TRIDUO
AL SEÑOR DE LA PIEDAD
VENERADO
EN SU TEMPLO DE CELAYA.
PARA
PEDIRLE MISERICORDIA
EN
LAS AFLICCIONES.
DEDÍCASELO
UN MUY RENDIDO Y RECONOCIDÍSIMO DEVOTO DE SU CULTO.
MORELIA.
1856.
IMPRENTA
DE IGNACIO ARANGO
Calle
del Veterano núm. 6.
PARA
TODOS LOS DÍAS
L/:
Vos Dios mío, abrirás mis labios.
R/:
Y anunciará mi boca vuestras alabanzas.
L/:
Atended, Dios mío, a socorrerme.
R/:
Venid, Señor, presto a asistirme.
SALMO
50.
Tened
piedad de mí, Dios mío; yo que soy el mayor de los pecadores, imploro vuestra
gran misericordia. Para que me perdonéis, se requiere vuestra bondad toda
entera, y en su amplitud infinita fundo la esperanza del perdón.
Borrad,
Señor, mi iniquidad, y si tuviere la dicha de estar ya purificado, no obstante,
lavadme todavía, purificadme mucho más. Bien sabéis que yo no oculto ni excuso
mi pecado: continuamente le tengo delante de mis ojos, y me lo echo en cara a
todas horas.
Vos
solo fuisteis testigo de mi delito, delante de vos solo le cometí; más le
confieso públicamente para que justifiquéis en mi vuestra promesa de perdonar
al pecador contrito, y confundáis á cuantos se atrevieren a censurar vuestra
fidelidad.
Pequé,
Dios mío, más ¿qué podía esperarse de un hombre concebido en pecado, y con tan
funesta propensión al mal? Pero, Señor, no siempre estuvo corrompido mi
corazón; en algún tiempo amasteis mi sencillez y rectitud, y me revelasteis los
ocultos misterios de vuestra sabiduría.
Para
hacerme de nuevo agradable a vuestros ojos, me rociaréis Señor, con el hisopo,
y seré purificado: me lavaréis, y quedaré más blanco que la nieve.
Haréis
que oiga en lo íntimo de mi corazón palabras de alegría y consuelo: y todas mis
potencias desmayadas, recobrarán nuevo vigor, con el secreto testimonio que me
daréis de mi reconciliación con vos.
Apartad,
Señor, la vista para no ver más mis ofensas: borradlas de modo que no
comparezcan jamás a vuestros ojos.
Renovad
en mí, aquella pureza de corazón, aquella rectitud de espíritu que yo tenía
antes. No me arrojéis de vuestra presencia, y haced que siempre resplandezca
sobre mí, la luz de vuestro Espíritu Santo.
Restituidme
aquella alegría, prenda de mi paz con voz: é inspiradme al mismo tiempo un
espíritu de fortaleza, que me confirme en el bien.
Con
eso enseñaré vuestros caminos a los pecadores, é instruidos de cuanto pueden
prometerse de vuestra bondad, se convertirán a Vos.
Vos,
Dios mío, en quien he puesto toda la esperanza de mi salvación, libradme de los
crueles remordimientos, que me causa la memoria de la sangre que he derramado,
y mi lengua cantará con júbilo vuestras misericordias.
Vos,
Dios mío, abriréis mis labios, y anunciará mi boca vuestras alabanzas.
Si
por la expiación de mi delito hubiérais exigido sacrificios, gustoso os los
hubiera ofrecido; más sabiendo que no os agradan los holocaustos, y que el
único sacrificio para aplacaros es el arrepentimiento, solo he cuidado de
llorar mi iniquidad: no despreciéis, mi Dios, un corazón contrito y humillado.
No
detengan, Señor, mis pecados el curso de vuestra bondad sobre Sion: haced que
podamos edificar los muros de Jerusalén.
Entonces
aceptaréis benigno mis ofrendas y holocaustos, como sacrificios de un hombre
justificado por la penitencia, y entonces también el pueblo, á mi ejemplo,
cargará de víctimas vuestros altares.
-Tres
credos con gloria Patri, en memoria de las tres horas que duró Jesucristo
pendiente en la cruz, para que purifique nuestras tres potencias.
LETANÍA
PARA
TODOS LOS DÍAS
L/:
Cristo, ten piedad de nosotros.
R.
Cristo,
ten piedad de nosotros.
L/:
Cristo, óyenos.
R/:
Cristo, óyenos.
L/:
Cristo, escúchanos.
R/:
Cristo, escúchanos.
-Cristo,
perseguido desde infante por nuestra culpa. R/: Misericordia Señor
-Cristo,
mofado y blasfemado por nuestra culpa.
