aun el hielo y los vientos atormentan a tu amado y tierno niño; tiembla de frio
y llora como verdadero hombre: humano socorro no lo tienes; con el fuego de tu
amoroso y casto pecho lo refrigeras; ¿qué dolor! ¡O amor inmenso del Hijo de María,
qué oficioso eres y qué ejemplar! Alegraos en Dios, pobres y desamparados, y
nadie se queje de su Providencia. Mirad al Criador mismo afligido por aquellos
a quienes dio el ser: el hombre, el hombre ingrato asecha su
vida, y lo persigue de muerte. Así caminan angustiados el Hijo más inocente, el
Esposo más fiel, y la Madre más pura y delicada. Por tan penoso viaje te
pedimos, Señora, que despreciando lo terreno, y siendo tu pobreza el modelo más
digno, nunca se apodere de nuestro corazón el vicio de la avaricia, y solo seamos
solícitos por las riquezas celestiales. Amén.
DIA CUARTO
Esa
azucena, que hermosa
En limpio
cristal campea,
Da de tu
pureza idea
Cándida,
recta, olorosa.
¡O dulce
María graciosa
¡Sin la
culpa concebida!
Hoy mi
devoción convida
Y te
obsequia reverente;
Si eres
del Omnipotente
La sola,
santa y querida.
CONSIDERACION
Prudentísima
María: por el gran concurso que en Jerusalén celebraba la Pascua, pedía la
decencia que los hombres se separasen de las mujeres: y tú debías consolidar
una costumbre u orden tan honesta, porque eras purísima y la digna Madre del
amor hermoso. Por esta razón tú consideraste el que Jesús acompañaba a tu
fidelísimo Esposo José; pero, sobre todo, pudo ocultarse de tí el santo Niño,
porque él mismo lo dispuso así con sabia y particular providencia: pues siendo tú
el indefectible amante Girasol que miraba cara a cara al sol de justicia Jesús,
en tu amor no cabía descuido ni desentendimiento. Pero cuán intenso fué tu
dolor, cuando en el lugar que debías unirte con tu amado Hijo, no lo hallaste,
y preguntabas a José por la Luz de tus ojos, por el Encanto dulcísimo de tu
corazón. Los ángeles que te acompañaban callaron, no podían consolarte, y aun
te negó saber dónde podrías recobrarle. Tu prudencia y humildad te martirizaron
6obre toda ponderación; y fué tu dolor tan agudo y sin medida, porque
atribuiste la pérdida de tu amoroso Niño a tu demérito y negligencia.
Las
siete Ave Marías…
ORACION
Amable
María: por tres días buscaste a tu querido, Jesús en los caminos y en el
poblado, preguntando a todos, llena de amargura, como allá la esposa en los
cantares: Hijas de Jerusalén, ¿habéis visto a mi amado? no le encuentro: ¡ay de
mí! dadme flores, porque su fragancia refrigere las angustias de mi corazón.
¡Ya desfallezco! ¡yo muero de amor! ¡Se ha ausentado de mis ojos! ¡no merezco
yo su amable compañía! ¿Qué haré? ¡oh! si le viereis, decidle: que es mi dulce
amor: que ¿por qué lo ha hecho así con esta su humilde esclava, con esta su
afligida Madre? que al fin lo soy y tengo derecho para buscar a la vida de mi
alma. Si no lo conocéis, sabed sus señas: es su rostro blanco, así como él
lirio que se señora en los valles, y rubicundo como el apacible colorido de la
rosa: son sus ojos como los de las inocentes palomas, y por sus labios se
derraman las dulzuras: es hermosísimo: es escogido entre millares. Así te
lamentabas, Señora: y por este dolor te pido, que el enemigo doméstico de mi
carne, ya no triunfe de mí, porque no agravie a tu hijo santo, ni a tu pureza:
que huya de comunicaciones opuestas a la honestidad, porque no pierda a Dios: y
que no le desagraden mis obras, palabras y pensamientos. Amén.
