TRECENARIO EN HONOR A SAN ANTONIO ABAD
TAL COMO SE REZA EN SU CAPILLA DE ALGHERO.
A INSTANCIA DE UN DEVOTO SUYO.
Compuesta por Francesco Cugia De Litala.
Canónigo en Alghero. Italia, Año 1872.
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
ACTO DE CONTRICION
Oh Dios de bondad infinita,
que no deseas la muerte del pecador, sino que se convierta y viva, y que no
desechas jamás un corazón contrito y humillado ante Ti, yo postrado a vuestros
pies, confesado toda mi ingratitud y la enormidad de mis innumerables culpas,
por las cuales he merecido mil veces el infierno, vengo a pedirte perdón,
porque con todo el corazón las detesto y me arrepiento; y no me duele tanto
haber con ellas perdido el Cielo y merecido el Infierno, sino principalmente me
duelo y arrepiento de haberte ofendido a Vos mi sumo bien y bondad infinita; y
por esto propongo desde ahora firmísimamente y ayudado por vuestra divina gracia,
preferir morir mil veces prontamente antes que volver a pecar jamás. Amén.
PRIMER DIA
CONSIDERACION
LOS PRIMEROS
AÑOS DE LA VIDA DE SAN ANTONIO ABAD
Consideremos que Dios previno
a su elegido por Patriarca de los Cenobitas, San Antonio, haciéndolo nacer de
nobles y ricos padres, por su piedad y virtud distinguidos también más que pro
la nobleza y riqueza; los cuales no solamente se ocuparon solícitamente con
verdadero y santo amor de criar santamente a su amado hijo, educándolo en el
santo temor de Dios y de todas las demás cristianas virtudes. Y él
correspondiendo con gran espontaneidad y solicitud a esta primera gracia de
Dios y al amoroso cuidado de sus padres, fue siempre dócil, obediente, modesto,
sobrio y devoto, sin más complacencia desde su niñez que la de asistir
cotidianamente al Santo Sacrificio de la Misa y de otros divinos oficios en la
Iglesia. ¡Cuántas bellas lecciones para nosotros en este primer breve retrato
de la vida de nuestro Santo! Padre y Madres, ¿desean tener ustedes también hijos
sabios, buenos y santos a ejemplo de nuestro gran Protector? Imiten, pues, a
los padres de San Antonio en la educación de vuestros hijos y seguramente los
tendréis iguales. Todos, pues, consideramos que la correspondencia del infante
y joven Antonio a la primera divina gracia fue la piedra fundamental sobre la
cual ellos elevaron el grande y admirable edificio de su excelsa santidad;
porque la gracia divina no correspondida se pierde, mientras que si es
correspondida va siempre redoblándose en cada acto de fiel correspondencia.
Recordemos entonces también nosotros todas las gracias con que Dios nos ha
favorecido desde el primer instante de nuestras vidas, y arrepintámonos de
haberle tan mal correspondido, proponiéndonos firme enmienda, ocupándonos en lo
adelante con toda la solicitud en reparar esta negligencia nuestra tan dañina.
-Diremos ahora tres
Padrenuestros, Avemaría y Gloria a la Santísima Trinidad, en honor de nuestro
Santo y en agradecimiento por las tantas gracias que le ha concedido en la tierra,
y por la gloria altísima a que lo ha elevado en el Cielo.
ORACION
Oh Glorioso San Antonio Abad,
que desde tu infancia fuiste tan diligente en corresponder a los divinos
favores y tan vigilante en custodiar el inestimable tesoro de la Divina Gracia,
vuelve piadoso tu mirada sobre nosotros, y viendo cuán miserables e infelices
somos, porque hasta ahora hemos sido demasiado ignorantes de los favores
divinos y demasiado descuidados en la custodia de la Gracia Divina, obtenednos
de Dios con el verdadero dolor de nuestros pecados la gracia pura de repararlos
de ahora en adelante con diligencia y vigilancia igual por lo menos a nuestra
pasada negligencia y olvido. Amén.
RESPONSORIO A SAN ANTONIO ABAD
Si quieres
milagros
Ruega al Gran
Antonio
Muerte y demonio
huyen,
Se recuperan los
campos
Pobreza, calumnia,
Temblores, naufragios,
Cárcel e incendios,
Ceden y desaparecen.
Los peligros se
retiran
Error y calamidad,
Recupera bienes perdidos,
Aumenta la
prosperidad.
Pobreza, calumnia, etc…
Gloria al Padre,
al Hijo y al Espíritu Santo, como era en un principio, ahora y siempre por los
siglos de los siglos. Amén.
Pobreza, calumnia, etc…
ANTIFONA. Rector de Ermitaños, Padre de Cenobitas, Director de Ascetas, liberador
de Demonios, protector de Viena, Padre universal, por ti tenga piedad de
nosotros Jesús Salvador.
V. Ruega por nosotros San Antonio Abad
R.
Para que seamos dignos de las promesas de Cristo.
OREMOS. Te suplicamos, Señor, por intercesión del bienaventurado abad Antonio,
aquellos que a él nos encomendamos para que con su patrocinio obtengamos lo que
no podemos por nuestros propios méritos. Por Cristo nuestro Señor.
R.
Amén.
SEGUNDO DIA
CONSIDERACION
PRONTITUD Y RESOLUCION DE SAN ANTONIO ABAD AL
CORRESPONDER A LA GRACIA DE LA VOCACION
Consideremos como nuestro
Santo Protector, aún no cumplidos los veinte años, por la muerte de sus padres
se encontró libre dueño de sí mismo, y de una fortuna muy considerable. Pero,
no obstante, entrando un día en la Iglesia, escuchó leer aquella palabra que
Nuestro Señor Jesucristo le dijo a un joven: “Si deseas ser perfecto, ve y
vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo”; y él
aplicándolas como si se las hubieran dicho a él mismo, por inspiración divina
no se tardó y regresó a casa, se encargó de todos los asuntos familiares y
vendió todos sus bienes, distribuyendo entre los pobres todo el producto, y se
retiró a un desierto cercano a su patria, para imitar a un viejo santo que allá
vivía de ermitaño.
