VISITA DOMICILIARIA DE NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO
Para HONRAR a Nuestra Señora, para ATRAERNOS SUS bendiciones y para ALIVIAR a las ánimos benditas
¿Qué es la Visita Domiciliaria de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro? Una manera particular de significar el afecto que las familias cristianas profesan a esta tierna Madre del género humano, cuya imagen tienen el honor de hospedar temporalmente en su casa.
¿Qué se propone? 1º. Honrar a la Santísima Virgen en su simpático título de Perpetuo Socorro y merecer su especial protección, como la mereció Santa Isabel y toda su familia por haber obsequiado a la Madre de Dios durante aquella memorable visita que precedió al nacimiento de San Juan y le obtuvo la santincación de su alma estando todavia en el seno de su madre.
2. Fomentar en los hogares cristianos la
práctica de orar en común, que tanto va descuidándose en nuestros días. ¿Quién no reza, al menos cuando su casa parece transformarse en templo y cuando, al doblar las rodillas antevla imagen del Perpetuo Socorro, como que le obliga el ejemplo de los demás miembros de la familia y aun de los vecinos y amigos que entran a ver a la Virgen?
¿Cómo se practica? Se convienen algunas familias devotas de esa santa imagen, generalmente treinta, y adquieren una Capilla, que es llevada sucesivamente a la casa de todos los que forman el coro por la persona puesta al frente del mismo con el cargo de celadora.
Al inaugurar el coro procúrese que el señor Cura u otro sacerdote autorizado bendiga la imagen, sea en la iglesia, sea en casa de la celadora, adonde deben ser invitadas las familias que han de recibir su visita.
Ordinariamente, tiene cada familia la imagen en su poder veinticuatro horas, colocada con honor en una de las mejores habitaciones de la casa y cuidando que arda ante Ella alguna vela o lamparilla de aceite.
Una vez recibida en casa la imagen de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, se reunirán, si es posible, todos los individuos de la familia, y puestos en su presencia de rodillas, empezarán diciendo:
RECEPCIÓN DE LA VIRGEN
Por la señal, etc.
(50 dias de indulgencia cada vez y 100 si se
hace con agua bendita.)
Ave Maria Purisima. Sin pecado concebida.
(50 dias de indulgencia cada vez.)
Alabados sean Jesús y Mar:a. Ahora y siempre.
(100 dias de perdón cada vez.)
ORACIÓN.- Ha llegado para nosotros, ¡Oh dulce y tierna Madre!, el momento feliz de veros en nuestra casa. Ya tenemos la suerte de contaros entre los miembros de nuestra familia. Nuestro corazón salta de regocijo al recibir vuestra visita, ¡oh Reina de los ángeles, oh Madre del Amor Hermoso y de la Santa Esperanza! ¿De dónde a nosotros tanto favor? ¿Quién os ha movido, celestial Señora, a conceder esta gracia a una familia tan pobre, tan miserable y pecadora como la nuestra? ¡Ah! Lo sabemos: vuestra gran bondad: el deseo que tenéis de bendecirnos y de caldear nuestros pechos con esos rayos de amor que brotan de vuestros ojos. Venis con los brazos abiertos para recibir en ellos a estos vuestros ingratos hijos. Venis para endulzar nuestros pesares, compartir nuestras tristezas. Venis para vivir entre nosotros, como en otro tiempo al lado de vuestra prima Isabel, y colmarnos de celestiales favores. Gracias, Virgen del Perpetuo Socorro; gracias por tanta bondad. Esta familia no acierta a manifestaros su agradecimiento; pero os da su bienvenida y Os recibe llena de filial cariño. Desde este momento Vos seréis la Señora de la casa, y todos nos juzgaremos dichosos a vuestro lado. Miradnos como cosa vuestra, y no permitáis que nos separemos de vuestra obediencia y de vuestro amor. ¡Oh María! Bendecíd esta casa, donde se bendice siempre vuestro nombre. Viva siempre María, la Inmaculada, la siempre Virgen, la bendita entre las mujeres, la Madre de Nuestro Señor Jesucristo, la Reina del Paraíso.
(300 días de perdón cada vez.)
CONSAGRACIÓN A MARIA,
Reza el Avemaría, y a continuación:
¡Oh Señora mía! ¡Oh Madre mía! Me ofrezco todo a Vos, y en prueba de mi filial afecto, os consagro en este día mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón; en una palabra, todo mi ser. Ya que soy todo vuestro, joh Madre de bondad!, guardadme y defendedme como cosa y posesión vuestra.
(100 dias de indulgencia.)
Seáis amada, seáis alabada, seáis invocada, seáis eternamente bendita, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro!, mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, rogad por nosotros!
