MEDITACIONES
PARA TODOS LOS DÍAS DE ADVIENTO
OBRA
ESCRITA EN LENGUA ITALIANA POR SAN ALFONSO MARÍA DE LIGORIO,
OBISPO,
Y FUNDADOR DE LA CONGREGACION DEL SANTISIM0 REDENTOR
MEDITACIÓN
I.
Y
encarnóse por obra del Espíritu Santo, y se hizo hombre
Considera
como habiendo criado Dios al primer hombre para que le sirviese y amase en esta
vida, y después conducirle a la vida eterna, a reinar en el paraíso; a este fin
le enriqueció de luces y de gracias. Pero el hombre ingrato se rebeló contra
Dios, negando le la obediencia que le debía de justicia y por gratitud,
quedando de esta suerte el miserable privado con toda su descendencia de la
divina gracia y excluido por siempre del paraíso. Mira después de esta ruina
del pecado perdidos a todos los hombres. Todos vivían ciegos entre las
tinieblas, en las sombras de la muerte. Mas Dios, viéndolos reducidos a este
miserable estado, determina salvarlos. Y ¿cómo? No manda ya a un Ángel o a un
Serafín; sí que para manifestar al mundo el amor inmenso que tenía a estos gusanos
ingratos, envió a su mismo Hijo a hacerse hombre, y a vestirse de la misma carne
de los pecadores, para que satisficiese con sus penas y con su muerte a la
justicia divina por los delitos de ellos, y así los librase de la muerte eterna;
y reconciliándolos con su divino Padre, les alcanzase la divina gracia, y los
hiciese dignos de entrar en el reino eterno. Pondera aquí de una parte la ruina
inmensa que trae el pecado, privándonos de la amistad de Dios y del paraíso, y
condenándonos a una eternidad de penas. Pondera de la otra el amor infinito que
Dios mostró en esta grande obra de la Encarnación del Verbo, haciendo que su
Unigénito viniese a sacrificar su vida divina por manos de verdugos sobre la
cruz en un mar de dolores y vituperios, para alcanzarnos el perdón y la salvación
eterna. ¡Ah! que al contemplar este gran misterio y este exceso de amor cada
cual no debería hacer otro que exclamar: ¡Oh bondad infinita! ¡oh misericordia
infinita! ¡oh amor infinito! ¿Un Dios hacerse hombre, para venir a morir por
mí?...
AFECTOS
Y SÚPLICAS
Pero
¿cómo es, Jesús mío, que aquella ruina del pecado, que Vos habéis reparado con
vuestra muerte, yo tantas veces he vuelto después a renovármela voluntariamente
con tantas injurias como os he hecho? ¡Vos a tanta costa me habéis salvado, y
tantas veces yo he querido perderme, perdiéndoos á Vos, bien infinito! Pero me
da confianza lo que Vos habéis dicho: que cuando el pecador que os ha vuelto la
espalda, se con vierte después á Vos, no dejáis de abrazarlo: Volveos a mí, y
yo me volveré a vosotros, decís por el profeta Zacarías. Habéis también dicho:
Si alguno me abriere la puerta, yo entraré a él. He aquí, Señor, yo soy uno de
estos rebeldes, ingrato y traidor, que muchas veces os he vuelto las espaldas y
os he desechado del corazón de haberos de tal manera maltratado, y despreciado
vuestra gracia. Me arrepiento y os amo sobre todas las cosas. Ved la puerta de
mi corazón ya abierta; entrad, Señor, pero entrad para no salir jamás. Yo sé que
Vos nunca saldréis, si yo no vuelvo a desecharos; pero ¡ah! este es un temor, y
esta es también la gracia que os pido, y espero siempre pediros: hacedme morir,
antes que yo use con Vos esta nueva y mayor in gratitud. Amable Redentor mío,
por la ofensa que os he hecho no merecería ya amaros; pero os pido por vuestros
méritos el don del santo amor. Para esto hacedme conocer cuán gran bien es el
amor que me habéis tenido, y cuánto habéis hecho para obligarme a amaros. ¡Ah!
mi Dios y Salvador, no me hagáis vivir más tiempo ingrato a tanta bondad
vuestra. Yo no quiero dejaros más, Jesús mío. Basta cuanto os he ofendido. Razón
es que estos años que me restan de vida los emplee todos en amaros y daros
gusto. Jesús mío, Jesús mío, ayudadme; ayudad a un pecador que quiere amaros. ¡Oh
María, madre mía! Vos todo lo podéis con Jesús, sois su Madre. Decidle que me
perdone; decidle que me encadene con su santo amor. Vos sois mi esperanza, en
Vos confío.
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