DIA QUINTO
Alma mía: porque
definas
A tu Reina
dolorosa,
Ofrécele
lastimosa
Esa corona
de espinas:
Mas si
pintar determinas
Cuánto fué
su sufrimiento,
No cabe en
entendimiento:
Jamás
Marra se inmutó,
Antes al
Señor pidió
Por quien
causó su tormento.
CONSIDERACION
María, refugio
nuestro: hubo tiempo en el que irritado Dios sofocó con un diluvio de aguas, el
que de culpas inundaba toda la tierra: pereció todo viviente, y por una familia
preservada renace otra vez el mundo: miró piadoso la proscrita prole de Adán, y
aunque era el León de Judá y Dios de las venganzas, tenía presentes sus
promesas, le podían los clamores de los justos, y se complació, porque no era ya
tan distante el tiempo en que su Unigénito, manso corderito, quitaría los pecados
de los hombres, y destruiría, muriendo, el imperio de la muerte. Nació Jesús,
lo goza el mundo treinta y tres años: y llegada su hora, esto es, la de
entregarse a los tormentos, se despide de tí para sufrirlos, quiere tal bendición,
y que con la voluntad del Padre Eterno y la suya, te unas, para que se
verifique la humana redención. ¡Oh Madre! ¿Qué nosotros los redimidos á tanto
costo y con tanto amor, seamos tan desagradecidos a un Padre Dios tan bueno, a
un Jesús crucificado tan paciente, y á tí, Virgen la más dolorosa? Para
ponderar esta dignación y tan acrisolado ardiente amor, no hay palabras: ¿y se
hallarán las que puedan expresar nuestra criminal ingratitud?
Las
siete Ave Marías…
ORACION
Admirable
María: al Unigénito del Padre, impasible y divino, tú lo vestiste de carne
mortal, y como su verdadera Madre (más que todas las mujeres lo son de sus
hijos) lo ofreces para que expíe los delitos de un mundo: grande oblación que
al Eterno se reservó el evaluarla, pues eras tú la sola pura criatura, que
conocía en alto grado la inocencia de Jesús, la gravedad de la culpa, y que
podías con el más agudo dolor, comparar estemos tan opuestos y distantes. ¡O miseria
de los hombres, decías, causa de una pasión tan cruel! Agradeced la, mortales,
lloradla, y aprovechaos de su infinito precio. Sí, dolorosa Madre; disfrutemos
tanto mérito, dadnos compunción, lágrimas, y un íntimo sentimiento por los
dolores de Jesús; y te suplicamos por los que padeció tu alma, cuando tu Hijo
inocentísimo se despidió de tí para ir a padecer y dar su vida por nosotros,
que aprendamos de tu conformidad y de tu amor para con aquellos que se
prevenían a azotarlo, mofarlo y crucificarlo, a perdonar a quien nos ofendiere;
y no sea nuestro corazón como el de las fieras, siempre pronto a la ira y a la
venganza; sino que imitando tu mansedumbre, nos experimente el prójimo
pacientes y sufridos. Amén.
DIA SEXTO
Tu gustar
no fué exquisito,
Ni
deleitosas bebidas
Fueron de
tí apetecidas:
Ajena eras
de delito.
Tú
abstinencia solicito
Que esa
oferta represente,
Porque
frugal y prudente
Fué tan
sabia tu templanza,
Que el
alma alimento afianza,
Y al
cuerpo lo conveniente.
