DÍA XVIII
MEDITACIÓN. - DELICADEZAS DE ALMAS GRANDES.
Qui vult tecum judicio contendere, et tunicam tuam
tollere, dimilte ei et palium. (MatthV. 40.)
Aquel que quiere ponerte pleito y tomarte la túnica,
déjale también la capa.
En la práctica de la virtud de la
caridad encontramos dificultades sin número, las que hacen que nuestra caridad
desaparezca totalmente o que no sea su brillo tan hermosamente resplandeciente
cual conviene a los seguidores de Cristo. Entre ellas, la que más funestos
quebrantos suele ocasionar a las almas es la visión real o aparente de los
defectos que aparecen en nuestros hermanos.
Esta visión es tanto más perjudicial
en el alma, cuánto más aprecia el valor cristiano y más desea el reinado del
amor. Los maestros de la vida del espíritu, como San Juan de la Cruz, ensenan a
precaverse de este enemigo, tan común en las almas principiantes y aun
aprovechadas en el camino de la perfección. Por esto, el Santo Doctor daba sapientísimo
consejo cuando escribía: Nunca tomes por modelo al hombre en lo que hubieres de
hacer, por santo que sea; porque te pondrá el demonio delante sus
imperfecciones; sino imita a Jesucristo que es sumamente perfecto y sumamente
santo, y nunca errarás.
Singular sabiduría es no ver en
nuestros hermanos defecto ninguno, y denota posesión de alguna virtud y mucha
pureza y rectitud de corazón. El limpio de corazón, dice San Juan de la Cruz,
en todas las cosas halla noticia de Dios gustosa, casta, pura, espiritual,
alegre y amorosa. Porque cualidad graciosa es del que ama ver siempre el bien
de sus semejantes.
'Si quiero fomentar en mi corazón el
amor al prójimo c intenta el demonio ponerme ante los ojos los defectos de tal
o cual hermana, me apresuro a buscar sus virtudes y sus buenos deseos; pienso que,
si la vi caer una vez, puede haber ganado en cambio numerosas victorias, que
oculta por humildad, o bien, que lo que a mí me parece falta, quizá sea un acto
de virtud, considerando la intención con que lo hizo.
Hermosa es esta doctrina que tanto
acrece en mi alma la caridad y debo practicarla con tal celo, que no he de
permitir en mí el más insignificante raciocinio. Creo que, en el ejercicio de
la caridad, como en el de la pureza, la huida es el medio que proporciona más
victorias, porque es muy ladino el enemigo y muy frágil nuestro corazón para
que no se pierda con abundancia de raciocinios. Para mí, la norma de mi caridad
fraterna, no ejerciendo cargo que me obligue la corrección es el del olvido o mejor
ulero que mi
caridad tenga dos cualidades, la de ser ciega
e ignorar el cálculo. No quiero ver ni raciocinar, ni calcular sobre los actos
de mis hermanos. Sólo Dios, que es el juez supremo de vivos y muertos, juzgará
los actos humanos. ¡Ah, cuántos juicios, condenatorios en cl tribunal del
hombre, serán de completa absolución en el tribunal de Dios! Celestial y
provechosa doctrina que conduce al alma seguramente a la paz interior que es la
felicidad anticipada.
Esta doctrina la vemos elocuentemente
confirmada en cl Evangelio cuando el Maestro nos dice: Dad a cualquiera que os
pida, y si os toman lo que os pertenece no lo reclaméis. (S. Luc. VI, 30.) Dejad
vuestra capa a quien quiera litigar para llevarse vuestra túnica. (S. Matth. V,
40.) Nuestra Santita explica esta doctrina diciendo: Ceder la casa es, a mi
parecer, renunciar a nuestros últimos derechos, y considerarse como criada y
esclava de los demás. No, no me basta dar a todo el que me pida; he de
aplicarme a adivinar sus deseos, he de mostrarme agradecida y considerarme muy
honrada de poder prestar algún servicio; y si se me llevan algún o jeto de mi
uso, he de demostrar agrado de que me hayan desembarazado de él.
¡Oh! Que progresos haríamos en la vida del
amor, si nos dedicásemos a la meditación saludable de esta doctrina. Jamás pondríamos
sobre nuestros hermanos el pesado juicio de nuestro entendimiento, y sí sólo, pensaríamos
en amarlos hasta morir por ellos; como el dulce Jesús víctima del amor a los
hombres,
EJEMPLO
TRANSFORMACIÓN ESPIRITUAL
X. (Italia). 3-7-1913.
Viéndome obligada por mi estado de
salud a faltar a mis comuniones, invoqué a Sor Teresita en el mismo instante
que la conocí para pudiera regularizarlas; obtuve la gracia pedida, y ello me
animó para encomendarle la transformación de mi alma y también ha escuchado, ya
no soy la misma.
Ella me ha hecho comprender la dicha
causa. que la aceptación generosa de los pequeños sufrimientos de cada día,
dulcemente me inclina hacia la humildad; ella me obliga n ser amable y buena
sobre todo con las personas que me son menos sim áticas y me enseña el valor de
los ligeros sacrificios y de las acciones más insignificantes, cuando se hacen
por amor; en fin, la paz me rodea, vivo en un mundo nuevo, antes desconocido
para mí.
Hace algunos días fui mal recibida
por alguien a quien pedí un favor, y además acusada injustamente; de natural
vivo e irascible, me pareció estar retenida por un freno y como sumida en un
ambiente de serenidad profunda.
Me contuve, y de regreso a mi celda,
mientras daba gracias a Dios de esta gran victoria, sentí que una alegría
celestial inundaba
sor M.
Jaculatoria: ¡Oh regalada Esposa de Jesús! haz que comprenda las
Verdaderas delicadas del corazón y la practique con mis semejantes.
ORACIÓN PARA ESTE DÍA
¡Oh gloriosa Santita! que acordándote que la caridad cubre la multitud de pecados, bebiste en ese fecundo manantial abierto por cl Señor' en su sagrado Evangelio, y saturada tu alma con esa agua divina, corriste por el camino dc los mandamientos divinos hasta dilatar tú con la abundancia del amor; haz, fervorosa criatura, que mi corazón se dilate con la caridad del prójimo; y para más obligarte te recordamos tus inefables promesas en favor de tus devotos, con las siguientes:
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