¡Oh! ¡Si imitásemos todos
nosotros cuantos somos, jóvenes y viejos, la resolución y la prontitud de este
santo jovencito en corresponder a la inspiración de la divina gracia! Pero en
cambio, ¡oh cuántas veces rechazamos, despreciamos y resistimos las santas
inspiraciones, para no incomodarnos, por temor al mundo, por cobarde
desconfianza en nosotros mismos; en una palabra, ¡por no contradecir nuestras
pasiones y satisfacer nuestros caprichos! Arrepintámonos y enmendémonos.
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad,
que siendo tan joven supiste reconocer tan claramente la divina llamada, que
generosísimamente triunfando de vos mismo, pronto abandonaste todo para servirle
perfectamente, según la doctrina y el ejemplo de Nuestro Señor y Salvador
Jesucristo; obtenednos de Él la luz del intelecto y la gracia eficaz de hacer
su voluntad, con la que podamos también nosotros, truncado todo retraso,
superado todo obstáculo y despreciado todo respeto humano, triunfar como tú
sobre nosotros mismos, y siguiendo siempre fielmente las inspiraciones divinas,
podamos siempre y en todo hacer las santísima voluntad divina. Amén.
TERCER DIA
CONSIDERACION
SAN ANTONIO ABAD EN SUS INICIOS COMO ERMITAÑO
Consideremos hoy el ardor con
el cual nuestro Santo en su soledad se aplicaba a buscar la deseada perfección.
Todo su tiempo lo dividía entre el trabajo, la oración y la lectura,
concediendo escasísima parte al sueño, y alimentándose una vez al día muy
modestamente, solo con pan y agua. Era tan grande su fervor, que cuando oía
hablar de cualquier santo Anacoreta, iba rápido a visitarlo para escuchar como
un tesoro sus instrucciones y aprovechar su ejemplo; imponiéndose el deber (que
nunca dejó de cumplir) de practicar cuanto ellos practicaran y de cuanto ellos
les dijeran que practicaban otros grandes siervos de Dios. Y este fue el modo
con el cual él alcanzó una santidad tan sublime, que se convirtió en un
perfecto modelo de todas las virtudes cristianas. Y qué cosa hacemos nosotros,
no digamos para alcanzar la perfección (a la cual, por otro lado, todo
cristiano según su propio estado debe atender, según la divina palabra: “Sed
santos, como santo es vuestro Padre que está en el Cielo”), sino aunque sea
para asegurar por lo menos nuestra salvación eterna? ¿Cuánto de nuestro tiempo
devora el ocio, maestro de la iniquidad? ¿Cuánto tiempo le dedicamos a la
vanidad, fuente de innumerables pecados? ¿Cuál cuidado y diligencia ponemos en
aprender y cumplir con todos los deberes de nuestro estado? ¿Cuál atención
ponemos en imitar las grandes virtudes y las santas prácticas de piedad, de la
cual nos han dado tan bellos ejemplos los santos siervos de Dios? ¡Ah! Bajemos
nuestra cabeza y meditemos que somos muy diferentes de este nuestro santo
protector.
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh Glorioso San Antonio,
humillados y confundidos confesamos a vuestros pies nuestro descuido en el
único asunto muy importante de la salud del alma; pero con ganas de enmendar y
reparar el tiempo perdido, proponemos desde hoy en adelante imitar vuestro
ejemplo en la asidua vigilancia y premura que tuviste siempre para emplear
cautamente todo vuestro tiempo y de practicar, a todo costo, todo cuanto de
santidad tu nos has mostrado, tanto con las palabras como con el ejemplo, como
medio para alcanzar la perfección cristiana; y por esto recurrimos hoy a
vuestra potente intercesión, para obtener de Dios la gracia y la fortaleza
necesaria para poder, desde hoy en adelante, poner en práctica este nuestro
propósito y perseverar en él siempre constantes hasta el punto extremo de
nuestra vida. Amén.
CUARTO DIA
CONSIDERACION
SAN ANTONIO ABAD SIEMPRE VICTORIOSO DEL DEMONIO
Consideremos cómo el Demonio
celoso de los avances que nuestro santo hacía cada día en el camino de la
perfección, puso todas sus obras y malas artes en acción para perderlo. “¿Qué
cosa crees que has hecho”, le decía en una ocasión, “vendiendo los bienes de
tus padres, tu herencia y dándola a los pobres? ¿Crees que así te aseguras el
Paraíso? ¡Pobre loco! Habrías hecho multo mejor conservando aquello que Dios te
había dado para tu uso y ventaja del prójimo. Tú no podrás resistir tanta
austeridad: entonces entra en juicio y vuelve a tu cómodo estado, pero regresa
pronto, porque de otro modo perderás lo temporal y lo eterno, y serás la burla
del Mundo”. Muchísimas otras veces trataba de atormentarlo y aterrorizarlo
presentándose ante él en formas horrendas y pavorosas, o sino ensordeciéndolo
con vocerío y gritos horribles, y también maltratándolo despiadadamente con
golpes y palizas crueles tales que le dejaba casi moribundo. Sobre todo,
también lo combatía sin piedad y de todas formas contra la virtud de la
castidad con las más poderosas y terribles tentaciones; pero en vano, porque el
joven santo siempre triunfó sobre él, burlándose de él y despreciándolo
siempre, y provocándolo a nuevas luchas, hasta reducirlo a tal, que apareció un
día disfrazado de un moro muy feo, arrojándose a sus pies, con voz humana le
dijo: “Yo soy Satán. Muchísimos son los hombres que yo he engañado, y entre
estos grandes hombres no son pocos aquellos que he arrastrado a la condenación
eterna. Contigo, sin embargo, he intentado todo y nada he logrado; y veo
claramente, que nada lograré, por tanto, me doy por vencido”. El Padre de las
Mentiras confesando a Antonio esta verdad, le tendía un lazo muy sutil,
esperando en vano hacerlo caer en la vanagloria; pero no consiguió otra cosa
que su propia confusión, porque el Santo reprendiéndolo amargamente, lo llenó
de burla y lo ahuyentó, llevándose así una nueva y más estupenda victoria. ¿Pero,
y cómo nuestro santo procuró y obtuvo siempre tanta virtud y tanto poder contra
el astuto y prepotente dragón infernal? ¡Ah, hermanos míos! Con plegaria y
oración continua, con el ejercicio de la más austera mortificación y con total
desconfianza en uno mismo, combinado con una confianza total y perfecta en Dios
solo. Imitemos pues a nuestro Santo Protector en estas virtudes, y como él
también seremos siempre victoriosos sobre todas las artes y engaños del enemigo
infernal.
