DÍA
UNDÉCIMO
VIRTUDES
DE LA ADORACIÓN DE SAN JOSÉ
Después
de la Santísima Virgen, ha sido San José el primero, y más perfecto adorador de
Nuestro Señor. La fe de su adoración fue mayor que la de todos los santos. Su
humildad, más profunda que la de todos los elegidos. Su pureza, mayor que la de
los Ángeles. Su amor, tan acendrado, que jamás criatura alguna, ni angélica, ni
humana, tuvo, ni pudo tenerlo semejante para con Jesús. La abnegación de San
José era tan grande como su amor. ¡Cuán glorificado debía ser el Verbo hecho
carne por las adoraciones de María y de José, que lo desgranaban de la
indiferencia y de la ingratitud de sus criaturas! San José adoraba el Verbo
encarnado, en unión con la divina Madre; unido a todos los pensamientos, actos
de adoración, de amor y de alabanzas de Jesús para su Padre celestial; y a sus
actos de caridad para con los hombres, por quienes se había humanado. La
adoración de Han José iba dirigida a los misterios presentes, actuales; así como
también a la virtud, la gracia y el espíritu de los mismos. En la Encarnación, adoraba
el anonadamiento del Hijo de Dios; en Belén, su pobreza; en Nazaret, su
silencio, su debilidad, su obediencia, sus virtudes, de las cuales tenía un
claro conocimiento; siéndole manifiestas sus intenciones, y el sacrificio que
representaban por amor y a la mayor gloria del Padre celestial. San José
adoraba, por lo menos interiormente, cuanto Jesús decía y pensaba. El Espíritu
Santo se lo manifestaba, a fin de que pudiese glorificar al Padre celestial en
unión con su divino Hijo, nuestro Salvador. De modo que la vida de San José,
fue vida de adoración de Jesús, y de adoración perfecta. Me uniré pues, a este
santo adorador, para que me enseñe a adorar a Nuestro Señor y me asocie con él,
a fin de que yo sea el José de la Eucaristía, como fue él el José de Nazaret.
Aspiración: San
José, Padre y modelo de los adoradores, ruega por nosotros.
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