CONSIDERACION
¡Oh Reina
de los mártires, adolorida Madre mía! tú no viste azotar materialmente al
inculpable Jesús, pero sí lo mirabas de un modo milagroso, a la manera que
sentías en tu cuerpo todos sus tormentos y dolores, como sí en realidad fueses
herida y crucificada; pues en tí, porque eras singularísima en todo, obró el
Señor imponderables maravillas. Para azotar, pues, al inocente Hijo tuyo,
previno la infernal malicia de los judíos seis sayones robustos, impíos,
sanguinarios, y de unas costumbres depravadas, los que obrando como de acuerdo
con todo el abismo, quítenle la vestidura blanca que por escarnio mandó ponerle
Herodes, y significaba en realidad su. inocencia; le arrancan Ja túnica que le
labraron tus virginales manos cuando pequeño, y crecía con su Majestad: y
expusieron desnudo ante un rabioso concurso al purísimo, al hermosísimo Jesús.
Lo atan fuertemente a una columna, y variando de crueles instrumentos, y
remudándose los seis verdugos, descargaron innumerables azotes en todo su
cuerpo delicadísimo, pero en particular .sobre sus espaldas sacrosantas, con
tanta sevicia y diabólica furia, que los huesos se descubrían por vanas
partes. ¡Oh que afrenta, qué crueldad y que dolor!
Las siete
Ave Marías…
ORACION
Afligida
Señora yo no debía proferir la fiereza con que azotaron á tu amado Jesús, sin
que aprensado mi corazón no fluyera mi alma por los ojos con el más doloroso
llanto y el entonces sería el más adecuado estilo con que podría explicar mi
sentimiento por este tu dolor incomparable. Porque ver atadas las liberales
manos del Todopoderoso: que lo azotan hasta en su rostro adorable: mirar por los
suelos retazos de su carne sagrada: verlo que cae desmayado en un lago de sangre:
y que.... Pero Virgen santa, Mujer fuerte, dolorosísima Madre: no ofenda yo
este paso lastimoso y sangriento queriendo pintar y presentar a los hombres con
tan culpable serenidad y tan toscamente. Sangre del Cordero Jesús, derramada
por mí con tanto amor, lava a mi alma, sánala como ungüento saludable: bastará
una sola gota para hacerme feliz, y aun para que lo fuese todo el mundo.
Impétrala, María, para aquellos que se duelen contigo, apreciando tormento tan
afrentoso; y pues a padecer tan cruel, añadió mi amable Jesús la
falta de alimento, y la sobra de sed, sustentándose con dolores y hieles
amargas: yo te ruego que castigues mí gula, sea mi manjar el Pan de los Ángeles,
y apague mi sed en las perennes fuentes del Salvador. Amén.
DIA SEPTIMO
Con qué
bella propiedad
El óleo y
luz simbolizan
Los amores
que te hechizan,
Y tu
eximia caridad.
En Dios
viviste, es verdad,
Y en tu
alma el Señor vivía;
Pero tu
amor descendía
Al hombre
con proporción,
Pues
siempre tu corazón
En divino
fuego ardía.
CONSIDERACIÓN
Dolorosa
María, Jesús está muerto, consumado nuestro rescate, y el Padre Dios
copiosamente satisfecho. Judíos ingratos: ya están cumplidos los deseos de
vuestra ferocidad y perfidia. ¡Fariseos hipócritas, impíos Escribas: ya habéis
saciado vuestra infernal envidia! ¡El Ungido del Señor pendiente de un infame
patíbulo, ya no tiene movimiento, está sin alma! ¡El trastorno de la naturaleza
confirma que padece su Autor! ¡una obscuridad espantosa circunda toda la
tierra! ¡ya no son insensibles los peñascos! el velo misterioso del templo se
rasgó en dos partes; y muchos sepulcros se abrieron, como ofreciéndose para depositar
su cuerpo sacrosanto. Con tantos prodigios, aún permanecían ciegas la
incredulidad y la obstinación: un soldado, (Señora, tú lo viste y Juan dió
testimonio de esta verdad) un soldado empleó con la sevicia más cruel su dura
lanza en el Costado de Jesús difunto. Ángeles del cielo: ponderad si podéis el
sumo dolor de María; pues para solo su amante corazón lo reservó el Señor: y lo
injuriosa que fué á Jesucristo esta penetrante herida.
