NOVENA A LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
EN SU ADVOCACIÓN
DE
SALUD DE LOS ENFERMOS
AÑO DE 1883
ACTO DE CONTRICIÓN
Señor
mío Jesucristo santuario admirable do amor para con los pecadores. ¿Cómo
podremos jamás llorar la gravedad de los pecados con que os hemos ofendido? ¡Oh
Dios mío! Vos nos habéis amado desde la eternidad, nos habéis criado a vuestra imagen
y no nos habéis comunicado el ser, sino para derramar sobre nosotros los bienes
espirituales y temporales de que Vos mismo sois la fuente perenne, dejando así
plenamente satisfecho vuestro amor, por lo que esperamos ser eternamente
felices. Pero nosotros haciéndonos criminales desconocimos vuestro amor, entonces
más misericordioso que nunca y más liberal que antes, os habéis dignado por
nuestra salud anonadaros tomando la forma de siervo; os habéis dignado aparecer
sobre la tierra como el más despreciable de los hombres, y habéis tomado un corazón
como el nuestro para obligar nuestros corazones á amaros. Dulcísimo Jesús
abrasado dejas más vivas llamas de caridad, Vos habéis querido revestiros de
nuestras miserias y de nuestros dolores. Jesús infinitamente santo, manantial
purísimo de justicia e inocencia. Vos os dignasteis llevar sobra vuestros
hombros las iniquidades del mundo, Vos fuisteis clavado en una cruz para
remedio do nuestros crímenes y para que, con vuestra sangre adorable derramada sobre
la tierra, tuviésemos las bendiciones que nos consuelan y las gracias quo nos
purifican. La grandeza de vuestra caridad so nos ha manifestado desde el
pesebre y en los sufrimientos y trabajos de toda vuestra vida, hasta el
calvario en medio de los dolores más intensos e ignominias indecibles,
donde para colmo de tantas maravillas estando para exhalar el último aliento
por nuestra salud eterna, nos dejasteis para nuestro consuelo a vuestra Madre
por Madre nuestra, y nosotros Señor solo hemos opuesto crímenes sobre crímenes
á tanto amor. Nosotros, ingratos os hemos olvidado y no cesamos con nuestros repetidos
ultrajes de ponernos en peligro de llenar la medida de nuestras iniquidades;
pero no sucederá así, de aquí en adelante os amaremos dulcísimo Jesús. Nos pesa
de haberos ofendido; dignaos Dios de amor, dirigir una mirada benigna sobre
esta pequeña porción de vuestros hijos, a quienes el dolor, el reconocimiento y
el amor han conducido a vuestros pies, y a los de vuestra Santa Madre. ¡Ah!
como quisiéramos nosotros recuperar todo el mal que hicimos con nuestros crímenes
traspasando vuestro corazón y el de vuestra Madre, más recibid el sincero deseo
que tenemos de lavar con nuestra sangre, si fuere posible nuestras
ingratitudes. Lanzad, oh dulcísimo Jesús, sobre nosotros las saetas de vuestro
amor, para que amándoos en este mundo vayamos a continuar este amor en la
eternidad. Amén.
ORACION PARA TODOS LOS DÍAS
Oh
Santísima Madre de la Salud cuyo tierno corazón puede decirnos mucho mejor que
el grande Apóstol "¿quién sufre sin que yo lo compadezca?" glorificada
seáis porque tan a menudo y tan admirablemente hacéis brillar vuestra poderosa intercesión,
para alivio y curación de nuestros dolores corporales. Vos sois para nosotros todos
y para todas nuestras enfermedades un remedio vivo y continuado al paso que la
piscina probática de Jerusalén, no ofrecía la salud sino de tarde en tardo y
solo a aquel que tenía la fortuna de bajar el primero cuando el ángel del Señor
había agitado el agua. Bendecimos mil y más veces a vuestro divino Hijo que
hace manar de Vos, como en otro tiempo de su divina pena, durante su vida
mortal, una virtud secreta que remedia todos los males, y le pedimos que esa virtud
nos la haga especialmente conocer en los males que afligirán a nuestra alma en
la hora decisiva en que tocaremos la eternidad. ¡Oh dulce Virgen de la Salud,
con maternal bondad dignaos recoger el último suspiro del que se encomienda a Vos
con confianza, haciendo que, en el momento supremo, gustemos en toda su
extensión la eficacia de tu patrocinio, Salud de los enfermos, rogad por
nosotros.