-Cristo,
expuesto a la burla pública, por nuestra culpa.
-Cristo
azotado por nuestra culpa.
-Cristo,
coronado de espinas, por nuestra culpa.
-Cristo,
cargado con la cruz por nuestra culpa.
-Cristo,
llagado por nuestra culpa.
-Cristo,
herido por nuestra culpa.
-Cristo,
crucificado por nuestra culpa.
-Cristo,
redentor nuestro.
-Cristo,
enemigo de toda culpa.
-Cristo,
tanto y tan ofendido por nuestra culpa.
-Cristo
que ves nuestras culpas.
-Cristo,
ante quien nadie es perfecto.
-Cristo,
que nos has de juzgar.
-Porque
eres la resurrección, y vida nuestra.
-Porque
eres la esperanza de nuestra salvación.
-Porque
eres la clemencia suma.
-Porque
eres infinito en tu piedad.
-Porque
eres nuestro amoroso Padre.
-Porque
viniste á borrar los pecados del mundo
-Porque
diste la vida, porque no muriéramos en pecado.
-Porque
fuimos concebidos en la iniquidad.
-Porque
nacimos en el pecado.
-Porque
profesamos tu fe en el bautismo.
-Porque
estamos bañados con tu preciosa sangre.
-Porque
imploramos el perdón.
-Por
el bendito vientre en que fuiste concebido.
-Por
tu amor a tu Santísima Madre Virgen.
Misericordia,
Señor de Piedad, porque somos muy miserables pecadores; pero también tus hijos
redimidos con tu pasión, por tu amor.
-Cinco
Padres nuestros con gloria Patri, en memoria de las cinco llagas, para que
purifique el Señor nuestros cinco sentidos.
PETICIÓN
Dignaos,
Jesús mío crucificado, como por tu Santísima Madre te lo pido, concédeme (pida
la gracia) más hágase tu voluntad y no la mía.
DÍA
PRIMERO
Jesús
mío, por el misterio de tu Santísima Encarnación.
R.
Alumbra mi fe, para que te conozca.
¿Porqué
te veo crucificado Jesús mío? ¡no eres omnipotente como Dios, porque eres Dios?
¡quién pudo entonces darte muerte! ¡ah! Señor, ya lo sé, tu amor a mi, y mi
maldad para contigo: tu misericordia y mis pecados. Yo miserable, infeliz nada,
te ofendí; tú inmensamente piadoso te compadeciste de mí, yo soberbio y
orgulloso, me precipité, pecando, al infierno; tu misericordiosamente humilde,
me redimiste de ese eterno abismo; más siendo Dios impasible, te humanaste para
morir porque yo viviera. He aquí, Señor, tu piedad, tu misericordia, tu amor,
porque el hombre nada, quiso con soberbia ser Dios; el Dios todo, quiso con
humildad ser hombre: porque el mortal no muriera, el inmortal murió haciéndose
mortal. ¡Con qué corresponderé, no ya todos tus beneficios Señor, sino, aunque
sea este solo! Con nada, aunque más me empeñe con nada porque no tiene precio,
Jesús mío; pues si fué necesario un Dios para satisfacer a Dios, y tu Dios humanándote
diste satisfacción, ¡que esperanza tengo de pagar deuda tan crecida, que no
puedo ni alcanzar a comprender lo que vale! Y sin embargo tú, quedas contento, Jesús
mío, con que no te ofenda, con que no olvide mi último fin, con que cuide de mi
salvación: es decir, que te contentas con que yo sea dichoso y feliz, y alcance
mi verdadero y único bien. ¡Oh! Qué benevolencia, Jesús mío; ¡con razón tu
título es de la Piedad! porque no miras más que a mi salud, porque te apiadaste
de mí, haciendo resplandecer tu clemencia, tu misericordia y tu amor, y porque
diariamente te apiadas de mí para llenarme de beneficios. Ea pues, Jesús mío de
la Piedad, tenla de este infeliz pecador, que nada puede sin tu divino auxilio,
sin tu Santa gracia, y sácame compadecido de mí, del abismo de iniquidades en
que me tiene sumergido mi miseria. Amén.
SALMO
129
R/:
Piedad y misericordia,
Que
os he ofendido, Señor:
Más
pésame mi pecado,
Prometo
enmienda desde hoy.
Desde
el abismo profundo
De
mis miserias, Señor,
Os
invoco: por piedad
Dignaos
escuchar mi voz.
Vuestro
oído oiga benigno.
Mi
humilde deprecación,
Que
no tengo más recurso
Que
vuestro amparo, mi Dios.