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Glorioso San Antonio Abad,
¡oh! ¡Cuánto nos avergonzamos hoy de llamarnos tus devotos, mientras nos
reconocemos tan distintos de Vos! Vos siempre ocupado y entregado a la oración
y plegaria continua; nosotros tan ociosos y disipados; Vos inocente y santo, en
agonía de las austerísimas penitencias, nosotros pecadores indignísimos,
siempre entregados y ocupados en procurarnos todas las comodidades de la vida y
los vanos placeres de la tierra. Vos todo humildad y desprecio de vos mismo;
nosotros llenos de amor propio, de vanidad, de presunción y de soberbia. ¿Qué
nos sorprende entonces si el Diablo triunfa tan fácilmente sobre nosotros en
cada ocasión? ¡Oh! Santo Protector nuestro, ten piedad de nosotros cuanto mayor
sea nuestra miseria; y con tu poderosa intercesión obtén para nosotros del
Señor Redentor Jesucristo las virtudes de la humildad y la mortificación, y el
verdadero espíritu de oración. Amén.
QUINTO DIA
CONSIDERACION
SAN ANTONIO ABAD, PATRIARCA DE LOS CENOBITAS
Consideremos como la fama de
la santidad de Antonio comenzaba a dispersarse en el mundo, mientras él siempre
buscaba esconderse; por lo tanto, habiendo cruzado el brazo oriental del Nilo y
encontrado los restos de un castillo en ruinas en la cima de una alta montaña,
se encerró allí, y por espacio de unos veinte años, sin que todos lo supieran,
vivió allí sin ver a ningún otro ser humano, sino un hombre que iba de vez en
cuando a llevarle algo de pan. Sin embargo, la fama de su gran santidad le hizo
reencontrarse al final por los muchísimos que querían llegar a ser sus
seguidores y discípulos; que acudían a él en número cada vez mayor con
incesantes súplicas y oraciones finalmente lo indujeron a descender de la
montaña y convertirse en su maestro y guía en la vida cenobítica; fundando así
su primer Monasterio, que mantuvo cerca de muchos otros y tan poblado, que
aquellos desiertos, según varios autores de la vida del Santo, parecían haberse
transformado en ciudades populosas, habitadas por miles y miles de Ángeles
vestidos de humana carne. Aprendamos de este rasgo de la vida de nuestro santo
protector a huir todo lo que podamos de la alabanza humana, para no perder el
mérito de las buenas obras, que con su divina ayuda Dios nos da la gracia de
hacer. Al hacerlo, el buen Jesús conservará y aumentará su gracia, y también
nos hará dignos de hacer grandes cosas para su mayor gloria, como elevó a San
Antonio a la sublime gloria de ser Patriarca de la vida cenobítica, y por tanto
el Padre de infinitos Monjes, eminente por todas las virtudes cristianas y por
la sublime santidad.
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh Glorioso San Antonio Abad,
obtenednos de Dios la gracia de poderte imitar en el desprecio de la gloria
mundana y en el huir de las alabanzas humanas, las cuales no sirven sino para
poner en grave peligro de perder frente a Dios el mérito de aquellas mismas
buenas obras, que su misericordia nos da la gracia de poder hacer; para que
también nosotros, a imitación vuestra, siempre obrando a mayor gloria de Dios,
seamos por él hechos dignos de progresar siempre en el camino de la cristiana
perfección de nuestro estado, a exaltación de su Santísimo Nombre y para
ventaja espiritual de nuestro prójimo. Amén.
SEXTO DIA
CONSIDERACION
SAN ANTONIO SALE DE SU RETIRO EN SOLEDAD PARA DEFENDER
Y SOSTENER NUESTRA SANTA FE
Consideremos cómo, aunque
nuestro Santo nada amaba más que su celda solitaria, aún en el año 311, durante
la persecución del emperador Maximino, la abandonó para ir a la misma ciudad de
Alejandría a servir a los Mártires de Jesucristo, encarcelados en prisiones,
condenados a trabajar en las minas e incluso hasta la muerte, para consolarlos
y ayudarlos a persistir firmemente en la confesión de nuestra santa Fe. Y esto lo hizo públicamente, siempre
vistiendo su hábito de Monje francamente en todas partes, despreciando la furia
del tirano, aún en presencia de los jueces perseguidores. Luego en el año 355,
cuando convencidos los obispos de Egipto, que nadie mejor que él podía haber
combatido a los arrianos, quienes entonces con su herejía impía a la vez que
poderosa y violenta desgarraron cruelmente el vientre de la Santa Madre
Iglesia, lo llamaron en su ayuda, abandonó rápidamente su soledad; y habiendo
llegado de nuevo a Alejandría, comenzó a predicar públicamente a la cara de los
mismos perseguidores herejes, defendiendo con la palabra y sosteniendo con la
virtud de los milagros las verdades infalibles enseñadas por la santa Iglesia
Católica. Entonces todos competían para verlo y oírlo, los idólatras no menos
que los cristianos; y su santa palabra, confirmada muy a menudo por sonoros
prodigios, produjo no menos abundantes que preciosísimos frutos de vida eterna.