Siete
Ave María…
ORACION
Angustiada
Señora: luego que desclavan a tu difunto Hijo, lo recibes amorosa y desconoces aquel
perfectísimo cuerpo que formó el Espíritu Santo. No eran ya sus ojos
brillantes: quebrados estaban y amortecidos: cárdenos y silenciosos sus rubicundos
labios: sus manos y pies con taladros crueles: su costado, con una ancha y
profunda herida abierto atrozmente: fuera de su lugar los huesos, y sin que
tuviese parte alguna donde no mirases un azote, o una contusión, o una
lastimosa herida. ¡Muerte incensurable! tú no tenías jurisdicción sobre Jesús y
María; pero ambos fueron víctimas del amor. ¡O martirizadas inocencias, cuanto
os debemos los pecadores! Felices de nosotros si nos aprovechamos de una pasión
tan copiosa, y no desmerecemos tanta predilección. Te suplicamos, atribulada
María, por el dolor que sufriste cuando estrechabas en tus brazos a Jesús
muerto, que no nos devore la envidia, con muerte de nuestras almas; sino que alegres
por el bien del prójimo, aun procuremos su temporal y eterna felicidad. Amén.
DIA OCTAVO
Mi alma,
Señora, te ofrece
La dulce
obra de la abeja,
Que
diligente, bosqueja
La virtud
que te engrandece.
Tu
continuo obrar exprese
La
reptilita volante,
Tan
benéfica y constante:
Pues con
vida prodigiosa
Fuiste
santa y laboriosa
Desde tu
primer instante.
CONSIDERACION
Tristísima
María: desde esa piedra en que estás sentada, y simboliza tu constancia en el padecer
y la dureza de mi corazón, tú convidas á los que viven en amargura, para que la
contrapesen con tus penas, y confiesen que no hay dolor que iguale a tu dolor.
Con razón te quejas de que no hay quien te consuele: oímos tus tiernos sollozos;
tus modestos gemidos: miramos los dos raudales de lágrimas que corren por tus
pálidas mejillas, y que estás sola y totalmente desamparada; y nada nos puede:
es muy cruel nuestra ingratitud, somos insensibles. Por lo menos, Señora, peco
hace que tenías el doloroso consuelo de abrigar en
tu seno al cárdeno deshojado lirio de tu Jesús: con tus lágrimas humedecías su cuajada
sangre, la limpiabas reverente, y osculabas afectuosa las heridas de aquel
destrozado cadáver; pero ahora ese lóbrego sepulcro te lo ha usurpado, y
santamente avariento con tal tesoro, desea también poseer el de tu dolorido corazón:
y así fué, Señora, tú vuelves casi sin alma hacia Jerusalén, y te recoges a
llorar tu tristísima soledad.
Las
siete Ave Marías…
ORACIÓN
Desconsolada
Señora, llegaste a Jerusalén: tus pasos trémulos, tu palidez y tu silencioso llanto,
te daban a conocer por María, la triste Madre del que llamaban infame
crucificado: y como estabas tan lastimosa, era tanta tu modestia, tu presencia
tan atractiva, y eras sobre todo amabilísima, nadie podía contener sus lágrimas
al mirarte tan llena de amarguras. Entras a la casa del Cenáculo, y luego se inundó
de llanto, de gemidos, de dolor: entonces vuelves los ojos a tu triste
compañía, diciendo Juan, discípulo el más amado de Jesús, ¿dónde está tu divino
Maestro? Amante Magdalena, ¿quién le separó de tu querido? Mujeres piadosas y
parientas mías, ¿qué desamparo es el nuestro? Ya murió mi Hijo, pero con qué
crueldad! hurtado, sediento, coronado de espina?, azotado con la mayor dureza,
y clavado en una cruz Enmedio de dos ladrones, nadie lo asistía, se le negó
todo alivio, ni yo, triste de mí, pude socorrerlo. ¡O hijo mío dulcísimo! ¡ya
estás enterrado, y ni aun de lejos puedo ver el lugar de tu sepultura! desamparada
María: por esta tu soledad tan acerba, te pedimos, no seamos perezosos, y que
este vicio no nos prive de acompañarte; pues si no apreciamos tus tormentos y
los de Jesús, sobre la desgracia de ser pecadores, se añadirá la
infelicidad de ser ingratos: y la consecuencia de tanto mal, es terrible: no
sea así, por tus dolores y soledad.
