DÍA
SEGUNDO
MEDITACIÓN
Estado
del Purgatorio
Aunque es cierto que el Señor puede condenar a las almas de los difuntos a purgar la pena de sus faltas a donde mejor le agradare, lo es también que, en el centro de la tierra, hay un lugar especial llamado propiamente Purgatorio, en donde de ordinario están detenidos con grave dolor, los espíritus humanos que aún no están bastantemente perfeccionados para entrar al cielo. Este es llamado lugar inferior, pozo profundo, mar tempestuoso, tierra de miseria y de tinieblas, de torbellinos y de oscuridad, muy próximo al infierno, o más bien, una estancia del mismo infierno. ¡Oh qué horror, pues, no debe excitar en nuestros ánimos tan terrible cárcel de la justicia divina, y cuánta compasión no debemos tener de las almas que están allí sufriendo el castigo de sus pecados! ¿Mas cuales ion las penas que se padecen en el purgatorio? Nos dicen comúnmente los Santos Padres y Doctores, que son las mismas que las del infierno. No hay diferencia, dice Santo Tomás, entre los tormentos del infierno y los del purgatorio; con el mismo fuego, prosigue san Agustín, se quema la paja y se purifica el oro entre las mismas llamas; sigue diciendo san Gregorio, encuentra el réprobo su suplicio y su purificación el justo. Ahora bien, si el infierno es la pena mayor que la Divina Justicia aplica a las criaturas rebeldes, imaginémonos cuáles serán los tormentos de las almas del purgatorio al sentirse oprimidas y penetradas por aquel mismo elemento atormentador que forma la desesperación eterna de los réprobos. La única diferencia que hay entre las penas de los réprobos y las de las almas del purgatorio, es, que las primeras son eternas y las segundas temporales. Apenas entra el condenado al infierno, cuando pierde la esperanza de salir de allí por una eternidad. No hay redención ni salvación para quien abusó hasta lo último de la redención y salvación que le procuró la sangre preciosísima de Jesucristo; las almas del purgatorio, por otra parte, adornadas con la gracia del Redentor, están seguras de su eterna salvación. Saldrán sin duda del Purgatorio, pero tendrán antes que pagar hasta el último cuadrante, la deuda contraída en vida con la Divina Justicia, por sus culpas. ¿Y cuándo llegarán a satisfacerla? Quién antes y quién después, según la calidad de la culpa y la cantidad de la pena correspondiente; y nos dicen los doctores, que algunas no saldrán de aquella cárcel atormentadora, sino en el día del juicio final. ¡Oh cuán largo penar! ¡Oh cuán caro cuesta el pecado! guardémonos, pues, de cometerlo, y si le hemos cometido, apresurémonos a borrarle en vida, para que nada tengamos que pagar después de la muerte.
ORACIÓN
Gran
Dios, dadnos gracia y fuerza para huir de toda culpa, y para detestarla en la presente
vida. El fuego terrible del Purgatorio, los atroces tormentos que allí se
padecen, la duración de la pena tan prolongada, son otros tantos motivos
fuertes y muy poderosos que nos hacen concebir un sumo horror al pecado, y todo
nos conmueve el corazón para acudir con el mayor empeño, a socorrer a aquellas
almas benditas. Echad, vos también, ¡oh Señor! una mirada benigna hacia ellas, y
haced por vuestra gran misericordia que llegue cuanto antes el fin de tan larga
aflicción, siguiendo a aquellos tormentos vuestra gloria, y a aquella cárcel,
vuestra mansión bienaventurada, donde os adoren y bendigan por una eternidad.
Amén.
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