TRIDUO AL DIVINO ROSTRO DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO CONTRA LA EPIDEMIA IMPLORANDO SUS MISERICORDIAS Y SUS PERDONES
Triduo compuesto por la bienaventurada
Concepción Cabrera de Armida en 1918, con Imprimátur del Canónigo Antonio de
Jesús Paredes Villela, Vicario general de la Archidiócesis de México, dado el 4
de noviembre de 1918.
ACTO DE CONTRICIÓN
¿Cómo
acercarme a ti Faz adorable de mi Jesús, en que veo estampados mis crímenes…?
Esas heridas, esos golpes, esa corona de espinas y esa Sangre preciosa, ¿qué
otra cosa son que las huellas de mis pecados…? Necesito, Señor, romper primero
mi corazón con el arrepentimiento de mis maldades y así contrito y humillado,
pedirte perdón y la misericordia que nunca niegas a quien la solicita con amor.
Me pesa, Señor, de haberte ofendido de tantos modos… Cuento mis culpas en cada
herida de tu Rostro sacrosanto y mi alma se estremece de dolor al ver mi obra…
la obra de un hijo ingrato que así ha pagado los innumerables beneficios que de
tu bondad ha recibido ¡Perdón, piedad, misericordia! Quiero, Jesús mío, con el
dolor vivo de mis pecados y con el propósito de no volver a ofenderte, enjugar
tus lágrimas y ofrecerlas, además, por las penas que nos ofrecen. Quiero grabar
ese Rostro en lo más hondo de mi corazón, con la pureza de mi vida, que
conseguiré frecuentando los sacramentos. Y quiero, por último, recibir de tus
divinos labios el ósculo de paz que para ser feliz me asegure tu perdón.
DÍA PRIMERO
Vengo
hoy, Rostro adorable de mi Salvador, a enjugar mis lágrimas con las telas de mi
corazón arrepentido; esas lágrimas que corrieron tantas veces por tus mejillas
cuando pensabas en mis crímenes futuros… Lloraste Tú, Jesús del alma, por mis
ingratitudes y ese llanto brotando de lo íntimo de tu Corazón amable, pidió
entonces a tu Padre celestial misericordias y gracias para tus ingratos hijos.
¡Haz hoy lo mismo, Jesús amadísimo, y ese tu Padre, que es el mío, se moverá a
perdonarme! Guerra, hambre y peste asuelan hoy al mundo, Señor, en justo
castigo de nuestras maldades; pero ¡oh bondadosísimo Jesús!, yo vengo a pedirte
por esas lágrimas tuyas que cunde hoy en el territorio de María de Guadalupe.
Es cierto que los pecados, antes que la peste, infestaron este suelo… Pero,
Señor, basta una sola lágrima tuya ofrecida en expiación de tantos crímenes,
para que cese el castigo que merecimos. ¡Oh lágrimas de Jesús, que tantas veces
se unieron a las de María, perlas con las que se compra el Cielo!, lavad hoy
los pecados del mundo, y que vuestro riego santo y bendito fertilice con la
gracia los corazones que lloran. Amén.
ORACIÓN FINAL
Vine
abrumado y me voy consolado, ¡Rostro adorable de mi Jesús, a quien tanto amo
Rostro bendito de mi Salvador, a quien haré amar con todas las fuerzas de mi
vida! “Llamad y se os abrirá”, dijeron vuestros divinos labios, y “Pedid y
recibiréis”. Y yo, con toda la fe de un alma cristiana, creo, espero y confío
en tu infinito amor, Jesús mío, que es más grande que todos los crímenes del
mundo y en tu misericordiosa bondad. Confesando mis pecados, prometiéndote la
enmienda, en expiación de mis maldades, caigo de hinojos ante tu presencia
soberana pidiéndote una vez más que cese ya el castigo que nos agobia, si fuere
tu divina voluntad. ¡Mírame compasivo, Rostro de mi Jesús! ¡Óyeme clemente, y
díganme tus labios que me escuchaste, que me perdonaste y que soy tu hijo! Que
te grabarás indeleble, divina Faz, en el fondo de mi alma; que ampararás a esta
nación, a sus hogares y a todos los míos, enviándonos amoroso, con el Espíritu
Santo que renovará la faz de la tierra, ese ósculo de paz, de infinita ternura
que instantemente imploramos sin merecerlo. ¡Madre Guadalupana, que no sólo tu
rostro, sino tu imagen nos dejaste como prenda de tu amor en el bendito ayate
del Tepeyac!… Tú que nos ofreciste, en
venturoso día, ser madre amorosa y tierna de cuantos solicitasen tu amparo, hoy
te ruego con el alma henchida de fe, de esperanza y de amor, que con tus manos
benditas llames, y con tus labios de azucena pidas a Jesús que, por su Rostro
adorable, retire ya el azote de tu justicia de este tu pobre país y de todo el
mundo, que nos envíe como un nuevo Pentecostés, con el Espíritu Santo,
Consolador supremo, la paz tan deseada. Amén.