Luego
se dicen tres Ave Marías en esta forma:
Dios
te salve María, poderosísima Hija de Dios Padre, Virgen purísima antes del parto,
en tus manos encomiendo mi fé para que la alumbres.
Dios
te salve, María…
Dios
te salve María, santísima Madre de Dios Hijo, Virgen purísima en el parto, en
tus manos encomiendo mi esperanza para que la alientes.
Dios
te salve María…
Dios
te salve María, amorosísima Esposa de Dios Espíritu Santo, Virgen purísima después
del parto, en tus manos encomiendo mi caridad para que la inflames.
Dios
te salve María…
Dios
te salve María Santísima templo y sagrario de la Santísima Trinidad, Virgen
concebida sin la culpa original.
PRIMER DIA
¡Oh
María, Madre de la Salud eterna! ¿Quién podrá medir la "longitud, latitud,
altura y profundidad de vuestra misericordiosa bondad?" vuestra compasión
para nosotros parece aumentar de siglo en siglo, habiéndose' manifestado en el
principio de la Iglesia, como la estrella de la mañana, en medio de las nubes; después
como la luna en todo su esplendor, y al presente, brillante con toda la
claridad del astro del día. Oh Vos a quien llamamos con inefable agrado, consuelo
de nuestra vida, y nuestra esperanza en las penas; Vos de quien el Señor se
vale para cambiar en alegría nuestras tristezas y pesares, como en otro tiempo
se valió de la piadosa Esther, para consolar y socorrer a su pueblo,
socorrednos siempre en nuestras aflicciones y penas ¡acoged favorablemente a
vuestros verdaderos servidores, que con sincera piedad y viva fé, imploran
vuestro auxilio! y haced que las lágrimas, penas, tribulaciones y dolores se
conviertan en provecho de los que con toda la efusión de un corazón filial te invocan
bajo el glorioso título de Madre de la
Salud.
La
petición, y se concluye con la siguiente
ORACION
Acordaos
oh piadosísima Virgen María, que no se ha oído jamás que alguno que recurriese a
vuestro patrocinio, implorase vuestro auxilio y pidiese vuestro socorro, haya
sido abandonado de Vos: nosotros animados de está confianza a Vos venimos, en
Vos nos refugiamos, delante de Vos gemimos pecadores; no queráis oh Madre de la
Palabra eterna despreciar nuestras súplicas sino oídlas propicia y escuchadlas
benignamente.
SEGUNDO DIA
Oh
María Madre do nuestra Salud ¡qué presente tan agradable sois para nosotros que
ya agotamos las lágrimas y los gemidos! Madre amantísima, vuestro solo recuerdo
alivia el peso que oprime nuestro corazón, dulcifica la amargura, cura los
males, y cicatriza las crueles llagas que le devoran. ¡Tan excesivamente
afligida os habéis visto Vos misma, Vos tan santa, Vos Madre augusta de nuestro
Dios, ¿no habéis tenido que beber un cáliz de amargura capaz de atormentar toda
fuerza humana? ¿no os visteis sumergida en un océano profundo de dolor, el más
agudo? Y en esta situación sin ejemplo ¿quién no se admira de vuestra
resignación, de vuestra bondad, y de vuestro asombroso abandono a la voluntad divina?