Tal es la verdadera caridad, que significa verdadero amor a Dios y al prójimo. Ella
“non quaerit quae sua sunt”: no se preocupa por su propio placer, no se
preocupa por sus propias comodidades, no; pero cuando se trata de la gloria de
Dios y la salvación del prójimo, se olvida de todo. Así lo hizo San Antonio,
abandonando con su soledad la inefable dulzura pura de sus celestiales
contemplaciones, y exponiéndose resuelta y francamente a la furia de los
poderosos perseguidores para defender el honor divino ultrajado y la verdad
católica pisoteada, y salvar así a tantas almas de ruina eterna! Pero nosotros,
que incluso nos jactamos de devoción a este santo, ¿cómo defendemos las
verdades católicas ante el mundo, que hoy (más que nunca) son públicamente
negadas y ridiculizadas con tanta desfachatez? ¿Cómo nos ocupamos de salvar al
prójimo según nuestras fuerzas de esa ola predominante de impiedad, que tantas
almas (especialmente jóvenes, incautas e inexpertas) arrastran a la muerte
eterna en el abismo infernal? ¡Ay! ¡Qué pregunta tan terrible, hermanos míos! ¡Vamos
a pensarlo bien!
-Aquí los tres
Padrenuestros, Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh Glorioso San Antonio Abad,
lleno de confusión confesamos: ¡desafortunadamente hemos sido hasta ahora
negligentes y vacilantes para defender y sostener el honor de Nuestro Señor
Redentor Jesucristo y la verdad santísima de nuestra Santa Religión! Pero ya no
será más así en el futuro; que ahora humillados y arrepentidos pedimos perdón a
Dios y proponemos firmemente desde hoy en más confesar, sostener y defender con
todas nuestras fueras, y a cualquier costo, frente al mundo el honor divino y
toda la verdad católica, que nuestra Santa Madre Iglesia nos enseña. Más Vos,
amoroso y potente Abogado nuestro, ayúdanos a tanta empresa, obteniéndonos de
Dios la gracia de no fallar nunca más en el tiempo de nuestras vidas en este
santo propósito. Amén.
SEPTIMO DIA
CONSIDERACION
CONSEJOS DE SAN ANTONIO ABAD A SUS DISCÍPULOS
Consideremos hoy como entre
las muchas instrucciones que dio nuestro Santo a sus discípulos, la historia de
su vida conserva una, con la cual les instruye en el modo de pelear, y en la
calidad de las armas que deben usar para triunfar por encima de todos los
asaltos del Diablo. “Créanme”, les dijo: “el Diablo teme profundamente las
piadosas vigilias, oraciones, ayunos y demás penitencias corporales de las almas
piadosas, teme la pobreza voluntaria, la humildad, la misericordia y sobre todo
el amor ardiente hacia Jesucristo; así con una sola señal de su Santísima Cruz,
que le hagan, él se debilita y pronto huye escarnecido”. Era muy justo que
nuestro Santo, que en cada encuentro siempre había triunfado gloriosamente
sobre el Diablo, y que se había vuelto tan terrible para él, que muchos
poseídos eran liberados con solo decir el nombre de él aún vivo, enseñara a sus
devotos cómo luchar y vencer a este terrible enemigo de las almas: pero es
también nuestro deber aprovechar esta lección, poniendo en práctica su
enseñanza: por qué, si ahora que conocemos el modo de luchar, y las armas que
debemos usar en tal una lucha para estar seguros de la victoria, no querremos
valernos ni de uno ni de otro, ¿cómo disculparnos ante nuestra quizás fatal
derrota?
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad,
si es deber de todo cristiano escuchar, retener y poner en práctica las santas
instrucciones y advertencias, que Dios nos da por boca de sus santos siervos,
cuánto más nosotros, que nos enorgullecemos nosotros mismos al ser vuestros
devotos, debemos tener en la mente y en el corazón vuestras sanas enseñanzas, y
en especial ésta que habéis recordado hoy, mientras estamos todo el día
luchando con el Infierno, gracias a las infinitas ilusiones y seducciones, que
nos envuelven, y el impacto abrumador de innumerables escándalos de desafuero
desenfrenado e impiedad triunfante, que unidos juntos forman verdaderamente el
carácter especial de este tristísimo siglo nuestro? Nos dirigimos, pues, a ti
llenos de confianza, suplicándote que grabes eficazmente en nuestro intelecto y
en nuestro corazón este santo recuerdo tuyo; obteniendo al mismo tiempo de Dios
el verdadero espíritu de vigilia, oración y mortificación, las virtudes de
humildad y caridad hacia el prójimo, y sobre todo un ardorísimo amor por
nuestro infinitamente amable y amoroso Redentor Jesucristo; Así que por tu
ayuda seamos vencedores de todos los asaltos del enemigo infernal en vida,
triunfemos completamente sobre él en la hora terrible de nuestra muerte, y
después de la muerte podamos venir a agradecerte y contigo bendecir y exaltar
las divinas misericordias eternamente en el Paraíso. Amén.
