ROSARIO DE AGONIZANTES
MODO DEVOTO DE AUXILIAR A LOS MORIBUNDOS, RECOMENDANDO SUS
ALMAS A NUESTRO MISERICORDIOSÍSIMO REDENTOR JESUCRISTO, POR LA INTERCESIÓN DE
SU SANTÍSIMA MADRE, INVOCADA CON LA DEVOCION DEL SANTÍSIMO ROSARIO.
Puédase
usar por modo de Ejercicio de la Buena Muerte, ofreciendo estas piadosas Oraciones
por su propia alma.
PRIMERA
PARTE
De los
Misterios Gozosos
PRIMER MISTERIO
Dirá el que ofrece el Rosario:
Pidamos
a Jesús, que, por el inefable, misterio de la Encarnación, y por los ruegos de
su Santísima Madre tenga misericordia de esta alma.
Padre nuestro y diez Ave Marías con Gloria
Patri.
OFEECIMIENTO
Jesús,
Jesús, Jesús, dulcísimo Redentor, que para redimir las almas que criaste, te
hiciste hombre en el purísimo vientre de la Santísima Virgen: reciba por su
intercesión y por este sagrado Misterio nuestros humildes ruegos: y por aquellas
entrañas de misericordia con que bajaste del cielo a visitar nuestras almas,
visita y alumbra esta alma miserable, constituida en las tinieblas y en las
sombras de la muerte; dirijo y encamina, por los ruegos de tu Santísima Madre,
estos últimos pasos al camino de la paz y del eterno descanso. Amén.
Digan todos: Jesús, fruto bendito del vientre de la
Santísima Virgen, por sus ruegos e intercesión. ten misericordia de esta alma.
Y esto al fin
de cada Misterio.
SEGUNDO MISTERIO
Pidamos
a nuestro Señor Jesucristo, que por el Misterio de la Visitación de su
Santísima Madre a su prima Santa Isabel, y por la intercesión de la misma Soberana
Señora, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Clementísimo
Jesús, Dios y Señor nuestro, que desde el vientre de tu Santísima Madre comenzaste
a ejercitar el oficio de Salvador, librando al Bautista de la culpa original:
apresura, Señor, tus auxilios a limpiar esta alma de las manchas de sus culpas:
reciba y logre tu visita espiritual y la de tu Santísima Madre, y resonando en
sus interiores oídos la voz de la salutación de María, sea por su intercesión
asistida e ilustrada del Espíritu Santo, para que salga de esta vida en gracia
tuya. Amén.
TERCER MISTERIO
Pidamos
a Jesús, que, por su admirable Nacimiento del vientre purísimo de la Santísima Virgen,
y por intercesión de la misma Señora, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Jesús
amabilísimo, Soberano Autor de nuestra salud; acuérdate que algún día, habiendo
tomado la forma de nuestro cuerpo, naciste del vientre purísimo de la
inmaculada Virgen María: ofrecémoste, Señor, aquel desamparo, aquella humildad,
Aquella pobreza, aquellas tiernas y dulcísimas lágrimas, y todo cuanto para
nosotros merecisteis naciendo: y humildemente te suplicamos, por amor de tu
Santísima Madre, por aquel purísimo vientre que te albergó nueve meses, por
aquellos virginales pechos que te alimentaron, que tengas misericordia de esta alma,
que logre el fruto de tu santísimo Nacimiento, y acabada esta vicia mortal,
renazca por tu piedad a la eterna. Amén.
CUARTO MISTERIO
Pidamos a
Jesús, que, por el sagrado Misterio de su Presentación al templo, y Purificación
de su Santísima Madre, y por los ruegos é intercesión de la misma Santísima
Señora, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Clementísimo
Jesús, en el Misterio de la Purificación de tu Santísima Madre, te adoramos en
sus virginales brazos, llevado al templo a ser ofrecido a tu Eterno y Divino
Padre: Jesús Clementísimo, luz que alumbras a todo hombre que viene a este
mundo, llena de tu divina ilustración a esta alma que está para pasar de este
mundo: y así como esta candela, que, en memoria tuya, y en reverencia del
Santísimo Rosario, hemos puesto en las manos de este cristiano (ó Cristiana)
destierra las tinieblas de la noche; así tú, luz divina, pava la revelación
de las gentes, destierra las espirituales tinieblas y toda sombra de culpa: sea
despachada de este mundo en paz, para que sus ojos te vean, salud eterna, en la
gloria. Amén.