¿Cuál es el pecador que no se siente consolado en sus aflicciones al ver que,
no obstante, vuestra inocencia habéis apuntado el cáliz ofrecido en tantas
amarguras, para asemejaros mejor a vuestro Santísimo Hijo inocente? Oh Madre de
nuestra Salud, aquí nos tenéis postrados atraídos de tu bondad, experimentando
un piadoso consuelo al pensar en el tierno interés, viva simpatía y compasiva como
benéfica caridad de vuestro maternal corazón. A vos pues recurrimos oh María
para pediros el consuelo en nuestras penas, seguros de que no quedará defraudada,
nuestra confianza alcanzando el remedio do nuestras necesidades.
TERCER DIA
¡Oh
Madre de nuestra Salud, llena de clemencia y de ternura! Con cuánta razón se
puedo decir de Vos, como del Salvador, que vuestra misericordia iguala al poder
de vuestro patrocinio, vuestra bondad es tan eficaz, que sobremanera excede a
las exquisitas atenciones de Rebeca para con Eliezer, pues ella os indujo a
pedir espontáneamente a vuestro Santísimo Hijo el milagro de las bodas de Caná,
donde el agua fue convertida en vino, y si tal fue vuestra solicitud cuando os
hallabais en este valle de lágrimas, ¿cuál será
ahora
que ya reináis con Dios en el cielo, ahora cuando nosotros tus hijos
atribulados, del fondo de nuestro corazón os rogamos humildemente que vengáis
en nuestro auxilio para remedio de nuestros males espirituales y temporales? oh
Vos cuyos sagrados labios guardan la ley de la clemencia, Vos en quien esta
noble virtud es semejante para nosotros al rocío del fin del otoño que
desciende a refrescar la tierra; Vos que os mostráis propicia a cuantos os invocan,
olvidad nuestra indignidad y dignaos sernos favorable hasta el último suspiro.
CUARTO DIA
¡Oh
María Madre da nuestra Salud ¿quién pue de dudar que sois para los más grandes
pecadores un asilo de salud, mucho más seguro que en tiempos antiguos la ciudad
de Beth surá para los que habían abandonado la ley del Señor, y que el
altar que Adonías tenía abrazado para librarse del enojo del rey Salomón! oh y
cuántas veces desarmado el Juez divino por vuestra favorable mediación, ha
podido decirnos como David á Abigaíl "a no ser por vos hoy es el día que
hubiera castigado de muerte a esos culpables," cuántas veces os habéis
dignado acordaros del débil tributo de los homenajes que os habían ofrecido unos
corazones que con sobrada razón podían compararse a la pecadora Rahab, a
los hijos de Babilonia, y loa habéis salvado no solo de sus enfermedades
corporales sino también de caer en el abismo eterno. Multiplicad, oh Madre de
la Salud, los rasgos de vuestra bondad admirable para con tantos ciegos
insensatos, como corren a su desgracia eterna, que siendo por los estrechos vínculos
de la fé cristiana, miembros como nosotros del
cuerpo místico de la Iglesia te pedimos por su salud eterna como Madre que sois
del Redentor del género humano.
QUINTO DIA
¡Oh
María! Madre de nuestra Salud, Vos cuya sola palabra basta en otro tiempo para
hacer saltar de alegría al Santo Precursor en el vientre de vuestra Santa prima
de quien saludabais, Vos que sabéis convertir en gozo las tristezas dando salud
a nuestras almas enfermas: Vos que después de Jesús sois nuestra esperanza,
permitid que sin cesar nos acordemos de vuestras virtudes y publiquemos el
encanto de vuestros privilegios, hasta que con los Ángeles y Santos podamos poseer
en el cielo la dicha de contemplaros. ¡Oh amorosa
Madre, no sin grande complacencia exclamamos aquí del fondo de nuestras almas
conmovidas de gratitud y ternura, que nuestra mano derecha caiga en olvido si
alguna vez, olvidamos dulce Virgen, los sagrados derechos que tenéis a nuestros
corazones, que nuestra lengua se seque sí después de vuestro adorable Hijo no
sois Vos la primera a quien alabemos. Ojalá que, acordándonos continuamente de vuestros
beneficios, repitamos con confianza. Vos quo sois la Salud de los enfermos,
rogad por nosotros.