OCTAVO DIA
MEDITACION
OTRAS RECOMENDACIONES DE SAN ANTONIO ABAD A SUS
DISCÍPULOS
Consideremos que nuestro Santo
no se cansó de inculcar en sus discípulos el desprecio del mundo, la necesidad
de tener siempre presente la muerte y la eternidad del premio o del castigo,
consecuencia inevitable de la sentencia del Juez divino. En una de sus cartas,
después de haber insistido con fuerza en la absoluta necesidad de oponerse a
las tentaciones con la vigilancia, la oración, la mortificación y la humildad,
para hacernos comprender mejor los peligros del orgullo, nos recuerda que era
precisamente el pecado del orgullo. , que hizo caer desde lo más alto del cielo
y por lo cual se perdió el Diablo; y que por lo tanto también en este mismo
pecado él con todo su poder se esfuerza por hacer caer a todos los hombres. Así
escribió nuestro Santo, ¡y así es! Examinémonos pues, seriamente y
encontraremos que la raíz más profunda e íntima de casi todos nuestros pecados
es el orgullo. ¡Todos, unos de una manera, otros de otra, unos de un lado y
otros de otro, todos creemos en ello y queremos que nos crean algo bueno,
especial, distinto! Hay quienes velan su orgullo ante sus propios ojos,
diciendo que es sólo amor por sí mismos y por sus cosas. Este otro título
engañoso de dignidad y decoro del propio estado, oficio o ministerio se cubre
de las obscenidades de su valor, presunción y altanería. En fin, muchos otros,
con los nombres de amor a la verdad, franqueza y firmeza de carácter, coraje
civil y cosas similares, dan rienda suelta a todos los actos que son hijos de
su orgullo más o menos loco. ¡Ah! mis
hermanos, no queremos ser verdaderos enemigos de nosotros mismos, cerrando
voluntariamente los ojos para no conocer en nosotros mismos el capital de todos
los pecados, el orgullo! Por el contrario, tengamos cuidado, y tengamos
atención siempre de no caer en él, recordando que nuestro Santo nos advierte,
que el Demonio con todas sus artes diabólicas se esfuerza por hacernos caer en
este pecado, por arrastrarnos a esa misma perdición eterna, en la que él por
ello cayó.
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh Gloriosísimo San Antonio
Abad, piadosísimo Protector nuestro, recurrimos hoy a ti, suplicándote que nos
obtengas de Dios la gracia de conocernos a nosotros mismos; de modo que estemos
convencidos de que si algo puede ser bueno en nosotros, no es nuestro sino sólo
de Dios, y que lo verdaderamente nuestro no es sino el mal y el pecado, huyamos
con todas nuestras fuerzas de todo pensamiento y tentación de vanidad, de
soberbia y arrogancia: y luego observando como Vos con exactitud el dulce
precepto de nuestro amoroso Salvador Jesús “aprended de mí que soy manso y humilde
de corazón”, en el último día de nuestra vida podamos llegar a vivir
eternamente en tu compañía en ese bienaventurado mundo, que Dios ha prometido a
los mansos y humildes de corazón. Amén.
NOVENO DIA
CONSIDERACION
UNA VISION DE SAN ANTONIO ABAD
Consideremos hoy, cómo nuestro
Santo se ganaba la vida con los trabajos de sus manos, que eran dos: haciendo
esteras y cultivando una pequeña huerta que había plantado junto a su celda, la
cual también le daba algunos frutos para ofrecer algunos refrigerios a aquellas
personas que tuvieran que cruzar un vasto desierto para llegar a él. Pero si
esto satisfacía su caridad, a menudo lo obligaba a interrumpir sus
contemplaciones. Por lo cual un día, mientras se ocupaba en el trabajo de las
esteras, quejándose a su Dios, se le apareció un ángel, el cual se puso frente
a él para trabajar con hojas de palma una estera, de vez en cuando salía del
trabajo para contenerse con Dios en la oración, y después de haber alternado
así varias veces el trabajo con la oración, dijo al Santo -entonces haz tú
también lo mismo y te salvarás- y desapareció. Después de esta visión nuestro
Santo nunca abandonó esta práctica, y así tuvo su corazón siempre cerca de Dios
en el acto mismo de su labor. También nosotros acojamos esta hermosa lección
del Santísimo Ángel, y de ella aprendamos dos cosas: 1.° a dividir nuestro
tiempo entre las obras de nuestra profesión, que significa, en el cumplimiento
de todos los deberes de nuestro estado, la oración que es ese alimento
espiritual, que da y conserva salud y vida a nuestra alma: 2.° aprendemos que
el trabajar para cumplir con nuestros deberes, aun cuando nos obliga a
interpolar la oración, no nos separa sino que nos une cada vez más a Dios,
porque naturalmente nos lleva al cumplimiento de aquellos preceptos de San
Pablo de hacer siempre todo en el nombre y por amor de Dios.
-Aquí los tres Padrenuestros,
Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad,
también nosotros quisiéramos sacar de tu visión frutos semejantes a los que tú
tan bien supiste sacar de ella, imprimiéndonos en la mente, y poniendo en
práctica constantemente el ejemplo de aquel Ángel y los consejos que nos dio
con esas palabras “tú también has lo mismo, y serás salvo”. Pero, amantísimo
Protector nuestro, tú ves mejor que nosotros, cómo el Diablo valiéndose de los
halagos del sentido y de las máximas y costumbres insensatas y traidoras del
mundo, todo pone en obra su malicia, para hacernos partir y hasta aborrecer el
trabajo, no menos que la oración. Tú, pues, compasivo Abogado nuestro, ayúdanos
con tu poderosa intercesión, obteniéndonos la luz de Dios para conocer todos
sus engaños y asechanzas, y la virtud firme y constante para triunfar sobre todos
sus diabólicos asaltos. Amén.