No
veáis mis iniquidades,
Que
si las veis con rigor
¡Quién
sufrirá vuestros juicios,
residenciándolo
voz!
A
no resistir mi llanto
Vos
obligasteis á vos;
Pues
en esta ley confiado,
Bondad
espero de vos.
Mi
alma jamás ha olvidado
Vuestras
promesas, Señor,
Y
en todos mis males, siempre
Mi
esperanza ha estado en vos.
Por
eso de día y de noche,
Y
a toda hora, Señor,
Espero
vuestra asistencia
Cual
la esperó Israel de vos.
Que
vuestra misericordia,
Misericordia
es de un Dios,
Infinita
y abundante
En
medios de redención.
Y
redimirá a su Pueblo
Que
confía y pide perdón
De
cuántas iniquidades,
Frágil
fué y mísero autor.
SEGUNDO
DÍA
(El
Salmo 50, y lo siguiente hasta la petición, y luego:)
L/:
Jesús mío, por tu pasión y muerte.
R/:
Alienta
mi esperanza en tus méritos infinitos.
Soberano
criador mío, mi redentor misericordioso y amoroso Padre, por tan sublimes
títulos de inmensa bondad; dígnate darme contrición para arrepentirme de
haberte ofendido, para confesar mis pecados y aborrecerlos; dame gracia para
servirte, y unción santa para bendecirte y adorarte. Te invoco bajo la
consoladora invocación de la piedad, porque ¿qué no podre esperar de ti,
acogiéndome a ella? Tu poder resplandece en todas tus obras, que lo revelan; tu
sabiduría en el orden que a todas les has dado, y en su objeto: todo predica tu
gloria y majestad, y altísimos atributos; pero yo, tu criatura predilecta, el
hombre, es la fama de tu misericordia y amor, y bajo de mil títulos de
clemencia lo amparas, después de la inmensa misericordia de haberlo redimido
del infierno. ¡Que más que criarlo a cada instante para conservarlo, y en el
momento mismo que te está ofendiendo! ¡Oh qué contraste tan imponderable! la
miserable criatura ofendiendo, y el omnipotente y tremendo criador beneficiando
inestimablemente al mismo que lo ofende, y en el acto mismo que se le hace la
ofensa; el redentor, que siendo Dios soberano, se hizo apacible para poder
padecer sangrienta y atroz pasión, para redimir de la muerte al hombre, y el
redimido, repitiendo la culpa sin cesar, y esclavizándose al infierno; el
amoroso Padre, dando continua vida al hijo para que la aproveche y viva
eternamente, y el hijo ingrato recibiendo la vida para usarla contra el Padre,
y obcecado darse muerte. ¡Con razón te llamas de la piedad, Señor, porque te
apiadas continuamente de nuestras miserias, y tu piedad inmensa quiere nuestra
vida para el arrepentimiento; porque nos quieres con piadosísimo amor. Piedad,
piedad de mí, Señor misericordioso, piedad de mí para que viva y medite en
vuestra pasión y muerte para salvarme; piedad de mí para que me pese
profundamente haberte ofendido; piedad de mí para que nunca me falte gracia
para amarte y servirte, y piedad de mí, para que concebido en la iniquidad y
nacido en el pecado, ni peque más ni sea inicuo contra ti, Señor mío lleno de
piedad, Amén.
SALMO
6.
R/:
Piedad y misericordia,
Que
os he ofendido, Señor:
¡Oh!
no estéis enfurecido
Cuando
me hagáis reprensión,
No
castiguéis mi pecado,
Estando
airado, Señor.
Compadeceos
de mí
Pues
desfallecido estoy,
Y
sanad mis males, que ellos
Me
llenan de turbación.
Mi
alma en extremo abatida
ha
solo esperanza en vos,
¡Si
así lo veis, hasta cuando
Le
concedáis compasión!
Volved
á ni vuestros ojos,
Y
salvad mi alma, Señor,
Por
vuestra misericordia
Tened
de ella compasión.
Cuando
ya sea polvo frío,
No
os recordaré, Señor,
¡Ni
como desde el sepulcro
Alzaré
mi canto a vos!
Ya
he llorado mis maldades,
Y
las lloraré, Señor,
En
mi lecho y al dejarlo,
Todo
el día, en toda ocasión.
Túrbeme
tanto el aspecto
La
fuerza de mi dolor,
Que
mis enemigos todos
Creían
que moría sin vos.
Más
apartaos de mí
Los
que iniquidades sois,
Que
ya el Señor, de mi llanto
Se
dignó escuchar la voz.
Sí:
ya se dignó escuchar
Mis
clamores, mi oración,
Y
cómo es Dios tan clemente
Benigno
las recibió.