SEXTO DÍA
Oh
María Madre de nuestra Salud á Vos recurrimos en todas nuestras penas, peligros
y necesidades, reconociendo un piadoso deber do ensalzar en todo tiempo vuestro
poder. Si, augusta soberana del universo, nuestra complacencia será siempre la
de proclamar que el brazo del Señor ha hecho que resplandezca en Vos su poder,
que su fuerza y su imperio residen en vuestra mano, quo todo lo podéis en El, y
que la gloria de las Jahel y de las Judith, triunfando de los enemigos del
pueblo de Dios, es apenas la figura de la que en Vos resplandece. ¡Oh poderosa
Madre dignaos recibir constantemente bajo vuestra protección a los que desean
invocaros sin descanso, Y, sobre todo, cuando llegue el momento decisivo, cuando
aterrorizada nuestra alma se halle a punto de presentarse ante su Juez ¡oh
entonces Madre nuestra no dejéis de defenderla contra sus enemigos, alentarla,
fortalecerla y recibirla, en vuestras manos maternales, al entrar en la eternidad,
para que la presentéis a vuestro Hijo con quien seremos enteramente felices.
SÉPTIMO DÍA
Oh
María Madre de nuestra Salud, ensalzada como el rosal de Jericó habéis
florecido como la rosa en una fresca margen vuestro lustre es puro como el del
lirio y vivo como el de la reina de la primavera. Mas ¿quién no dará una idea
de la fragancia de Jesús que en todas partes exhalas? ¿quién
nos haría conocer cuanto excede el perfume de vuestras virtudes al aroma de la
mirra más exquisita, y a la del incienso más agradable? Sí, Vos sola sois la
flor escogida que, en el árido valle de este mundo habéis atraído a Vos el
divino rocío,
al Justo por excelencia, al que es la Salud del mundo. Flor bendita, Flor
maravillosa, Flor medicinal, cuyo solo perfume hacen que se calmen las
dolencias de nuestra alma; haced que lo aspiremos para conseguir la salud que
tanto ambicionamos: Haced que corramos por el camino puro e inmaculado de los
verdaderos hijos de Dios, para tener algún día la dicha de veros en el cielo y
glorificar a vuestro Hijo por todos los favores con que habéis sido colmada.
OCTAVO DIA
Oh
Moría Madre de nuestra Salud ¡qué encantadora es vuestra hermosura a los ojos
de la fé verdaderamente sois digna de ser llamada por excelencia la Madre del
'"¡Señor, pues estáis adornada de todas las virtudes y perfecciones que
pueden hacer amable a una criatura! ¡Que placentero es para nosotros el poder
decir con uno de vuestros servidores, que arrebatáis los corazones, que os
contemplan y curáis las dolencias que nos afligen! ¡Qué grato nos es también
expresaros el deseo sincero que tenemos de amaros constantemente, según lo merecéis,
de preferir como Vos la belleza del alma a todo lo demás y de trabajar sin
descanso para aumentarla con el fervor de vuestra caridad! Recibid este deseo, divina
María, para alcanzarnos el cumplimiento de él. Así sea.
NOVENO DÍA
Oh
Madre del Verbo eterno hecho carne para nuestra salud, os saludamos como el arcángel: "llena de gracia." vuestro Hijo es
la fuente inagotable de toda gracia, quien fijando en Vos su primera morada,
cuando vino a habitar entre los hombres, os dio derecho para decir con toda
verdad "en mí reside toda gracia" por lo cual vuestras benditas
manos, son como un canal amplísimo por donde se comunica a toda la tierra este divino
tesoro, vivificando todo lo que es árido y haciendo que el desierto mismo
florezca como un nuevo Edén. A Vos pues recurrimos en nuestras necesidades; en
Vos ponemos siempre nuestra confianza después de Jesús; puesto que por Vos
esperamos de Él aunque lo desmerezcamos por nuestra pasada ingratitud el perdón
de nuestras innumerables culpas, el remedio y auxilio de que tanto necesita
nuestra flaqueza y la perseverancia final.
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