DECIMO DIA
CONSIDERACION
DESPRECIO DEL MUNDO DE SAN ANTONIO ABAD
Consideremos cuán grande se
hizo nuestro Santo en la dificilísima virtud del desprecio del Mundo. Lo hemos
admirado, aún joven, con muy generosa resolución de abandonar una fortuna
conspicua, y así despreciar la nobleza de su familia, el esplendor de su
riqueza, las comodidades y conveniencias de la vida, los asuntos más naturales e
íntimos del corazón, y voluntariamente pobre y privado de todo para retirarse a
un desierto. No es suficiente. Se extiende la fama de sus virtudes y de su
santidad, y ya su desierto se convierte en meta del viaje de miles de devotos
admiradores, que buscan conocerlo, oír sus instrucciones, ver sus maravillas; y
abandona en secreto su celda de ermitaño tres veces para ir a esconderse a otro
desierto cada vez más desconocido e inhóspito. Pero en vano: por la fama de su
nombre cada vez más grande, es el concepto y la veneración de él en toda clase
de personas, que el mismo gran Emperador Constantino, y sus dos hijos Constanzo
y Constante le escriben una carta que contiene las más claras expresiones de
alta veneración, en que lo tienen; le piden que los ayude con sus santas
oraciones, y le manifiestan su gran deseo y preocupación de tener una carta de
él en respuesta. Sin embargo, este Santo burlador de toda la grandeza de la
tierra, le dice a sus discípulos, que se maravillaron del honor compartido por
su humilde Maestro con el más grande Señor de la tierra, que entonces era
estimado como el amo de todo el mundo: “¡Qué es lo que os maravilla!”, dijo,
“que recibo una carta del Emperador? Es un hombre, escribiendo a otro hombre.
Es más bien asombroso y verdaderamente admirable que Dios nos haya dado a
conocer su voluntad en un escrito, y que nos haya hablado por boca de su Divino
Hijo mismo” ¡Pero precisamente porque Antonio fue tan grande en el desprecio
del mundo, fue que pudo alcanzar tan grande perfección y tan sublime santidad!
Imitémoslo, amigos míos, en esta gran virtud del desprecio por el mundo, porque
no sólo conseguiremos el Paraíso después de la muerte, sino que también seremos
felices en esta vida, especialmente en comparación con tantos miserables y
ciegos que han sido hechos esclavos del mundo.
-Aquí los tres
Padrenuestros, Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad, ¡qué
miserable es el destino, ¡qué grande es la ceguera de esos desdichados, que
buscando la libertad y la felicidad en esta tierra se hacen esclavos del Mundo,
que es el más cruel y despiadado de todos tiranos! Pero, poderoso Abogado nuestro, tal vez
nosotros también hayamos sido del número de tales desdichados; ¡Quizás todavía
no nos hemos sacudido del todo este yugo infernal! Ruega pues, oh gran Santo,
por nosotros el buen Jesús, que nos conceda tanta gracia que podamos volver y
nos mantenga libres con aquella única y verdadera libertad para toda nuestra
vida, que nos dio al precio de toda su preciosísima sangre, para poder así
gozar en esta vida de aquella paz, que trasciende todo sentido humano, y
después de la muerte reinar eternamente con él en la inefable dicha del
Paraíso. Amén.
UNDECIMO DIA
CONSIDERACION
SAN ANTONIO ABAD SE PREPARA PARA LA MUERTE
Consideremos que nuestro
Santo, a pesar de sus grandes austeridades, llegó a la edad de ciento cinco
años, lleno de salud y fortaleza, sin haber experimentado jamás ninguna de
aquellas enfermedades, que son ordinarias compañeras de la vejez. ¿Qué dicen al
respecto tantos cristianos delicados de nuestro tiempo? Pero habiendo llegado a
esa edad conoció por revelación divina el día ya cercano de su muerte. Ante
este anuncio, su corazón se llenó de alegría; porque vio en la muerte sólo el
fin de sus trabajos y batallas, y el momento bienaventurado de recibir la
inmortal corona de gloria por sus tantas y tan estupendas victorias. Habiendo
vivido siempre como si en cada momento la muerte tuviera que obligarlo a dar
cuenta de su vida ante el tribunal incuestionable y extremadamente severo del
Juez divino, ahora que la ve realmente cerca, no cambia nada de su habitual
norma de vida: sólo escuchando la voz de su caridad, como Patriarca de tantos
miles de monjes que viven bajo su dirección, cree que es su deber visitar todos
sus monasterios por última vez; y pronto emprende un viaje. En esta visita
anuncia su próxima muerte a sus amados discípulos; con las más dulces y
afectuosas palabras les deja sus últimos avisos y recuerdos; finalmente les
exige que no permitan que su cadáver sea embalsamado (como era costumbre en
Egipto; este abuso que él siempre había condenado como efecto de la vanidad) y
que lo enterraran como se enterraba a los Patriarcas, en un lugar escondido y
no se lo manifestaran a nadie. Luego, al despedirse, se pone en marcha para
regresar a su celda. Hermanos míos, San
Antonio se regocija y exulta ante el anuncio seguro de su muerte. ¿Cómo
entonces nosotros, sus devotos, gemimos y temblamos ante el mero temor
distante, la simple aprensión del peligro de muerte? Comparemos la nuestra con
la vida de nuestro Santo, y nuestra conciencia nos dirá el por qué. San Antonio
habiendo vivido siempre dispuesto a morir en cada momento, al anuncio de su muerte
cercana, nada podía ni debía cambiar o añadir a su tenor de vida habitual. Pero
nosotros que hemos vivido hasta ahora contrarios a su forma de vida, tratamos
de prepararnos para la muerte, amoldándonos al menos en estos pocos e inciertos
días de vida, que aún nos quedan, nuestra vida a la suya, y enmendando el mal y
el tiempo perdido. Finalmente, este gran Abogado nuestro, tan santo y tan digno
de toda distinción y honor, teme la vanidad hasta en el sepulcro; y nosotros
tan indignos y miserables, hasta moribundos, queremos hacer frente a la
vanidad, ¡y esperamos distinciones y honores para nuestro cuerpo deforme y ya
hediondo! ¡Oh! ¡Qué ciegos estamos por las ilusiones mundanas!