¡Protector mío San Alfonso, haced que en todas mis necesidades recurra a María!
Reza una Salve.
(100 dias cada vez.)
VISITA A LA VIRGEN
Interrumpe unos momentos tus ocupaciones, cuando más te convenga, para acompañar a María, que está en tu casa.
Por la señal... (como arriba).
Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oido decir que ninguno de cuantos han implorado vuestra protección y reclamado vuestro auxilio, haya sido de Vos abandonado. Animado con esta confianza, ¡oh Virgen de las vírgenes, oh Madre mía!, a Vos acudo, a vuestros pies me postro, gimiendo bajo el peso de mis pecados. No despreciéis mis súplicas, ¡oh Madre del Verbo!; antes bien, escuchadlas benigna y dignaos despacharlas favorablemente. Amén.
Si tienes tiempo, reza el santo Rosario (utilizando uno bendecido por los PP. Redentoristas, podrás ganar, por cada Padre nuestro y Ave María 2.525 días), las Letanías (300 días cada vez), y lee en el librito titulado "Súplica Perpetua a la Virgen del Perpetuo Socorro".
Después añadirás:
Jesus mío, misericordia.
(300 dias cada vez.)
¡Madre mía, esperanza mía!
(300 dias cada vez.)
Santa Maria, libradnos de las penas del infierno.
(100 dias cada vez.)
María, Madre de Dios y Madre de misericordia, rogad por nosotros y por los fieles difuntos. Amén.
(100 dias cada vez.)
Aquí puedes añadir otras oraciones, según tu devoción.
DESPEDIDA A LA VIRGEN
Reúnase toda la familia.
Por la señal... (como arriba).
¡Oh Santísima Virgen Maria, que para inspirarnos una confianza sin límites habéis querido tomar el dulcísimo nombre de "Madre del Perpetuo Socorro" Yo os suplico me socorráis en todo tiempo y en todo lugar: en mis tentaciones, después de mis caídas, en mis dificultades, en todas las miserias de la vida, y, sobre todo, en el trance de la muerte. Concededme, ¡oh amorosa Madre!, el pensamiento y la costumbre de recurrir siempre a Vos, por que estoy cierto de que, si soy fiel en invocaros, Vos seréis fiel en socorrerme. Obtenedme, pues, esta gracia de las gracias, la gracia de invocaros sin cesar con la confianza de un hijo, a fin de que, por la virtud de esta súplica constante, obtenga vuestro perpetuo Socorro y la perseverancia final. Bendecidme, ¡oh tierna y cuidadosa Madre!, y rogad por mí ahora y en la hora de mi muerte. Así sea.
JACULATORIA
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro, concededme vuestro omnipotente auxilio y haced que yo os lo pida sin cesar! Así sea.
Tres Avemarias, y finalmente:
¡Oh Madre del Perpetuo Socorro! Proteged también a todos los que amo: al Padre Santo, a la Iglesia, a mi Patria, a mi familia, a mis amigos y enemigos, a todos los pecadores, y, en fin, a las almas del Purgatorio. Venid en su socorro. Así sea.
(100 dias.)
¡Oh María, Madre del Perpetuo Socorro, rogad por mí!
¡Protector mío San Alfonso, haced que en todas mis necesidades recurra a María!
(100 dias, tres veces al dia.)
Seáis amada, seáis alabada, seáis eternamente bendita, ¡oh Madre del Perpetuo Socorro! mi esperanza, mi amor, mi Madre, mi refugio y mi vida. Amén.
DESPEDIDA.-¡Oh cariñosa Madre! Ha llegado la hora de vuestra marcha, y nuestros corazones se ven precisados a daros la despedida llenos de pena y sentimiento. ¡Qué feliz día hemos pasado a vuestro lado! ¡Qué tristeza para nosotros veros salir de nuestra casa! ¡Qué vacío dejáis en esta pobre familia! Adiós, querida Madre; pero no os retiréis sin bendecirnos; no os olvidéis de que os amamos mucho y esperamos impacientes el momento de hospedaros otra vez. Mientras tanto, acompañarán nuestros corazones por doquiera que vayáis. Gracias por la dignación que habéis tenido en visitarnos y por los beneficios que inmerecidamente nos dispensa vuestro amor. Tended el velo de vuestra misericordia sobre las desatenciones que con Vos hemos tenido, las cuales no provienen, bien lo sabéis, de mala voluntad, sino de nuestra fragilidad y de nuestra ignorancia. Caiga de vuestros ojos una mirada de compasiva bondad sobre nuestras almas mientras los nuestros se alzan a Vos en actitud suplicante, implorando vuestro favor para amaros en el tiempo y veros en la eternidad. Así sea.
(Con licencia eclesiástica.)