QUINTO MISTERIO
Roguemos
a Jesús, perdido en Jerusalén a su Santísima Madre, y hallado en el templo en medio
de los doctores, quo tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Amabilísimo
Jesús, dolor sumo de tu Santísima Madre perdido en Jerusalén, y regocijo inexplicable
de su soberano espíritu hallado entre los doctores: infunde, Señor, estos
afectos en esta alma atribulada: conciba un dolor perfecto, un sumo dolor de
haberte alguna vez perdido, perdida tu gracia por su culpa: excita en su
corazón un verdadero arrepentimiento de sus pecados. Y pues tú ayudas en las
tribulaciones y en la mayor oportunidad; en esta tribulación es la hora y el
momento en que oportunamente te halle, para que eternamente no te pierda: asístela
con tus auxilios, no la dejes, no los desampares. Por los ruegos é intercesión
de tu Santísima Madre, haz que esta alma fiel con dolor te busque, para que
después de haberte hallado eternamente te goce. Amen.
SEGUNDA
PARTE
De los
Misterios Dolorosos
PRIMER
MISTERIO
Dirá el que ofrece el Rosario:
Picamos
a Jesús, que por las agonías que padeció en el Huerto, por la Sangre que sudó, y
por los ruegos de la Santísima Virgen, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
¡Oh
Jesús humanísimo! que quisiste padecer tantos temores, tristezas, tedios y
agonías, por asemejarte a nosotros en todas nuestras miserias: ten
misericordia, ten piedad de esta alma cercada de semejantes angustias, y
constituida en la suprema agonía. Sea, Señor nuestro, tu temor su fortaleza; tu
pavor su confianza: tu desmayo su aliento: tu tristeza su alegría; y aquellas tus
agonías el remedio de las suyas: comunícale aquella tu resignación con la
voluntad divina, y en la flaqueza de la carne la prontitud del espíritu. Tu
oración fervorosisima lo aproveche; el sudor de tu purísima sangre le bañe: y
la intercesión de la Santísima Madre le consiga que por su infinita
misericordia estas agonías terminen en eterno descanso. Amén.
SEGUNDO MISTERIO
Contemplando
a nuestro dulcísimo Jesús atarlo a una columna, cruel y afrentosamente azotado:
pidámosle que por este doloroso Misterio y por los ruegos é intercesión de su
Santísima Madre, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Pacientísimo Jesús que quisiste ser tan
cruelmente azotado por nosotros; el dolor de tu pasión santísima excita en
nosotros la esperanza de tu infinita misericordia. Tú has querido, Divino Señor,
que tus cardenales fuesen nuestro remedio, tus llagas nuestro antídoto, tu
Sangre nuestro bálsamo: sana, piadosísimo Señor, esta alma que ha pecado contra
tí. Aquel amor que te ato las manos a una columna, te las ate para el castigo.
Por aquel amor, por aquella paciencia, con que sufriste ser por nosotros
azotado, no descargues sobre esta miserable criatura el azote de tu indignación
y de tu ira, que merece por su culpa: por tus azotes, por tus dolores, por tus
afrentas, y por los ruegos de tu Santísima Madre, admítela reconciliada a tu gracia,
para que goce el fruto de tu pasión en
la
gloria. Amén.
TERCER MISTERIO
A Jesús
coronado de espinas, hecho Rey de burlas, pidamos humildemente que, por este
Misterio, y por los ruegos de su Santísima Madre, tenga misericordia de esta
alma.
OFRECIMIENTO
Jesús, Rey
de los hombres y de los ángeles, Señor de toda criatura coronado de honra y gloria:
nuestra fé te adora como fuiste coronado de espinas, saludado Rey de los judíos
por escarnio y por afrenta. A este tribunal de misericordia, a este trono de
gracia, Rey clementísimo, se presenta esta miserable criatura, apelando de tu
justicia y tu paciencia: y pues que la ignominiosa y dolorosa corona de tu
santísima Cabeza purga a los reos de sus delitos, admite y acepta, Rey
pacientísimo, tus dolores, tus afrentas, las ignominias, los escarnios, las irrisiones,
injurias los oprobios y todo cuanto amorosísimamente padeciste por esta alma: acéptalo
en descargo de sus culpas, y no permitas que sea entregada a la irrisión de sus
enemigos. Tu misericordia la perdone, tu clemencia la absuelva, tu pasión la
salve; y tu corona de espinas, por los ruegos de la Santísima Virgen, le
confiera la corona de la gloria. Amén.