Burlados
mis enemigos,
Que
el Señor los conturbó,
Huyan
de mí para siempre
Con
vergüenza y confusión.
TERCERO
DÍA
(Desde
el salmo 50, hasta la petición, y luego:)
L/:
Jesús mío, por tu resurrección y ascensión gloriosa.
R.
Inflama
mi caridad para que te ame sinceramente.
Jesús
glorioso, ya por fin acabó tu pasión cruelísima y amarga; ya dejas consumada la
obra sin precio de nuestra redención, y subes glorioso a los cielos. ¡Y nos
dejas, Jesús mío! ¿te apartas para siempre de entre los hombres? ¡ah! yo bien
veo que así lo merecemos, porque que hicimos contigo que bajaste del cielo, y á
llenarnos de doctrina santa, de admirables ejemplos, de infinitos beneficios,
¿y con estupendos milagros? ¿que hicimos? no quisiera ni recordarlo; pero es
una verdad, Jesús mío, que te crucificamos. No, no merecemos que permanezcas
con nosotros... Mas, oh inmensa misericordia, tu subes a gozar de tu reino;
pero mi fe está viendo que llegas, y oyendo que dices al Eterno Padre ya os
satisfice por el pecado del hombre, Padre mío, ya padecí, morí, resucité y
vengo a pedirte que le abras ya tus brazos. Es nuestra criatura, Padre mío, y
lo amo mucho, no permitas que perezca: sean suyos para merecer la gloria, todos
mis méritos, porque él es pobre y miserable, y no tiene que ofrecerte sino su
nada. ¡Oh Jesús mío, divino Jesús mío! me confunde, me abisma tu inmensa piedad
y amor: es imposible que pueda manifestarte mi gratitud: todo lo que haces por mí,
es tan inmenso como tú, y cuanto hago yo, es y ha de ser inmundicia y miseria
como yo; pero eres muy piadoso Señor ¿y en quien ejercitaríais tu piedad sino
hubiera objetos miserables como yo, de quienes apiadarte? Apiádate, apiádate de
mí, divino amoroso Jesús mío, tú eres mi salud y esperanza única, por tus
infinitos méritos sin precio. Dos preceptos suavísimos me dejaste antes de
subir al cielo, dame por tu piedad gracia para cumplirlos siempre; ámete yo
constantemente con reverencial y filial amor, y nunca me falte caridad para
amar a mi prójimo en ti y por ti para que tus méritos me lleven a gozarte a tu
reino a donde subiste después de haberme redimido del infierno. Amén.
SALMO
142
R/:
Piedad y misericordia,
Que
os he ofendido, Señor:
Al
que os invoque humillado,
Oír
prometisteis, Señor;
Así
os invoco, propicio
Atended
a mi oración.
No
entréis en juicio conmigo
Tu
ciervo impuro, Señor,
Porque
no hay a vuestros ojos
Quien
pueda haber perfección.
Mis
enemigos persiguen
Al
alma mía con furor,
Y
alcanzaron que, en la tierra,
Viva
ya en humillación.
Como
en la fosa olvidado
Un
cadáver, así estoy;
Que
halle angustiado el espíritu,
Y
turbado el corazón.
Por
consuelo recordé,
Los
días antiguos, Señor,
Y
medité en los prodigios
Que
entonces obrasteis vos.
Y
así animado mi espíritu
Las
manos extendí á vos;
Que
soy sin vos cual la tierra
Sin
agua al rayo del sol.
Oídme,
escuchadme pronto,
Y
socorredme, Señor,
Que
desfallece mi espíritu
Si
tardáis la protección.
Vuestros
ojos no apartéis
De
mí, que entonces Señor,
Semejante
quedaré
Al
que al sepulcro bajó.
Haced
que escuche cuanto antes
Acá
en mi interior, la voz
De
vuestra misericordia,
Porque
en vos espere yo.
Mostradme
claro el camino
Por
donde llegue hasta vos,
Que
este es mi único deseo,
Y
el que mi alma eleva a vos.
Libradme
del enemigo.
Pues
me acojo á vos, Señor,
Y
enseñadme a querer siempre
Lo
que vos; pues sois mi Dios.
EI
Santo espíritu vuestro
Me
guiará recto, Señor,
Y
vuestro nombre, y promesas.
Me
darán vida, o mi Dios.
Misericordioso
a mi alma
Sacareis
de la aflicción,
Y
a todos mis enemigos
Dispersareis,
gran Señor.
Y
librareis para siempre
Mi
alma de tribulación,
Perdiendo
a mis enemigos
Porque
vuestro siervo soy.