-Aquí los tres
Padrenuestros, Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad,
considerando la forma en que os preparasteis para la muerte, es tan grande la
confusión que ahora agita nuestra pobre alma, que en vano buscamos palabras
para expresaros nuestras necesidades, para formular nuestras oraciones. Pero
tú, nuestro compasivo Abogado, conoces nuestros problemas y nuestras miserias
incluso mejor que nosotros mismos: por eso ruega e intercede por nosotros, para
que, viviendo de ahora en adelante según tus ejemplos, nos preparemos para la
muerte de tal manera que, en lugar de aterrorizarnos ante su llegada, nos
consolemos, presentándosenos también como el final de los peligros y las
tribulaciones, y como el comienzo de nuestra felicidad eterna. Amén.
DUODECIMO DIA
CONSIDERACION
MUERTE Y GLORIFICACION DE SAN ANTONIO ABAD
Consideremos cómo, después de
la visita de sus monasterios, nuestro Santo se retiró a su celda en su forma
habitual de vivir del trabajo, la penitencia y la contemplación casi continua.
Pero a los pocos días se enfermó. Entonces llamó a sí a los dos discípulos que
lo asistieron constantemente en aquellos últimos años de su vida, les anunció
que por fin había llegado el momento tan esperado de su muerte: renovó las
órdenes que les había dado con respecto a su entierro: distribuyó su pobre ropa
de piel de cabra y su capa, dejándoles su cilicio: finalmente dando el último
abrazo paternal a los monjes que lo asistían: “Adiós”, dijo, “adiós hijos míos:
Antonio se va, y ya no estará más con vosotros”. Dicho esto, estiró los pies,
levantó de nuevo la mirada al cielo y se durmió plácidamente en el Señor. Los
discípulos luego, al enterrarlo, cumplieron exactamente todas sus órdenes. Pero
si este gran siervo de Dios quiso que su humildad sobreviviera a su cuerpo,
escondiendo su tumba del mundo; Ese Dios, que exalta a los humildes, quiso
enseguida glorificarle excelentemente y con general lamentación por su muerte y
con inmediata veneración e invocación, que todos los fieles unánimemente le tributaron
como santo amadísimo de Dios: mandó que su Iglesia inscribiese inmediatamente
él en el Martirologio de los Santos y que la Iglesia griega poco después de su
muerte lo elevó al honor de los Altares, celebrando su fiesta (que luego se
extendió por todo el mundo católico) el diecisiete de enero, aniversario de su
muerte; obró gracias prodigiosas a favor de sus devotos, y especialmente cuando
venían en busca de su protección contra los daños y peligros del fuego en
general y en particular contra la enfermedad contagiosa llamada fuego sagrado,
que por eso se llamaba también fuego de San Antonio: quiso finalmente, que dos
siglos después de su muerte, es decir, en el año 561, su sepulcro fuese
encontrado y conocido, y sus santas reliquias fueron transportadas con
extraordinaria pompa y solemnidad a la capital de Egipto. ¡Oh! ¡Cuán hermosa,
dulce y preciosa es la muerte de los Santos! ¡Cuán grande y generoso es nuestro
bendito Dios al glorificar a sus fieles servidores en el Cielo y también en
esta tierra! Ciertamente, hermanos, cada uno de nosotros desea una muerte
semejante a la de este gran Protector nuestro, y decir: “moriatur anima mea
morte iustorum”. Bien: Dios es siempre rico en misericordia con todos los que
le invocan; y por intercesión de su gran siervo San Antonio Abad nos hace saber
que podemos llegar al cumplimiento de este nuestro anhelo, y nos señala el
camino seguro, que es la imitación de las virtudes de este santo patrón.
Imitemos, pues, a nuestro santo en la vida para el futuro, y ciertamente Dios
nos concederá la gracia de poder asemejarnos a él en su muerte bienaventurada.
Amén.
-Aquí los tres
Padrenuestros, Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad,
ya no estás con nosotros en la tierra, que desde hace más de 1500 años ya
gozamos del fruto eterno de tus tribulaciones y victorias en el Cielo; pero
siempre estás cerca de tus devotos con tu poderosa y amorosa protección; nunca
los has olvidado, ni los olvidarás jamás. Así que vos, que desde el Cielo veis
las grandes miserias y necesidades de todos nosotros, que os profesamos y
queremos ser siempre vuestros devotos, escuchad y contestad nuestra oración.
Porque ahora tanto podéis en el Cielo con aquel Dios, que os hizo tan grande y
poderoso también en esta tierra, ten misericordia de nosotros, y obtén con tus
méritos de Nuestro Señor y Salvador la gracia de vivir en adelante como tus
verdaderos devotos e imitadores, para que por tu intercesión seamos hechos
dignos de morir la dulce y preciosa muerte de los justos, y después de la
muerte podamos ir al Cielo a agradecerte y a exaltar y bendecir eternamente la
infinita misericordia de Dios, que quiso darnos en ti un modelo tan perfecto y
un Abogado tan misericordioso y poderoso. Amén.
DECIMOTERCERO Y ÚLTIMO DÍA
CONSIDERACION
DE LOS EMBLEMAS Y SIGNOS QUE SE VEN ORDINARIAMENTE EN
LAS IMÁGENES DE SAN ANTONIO ABAD
En este último día nos
detendremos a considerar los emblemas, que suelen verse en las imágenes de
nuestro Santo, porque así podremos casi resumir lo que hemos considerado en su
honor en los días anteriores. Suele pintarse con fuego en las manos; y este
fuego es símbolo del fuego del amor divino, que ardía muy fervorosamente en su
corazón; y se pone en sus manos, en las que se simboliza toda obra humana, para
mostrarnos que el fuego del amor Divino, que inflamaba su corazón, fue el motor
principal y el fin último de todas las obras de su larga y santa vida. Este
emblema del fuego nos recuerda nuevamente que es un Protector especial contra
los daños y peligros del fuego en general, y en especial contra esa enfermedad
contagiosa, que se llama fuego sagrado.
