MEDITACION
XVI
Sacaréis
aguas con gozo de las fuentes del Salvador.
Considera
las cuatro fuentes de gracias, que nosotros tenemos en Jesucristo contempladas
por san Bernardo. La primera fuente es de misericordia, en la que nosotros
podemos lavarnos de todas las suciedades del pecado. Esta fuente se formó para
nosotros con las lágrimas y con la sangre del Redentor; el que, como dice san Juan,
nos amó, y nos lavó de nuestros pecados en su sangre. La segunda fuente es de
paz y consuelo en nuestras tribulaciones, pues el mismo Jesucristo nos dice:
Invócame en el día de la tribulación, y yo te consolaré. El que tiene sed de verdaderos
consuelos aun en esta tierra, venga a mí, que le contentaré. Qui sitit veniatad
me. Quien pruebe las aguas de mi amor desdeñará para siempre las delicias del
mundo, y se satisfará enteramente después, cuando entrare en el reino de los
bienaventurados; pues que el agua de mi gracia le elevará de la tierra al cielo.
Así también la paz, que Dios da a las almas que le aman, no es la que ofrece el
mundo en los placeres sensuales, que dejan en el alma más amargura que paz. La que
Dios da, sobrepuja a todos los deleites de los sentidos: Pax quo escuperat
omnem sensum. ¡Dichosos, pues, los que desean esta fuente divina! La tercera
fuente es de devoción. ¡Oh y cómo se hace devoto, y pronto a ejecutar las voces
de Dios, y crecer siempre en la virtud, quien a menudo medita cuánto ha hecho
Jesucristo por nuestro amor! Él será como el árbol plantado en la corriente de
las aguas: Erit tamquam lignum quod plantatum est secus decursus aquarum. La cuarta
fuente es de amor. Quien medita los padecimientos y las ignominias de Jesucristo
sufridas por nuestro amor, no es posible que deje de sentirse inflamado de
aquel fuego santo que ha venido a encender en la tierra; según aquellas
palabras de David: En mi meditación se inflamará el fuego. Con lo que va dicho
se verifica cumplidamente que el que se aprovecha de estas dichosas fuentes que
nosotros tenemos en Jesucristo, sacara siempre de ellas aguas de gozo y de salvación:
Haurietis aquas in gaudio de fontibus Salvatoris.
AFECTOS
Y SÚPLICAS
¡Oh
mi dulce y amado Salvador, cuánto os debo! ¡cuánto me habéis obligado a amaros,
habiendo hecho por mí lo que no habrá hecho un hijo por su padre, ni un siervo
por su señor! Sí, Vos me habéis amado más que otro alguno; razón es que yo os
ame sobre todos los otros. Quisiera morir de dolor al pensar que Vos habéis
padecido tanto por mí, y además habéis aceptado por amor mío la muerte más
dolorosa é ignominiosa que puede padecer un hombre; ¡y tantas veces yo he
despreciado vuestra amistad! ¡Cuántas veces me habéis perdonado, y he vuelto a
ofenderos! Pero vuestros méritos son mi esperanza. Ahora aprecio más vuestra
gracia, que todos los reinos de la tierra. Yo os amo, y por amor vuestro acepto
toda pena, toda muerte. Y si no soy digno de morir por mano de verdugo para
daros gloria, al menos acepto voluntariamente aquella muerte que me tenéis
destinada; y la acepto en el modo y en el tiempo que Vos dispongáis. Madre mía,
María, alcanzadme el vivir siempre y morir amando á Jesús.
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