lunes, 14 de diciembre de 2020

ADVIENTO - DÍA DIECISÉIS

 


MEDITACION XVI

Sacaréis aguas con gozo de las fuentes del Salvador.

Considera las cuatro fuentes de gracias, que nosotros tenemos en Jesucristo contempladas por san Bernardo. La primera fuente es de misericordia, en la que nosotros podemos lavarnos de todas las suciedades del pecado. Esta fuente se formó para nosotros con las lágrimas y con la sangre del Redentor; el que, como dice san Juan, nos amó, y nos lavó de nuestros pecados en su sangre. La segunda fuente es de paz y consuelo en nuestras tribulaciones, pues el mismo Jesucristo nos dice: Invócame en el día de la tribulación, y yo te consolaré. El que tiene sed de verdaderos consuelos aun en esta tierra, venga a mí, que le contentaré. Qui sitit veniatad me. Quien pruebe las aguas de mi amor desdeñará para siempre las delicias del mundo, y se satisfará enteramente después, cuando entrare en el reino de los bienaventurados; pues que el agua de mi gracia le elevará de la tierra al cielo. Así también la paz, que Dios da a las almas que le aman, no es la que ofrece el mundo en los placeres sensuales, que dejan en el alma más amargura que paz. La que Dios da, sobrepuja a todos los deleites de los sentidos: Pax quo escuperat omnem sensum. ¡Dichosos, pues, los que desean esta fuente divina! La tercera fuente es de devoción. ¡Oh y cómo se hace devoto, y pronto a ejecutar las voces de Dios, y crecer siempre en la virtud, quien a menudo medita cuánto ha hecho Jesucristo por nuestro amor! Él será como el árbol plantado en la corriente de las aguas: Erit tamquam lignum quod plantatum est secus decursus aquarum. La cuarta fuente es de amor. Quien medita los padecimientos y las ignominias de Jesucristo sufridas por nuestro amor, no es posible que deje de sentirse inflamado de aquel fuego santo que ha venido a encender en la tierra; según aquellas palabras de David: En mi meditación se inflamará el fuego. Con lo que va dicho se verifica cumplidamente que el que se aprovecha de estas dichosas fuentes que nosotros tenemos en Jesucristo, sacara siempre de ellas aguas de gozo y de salvación: Haurietis aquas in gaudio de fontibus Salvatoris.

 

AFECTOS Y SÚPLICAS

¡Oh mi dulce y amado Salvador, cuánto os debo! ¡cuánto me habéis obligado a amaros, habiendo hecho por mí lo que no habrá hecho un hijo por su padre, ni un siervo por su señor! Sí, Vos me habéis amado más que otro alguno; razón es que yo os ame sobre todos los otros. Quisiera morir de dolor al pensar que Vos habéis padecido tanto por mí, y además habéis aceptado por amor mío la muerte más dolorosa é ignominiosa que puede padecer un hombre; ¡y tantas veces yo he despreciado vuestra amistad! ¡Cuántas veces me habéis perdonado, y he vuelto a ofenderos! Pero vuestros méritos son mi esperanza. Ahora aprecio más vuestra gracia, que todos los reinos de la tierra. Yo os amo, y por amor vuestro acepto toda pena, toda muerte. Y si no soy digno de morir por mano de verdugo para daros gloria, al menos acepto voluntariamente aquella muerte que me tenéis destinada; y la acepto en el modo y en el tiempo que Vos dispongáis. Madre mía, María, alcanzadme el vivir siempre y morir amando á Jesús.


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