La Tau, que lleva al hombro, se la colocaron aquellos que en 1095 bajo
el Papa Urbano II fundaron la Orden de Ministros de los Enfermos con Fuego
Sagrado, bajo la protección y advocación de nuestro Santo, por lo que se
llamaron Hospitalarios de San Antonio Abad. Habiendo tomado la Tau como escudo
de armas, la colocaron sobre el hombro de su santo Padre, como símbolo que les
recordara continuamente con cuánta fuerza y constancia San Antonio, su modelo
y patrón, llevó siempre la cruz de Jesucristo, viviendo continuamente en medio
de las mortificaciones y rigores de la más rígida y austera penitencia, y así
tener en ella un estímulo continuo para imitarle en esta virtud tan contraria a
la natural debilidad humana. El Cerdo, que está pintado a sus pies, es símbolo
del Espíritu infernal inmundo, el cual, siendo un espíritu, no puede pintarse a
sí mismo sino de manera que presente a los ojos su inmundicia infernal, y por
lo tanto está simbolizado aquí en el cerdo, que entre los animales de la tierra
(como expresa la misma palabra) es el animal más inmundo. Y se pone a sus pies
para indicar que nuestro Santo con continuas victorias, que ganaba al inmundo
espíritu infernal, le tenía tanto desprecio y vilipendio que lo tenía
continuamente bajo sus pies. Finalmente, la Campana, si bien es también símbolo
de su gran vigilancia sobre sí mismo y sobre sus discípulos, es también la
insignia o distintivo que lo hace reconocer como un gran Abad o Patriarca de
los Cenobitas; porque en la antigua disciplina cenobítica sólo el abad tenía
derecho a dar señales con la campana. Sólo estos, y no otros, son los motivos por
los que la Iglesia ha permitido que estos emblemas se vean en las imágenes de
nuestro Santo. Por tanto, estos deben ser para nosotros sus devotos, solo
recuerdos de las más eminentes virtudes y glorias de San Antonio Abad:
especialmente de su Caridad ardentísima hacia Dios y hacia el prójimo; del
verdadero espíritu de la Mortificación, con el que llevó constantemente la Cruz
de Cristo a lo largo de su vida; del supremo poder que siempre ejerció sobre el
inmundo Espíritu infernal, y de las continuas y estupendas victorias que
siempre obtuvo; y finalmente de su suprema e infatigable vigilancia, que
siempre tuvo por la salud eterna de su propia alma y de sus seguidores bajo su
cuidado comprometido. Quiera el Cielo que de ahora en adelante al menos sus
devotos al venerar sus imágenes, a la vista de estos símbolos, recuerden
siempre estas virtudes heroicas de San Antonio Abad y se propongan cada vez más
eficazmente querer imitarlas.
-Aquí los tres
Padrenuestros, Avemarías y Gloria.
ORACION
Oh glorioso San Antonio Abad,
ya que en este último día del devoto ejercicio, que te hemos dedicado durante
trece días continuos, has puesto bajo nuestra mirada casi en resumen todas las
glorias y heroicas virtudes de tu santísima vida, deteniendo nuestro
pensamiento para considerar el significado de los emblemas simbólicos, que en
tus imágenes acompañan tu santa efigie, nos postramos a tus pies con todas las
fuerzas de nuestra alma, exaltando tu gran mérito y sublime santidad,
primeramente damos infinitas gracias a nuestro buen Jesús, que para la gloria
eterna de su Santísimo Nombre te quiso y te hizo tan grande y sublime, y que
para nuestra ventaja especialmente te hizo tan compasivo y poderoso. Entonces,
a vuestra honra y gloria, como fruto de todas las consideraciones de estos
días, os proponemos firmemente que de ahora en adelante queremos ser no sólo de
nombre, sino con obras y de verdad vuestros devotos, imitándoos tanto como
nuestras fuerzas y nuestro estado nos
permita, en todas vuestras sublimes virtudes; pero sobre todo en velar por la
salvación eterna de nuestras almas y de quienes de nosotros dependen; en
resistir todos los fraudes y tentaciones diabólicas, en llevar constante y
felizmente la Cruz de Jesucristo en todas las tribulaciones de cualquier
especie, que él quiera enviarnos, y en domar nuestras pasiones rebeldes con el
verdadero espíritu de la Mortificación y la Penitencia; y sobre todo imitaros a
vos mismo en la Caridad ardentísima hacia Dios y hacia el prójimo. Oh
gloriosísimo San Antonio Abad, este es nuestro firme propósito de hoy, que con
un corazón contrito y humillado, para tu honor y gloria, ofrecemos a Nuestro
Señor Salvador Jesús aquí realmente presente en Cuerpo, Alma y Divinidad bajo
el velo de esta Hostia Consagrada, en este Sacramento inefable de su amor
infinito. Pero, ¿cómo podemos estar seguros de nuestra firmeza y fidelidad en
mantenerla, dada nuestra tan conocida y tantas veces aún demostrada
inestabilidad, ligereza y debilidad? ¡Ay! ... ¡Tú amantísimo Abogado y
Protector nuestro, puedes obtener para nosotros toda gracia espiritual y temporal
de Dios! En este día, pues, que a tu culto dedicamos especialmente, consuélanos
obteniendo para nosotros la gracia particular de Dios, por la cual te hemos
suplicado en todos los días de este Trecenario: consuélanos obteniendo la
gracia de permanecer siempre firmes y constantes a lo largo de nuestra vida en
el santo propósito, que ahora hemos hecho, de imitarte en todas las virtudes:
sobre todo, sin embargo, consuélanos especialmente al obtener para nosotros el
don del santo Amor Divino de Dios que todo entera y únicamente llene e inflame
nuestros corazones, para que viviendo sólo de este Santo Amor aquí en la tierra
seamos dignos de venir después de la muerte a amar perfecta y eternamente a
nuestro Dios en vuestra compañía en las infinitas alegrías del Paraíso. Amén.
-Colaboración de Carlos Villaman
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