CUARTO MISTERIO
Adorando
a nuestro Señor Jesucristo cargado con el peso de la Cruz, pidamos a su Divina Majestad,
que por este Misterio y por la intercesión de su Santísima Madre, tenga
misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Jesús,
fortaleza divina, que cargas todas las cosas con la palabra de tu virtud: en
este santo misterio te veneramos y adoramos fatigado y agravado, más con el
peso de tu amor y nuestras culpas, que quisiste cargar y llevar sobre tu
santísimo cuerpo, que con el peso de la Cruz de tu afrentoso suplicio. Ten,
clementísimo Señor, misericordia esta alma, por quien tanto padeciste: por su
amor llevaste con indecible fatiga la pesada Cruz sobre tus hombros: por su
amor padeciste la afrenta de ser publicado á voz de pregonero por malhechor y
facineroso, llevado entre dos ladrones al afrentoso suplicio. Tanto trabajo, amorosísimo
Jesús, sea
infructuoso,
no se malogre, no se pierda en esta alma. Por aquella inefable caridad, por
aquel infinito amor con que toleraste la rabia, el furor, la crueldad do
aquellos fieros ministros que te conducían a la muerte, no permita tu infinita
misericordia que esta alma sea arrebatada de los ministros infernales de tu
justicia, sino que abogando por ella la Santísima Virgen, absuelta de sus
culpas, pase de esta vida a la eterna. Amén.
QUINTO MISTERIO
Adoremos
muchas veces a Jesucristo crucificado, y con tiernos afectos pidamos a su Majestad
Santísima, que por su muerte afrentosa y por los ruegos de la Santísima Virgen,
tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Jesús
crucificado, Salud y Vida nuestra, Refugio de los pecadores, Esperanza de los
arrepentidos, Premio de los justos, Corona de los bienaventurados. Jesús
crucificado, afligido inmensamente de la sed de la salud de nuestras almas, y sediento
implacable de mayores tormentos por nuestro amor. Jesús crucificado, que por cinco
fuentes derramabas la Sangre con que nos lavemos de nuestras culpas. Jesús
crucificado, desamparado de Dios por amparar a los hombres. Jesús crucificado,
que pediste a tu Eterno Padre perdón para todos tus enemigos. Jesús crucificado,
que quisiste que se abriese en tu Santísimo Costado una puerta por donde
entrasen los pecadores a la gracia. Jesús crucificado, que hiciste a tu
Santísima Madre, Madre de todos los hombres: en tus manos, Señor, encomendamos
esta alma que redimiste: por esta alma, clementísimo Jesús recibiste esas cinco
preciosísimas Llagas, padeciste tantos dolores, lloraste tantas lágrimas, diste
tantos suspiros, derramaste tanta Sangre, sufriste tantas injurias, toleraste
tantas blasfemias; cuanto precio expediste para redimirla, te ofrecernos
humildemente, para que quieras salvarla. Válgale la intercesión de tu Santísima
Madre, a quien nosotros clamamos, invocamos pedimos, que te ofrezca por esta
alma los inmensos dolores que padeció al pie de la Cruz, viéndote morir
crucificado. Salga de este mundo en paz, acabe esta vida en tu gracia, y sea
llevado a aquel Paraíso que le permitiste al Ladrón arrepentido, donde con tus
Santos y escogidos te alabe por los siglos de los siglos. Amén.