DIA NOVENO
Esa daga
tan sangrienta
Hoy
compungido te ofrezco,
Que aunque
verte no merezco
T u grande
piedad me alienta.
Aguda y
muy cruel presenta
Lo acerbo
de tu dolor:
Que se
acabe le desamor
Y en mi
pecho esté clavada:
«Justo es
muera con espada
Quien
emplea en tí su rigor.
CONSIDERACIÓN
Atormentada
María: aunque siempre fuiste dolorosa. Jerusalén en sus palacios, calles y
montes, te ofrecía motivos de pena inestimable: aquellos lugares santos donde
Jesús padeció algún tormento particular, tú los visitabas contemplativa,
reverente y fervorosa, regándolos con tus preciosas lágrimas; y esto fué propiamente
cimentar el ejercicio del Vía-Crucis, que así es de santo y recomendable. En la
calle de la amargura, mirabas al Cordero Jesús cargando la leña para ser el holocausto
más sangriento: en el balcón de la casa de Pilatos, no era hombre el que este juez
inicuo mostró al pueblo, sino el oprobio de todos, el gusano más despreciable:
y en el monte Calvario lo admirabas, sí, pero fijo y levantado
en una cruz, así como la serpiente en el desierto, para salud universal. pero a
estas y otras memorias amargas que afligían tu corazón, sobresalía el
sentimiento, de que nosotros, los que nos llamamos fieles cristianos, y decimos
ser tus devotos, olvidaríamos tantas finezas de Jesús: finezas prodigiosas: finezas
no merecidas: desahogos de su amor y de un precio inestimable. ¡O ingratitud la
más torpe! ¡O necedad la más maligna y depravada!
Las
siete Ave Marías…
ORACIÓN
Devoto de
María: démosle consuelo, como a nuestra Madre, y cultos como á Santísima: compadezcamos
sus penas v congojas, y esperemos su protección y favores. ¡Pero ay de nosotros,
Señora! venimos a implorar tu piedad, a lastimarnos de tus dolores, a pedirte beneficios:
y el estar hincados nos incomoda, si la oración no es breve, nos cansa: nos
fingimos ocupaciones importantes, y ya estamos ansiosos por alejarnos de tu
amable presencia. ¡Que desgracia! Nuestra confianza es tan vana, que presuntuosos
creemos nos bastan cuatro palabras, dichas con solo la boca, vagas y sin alma,
para que en el pronto nos oigas y nuestra petición sea despachada. ¡Qué
satisfacción tan infeliz! ¿Y nuestra devoción? Se reduce a exterioridades, en
nada nos mejora, y con culpas renovamos tus dolores y la muerte de Jesús,
procediendo tan estúpidos, que en una propia ara incensamos a Dios y al mundo.
¡Qué mistura tan delincuente! Que no sea así, Madre mía: haz que el fuego de tu
amor encienda en nuestros férreos corazones, porque se ablanden, con el
martillo de los trabajos sufridos con paciencia; lábralos con la necesaria
mortificación de los sentidos. configúralos, entonces sí que se semejarán al tuyo,
traspasado de una daga, y al de Jesús circundado de espinas y ocupado con una cruz
afrentosa, y podremos esperar nos concedas lo que te hemos pedido en esta
novena en gloria de Dios, felicidad nuestra, y desagravio de tus dolores. Amén.
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