Se
rezan tres Padrenuestros y Avemarías gloriados, y después de cada uno la
siguiente jaculatoria: “Dulce Rostro del Amado, Tratado con cruel horror, De la
peste y del pecado, Líbrenos tu santo amor”.
DÍA SEGUNDO
¡Hoy
vengo Rostro divino de mi Jesús, a grabarte en el fondo de mi alma, delineando
en ella, una a una, tus facciones, tus tristezas y tus heridas! En un lienzo
blanquísimo quisiste estamparte un día en el camino del Calvario, para que al
pasar de los siglos y en medio del dolor que la invade, yo te retratara también
en lo más hondo de mi alma. ¡Déjame hoy poner mi frente pecadora sobre la tuya
purísima! No importa que las espinas de tu corona me puncen; que tu preciosa
Sangre, pues quiero purificarme con ella para ser digno de que me mires, Jesús;
de que escuchen tus oídos los clamores de mi voz que te piden misericordia. Cese
ya el azote de la epidemia que tantas víctimas hace. ¡Rostro adorable,
óyenos…!, ¡Rostro divino, míranos…!, ¡Rostro hermosísimo, más bello en sus
dolores del Calvario que en los esplendores del Tabor, abre tu boca divina
amargada por tantos crímenes, por el desprecio de la divina Ley por los odios y
las venganzas, por las persecuciones de la Iglesia santa! Que tus labios se
endulcen con la miel de nuestro arrepentimiento y el firme propósito de no
poner más el acíbar de nuestros pecados en ellos. ¡Abre esos labios, di una
sola palabra Señor, y cesará el castigo, y nuestras almas serán curadas! ¡Pureza,
parece que me pides, Jesús: pureza y caridad fraternal! “Amaos los unos a los otros”,
dices, y vendrá la paz por el Espíritu Santo a los hombres de buena voluntad. ¡Pues
sí, Jesús de mi alma!, te contestamos todos tus hijos: habrá pureza,
cumpliremos tus mandamientos de caridad, nos sacrificaremos en favor de la
Santa Iglesia, amaremos al Espíritu Santo e imploraremos su reinado de paz en
los corazones. ¡Una sola palabra de tus labios divinos, y nuestra alma será
sana y salva! ¡Una sola palabra, Jesús, y la peste desaparecerá, y todos
alzaremos el grito de gratitud, puros y arrepentidos!, ¡amando! Amén.
DÍA TERCERO
Con
un atrevimiento de amor, te voy a pedir un favor inmenso: quiero un ósculo de
tus labios que nos asegure tu paz y tu perdón; un ósculo que ponga el sello a
tu infinita caridad y que nos confirme, una vez más, Señor, el amor que nos
tienes. ¡Mira qué más nos das en la Sagrada Comunión! Por María de Guadalupe, nuestra
Madre, te pido este favor: ese ósculo amoroso para tus más que culpables
desgraciados hijos. María muy especialmente es Madre de esta su grey querida y
por sus labios benditos, Rostro sacrosanto, y por su Corazón inmaculado,
solicito esta gracia de tu bondad. María, como Tú, Jesús mío, (sin duda
recordado tu camino al Calvario), también nos dejó su imagen bendita retratada
en un pobre ayate para que pensáramos en Ella conmovidos y puros de corazón.
Ella, fiel imitadora de tus bondades, aprendió de Ti, Jesús del alma, ese rasgo
de inmensa ternura. Pues por esos dos recuerdos, Jesús mío, que solo pudieron
nacer de un amor divino, te pido hoy ese ósculo santo de Padre, de Hermano, de
Dios para sus pobres hijos; y con él todas las bendiciones para todas nuestras
familias, así como todas las restauraciones de todas las cosas en Cristo por
medio del Espíritu Santo y por intercesión de María. Amén.
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