TERCERA
PARTE
De los Misterios
Gloriosos
PRIMER MISTERIO
Dirá el que ofrece el Rosario:
Pidamos
a Jesús, que, por su gloriosa Resurrección, y por los ruegos de su Santísima
Madre, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
Tu
gloriosísima Resurrección, Jesús, Vida y Resurrección nuestra, veneramos en
este Misterio: creemos que tú, Redentor nuestro, vives, y que en el último día
hemos de resucitar de la tierra en estos mismos cuerpos; y con estos mismos
ojos té hemos
de ver, Señor, Salvador nuestro: creemos y confesamos, que aquel que en tí,
cree, aunque mísera, ha de volver a vivir. Por esta fé y por esta esperanza en
que acaba este cristiano (o esta cristiana.), humildemente te pedimos,
que, por tu infinita misericordia, por
tu gloriosa Resurrección, y por los ruegos de tu Santísima Madre, libres esta
alma de la muerte segunda, que vivificándola con tu gracia, muera para vivir, y
desnudando lo que tiene de mortal, salga revestida de la estola de la perpetua
inmortalidad; y en el día de la común resurrección, resucitando en tí en este cuerpo,
entonces glorioso, por toda la eternidad viva, y te goce en el reino de tu
Padre. Amén
SEGUNDO MISTERIO
Pidamos
a Jesús, que, por su admirable Ascensión sobre todos los cielos, donde reina a
la diestra de su padre, y por los ruegos é intercesión de su Santísima Madre,
tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
¡Oh Rey
de la gloria y Señor de las virtudes! Que llevando en triunfo las innumerables
almas que libraste del largo cautiverio del limbo, subiste victorioso sobre
todos los cielos, exaltando tu Santísima Humanidad al eterno solio de la
diestra de tu Padre: nosotros, humildes siervos tuyos, te adoramos en la
celsitud de tu infinita gloria: y pues subiste a preparar a tus fieles el lugar
de tu reino admite, Señor, y recibe en él esta alma: note acuerdes de los
delitos de su juventud, condénale sus ignorancias, perdónale sus fragilidades y
errores; y según tu grande misericordia, acuérdate de ella en la gloria de la
caridad eterna: ábranse las puertas del cielo, alégrense con ella los ángeles, recíbela
en tu reino, para que desatada de las ligaduras del cuerpo, por tu clemencia, y
por tu infinita
misericordia,
y por los ruegos de tu Santísima Madre, logre lugar con tus Santos y escogidos
en la celestial patria, donde con el Padre y el Espíritu Santo vives y reinas,
con Dios, por todos los siglos do los siglos. Amén.
TERCER MISTERIO
Roguemos
a Jesús, que envió su Santo y Divino Espíritu sobre los Santos Apóstoles, que
pollos ruegos é intercesión de la Santísima Virgen, envió al Espíritu
Consolador sombre esta atribulada alma.
OFRECIMIENTO
Dulcísimo
Jesús, que orando los Santos Apóstoles con la Santísima Virgen María, enviaste
sobre todos con tanta plenitud tu Santo y Divino Espíritu: dígnate,
clementísimo Señor, de oír y admitir los humildes ruegos de nuestros indignos siervos
tuyos, que valiéndonos de la intercesión de tu Santísima Madre, te pedimos y
suplicamos que envíes a tu Santo y Divino Espíritu que alumbre las tinieblas de
esta alma, que la encienda é inflame en tu amor, que la consuele en sus aflicciones
y angustias. Venga, Señor, por tu infinita misericordia, venga el Padre de los
pobres, venga el Dador de los bienes, venga la Luz de los corazones, venga el
Consolador óptimo, el Huésped dulcísimo de las almas, el suavísimo Refugio:
venga y derrame en el corazón de este cristiano (o Cristiana) con
perfecta contrición, una perfectísima caridad, para que, con el Espíritu Santo,
con la caridad del Espíritu Santo, invocando tu Santísimo Nombre, como nosotros
por él (o por ella) lo hacemos, repitiendo: Jesús, Jesús, Jesús; tú, dulcísimo
Jesús, misericordiosísimo Salvador, la perdones, la justifiques, la salves, y
le des parte
en tu
gloria. Amén
CUARTO MISTERIO
Pidamos
a Jesús, que, por el gloriosísimo Tránsito de su Santísima Madre, y por su
poderosa intercesión, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
¡Oh
dulcísima María, Señora nuestra, Madre del Unigénito Hijo de Dios! nosotros,
humildes siervos, damos infinitas gracias a tu benditísimo Hijo Jesús por los
singulares beneficios, y por los inefables gozos que comunicó a tu Santísima
Alma en el tiempo de tu felicísimo Tránsito, que consumada en la inmensidad de
la gracia, puso término a esta vida mortal, para que comenzara tu inmensa
gloria en la eterna: y humildemente te pedimos, Santísima Señora, por aquel
amor vehementísimo, por aquella caridad inmensa, que no cabiendo en esta vida
mortal, fué poderosa a acabarla: por aquellos inefables gozos de que llenó el
Señor en aquella hora tu Soberano Espíritu: por aquellos amorosos abrazos de tu
dulcísimo Hijo Jesús, que favorezcas y ampares esta alma en este fatal
peligrosísimo trance. Suaviza, Señora, los horrores de la muerte: cerquen y
rodeen este lecho los ángeles de paz, que ahuyenten las potestades de las
tinieblas: vea benigno el rostro, y manso y festivo el aspecto de Jesús, que,
admitiéndola por tu intercesión reconciliada a su gracia, con la bendición de
su Eterno Padre, la reciba a la posesión del eterno reino de la gloria. Amén.
QUINTO MISTERIO
Pidamos
a Jesús, que, por la glorificación y coronación de su Santísima Madre, exaltada
sobre todos los coros de los ángeles, tenga misericordia de esta alma.
OFRECIMIENTO
¡Oh
gloriosísima Señora! nosotros tus humildes siervos damos infinitas gracias a la
Santísima Trinidad, y eternas alabanzas a tu divino Hijo y Señor nuestro Jesús,
porque exaltándote sobre todos los coros y jerarquías de los ángeles, te coronó
Reina Soberana de cielo y tierra, para que fueras poderosísima abogada de los miserables
hombres. Inclina (¡oh Reina y Madre de las misericordias!) esos piadosísimos
ojos, conviértelos a esta alma, constituida en la suprema miseria, y en el
tremendo peligro de incurrir en una eterna infelicidad. ¿A quién Señora, se ha
de convertir, sino a tí? Ruega, pide, intercede por ella, tú, poderosísima abogada;
y de cuantas almas han salido por tu intercesión absuelta del severísimo
tribunal del Juez Supremo, sea ésta una: y pues en su vida, alabándote en la
Salutación Angélica, te invocó para esta hora y tantas veces repitió: ruega
por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte,
logre el fruto de su petición y de la esperanza que puso en tu patrocinio.
Ahora, Virgen Santísima, ahora misericordiosísima María, ahora es cuando te ha
de hallar propicia en el tribunal de Jesús: ten misericordia de sus gemidos,
apiádate de sus lágrimas, muévete a compasión su peligro: oye nuestros
humildísimos ruegos por ella en esta hora, y por nosotros en la hora de nuestra
muerte. A tí va, Santísima María, á tí va esta alma, tú la admitas, tú la recibas,
tú la presentes
á tu
Santísimo Hijo: y nosotros nos llenamos de esperanza de que por tí ha de lograr
la misericordia y la bienaventuranza. Amén.
OFRECIMIENTO DE TODO EL ROSARIO
Se dirá, aunque no se rece más que una. parte.
A tí, clementísimo
Dios y Señor nuestro, recomendamos el alma de nuestro carísimo hermano {o
hermana), y encomendamos esta tu criatura a ti su Omnipotente Criador, para
cuando interviniendo la muerte pagare la deuda común de la humanidad, vuelva a
tí, su Soberano Hacedor. A tí, clementísimo Jesús, te recomendamos esta alma
que redimiste para que, por la clemencia de Redentor, aplaques la ira y
severidad de Juez. Conoce, Señor, esta criatura tu va, que tú solo la criaste;
porque no hay otro Dios, sino tú solo Dios vivo y verdadero: y reconoce,
amorosísimo Jesús esta alma que redimiste; no á menos costo que el de tu vida,
ni a otro precio que el de tu preciosísima sangre. Por esta alma, Señor,
bajaste del cielo a la tierra: por esta te quisiste hacer hombre: por la salud
de esta alma no tuviste horror de habitar nueve meses en el vientre de la
Virgen por salvar esta alma, naciste pobre y humildemente en la indignidad de
un pesebre: por librarla del infierno, oraste, agonizaste, sudaste sangre en el
Huerto, fuiste azotado a una columna, coronado de espinas, burlado y
escarnecido, llevaste la cruz a cuestas, y fuiste clavado y crucificado en
ella.
Esta
alma tuviste presente toda tu santísima vida; de ella te acordaste en tu pasión
y en tu muerte; por ella ofreciste toda la Sangre preciosísima que derramaste.
Abogue, Señor, por ella en tu rectísimo tribunal tu amorosísimo Corazón: no
quieras condenar a quien tanto has amado, y por quien tanto has padecido; no
atiendas cuanto ella ha desmerecido para tí; sino mira, atiende cuanto mereciste
para ella. Tus méritos, misericordiosísimo Señor, le valgan y le aprovechen:
borre tu preciosísima Sangre cuanto está escrito de iniquidad
y de
culpa en el libro de su cuenta: oye, Señor, los clamores de tu preciosísima
Sangre, que clama más qué la de Abel, para pedirte misericordia. Sé propicio a
tus pecadores, por la gloria de tu santísimo Nombre; líbrala, perdónala
absuélvela; y pues piadosamente creemos que ruega por ella tu benditísima Madre
(a quien nosotros invocamos para que le ayude y ampare); dar, Señor, a tu
Santísima Madre esta, alma, por quien te ruega: y a todos nosotros, cuando nos
llegue esta hora, recíbenos, clementísimo Señor, a tu gracia, para que todos te
alabemos en la gloria eternamente. Amén.
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